Wonka - Willy Wonka y la fábrica de chocolate - WOKE - Willy Woke - Cine fantastico - el fancine - Web de cine - Blog de cine - Podcast de cine - Alvaro Garcia

Wonka

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Wonka no es una peli infantil.

Aunque nos la quieran vender como tal.

Es más, este Wonka, por no ser, no es ni Willy Wonka. El auténtico. No es como el que vimos en la película de Mel Stuart/Gene Wilder (Un mundo de fantasía la titularon en España), porque la de Tim Burton/Johnny Depp (Charlie y la fábrica de chocolate) mejor olvidarla, como ésta última.

De hecho…

Este Wonka es una precuela

Han vuelto a hacerlo. Se han sacado una precuela de la manga (en otros casos es una secuela, o un «reboot«) para tener una excusa y poder usar el personaje de marras. ¿Por qué éste y no otro? Primero, porque ya se han cargado más de la mitad de los personajes incunables de la tradición cinematográfica. Y segundo porque es uno de esos malos, pero malos de manual, casi diablos, que quedaba por pervertir. Y eso que ya pasó por las manos de Tim Burton. Pero todavía se le podía retorcer más.

¿Cómo?

Apelando al jovencito Wonka. Esta vez para que se meta en nuestros corazones. Le ponemos una cara bonita, lo hipersensibilizamos y le hacemos figurar como una víctima de la Sociedad. Por eso este Joker, ¿he dicho Joker?, este Wonka es tan genuina y tan particularmente peligroso. Y eso que esta peli responde a las categorías de comedia, musical, aventura y fantasía.

He ahí el problema

Que Wonka, el auténtico Wonka, el «amante de los niños», el pervertidor. Manipulador y el asesino (por acción o por omisión) que será dentro de unos años, cuando crezca, ese, protagonizará películas de terror. Porque él mismo será la encarnación del terror capaz de lastimar lo más sensible, inocente y vulnerable de nuestra sociedad: un niño. Pero no, aquí nos lo ponen (otra vez) como víctima de la Sociedad. Y nos lo ponen como un rebelde que se enfrenta al capitalismo, y a la iglesia, y a las autoridades y a la policía. Y nos lo imponen como modelo de conducta y ejemplo a seguir por la chavalería. De ahí a quemar contenedores sólo les falta ver JOKER.

¿De qué hablo? Tened un poco de paciencia, porque pienso explicaros qué es este Willy Wonka. Y también contextualizaré al personaje. En su contexto original, en el auténtico y en las pelis de 1971 y de 2023. Y ya os adelanto que el original fue concebido para dar miedo, pues Willy Wonka era lo más parecido que hay a un diablo y su fábrica de chocolate poco menos que el infierno. Su mente perversa, pervertida y pervertidora se regocija viendo a los niños de todo el mundo peleando por entrar en su fábrica de chocolate. Unos niños que, una vez dentro perderán su inocencia. Mejor dicho, se la arrancarán a tiras, como vimos en la peli de Gene Wilder. Otros morirán. Lo más parecido a su fábrica de chocolate tendría que haber sido Neverland, la mansión de Michael Jackson, o a pasar un finde con Joe Biden.

Una peli de terror…

Sin embargo, en su dulzura y en su melancolía, hasta en su fragilidad y en su ingenuidad, este nuevo Wonka, el de hoy, da más miedo todavía. Y no porque se hayan cebado con el personaje para endiablarlo más todavía. No. Este Wonka es más peligroso que el original porque viene disfrazado de ángel.

Un ángel que, quienes conozcamos la peli original sabemos que, de serlo, sería un ángel caído. «El ángel caído«. No uno cualquiera. Como el que tiene su estatua en el parque del Retiro de Madrid, escenario que cierra la peli, también dedicada al Diablo, de El día de la bestia. Pero han edulcorado a Willy Wonka. Han cambiado al personaje. La factoría WOKE ha hecho de las suyas. Y hay que reconocer que, como sigan así, lograrán su objetivo de pervertir la mente de las nuevas generaciones invirtiendo los valores para hacerles creer que el mal es el bien y viceversa.

Porque de eso va este Wonka: de imponer contravalores sobre valores. Va de invertir los de occidente, y de confundir a los pobres niños que, ingenuos ellos, van a ver una peli infantil y salen del cine bien aleccionados y con sus cerebritos lavados, odiando al cura, al policía y a los empresarios, pero amando a los villanos.

Villanos convertidos en héroes = Inversión de valores

Una década, y va para dos, metiendo ese mensaje en todo el cine, y en las series. Y en la Publicidad, en los mensajes de las empresas, en los institucionales, en el deporte… De usar el séptimo Arte y cualquier otro resorte para demoler Occidente triturando sus cimientos: los valores. Sus principios y su identidad social, económica, religiosa e ideológica.

Parece mentira que pueda estar pasando. Pero está pasando. Asistimos inmóviles a la destrucción del pensamiento de Occidente. Pensamiento, credo, sistemas legales y todo. En muchos casos a manos de jóvenes adoctrinados que se echan a la calle para gritar consignas que ni entienden. Pero las defienden. En la falsa creencia de estar convencidos, o temerosos de ser señalados con el dedo en caso de no hacerlo. En otros casos quienes atentan contra las leyes, contra las constituciones y contra los ciudadanos son los propios gobiernos. Vamos a tumba abierta, o como habría dicho Con Antonio, un profe de mi cole, del cole de los ’80s, «majetes, vais de culo y contra el viento«. Pues así vamos.

Muchos de ellos, y vuelvo a los chavales que se pueden identificar con este aprendiz de diablo, corrompidos por un cine perverso y pervertido que ha hecho de los clásicos, de los de toda la vida, su arma contra los mismos valores que defienden, o defendían las pelis originales. Os hablo de Alicia en el País de las Maravillas. De Robin Hood, convertido en terrorista anarquista. Hasta del mismísimo Harry Potter, cuyo progresismo «evolucionó» (que dirían ahora) en wokismo y se le fue de las manos a J.K. Rowling cuando quiso desmarcarse del discurso WOKE y sus propios fans la lincharon en las redes sociales. Eso pasa por vender su alma al diablo y escribir amoldando su conciencia a un público idealista y profundamente laborista para vender libros como churros. Cría cuervos…

Ingeniería social

Inversión de valores, de principios y del orden social. Todo fruto de una ingeniería social, antaño siniestra y oculta. Hoy igual de siniestra (en todas sus acepciones) pero a cara descubierta. Uno de los mejores exponentes de esta ingeniería, entroncándola con lo WOKE y con el cine, es cómo nos trufan las pelis con mensajes sociales. Antes eran políticamente correctos, como primer estadio para silenciar a quien discrepara con dicho mensaje. Una vez impuesta la autocensura buenista, cuando nos adormilamos y miramos para otro lado, llega la censura, pura y dura. Y pesa como una losa.

La censura Woke nos rediseña el presente presentándonos un pasado que nunca existió, pero que los más jóvenes desconocen y reconocen tan solo en las pelis y en las series que ven. Y en la ficción, o con la ficción, y mediante la ficción nos han invertido la realidad retorciéndola hasta dejarla irreconocible. Nada que no nos dejara advertido George Orwell cuando escribió 1984 como catarsis para sacarse de dentro su miedo al socialismo que él mismo había defendido hasta que vino a España. En donde descubrió esa ideología sin paños calientes, cuando se alistó en nuestra guerra civil para defender a la República y huyó de vuelta a Inglaterra aterrado por comprender qué estaba defendiendo.

Vamos con Willy Woke

¡Wonka! Willy Wonka

No sé en qué estaría pensando…

Si bien la historia original respondería al patrón que bien podrían haber copiado, años después, los guionistas de El último gran héroe y los de Ready Player One

Por la entrada dorada que te deja atravesar los muros de una realidad fantasiosa, en Willy Wonka es la entrada para la fábrica de chocolate mientras que en la de Schwarzenegger es atravesar la pantalla de cine para entrar en esa realidad alternativa en la que Jack Slater reparte tortas como panes y no sufre cuando le hieren. Pura fantasía…

En Ready Player One los niños del mundo entero, y no tan niños, se convertirán en gunters y pelearán a muerte por heredar Oasis, que viene a ser lo mismo que esa fábrica chocolatera, pero a lo bestia.

Sin embargo…

Éste Wonka tiene un sabor rancio a Oliver Twist

El niño original, Charlie, vivía con su madre y sus cuatro abuelos. Su madre se dedicaba a las labores domésticas y sus abuelos permanecían acostados todo el día. A su padre le habían despedido (y era dentista, por lo que no entiendo su nivel de pobreza, salvo por tener que mantener a los cuatro abuelos que no ayudan en nada).

Sin embargo, en la peli de 1971 no aparece la figura del padre. Por lo tanto, quien mantiene a toda la familia es el pobre niño, repartiendo periódicos. No me extraña que el chaval sueñe con una sobredosis de chocolate, o de azúcar. No había más que ver a los cuatro abuelos, tumbados en la misma cama, con fuerzas para trabajar, pero sin ganas de hacerlo. Menudo ejemplo vital para el crío. El pobre muchacho trabaja y trae el pan para toda la familia, y hasta regala el dinero que le sobra, apenas unos centavos, para que su abuelo compre tabaco.

Pero ese era Charlie, el protagonista de esta entrega será Wonka. Y como os decía antes, en esta precuela lo que harán será despojar a Wonka de toda maldad. Esa vendrá más tarde, cuando madure y convierta al idealista que lleva dentro en un diablo que mete el chocolate en la vida de los niños como si fueran sustancias alucinógenas. Crea dependencia… y después los adula, los acaricia, los suaviza, los amolda a su antojo y después tira sus despojos a ríos de chocolate. Los engaña con contratos imposibles, y les hace firmar que le venden su piel… Faustitos pequeñitos correteando por un campo de chocolate y caramelos.

Pero insisto, eso no lo vemos en este Wonka.

Charlie será Fausto y, por lo tanto, Wonka es el diablo

Y eso es lo más peligroso. Cuando el mal es incipiente, y se recubre de una pátina de dulzura, tristeza y melancolía, se pone una carita guapa y expande su mensaje revolucionario como la carcoma, entre todos los que le rodean. Porque… ¡oh, casualidad! Todos ellos son víctimas del capitalismo. Ya ni disimulan. Del capitalismo y de la iglesia. Y de la policía. Por lo que nuestros chavales se sienten identificados con el anarquista (JOKER, WONKA…) y están deseando que reviente el negocio del empresario, que reviente la cara al policía y que reviente al cura de turno, porque para todos ellos la iglesia es el mal porque representa los códigos éticos y los valores que ellos pretenden destruir.

De verdad. No os penséis que no estoy hablando de Wonka. Es más, en el párrafo de arriba lo he resumido entero.

Pero si queréis entro un poco más en detalle, aunque para ello tenga que coger aire.

Este Wonka llega a una ciudad europea, no recuerdo si se especifica o se omite. Pero todo apunta a ser un Londres de fantasía. Quiere abrir una tienda para vender sus chocolates, que hacen volar, pero las cosas se le irán complicando y siempre en contra de su voluntad.

¡Que daño hicieron Charles Dickens y Víctor Hugo!

Para empezar, se alojará en una lavandería (que tiene una pensión o algo así). Pero no se lee la letra pequeña del contrato y la dueña del lugar, una propietaria avariciosa poco menos que lo esclavizará de por vida porque al firmar (sin leer) el contrato se ha comprometido a pagar unas cifras y unas cláusulas absurdas que hacen de él un esclavo. Por cierto, qué falta de originalidad, por lo del contrato, porque eso es precisamente lo que este bueno hará firmar a los niños cuando se convierta en el malo: contratos imposibles de cumplir.

Volvemos a lo mismo, es como el delincuente, o el maltratador que justifica que roba, pega o abusa de los demás porque a él le robaron, pegaron y/o abusaron de pequeño. ¿Es que tu infancia dolorosa (cosa que lamento) te autoriza a jorobar la vida a los demás? Pues en la sociedad del siglo XXI sí. Por eso las víctimas son olvidadas y la justicia y las leyes y toda la sociedad hace pucheritos al delincuente.

Sigo con el Wonka-esclavo. Esclavo que se unirá al resto de esclavos. Hasta aquí, querer abrir su tiendecita y tener que trabajar sometido a la extorsión podría parecer que va a ser una denuncia del comunismo, pero no, los malos serán los ya mencionados: la propietaria y empresaria, los chocolateros, también empresarios, el policía y el cura.

Heil Wonka!

Si de verdad este muchacho es bueno, es un artista y es tan dulce como lo pintan y la vida de perros que vive le lleva a ser el líder asesino y perverso en el que se convertirá de mayor… Podríamos estar ante una alegoría del mismísimo Adolf Hitler, que recorrió el mismo camino: de don nadie frustrado a todopoderoso y dictador, pero antes de estirar la pata se llevó a unos cuantos millones de inocentes por el camino. ¿Hitler-Wonka? Suena a locura, pero visto así, tiene todo el sentido.

Volvamos a la peli.

Por supuesto que se las ingeniará para meterse en el bolsillo al resto de esclavos del lugar. Y que se medirá con los chocolateros, que son los malos remalos y malotes porque no quieren que Wonka abra su propia chocolatería. Tienen acaparado el mercado y juntos se lo reparten sin necesidad de que entre otro en la ecuación.

Cura, poli, empresarios… los malos de la peli

Su compinche es el cura. Cómo no. Y católico, para más INRI. Y el poli será bueno. Severo y duro, pero bueno. Y sobornable, claro está. Es como si le hubieran robado el móvil y, a partir de ahí, en vez de dimitir se bajará los pantalones para dejarse usar por su nuevo amo. Se convierte en una marioneta sin voluntad (salvo la de mantenerse en el cargo). De este modo se cierra el círculo de todas las fuerzas vivas del lugar. Y todas unirán sus esfuerzos para hundir a un pobre diablo (luego dejará de ser pobre, en todos los sentidos, y se convertirá en diablo).

El muchacho, más listo y astuto que todos, se impondrá y pondrá a esa pandilla de golfos en su sitio y la chavalería sale del cine aplaudiendo la astucia de quien sortea la Ley para reescribirla.

Y terminan incluyendo a este diablo entre sus héroes, para cuando lean o vean las otras pelis den por buena su actitud y se alineen con el malo, al que ellos tomarán por bueno, porque así nos lo han redibujado en esta película que de tanto endulzar al demonio que será Wonka sale uno harto de tanto chocolate y harto de tanto wokismo desbordado y desbocado pensando en el dinero que ha tirado para pagar la entrada del cine. Menos mal que yo la he visto en la tele, en una plataforma. Llego a pagar para ver esto y me llevan los demonios. O me lleva Wonka, que es decir lo mismo.

De cabeza a la categoría Woke

Sí. Esta peli no sirve más que para engrosar la filmoteca Woke de pelis que nos encarrilan al 2030 y hacia la destrucción. Tenemos un horizonte a caballo entre 1984 y Soylent Green (Cuando el destino nos alcance se tradujo en España).

Y por el camino nos trufan las películas con sus mensajes buenistas, ideológicos, partidistas que van encaminados, todos ellos, a contentar a los inadaptados a la Sociedad y en incomodar, arrinconar y expulsar a quienes se esfuerzan por mantenerla viva.

Pelis como USS Indianapolis, que cambia la trama de los tiburones por la del racismo; El hombre invisible, que convierte el clásico en una denunca de género; El caballero verde convierte al paladín de la cristiandad británica en un putero y cobarde; Doctor Strange se enfanga y se alinea con alguno de esos universos paralelos en los que los psicólogos han dejado de trabajar y sus pacientes campan a sus anchas, como si fueran el mismísimo Joker; E Hipo, el vikingo cobarde. Aunque para vikingos «curiosos» los de Asgard, de todo menos altos, rubios y con ojos azules. Ahora que en Wakanda no vemos ningún wakandiano raro, como en la tierra de Thor.

Oompa Loompa… ¿Umpa Lumpa?

Sólo salvo al Oompa Loompa.

Por cómo está diseñado, caracterizado e interpretado por Hugh Grant. El único aporte interesante de verdad en una peli que, por lo demás, se diluirá con el paso de los años hasta desaparecer de nuestra memoria.

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