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La momia

Tabla de contenidos

La momia.

 
Se me estaba haciendo bola este comentario.
 
Empecé a escribirlo antes de irme a Londres, y desde entonces lo he borrado, reescrito y vuelto a empezar tres veces. Entre medias he publicado Tropic Thunder, Rocky IV, Cazafantasmas: Más allá y El sargento de hierro. Para que veáis que esto de escribir por amor al 7º Arte tiene sus chinitas por el camino. N o siempre estás tan inspirado como desearías.
 
Al final del comentario incluiré unos párrafos (para los más cafeteros) en los que explicaré todos los obstáculos que he he tenido que sortear. Lo dejo para el final para no dar demasiados rodeos y poderme meter con la peli cuanto antes.

Le debía un comentario a La Momia de 1999

Estamos ante una peli fantástica. En su momento pensaba que acababa de descubrir un nuevo Indiana Jones, aunque para seros sinceros, esa idea se desmoronó cuando vi las siguientes entregas. La mesura y el recato que tiene la producción de esta primera peli de la saga será una excepción. Pero una excepción digna de celebración.
 
Esta película se hizo en los albores del CGI. Se percibe el respeto al nuevo medio digital y la osadía por atreverse a adentrarse en él. De esa osadía y de ese respeto sale la mesura que mencionaba antes. Y ahí radica su encanto. Una peli preñada de efectos especiales experimentales que, sin embargo, no chirrían (demasiado) y siguen (relativamente) frescos en nuestros días.
 
Hablaba de nuestro Indiana Jones, pero la escena del biplano por el desierto me evoca, sí o sí a Tintín. ¿O sería al revés? Porque Las aventuras de Tintín: El secreto del Unicornio es de 2011, doce años después de La Momia.
 
Claro que los cómics van de 1958 a 1977, por lo que, sinceramente, poco me importa quién se inspira en quién, aunque el orden tendría que ser: Tintín – Indi – Rick (todos con «i»). Da igual quién evoque a quién: los tres personajes son fabulosos y esta escena del biplano por el desierto, huyendo de una tormenta de arena con rostro de Imhotep es fantástica.
 
Un ejemplo de esta misma mesura lo comenté ya en El secreto de la pirámide. Curioso que aquella tuviera también el puntito egipcio. Más que puntito, puntazo… La verdad es que todo lo relacionado con pirámides, faraones y momias se presta para este toque fantástico que nos enamora del cine. A mi por lo menos. En ella os hablé de una producción de 1985 que osó (también) coquetear con los efectos especiales digitales. Lo bueno si breve, dos veces bueno.
 
En el lado opuesto, y para mejor entender lo de la mesura usando CGI podríamos comparar el trato de los efectos digitales que reciben La Momia (1999), la Trilogía de El Señor de los Anillos (2001, 2002 y 2003) frente a los tres primeros episodios, I, II y II de Star Wars (1999 (del mismo año), 2002 y 2005). A la mesura mencionada para calificar su uso en esta peli, hemos de sumar el contraste entre el CGI sublime, y todavía vigente y vivo de las pelis de Peter Jackson frente al abuso desmesurado (valga la redundancia) de las pelis de George Lucas, que tiraron por tierra la magnífica atmósfera de la trilogía original de Star Wars (Episodios IV, V y VI) en la que los efectos digitales eran mínimos y se usaron maquetas y sobredosis de imaginación para aportar realismo y casi verismo en la producción.
 
Es tan pobre el resultado que las nuevas pelis que daban sensación de estar viendo videojuegos mal rematados carentes de vitalidad: demasiado artificial. Tanto es así que ni he incluido los Episodios I y II en el fancine y me limité, en su día, a comentar el III, La venganza de los Sith, que era todo cuanto podía rescatar, y a regañadientes.
 
Porque cuando abusas de un recurso, que además está en pañales, tiendes a meter la pata y a dejar al descubierto todas las costuras. Eso mismo será lo que le pasó a su secuela: El regreso de la Momia (2001),que no usa sino que abusa del CGI y retuerce el concepto de lo fantástico para llevárselo al ridículo. Por eso dije antes que recibí a La Momia con los brazos abiertos, porque su guion, su fotografía, los efectos especiales, sus actores y la banda sonora me hacían ver en Brendan Fraser/Rick O’Connell a un nuevo Harrison Ford/Indiana Jones. Y casi… pero la falta de mesura de las siguientes pelis lo malograron. Aunque también hay cosas que me cansan de esta peli, por reiterativa, cosa que comentaré más adelante.

Conocí a Brendan Fraser en 1992

En persona no, jajaja, que no me quiero tirar ningún farol.
 
Me refiero a que la primera vez que le vi fue en su segunda película, cuando yo vivía en Minneapolis, con la peli de 1992 Encino Man, en español El hombre de California en la que encarnaba a un Neanderthal congelado que revive en 1992 y termina siendo la estrella de un High School en California. Como veréis es una comedia, y muy mala. Eso no quita que para mi sea entrañable porque se convirtió en una de las pelis que alquilábamos en el videoclub mi amigo Shane (el medio indio medio irlandés) y yo, solo para echarnos un millón de carcajadas entre chistes fáciles y demás tonterías. Solían caer El hombre de California, Wayne’s World y Los blancos no la saben meter (otro ejemplo de las magníficas traducciones de título pues en inglés era White men can’t jump).
 
Un tipo entrañable (Brendan Fraser) que vuelve a estar de moda por su nominación al Oscar como Mejor Actor por La ballena, después de años desaparecido del mapa por problemas personales tras haber sido víctima, según he escuchado (luego os diré dónde), de un acoso sexual de un jefe o productor cinematográfico.
 
Verle siete años después en La Momia me hizo disfrutar, inevitablemente recordando aquellos tiempos en los Estados unidos.
 
Su papel como Rick O’Connell me pareció fabuloso, genial, formidable. Creíble, divertido, trepidante… lo tenía todo. Planta, gracia y un director, Stephen Sommers, que apostó todo por sacar esta peli adelante y logró redondear un presupuesto de 17 millones de dólares para convertirlo en uno de 80 millones y medio. Olé su amor propio y olé su fe en si mismo porque los ingresos de la peli quintuplicaron su precio y demostraron que era un visionario. Hizo rentable su odisea sahariana en la que las pasaron canutas entre digestiones rarunas y tormentas de arena.
 
Buena parte de dicho presupuesto recayó en esos efectos digitales que os comentaba para terminar recreando unas momias (la principal y otras secundarias) que daban y siguen dando el pego y lejos de sacar al espectador de la película lo metían más y más. O por lo menos eso fue lo que me pasó a mi, que vi esas momias, más que ninguna otra la de Imhotep y disfruté con todas ellas. Menos en un caso, cuando hace desfilar a cuatro momias que avanzan al unísono. Me pasa siempre que veo personajes marchando, porque lo hacen mal, o muy poco natural, como los orcos saliendo de Mordor en El retorno del Rey.
 
Ahora que menciono la peli  que culminó la trilogía de El Señor de los Anillos de Peter Jackson, si no me equivoco una de las pelis más premiadas de la Historia del Cine. Como apunté antes, estas tres películas (La comunidad del anillo + Las dos torresEl retorno del Rey) fueron un antes y un después en el cine. Con ellas sí cambiaron los efectos especiales, para siempre. Y sin ellas no habría habido Harry Potter ni Vengadores ni nada de nada.
 
Pero antes de ellas, y os hablo de 2001, 2002 y 2003 respectivamente, el CGI o efectos digitales en el cine estaban llamando a la puerta pero no habían conocido el talento ni reunido el dinero necesario para abrirla. Y sin embargo, como os decía, La momia se atrevió con ellos y lo hizo a las mil maravillas. Otra cosa es que, para mi gusto, reitera demasiadas veces algún efecto, como el de la boca abierta escupiendo o rugiendo.

Imhotep era un sacerdote en tiempos de Seti I

Su importancia en la peli es porque será el malo, «la momia». Y lo será impulsado, o precipitado por su pasado. Miles de años atrás vivió un idilio de amor con la mujer, o concubina  del faraón (encarnada por Patricia Velásquez, que rompió el molde en esta peli). Era su amante. Vamos, que le estaba calzando unos cuernos del quince al jefe y, cosa rara, parece que el faraón va y se molesta con su ella y con su persona de confianza. Los hay que no tienen sentido del humor ni les gusta compartir… sobre todo esposa.
 
Los amantes, pillados, serán más que resolutivos porque una vez descubiertos se cepillan al faraón. No, no son poliamorosos ni fluidoamorosos ni ositos amorosos. Es decir, que cuando digo que se lo cepillan no os hagáis una peli rara en la cabeza: «se lo cepillan» de «se lo cargan», pues lo dejan seco y ensartado como un pincho moruno tras lo cual, Anck-Su-Namun (la concubina) se suicida.
 
Por un momento uno podría ponerse de lado de los amantes, que se aman y se tienen el uno al otro y se ven pero no se pueden ni acariciar. Pero claro, superado el lado romanticón, vemos primero que la concubina infringe sus votos, porque algún voto habrá hecho. Vemos que Imhotep traiciona a quien ha confiado en él. Y vemos que ambos se ven a escondidas y cuando son descubiertos intentan encubrir su traición con el asesinato. Ahí se borra cualquier tipo de afecto hacia ellos.

Imhotep huye a Hamunaptra con el cadáver de Anck-Su-Namun

Huye acompañado por sus sacerdotes para que le ayuden a devolver la vida a su amada mediante un ritual sagrado. Porque esa es la misión de la momia ahora y lo será siempre: quiere resucitar a su amada. Esto sonaría muy romanticón sino fuera porque para hacerlo irá necesitando matar a unos y a otros que pasaban por allí… pero esto lo veremos más tarde.
 
Cuando parece que va a lograr terminar de resucitar a Anck-Su-Namun llegarán los guardaespaldas del faraón. Los llamados Medjay y se las arreglarán para arruinar el ritual y truncar el reencuentro entre los amantes.
 
Anck-Su-Namun se quedará atrapada en un limbo sin reposar eternamente y sin volver a la vida mientras que Imhotep es encerrado en un sarcófago, y enterrado vivo, a los pies de una estatua de Anubis. El sarcófago lo rellenan con escarabajos que se comerán su piel y sus órganos antes de morir con él. Por si todo esto fuera poco, los Medjay se conjurarán para evitar que Imhotep resucite en el futuro y para truncar cualquier intento venidero de devolver a Anck-Su-Namun a la vida.

Salto en el tiempo hasta los años 20s del siglo XX

Ya conocemos a dos de los malos de la peli, luego iré a por el tercero. Pero antes os presentaré a los hermanos Carnahan: Jonathan y Evelyn Carnahan, naturales de Inglaterra y residentes en El Cairo.
 
Ella, Evelyn, es bibliotecaria aspirante a egiptóloga y será la piedra angular para toda la película puesto que, amén de un poco patosa, será la cabeza pensante y la intelectual del grupo de protagonistas. Solo ella sabe leer los jeroglifos y habla inglés, francés, egipcio y egipcio antiguo, y alguna otra lengua que ahora se me escapa, no sé si latín… o hebreo. Pero vamos, la única con verdaderas luces en la pandilla.
 
Su hermano, Jonathan, es un bandarra que lo mismo le da estar en El Cairo que en Londres, de día o de noche. Es un cazatesoros oportunista y sin oficio ni beneficio. Ni siquiera es cazatesoros, sería un mero vividor oportunista que si se le pone un tesoro a tiro va a por él y si no se le pone, se va de juerga y punto.
 
Los conoceremos dando muestras, cada uno de ellos, de lo que os he dicho en sus respectivas presentaciones: ella pulverizando una sala de la biblioteca no dejando una estantería en pie y él entregando un cofre pequeñito a su hermana que resultará contener el mapa que lleva a la mítica Hamunaptra. «Mítica» porque había pasado a convertirse en leyenda pues nadie sabía dónde estaba. Si es que había llegado a existir. Y digo «algo» porque no tiene ni repajolera idea de qué es. Solo recuerda que lo robó a un yanqui.

El yanqui es Rick O’Connell

Entra en escena en el desierto, sobre las ruinas de Hamunaptra, luchando enrolado en la Legión extranjera francesa. ¡No he comentado todavía Beau Gest! Craso error. No creo que demore mucho su comentario y de paso, a modo de penitencia, comentaré también y después, Mi bello legionario. Queda dicho.
 
Como os decía, está sobre las ruinas, en medio del desierto, sin tener  conciencia de lo que hay debajo de él, bajo la arena. Tampoco tendrá mucho tiempo para investigarlo porque son atacados por jinetes y se centran y concentran en repeler el ataque. Aquí conoceremos a uno de sus colegas legionarios, que se pira de la línea defensiva y huye del combate.
 
Los franceses tienen que replegarse, y huir, y Beni Gabor, el que había huido antes, le negará auxilio metiéndose en un edificio en ruinas y bloqueando la puerta. Rick se parapeta contra el rostro de una efigie de Anubis. ¿Os acordáis de dónde estaba enterado Imhotep? Justo bajo los pies de Rick, de ahí que los atacantes huyan despavoridos, pues algo sienten y las arenas hacen de las suyas para asustarles a todos, incluido al propio Rick que huirá a pie por el desierto.
 
Antes de desaparecer de escena Rick se volverá y oteará en el horizonte, sobre una cornisa de arena compacta a un grupo de jinetes que le vigilan pero no hacen nada por matarle porque dan por hecho que el desierto hará su trabajo. Son los descendientes de los Medjay que mencioné antes. Velan por el secreto de la tumba escondida bajo la arena.
 
El caso es que ese cofre pequeño que mencioné antes, el que descubre Rick y se lo roba Jonathan, contiene un secreto…

El mapa que lleva a Hamunaptra

Pero, cosas del azar, cuando los hermanos Carnahan muestran el mapa al Dr. Terence Bey, el comisario del Museo de antigüedades Egipcio, que es donde trabaja la bibliotecaria, va y quema parte del mapa. Solo resta ir a ver al yanqui que lo tenía en su poder antes de que el hermano lo robara.
 
Está en prisión y darán con él antes de ser ahorcado. Él se mostrará fanfarrón y deslenguado; a ella le hará tilín el canalla y al hermano le endosa un guantazo por el robo. Ella sobornará al alcaide ofreciéndole dinero y una parte de la fortuna que amasen si logran descubrir la ciudad perdida.
 
Y así se subirán a un barco de vapor que remontará el Nilo hacia el Alto Nilo (hacia el sur) rumbo a Hamunaptra. En el barco se topan con una expedición estadounidense en busca, también, de la ciudad, con un tal Beni Gabor como guía.
 
¿Beni Gabor? El mismo. Ahora se topan cara a cara rumbo a la misma ciudad en el desierto. Claro que Rick lo tirará al Nilo, por entonces, infestado de cocodrilos e hipopótamos.

Los Medjay abordan el barco

Lo abordan, lo queman y lo hunden. Sálvese quien pueda: los supervivientes saltarán por la borda y las dos expediciones se separan para volver a coincidir a las puertas de la ciudad y después convivirán entre las ruinas buscando cómo y por dónde acceder a la tumba. Bueno… primero buscando la tumba.
 
A estas alturas de la peli ya estás metido de lleno en ella. Estás atrapado, absorbido y disfrutando con cada escena. Incluso esa en la que Evelyn iluminará una sala con el mismo juego de espejos que vimos en Legend y viendo, después, una discusión entre los integrantes de ambas expediciones que me recuerdan (sin perder un ápice de comicidad) a la discusión en las alcantarillas del palacio de Pilatos en La vida de Brian.
 
En este momento los buenos (la expedición de Rick) son cuatro: los hermanos Carnahan, el alcaide que se les ha acoplado y el propio Rick. Aunque en este punto el «apestoso», que es como llamaban al alcaide, ha desaparecido. Y de hecho desaparecerá del todo cuando arranque un escarabajo de una pared, este tome vida y se le meta por debajo de la piel. Mientras tanto Jonathan hará que aparezca, por error, un sarcófago. Por error porque será después de dar un pelotazo jugando al golf con vete tú a saber qué, porque no os lo he dicho, pero el tío tiene tan poco respeto por las momias que le da igual abrazarse a ellas que jugar al golf con un cráneo.
 
Muere el alcaide y cae la noche. Con ella ambos grupos salen al aire libre y cuando se disponen a dormir los Medjay volverán a la carga. Pelean y llegan a un empate técnico y los Medjay se retiran pidiendo a los extranjeros que abandonen el lugar.
 
De nuevo en la tumba nuestros protagonistas abren el sarcófago y se encuentran con una momia que, anómalamente está sin terminar de momificarse del todo, a pesar de llevar ahí tres mil años. El sarcófago tiene marcas de uñas por dentro que hacen que Evelyn deduzca que el infeliz fue condenado a un Hom Dai, o muerte en vida. Los americanos encuentran un cofre que contiene el libro de Amun-Ra o de los muertos con una inscripción, que es una maldición que reza algo así como que el no muerto (Imhotep) asesinará a quien ose abrir el cofre y se hará con sus órganos para recuperar su propia existencia física. En la parte inferior del cofre se encuentran los vasos canopos con los órganos de Anck-Su-Namun.
 
Volverán a hacer noche y Evelyn verá el libro en manos del arqueólogo estadounidense el libro de Amun-Ra.
 
A partir de aquí la película entrará en un crescendo de sustitos a sustos y sustazos que, para mi gusto, infantiliza demasiado la trama. No la resta valor, pero abusa de sustos mediante efectos sonoros sobrecargados para hacernos creer, cada dos por tres, que algo serio va a pasar.
 
Cuando duerme el campamento Evelyn hará un Pippin y le quitará el libro al arqueólogo mientras duerme, como si le arrebatara un Palantir. Vuelve a su fogata, lo abre y lee las primeras palabras que devuelven la vida, o invocan, a Imhotep.
 
Metedura de pata de las buenas.
 
El americano se despierta gritando «no debe leer el libro» pero ya será tarde.

La momia de Imhotep despierta del largo sueño del Hom-Dai

El Hom-Dai es el castigo con el que Setti I había castigado al traidor Imhotep. Incluye cegarlo, quitarle los ojos y arrancarle la lengua. A partir de aquí plagas, maldición, superstición y sufrimiento.
 
Evelyn se topará con la momia de Imhotep que, dentro de sus carnes putrefactas y de su frágil esqueleto, empieza a recomponerse partiendo de la lengua y los ojos que le ha arrancado a uno de los americanos.
 
Entonces volverán los Medjay. Echarán un rapapolvo a los supervivientes y explicarán la verdadera naturaleza del monstruo al que se enfrentan que, a estas alturas, tendrá un nuevo amigo: Beni, el traidor que vendió a Rick en la Legión Extranjera y que ahora era el guía de los americanos. Se convierte en el lacayo de la momia.

Nos vamos al Cairo

Una momia que muy, pero que muy bien hecha. Esto justifica la inmersa inversión de la peli y por qué la mayor parte de la misma iría destinada a los efectos especiales y al CGI. Pero para que me creáis cuando aplaudo el CGI de esta peli me veo obligado a decir, también, lo que no me gusta.
 
No tanto del propio CGI sino de su uso. La momia, que ya he dicho que me encanta tiene dos rasgos que me sacan de quicio: los sustos pueriles y constantes, con subidas de volumen del sonido en general y un ruido atronador, cuando no la vemos a ella vomitando insectos o gritando. Verlo un par de veces tiene su gracia. Verlo un porrón de veces termina aburriendo.
 
Tampoco me gusta que la plaga de los esclavos, que parecen zombis, tengan que ir por fuerza caminando para dar tiempo a los buenos a huir de un lado para otro.
 
Mientras Evelyn va resolviendo todos los acertijos que se encuentra por el camino y la momia seguirá devorando humanos y recuperando la forma de Imhotep. Su único punto débil parecen ser los gatos, animalitos… De nuevo me aburren los gritos con mandíbula desencajada de la momia y los zombis egipcios. Esto es lo único que podría hacerme renegar de La momia, pero así con todo la salvo de la quema y, aún más, la recomiendo encarecidamente porque no deja de molar un montón.
 
Los buenos perdieron el primer asalto en Hamunaptra. Empatan en El Cairo, de nuevo auxiliados in extremis por los Medjay. Imhotep se va cargando uno por uno a todos los yanquis y termina atrapando a la chica, y se la lleva, de nuevo, a Hamunaptra para usarla a modo de sacrificio para recuperar de la muerte a Anck-Su-Namun.
 
La recta final es una espiral de acción en la que Rick, o mejor dicho, Brendan Fraser rematará una actuación sinceramente genial y divertidísima. Diferentes momias: las de Imhotep y Anck-Su-Namun, las de los sacerdotes, sus guardaespaldas… Todas irán pelando con Rick con el único «pero» (y siento insistir) del abuso de gritos y rugidos bestiales y algún que otro susto que de tan usado, deja de asustar.
 
La fuerza de Rick, la suerte de Jonathan, la inteligencia de Evelyn y las claves del libro de Amun-Ra les permitirá derrotar a la pareja Imhotep/Anck-Su-Namun y dejar atrás, no sin intentarlo salvar al traidor de Beni que muere atrapado en la tumba de Imhotep.
 
Lo peor de la peli: Los sustos que vienen siempre acompañados, como os decía, por un rugido o un golpe de sonido que se hace insoportable a pesar de… Lo mejor de la peli: la BSO de un Jerry Goldsmith que está sencillamente sublime.
 
Con todo esta peli me parece un peliculón para ver solito o en familia y para echaros todos juntos unas risas de campeonato.

Gatos y serpientes… y el símbolo de las farmacias

No me resigno a terminar este artículo sin mencionar un detalle de interés para cultura general. Tiene que ver con el miedo que tiene la momia a los gatos y el símbolo de las farmacias. Me figuro que sabéis a cuál me refiero: al del cáliz con una serpiente.
 
Bien…
 
Os diré que el gato no era un animal doméstico cotidiano en el Antiguo Egipto: porque era una rareza y eso hacía que fuera muy caro, tanto obtenerlo como mantenerlo. Sin embargo Egipto era y es un país con una fauna exuberante: los cocodrilos más bellos son los del Nilo. Hipopótamos, que en contra de la opinión general, es el animal más peligroso de África y con el mayor número de víctimas.
 
Desde la construcción de la Presa de Asuán se erradicaron estos dos animales del Nilo navegable, por lo que ya no suponen un peligro. Lo digo yo que me he bañado a lo largo del Nilo incluso en las aguas del único criadero de cocodrilos de todo el río.
 
España acudió en auxilio de Egipto en tiempos de Franco, junto con otros países. A una llamada de auxilio de la UNESCO para reubicar algunos templos egipcios que iban a ser cubiertos por la construcción de Asuán, entre ellos Abu Simbel, para mi uno de los rincones más hermosos de todo Egipto y el Templo de Debod, que se desmontó piedra por piedra y se envió a Madrid como regalo y agradecimiento por la contribución española. Está al lado de la Plaza de España y fue, durante décadas, mi rincón preferido de Madrid. Si me perdía me podrías encontrar allí.
 
Otro animal abundante era el chacal, y cómo no, las serpientes.
 
Estas últimas, las serpientes, eran las que mantenían a raya a los roedores: ratas y ratones. Entraban a su antojo en las casas de adobe de la zona. Algunas de ellas eran peligrosas para los animales domésticos y para los niños. Pero cuántos roedores habría para que toleraran su presencia a cambio de su labor de exterminadoras. Los egipcios ponían un cuenco con agua para que bebieran las serpientes.
 
Lo curioso es que al beber muchas veces apretaban los bordes del cuenco o cáliz, con los colmillos y caía algo de su veneno en el agua. Ese veneno, reducido con agua, y en pequeñas dosis, servía como analgésico y como antiinflamatorio, por lo que tener serpientes alrededor se convertía en un chollo porque por un lado te libraban de las ratas y por otro te procuraba medicamentos gratis.
 
Los griegos lo observaron y mantuvieron la costumbre y el tiempo y la medicina hizo que se adoptara la imagen de la serpiente enroscada en un cáliz como símbolo para las farmacias.

Hasta aquí mi comentario de La Momia

A partir de aquí os contaré algunas anécdotas en torno al comentario de esta peli. Nada que ver con la propia peli y sí con muchas momias, con Londres, El Cairo y Madrid…
 
Una peli de aventuras que me cautivó en su día. Me encantó. Pero me dije a mi mismo en su momento, «espera, espera a estar en Londres para comentarla». Y eso hice. Para hacer como en Estocolmo, cuando comenté Los vikingos. Dicho y hecho, me puse a comentar esta peli en Londres pero comentario no verá la luz hasta un mes después, qué calamidad.
 
Un millón de ganas de escribir sobre La momia, pero os prometo que ha sido una de esas pelis, como me pasó con E.T., que no sabía por dónde hincarla el diente para aportar mi punto de vista personal. Para colmo de males, escaso de ideas y merodeando por la red, voy y me topo con el podcast sobre La Momia de Luces en el horizonte. Menudo jarrón de agua fría cuando descubrí que acababan de publicar este programa. ¡Hay que jorobarse! Y ojo, lo digo por mi, no por ellos, que son geniales. Si no habéis escuchado su programa deberíais hacerlo, os lo pasaréis fenomenal. Tuve que coger el pequeño guion que me había preparado para no repetir cositas dichas por ellos y que no pareciera que les copiaba. Esto remató mi capacidad creativa…
 
Este es un comentario se me ha alargado un mes, pero al final lo estoy disfrutando, ahora que ya me he quitado la parte de la peli y me dispongo a contar un par más de anécdotas.
 
Uno de los motivos de mi viaje a Londres, para variar, era pasearme una mañana entera por el Museo Británico, una de mis citas preferidas cuando se trata de abandonarme a pensar, de sala en sala, paseando por Mesopotamia, Egipto y Grecia… De ahí lo de La momia, qué original soy, ¿verdad?
 
Y como filólogo… ¿Qué mejor visita que la Piedra de Rosetta?
 
Olvidaros de ella. La han sacado del British Museum para llevarla a una exposición temporal. Así que adiós a mi foto tradicional…
 
Pero aún hay más… Para que veáis lo cuesta arriba que se me ha ido haciendo el comentario, por un motivo u otro…
 
Esta visita al British Museum tenía gato encerrado pues esta vez la planifiqué para ver un objeto en concreto: el manuscrito original y anónimo de Sir Gawain y el caballero verde, el mismo que tradujo Tolkien. Estoy preparando un podcast para Antena Historia sobre el personaje (Sir Gawain), para desmontar El caballero verde, y este viaje a Londres lo planifiqué en torno a mi intención de fotografiar ese original con la traducción del maestro al lado. Para usar la foto en mi blog, tras publicar el podcast. Pero mi gozo en un pozo pues ya en el museo me informaron de su traslado a la Biblioteca Británica.

«La Biblioteca británica está a 20 minutos del Museo Británico»

Me dice el de información…
 
Día soleado, visita al British Museum terminada…
 
¿20 minutos de paseo? ¡Claro que sí…!
 
Pues bien: no sé si camino a paso de tortuga o si padecía alguna maldición de alguna de las momias del museo. Parecía que con cada paso que daba me iba alejando más de la biblioteca porque tardé más de una hora en llegar.
 
Y a partir de ahí, el caos.
 
Nadie sabía decirme dónde estaba el manuscrito. ¿Qué digo dónde? No sabían ni siquiera si estaba. Es más, algunas de las personas que me atendieron ni conocían su existencia. Pero lo que es peor, no desconocían la existencia del manuscrito, hubo dos empleados de la Biblioteca Británica que desconocían la obra en si… Cosa inaudita.
 
Por lo menos di con una persona amable que me abrió la puerta de una sala y me dijo: tiene entre 250 y 300 manuscritos en esta sala. El suyo debe estar en algún sitio… Pregunté por dónde debía empezar mi búsqueda y me dijo el buen Sr., «empiece Vd. por su derecha». El hueco del libro estaba a la izquierda. Es decir, pongamos que eran 250 volúmenes, pues tuve que ir revisando uno por uno 248 de ellos, porque sí, el que yo buscaba estaba en el puesto nº2 empezando por la izquierda.
 
Al final y para mayor INRI, tras repasar casi doscientos cincuenta originales encuentro el hueco de Sir Gawain. Y digo bien, «el hueco», porque de las 250 obras en esa sala, la única retirada de la exposición era la que yo buscaba. Así pues, orejas gachas y resignación.

Ni piedra de Rosetta ni Sir Gawain… ni la momia en Londres

Vuelta caminando hasta mi hotel en Hyde Park, a modo de penitencia.
 
Llegué al hotel tras cenar una lasaña de cordero. Me duché, me enfundé el pijama, me preparé un café y me puse a bosquejar mi comentario de La momia.
 
Menudo rollo os he contado… Yo me he quedado fenomenal. Tenía que sacarme esas dos espinitas de muy dentro. Tres si acepto que me puse a escribir y dejé de hacerlo porque no me venía ninguna idea de por dónde empezar.
 
Lo bueno de este viaje fueron dos pintas de cerveza japonesa que me endosé en la inmejorable compañía de Sergio Casado, Trompeta de Jericó en The Swan, frente a Hyde Park. Y eso que me puedo beber una cerveza al año o ninguna. Pasé un rato maravilloso hablando, cómo no, de Historia y algo de SEO.
 
Hablando de momias…

AMC Networks

Invitación a la exposición inmersiva de Tutenkamón en Madrid

«Me acaban, me acaban…» Eso lo escribí también hace ahora más de un mes. Porque ya fui el domingo a la exposición que por cierto: mola un montón.
 
Veréis que llevo un par de meses de momia en momia y tiro porque me toca. Por cierto, eso de sentarte en medio de una sala y ver jeroglíficos cobrando vida a tu alrededor, en movimiento, fue una pasada.
 
Porque momias vi en el British, un puñado. Y con todas ellas me pasa como con la peli: me hacen regresar a mi paso por Egipto en 2001, cuando pasé dos semanas remontando el Nilo y una semana en El Cairo, en donde vi la verdadera momia de  Tutankamón en el Museo del Cairo. Con anécdotas que algún día contaré… y que helarán la sangre a más de uno. Y todo este paseo para, ahora sí, por fin, terminar hablando de otra momia, la de Imhotep y terminar este comentario de la peli que, como os decía… se me ha hecho eterno.
 
Esta peli irá de cabeza a mi segunda entrega de Pelis para MIBers para seguiros explicando la digitalización a través del cine.

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