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El hombre invisible – 2020

Tabla de contenidos

Ficha técnica de El hombre invisible – 2020

Título: El hombre invisible
Título original: The invisible man
Director: Leigh Whannell
Año: 2020
Nacionalidad: USA
Duración: 124′
Guión: Leigh Wannell
Música: Benjamin Wallfisch
Producción: Leigh Wannell, Jason Blum
Productora: Blumhouse Productions, Nervous Tick y Goalpost Pictures
Distribuidora: Universal Pictures

Ficha artística

Elisabeth Moss – Cecilia «Cee» Kass
Harriet Dyer – Emily Kass
Oliver Jackson-Cohen – Adrian Griffin
Michael Dorman – Tom Griffin
Aldis Hodge – James Lanier
Storm Reid – Sydney Lanier

Si H.G. Wells levantara la cabeza…

Dicen que si paseas a menos de 1 kilómetro de la tumba de Wells escucharás su lamento por las noches.
 
Y si te acercas un poco más escucharás sus uñas rascando el ataúd intentando salir de él. Para buscar a Leigh Whannell y pedirle que le rinda cuentas por este hombre invisible.
 
Es difícil resumir películas con frases cortas o sólo una palabra. Pero intentaré resumir ésta peli a una expresión que la haga justicia: un truño como un puño.
 
He empleado 5 palabras.
 

Si te gusta la ciencia ficción ésta no es tu película

Si te gusta El hombre invisible, de 1897, ésta no es tu película. Y si buscas una peli cuyo final transmita valores positivos: ésta no es tu película

Si te gusta ir al cine esperando ver una peli y disfrutas cuando te cuelan otra bien distinta, entonces sí, ésta sí es tu peli

Terror tiene, a raudales, pero más vinculado al mensaje siniestro que nos regala en la última escena que otra cosa. Y no es siniestro, es vil.
 
Vil por perverso, ponzoñoso y retorcido.
 
Para terror lo que ésta camada de guionistas está haciendo con el cine… Ocurre lo mismo que con USS Indianapolis: Hombres de valor, que vas a ver un drama histórico real y te cuelan una denuncia social que es loable pero que no tiene lógica alguna dentro de esa película.

Voy a hacer spoiler de éste «El hombre invisible» de principio a fin

Así que si todavía no has visto este «truño» y tienes intención de tirar tu dinero o tu tiempo, haciéndolo, mejor deja de leerme y retoma la lectura más tarde. Cuando te hayas recuperado de la experiencia de verlo y hayas asumido que no te devolverán el importe de la peli.

Empezaré por su título: El hombre invisible

El hecho semántico de incluir el pronombre personal «el» en el título es sintomático. El autor, Wells, H.G. Wells, personaliza el título para hacer entender que sólo hay un hombre invisible, el Dr. Griffin. La gracia del personaje de terror es que éste doctor investiga la posible invisibilidad de la materia viva si logra equiparar el índice reactivo del ser humano, o de un ser humano en concreto, con el del aire. Y para ser más concretos, su propio índice, cosa que logra y al hacerlo alcanza su invisibilidad, pero con un handicap: no sabe qué ha de hacer para volver a ser visible. Esta es la base de este personaje de la ciencia ficción y del terror. Sin este parámetro la novela y/o la película cambian por completo. Y luego retomaré este argumento para que veáis por qué lo considero crucial para desmontar esta imitación.
 
Volvamos al USS Mississippi. Antes decía que Hombres de valor revienta un episodio dramático de la Historia de la US Navy al teñirlo con una pátina social, de denuncia social, sin ton ni son. Metida con calzador. Pues en esta peli pasa lo mismo.
 
En la del USS Indianapolis ibas al cine para ver cómo naufraga un barco con 1200 hombres y los tiburones se los merendaron en 5 días hasta dejar 317 supervivientes. Pero nos encontramos con una trama que denuncia el racismo en la sociedad americana de los años 40 del pasado siglo. Por si no fuera suficiente drama lo de los tiburones, encima metemos a capón esa otra subtrama que abigarra el guión y lo desvirtúa. No era una peli para ese tema. A diferencia de otras, que sí y que además son joyas del cine, como Matar a un ruiseñor, o Arde Mississippi.
 
En ésta te adentras en la sala, o a decir verdad, con el COVID, apagas las luces de tu salón, para deleitarte con un clásico literario y te encuentras con que es una farsa.

Esto no es El hombre invisible

Es un hombre invisible. O un criminal invisible. O una mujer invisible. Incluso una revancha invisible. Pero no es El hombre invisible

Porque esta película, como indico arriba, toma su nombre de la maravillosa novela de terror escrita por H.G. Wells en 1897.
 
Por eso, cuando me puse a ver esta peli lo hice pensando en la novela, y en su trama fascinante. Por eso me siento engañado cuando veo que pasan los minutos y que me ha dado el cambiazo.
Es como si vas a ver la adaptación de cualquier otra novela, o película, y te topas con algo que nada tiene que ver con ella. Pues te sientes defraudado. Es la moda actual de teñir de denuncia social todos los guiones anteriores. Y digo bien, «anteriores». Porque están reescribiéndonos el cine y cambiándonos la literatura. Y no para mejorarlos. No. Para adoctrinarnos.
 
Usan obras clásicas, del cine o de la Literatura, porque no tienen la capacidad intelectual para crear el conjunto de una obra literaria (cinematográfica) en el que incluir su mensaje. Si a mi no me molestan los mensajes, mientras sean éticos y moralmente correctos. Me molesta que trufen obras clásicas y las dejen irreconocibles, pero mantengan el título original para que te lleve al cine engañado.

Esta peli me habría gustado si hubiera tenido un título distinto

Uno que no me hubiera engañado haciéndome creer que iba a ver algo relacionado con la novela de Wells

Usan el título como gancho. Como cebo, y yo he picado

Ni si quiera lo hacen porque gocen de una verdadera conciencia social, en cuyo caso escribirían Matar a un ruiseñor y yo me pondría en pie para aplaudir al guionista, Horton Foote.
 
No. Lo hacen porque los guionistas de hoy son de medio pelo que no saben escribir porque seguro que tampoco saben leer. Por eso o inventan nada nuevo si no que retoman clásicos y osan creerse capaces de mejorar al autor original. Porque todo lo que tienen de limitados en lo intelectual, lo tienen de osados.
 
De ahí que te cojan a Wells y te reescriban su obra. No para adaptarla al público actual, ni para contextualizar en nuestro presente una obra del pasado. La reescriben emponzoñándola con crítica social para cubrir las lagunas intelectuales a base de ideología. Y se quedan tan anchos.
 
Hay un sitio y un momento para cada cosa. Pero respetarlo destaparía la incompetencia de los guionistas porque les obligaría a escribir un texto original si abrazar denuncias sociales que rellene el 80% del texto allanando su trabajo.
 
La parte más complicada para un escritor es enfrentarte al folio en blanco y rellenarlo con una historia redonda de principio a fin, fruto de tu imaginación y de tus conocimientos. Por eso refugiarse en este tipo de denuncias es la argucia de medias plumas que saben que de este modo ya tienen la mitad del texto escrita antes incluso de empezar a pensar en el guión.
 
Así pues, cuando llevas dos minutos de película te rascas la barbilla pensando, ¿he puesto El hombre invisible? Paras la peli y ves el cartelón sobreimpreso en pantalla y ves que sí, que es esa peli. Y sigues viéndola sin reconocer nada de la trama original con la que, insisto, no comparte más que el nombre.

Os adelanto: si os gustó la novela y queréis regocijaros con una película de verdad, entonces.

Ved El hombre invisible, pero la de James Whale de 1933, la buena

¿He dicho buena? Buenísima. Fijaros si la de 2020 es mala, porque encima es mala hasta decir ¡basta! que os recomiendo ver El hombre sin sombra con un Kevin Bacon invisible antes que ésta.
 
Os pareceré tiquismiquis con el siguiente comentario a propósito de la invisibilidad de Griffin. Pero creedme, es capital para desmontar «el terror» de la peli y, al final del artículo, denunciar el terror de un guión que aplaude el asesinato y la violencia de género que supuestamente pretende denunciar.
 
En esta película nos encontramos con una pareja en la que aparentemente ella quiere huir de él. Él es un científico archimillonario que investiga y desarrolla productos relacionados con su visibilidad, su percepción y anhela la invisibilidad. Hasta ahí tiene un pase.
 
Eso sí, en menos de cinco minutos de película comprenderemos que, también aparentemente, ella huye de él porque él es un tipo celoso que la absorbe y anula como persona y como profesional. Ya os digo yo que si eso fuera así, yo mismo la acompañaría a la comisaría para poner tierra por medio con un tipo que no merece ni el aire que respira. Y la recomendaría interponer una denuncia. Pero no es el caso.
 
Y así nos irán predisponiendo contra el científico en el primer tramo de la peli, cuando ella sale por patas y acaba siendo acogida por un amigo que, a la sazón, es policía. Eso aporta cierto relajo al personaje, como es de esperar.
 
Cuando ya tenemos meridianamente claro que ella es una mujer que quiere recuperar su libertad física y emocional, irrumpe un personaje nuevo: el hermano de Griffin y albacea, para comunicarle que su hermano ha muerto.

Entro en modo SPOILER

Desde la primera aparición del hermano sabemos que no es trigo limpio.
 
No dispongo de ningún sentido arácnido. Volvemos a los guionistas de hoy, y a según qué directores. Carecen de sutileza. No saben disimular. Es eso o nos toman por idiotas a los espectadores y os lo dan todo tremendamente masticado. Cuando vemos a Tomm Griffin sabemos que es malo.
 
Sólo habría faltado colgarle un cartelito del cuello, o ponerle una pegatina en la solapa del traje con la palabra «cuidadín» y una flecha apuntando a su cara. Fue aparecer y escucharlo y verlo y saber que ahí estaba el gato encerrado y que él iba a ser uno de los malos de la peli.
 
Pero para que esto tenga sentido tengo que retroceder y explicar la importancia capital del modo en que el Griffin de esta peli se convierte en invisible. Y al hacerlo lo compararé con el Griffin de la novela de 1897 y de la película de 1933, para razonar dónde radica el drama del personaje y de la trama.
 
El Griffin de 2020 es un ingeniero óptico que vive y trabaja en San Francisco. De un plumazo nos dice mucho sin abrir la boca. El contexto es el de las macroempresas digitales que han cambiado el siglo XXI. Hablas de tecnología y pones el puente de San Francisco y evocas a todas las punteras de nuestros días, sobre todo las de Internet.
El Griffin de 1897 era un científico inglés. Su vida era más oscura en un país más oscuro con un laboratorio oscuro. Pero su corazón no era oscuro.
 
El del siglo XIX («19» en números romanos, para que lo entiendan las víctimas de la Ley Celaá) dio con la fórmula que le permitió adquirir la propiedad de la invisibilidad, pero sin poder recuperar la visibilidad. Esto, que puede parecer una fruslería, es capital para entender al personaje y al drama que subyace en él y le arrastra hacia el mal. Digamos que logra la mitad de su experimento, pero no la otra mitad. Es como si Doc, o Marty McFly sólo hubieran podido hacer un viaje en el tiempo sin poder regresar a su tiempo en Regreso al futuro.
 
En su incapacidad para recuperar su estado natural de «visible» radica el mal que empuja al científico. Pero llegamos a 2020 y a los guionistas de nuestros días. El científico ya no es tal, si no un ingeniero y la invisibilidad no será la que se alcance disipando las células del cuerpo humano, o su aspecto sólido para dejar pasar la luz a través de ellas. Ahora la invisibilidad viene de la mano de un traje que te hace invisible.
 
Ahí se pierde toda la gracia.
 
Se pierde el drama.
 
A partir de aquí, cualquier maldad no será contra la voluntad del malo de la peli sino por su propio deseo. Si perder tu visibilidad no te arrebata la humanidad entonces lo que haces mal, con esa ropa que te hace invisible, es porque lo llevas dentro de tu ser.
Y es una vuelta de tuerca (esto va por Henry James) que muta el carácter de Griffin. Aunque dudo mucho que los guionistas de esta peli lo hicieran a sabiendas. Ellos necesitaban un machista al que arrancarle la piel invisible a tiras. Y retorcer un guión para fingir que son buenos escritores. Pero amigos míos, o se han colado de lleno o, espero equivocarme, su intención era perversa.
 

Porque (atención SPOILER total) el tramo final de la peli trunca a la víctima en verdugo

 
Ojo.
Y no será verdugo, bueno, «verduga», por venganza personal, si no por odio. Este es el matiz que me asusta.
 
Y para que lo entendáis resumo la trama en tres párrafos. Y me sobra uno fijo.
 
Cecilia huye y su hermana Emily la procura refugio en casa de su amigo y policía James Lanier que vive con su hija Sydney. Vivir alejada de Griffin y en casa de un policía la hará sentirse protegida y se creará un vínculo de afecto entre los tres. Hasta que recibe la noticia del suicidio de Griffin, comunicado por su albacea y hermano y dejándola como heredera de 5 millones de dólares siempre y cuando cumpla dos condiciones: no cometer ningún asesinato ni ser arrestada.
 
Suficiente pista para darte a entender que se verá obligada a ello, si no no se entiende una condición tan absurda puesto que a ninguna persona normal se le ocurriría cometer un asesinato.
El caso es que el hermanito, el albacea, el dulce y comprensivo Tom será quien acose a Cee por las noches, usando el traje de invisibilidad. Esto la desquiciará hasta tal punto que la hará parecer que ha perdido la cabeza y la veremos internada en un psiquiátrico emulando escenas de Sarah Connor en Terminator 2. Y para acosarla no sólo usará el traje si no que tendrá secuestrado a su propio hermano emparedado en su propio domicilio. Así se plantea la duda o la posibilidad de que el hermano, que quizás sí fuera celoso, no fuera el asesino que ella denuncia al creerlo autor del asesinato de su hermana.
 
Hasta aquí los dos párrafos con los que resumiría la trama.
 
Pero falta el desenlace, que es lo que me asusta de verdad.
 
Recapitulemos:
 
Ella huye.
 
El poli la acoge en su casa.
 
El hombre invisible acosa a Cee en casa del poli y llega a agredir a la hija, por lo que predispone al poli en contra de Cee al creer que está volviéndose loca. Recordemos que ella dice que Griffin pasa las noches merodeando por la casa para asustarla.
 
Ella pierde el favor del poli y entre medias queda con su hermana y es testigo, en medio de un restaurante de cómo el hombre invisible la rebana el cuello. Para rizar más el rizo, ella va y coge el cuchillo por lo que la arrestan como única sospechosa.
 
Hasta aquí tiene un pase. Es más, te hace pensar, como espectador, que si te cruzas con Griffin la ayudarías a detenerlo, como poco. Te pones de su lado porque estás viendo (si podemos usar la expresión refiriéndonos al «hombre invisible»), o mejor dicho, porque nos creemos lo que nos cuenta la protagonista, que lo tacha de celoso y maltratador psicológico.
 
La veremos en el psiquiátrico. Aunque ya lo dije antes, nada que no hayamos visto antes en T2. Con la diferencia de que aquella peli planteaba algo original y lo que vemos en ésta ya lo habíamos visto en la del Terminator. Una persona encerrada en un manicomio porque jura haber sido atacada por alguien cuya existencia no puede demostrar y la toman por loca.
 
Pero lo peor está por llegar.
 
Dejaré de marear la perdiz. Dejaba éste spoiler para el final.
 
A estas alturas de la peli la única que podría pesar que su ex era el malo era la propia Cee. El resto teníamos meridianamente claro que el malo era su hermano. Y aquí veremos el único giro argumental digno de relevancia, y precisamente es lo que más miedo me da.
Cuando descubramos que no sólo Adrian no era quien la acosaba en modo invisible, si no Tom… lo peor es que ella, aún así, asesina a Adrian a sangre fría. Lo mata y el policía será su cómplice guardando silencio convirtiéndose, ella por activa (por asesinar) y él por pasiva (por no detenerla) en los verdaderos culpables de la peli.
 
Quiero creer que sí era verdad que él la hacía la vida imposible. Para que haya cierta justificación a su sed de venganza. Pero asesinar a sangre fría… con la complicidad de un policía es invertir los valores de la Sociedad.
 
Dicho esto, y al margen de las interpretaciones morales, éticas y legales, reitero un detalle que hace que «El hombre invisible» pierda su razón de ser al girar todo en torno a un traje que te hace desaparecer: era la imposibilidad de recuperar el estado natural lo que hacía que el verdadero Griffin, el de 1897, perdiera el norte involuntariamente. Al perder el control sobre su obra. El hecho de que la invisibilidad venga dada por un traje hace que el mal no sea fruto de la desesperación, si no que vaya arraigado dentro del personaje y esto va en contra de lo que planteaba Wells.

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