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Napoleón

Tabla de contenidos

Napoleón era un psicópata.

Eso no se refleja en este biopic que, a fuerza de invención, es más una ficción que una peli biográfica. Algo vemos, pero se diluye en un metraje sin pies ni cabeza. Luego tendré ocasión para gustarme…

Podríamos decir que Bonaparte ha corrido la suerte inversa a la que corrió Tolkien al ser trasladado a la pantalla. En realidad sale mejor parado, porque los cambios que sufre Tolkien, en su biopic, son para peor, por lo que sale perjudicado, y no diré difamado porque sólo sería tal caso a ojos de quienes lo conozcan en profundidad. Pero casi insultado, sí. Sin embargo, los cambios de este Napoleón son, si cabe, a mejor. Endulzan al psicópata y nos muestran una imagen falseada de alguien que no existió como nos lo meten por los ojos.

Porque eso es todo cuanto tiene esta película, que nos la meten por los ojos a base de efectismos. Pero si rascas en la superficie te das de bruces con la realidad. Tanto en aspectos históricos como en detalles simbólicos con que Scott nos salpica una película gris, oscura, tediosa y grandilocuente. Y lo peor de todo es que Napoleón, aún siendo un desequilibrado, fue un gran personaje (para la Historia, no me refiero a su calidad moral, sobre la que hablaré después). Es decir, que Scott peca del mal que tritura el cine histórico de nuestros días… Osa hacer una película histórica despreciando la Historia.

Ejemplos los hay a patadas… el más duro de digerir, porque supera en osadía y en vileza a esta película, sería 1898: Los últimos de Filipinas. Pero hay muchas más. También te topas con excepciones. Muy dignas de alabanza y merecedoras de ser rescatadas y loadas: Vencer o morir sería el mejor y último ejemplo reciente. Y más, si cabe, porque refleja un estadio inmediatamente anterior al que nos ocupa con esta película. Porque la era napoleónica es el resultado de esa calamidad para Europa que fue la Revolución francesa.

JOKER

Es la tercera versión del JOKER que veo en el cine.

Y las tres versiones protagonizadas por el mismo actor: Joaquin Phoenix. Lo pensaba mientras veía la peli. Y eso que este psicópata es el menos psicópata de los tres.

Como os decía, el papel de este Napoleón me parece más el de un JOKER que el de un Bonaparte. Eso pensaba mientras avanzaba la película. Es la ventaja de que sea tan lenta y (se haga) tan larga. Que te da tiempo para ir pergeñando tu comentario de la peli mientras la ves. Pobre del que no tenga una web de cine o un podcast de cine y tenga que ver la peli con la mente en blanco…

Lo dicho…

  • Cómodo en Gladiator
  • Joker en Joker
  • Napoleón en Napoleón…

¿O debería decir… Joker en Gladiator, Joker en Joker y Joker en Napoleón?

Porque hay ciertos rasgos de la peronsalidad de los tres perosnajes que me hacían ir pensando en unos y otros por igual. Si a eso le sumamos que los tres fueron encarnados por el mismo actor, blanco y en botella: Joaquin Phoenix se ha especializado en interpretar psicópatas megalómanos. Y para colmo en dos de ellas coincidió con Ridley Scott, en Gladiator y en Napoleón.

Psicópatas que no se inmutan con el sufrimiento ajeno. Es más, que gozan produciéndolo. Que cambian de opinión: hoy te dicen blanco y mañana te dicen negro sin que les tiemble la voz al defender lo contrario a lo defendido el día anterior.

Son profesionales de la mentira. Capaces de prometer una cosa veinte veces en cinco minutos para, acto seguido, desmentirla otras veinte veces. Todo por alcanzar sus metas. Cómodo para ser el emperador, como Napoleón, y el Joker para seguir en su mundo irreal y teñirlo de sangre si es menester, pero en todos los casos echando la culpa a los demás. Son personajes que trituran cuanto tocan. Emponzoñan, mienten, enfrentan y dejan regueros de víctimas a su paso. Pero son incapaces de asumir ninguna responsabilidad.

No tienen empatía con las demás personas. Insensibles…

En Napoleón lo vemos, pero más lo leemos si nos empapamos bien de su biografía, en una obra literaria (o de cine) que busque veracidad histórica. Lo vemos cuando se victimiza de sus propios actos. Cuando responsabiliza de su sed de sangre a los demás.

Os pondré un ejemplo…

Cuando invade Polonia, o Rusia. Siempre lloriquea diciendo que él quiere la paz, que no quiere la guerra, pero sus homólogos austriacos, polacos y rusos le fuerzan a guerrear. Muy señor mío, si te declaran la guerra es porque a ti se te mete entre ceja y ceja invadir sus respectivas naciones y ellos se alzan en armas para defender y proteger lo que es suyo.

Huid de los políticos psicópatas que se declaren pacifistas

Son los peores.

Todos ellos aspiran a ser dictadores. A dar golpes de estado desde el Estado. A servirse de los resosrtees democráticos para doblegar la Democracia y someterla junto con sus pueblos.

Hay ejemplos contemporáneos y pasados. Todos conocemos algún dictador, o aspirante a dictador, insensible, mentiroso y sin escrúpulos. Y todos lo han sido en nombre de la Paz. Hasta los mismísmos Hitler (El hundimiento), y Stalin (La muerte de Stalin)… Todos ellos se autoperciben como los únicos pacaces y legítimos para pastorear a su pueblo. Y para sacrificarlo si hiciera falta.

No sale en la peli, pero a la vuelta de Rusia, cuando Napoleón huyó y abandonó a sus soldados en la tundra, lo hizo para volver a París y sofocar un golpe de estado. Al sofocarlo reunió un nuevo ejército porque el de España estaba en las últimas y el de Rusia ya no estaba. Y cuando le espetaron que ya había eliminado una generación de franceses, él se revolvió alegando que su Majestad bien valía un millón de franceses muertos.

Y lo hacía en nombre de la Paz. Por el bien de Europa entera. Menudo canalla.

Por eso tacho de psicópata al corso. Y por eso lo comparo con el Joker, y con Cómodo, casualmente, como os decía antes, interpretados los tres por el mismo autor.

A la sombra de Waterloo y de Los duelistas

Si damos un pasito atrás en la Historia de Francia, hasta Los tres mosqueteros: d’Artagnan es más merecedora de aplausos que esta. Es más, el propio Scott se estrenó en esto del cine con una película ambientada en las Guerras napoleónicas, Los duelistas. Menuda joya de película. Aunque la joya de la corona, si nos ceñimos al Napoleón cinematográfico, sin duda, sería Waterloo. Pero de ésta hablaré más tarde, cuando entre en escena Wellington.

Como veréis no son pocos los tópicos, o prismas, desde los que me gustaría abiordar este comentario.

Dejadme que me agarre a Los duelistas, por estar ambientada en la misma época y por pertenecer, también, a la filmografía de Scott.

Vaya por delante que este mismo cineasta ha dirigido algunas de mis películas favoritas. La ya mencionada, y sobre la que volveré en unos instantes, Los duelistas sería una de ellas. Pero no puedo negar que Alien: el 8º pasajero, Legend y Blade Runner estarán siempre entre mi ramillete de películas imprescindibles. No sólo para entender el cine, sino para entenderme a mi mismo, no como amante del cine, incluso como persona. Sin olvidar una de las mejores pelis del cine bélico de todos los tiempos: Black hawk derribado. Y en un segundo peldaño 1492: La conquista del paraíso.

Por todo esto, mi admiración, y agradecimientos, a Ridley Scott, no se me caen los anillos cuando digo que Gladiator mola un montón, pero que su guion y su trato de los personajes me parece pueril. O que El reino de los cielos me dejó insatisfecho, y no por su fotografía, que es sublime. Pues bien, este Napoleón no llegaría, para mi gusto, ni al nivel de estas dos películas dentro de mis propios gustos, por supuesto, porque los seguidores de Gladiator son legión, y con razón. Otra cosa es que el tramo final de la película me parezca de un infantilismo supino.

Los duelistas Vs. Napoleón

No hay color.

Da igual por dónde cojas una y otra obra. Si las comparamos veremos que el debutante Scott supo meterse en el mundillo del cine con una obra de Arte. Me refiero a Los duelistas. Curiosamente ambientada en las mismas guerras napoleónicas que vemos, o que intuimos, en su Napoleón. Digo «intuimos» porque la peli que hemos visto en el cine (falta una versión extendida que se barrunta en el horizonte) parece no tener un hilo conductor.

Han pasado 46 años entre una película y la otra, y la friolera de 33 películas como director. Y parece que estas dos (primera y última) hubieran visto la luez en sentido inverso. Lo normal debería haber sido hacer «un quiero y no puedo» en tu primera peli y una película sublime en la trigésimo tercera. Pues no, Scott se marcó la peli de su vida para darse a conocer y se diluye cual azucarillo en su Joker francés. Y luego retomaré lo del «Joker».

La fotografía de Los duelistas es una auténtica maravilla. La camapa de Rusia que vemos en ella te congela el alma con sus imágenes. No como nos ocurre en la presente, que termina siendo irrisoria y está preñada de errores históricos. Errores o manipulaciones, que no sé qué es peor, pues lo primero implicaría desinformación y lo segundo voluntad de desinformar. Si tan bella factura la consiguió en el año 1977, ¿por qué se carga su propia película en 2023?

De efecto a defecto

Me refiero a la fotografía. Con lo que ha avanzado, y con las maneras que demostró tener. ¿Por qué ha sumido toda la película en un gris nebuloso? Quizás «nebuloso» no sea el adjetivo correcto. Lo que da la idea perfecta es «con un filtro de efecto gris», como los de Instagram. Para mi que con este efecto pierde mucho gas la película.

Si hay algo increíble en la Europa de los tiempos de la peli es el color. Del salvaje y agrestre rural, al pálido urbano, y desñumbrante en la corte. Pasamos de paletas de ocres a colores vivos generando un contraste visual que se armoniza a través de los uniformes de los diferentes ejércitos. Porque eso hacían los ejércitos, incluso cuando había mili. Unía a jóvenes de procedencias dispares y los uniformaba. En el sentido pleno de la palabra. De eso nos priva Scott en su película.

No nos deja paladear ese contraste cromático que luego salta a las casacas de los diferentes ejércitos, de los batallones… Un gris plomo que pesa como tal en nuestra retina. Si al plomo del color le sumamos lo plomizo del guion, deberían repartir palillos en la entrada, para sujetar los párpados. Lo dicho, es una pena que nos someta a una bruma abrumadora buscando no sé qué, si originalidad, o qué. Pero lo más bello de esta película, que son los uniformes y las paletas de colores contrapuestas, superpuestas y hasta opuestas.

Eso no pasaba en Los duelistas. Ni en Waterloo. En donde las escenas en las que aparecían soldados, batallones, divisiones y ejércitos enteros se convertían en una orgía de colores. Aquí te da igual estar en París, Moscú, o donde quiera que estés, porque todo se ve igual. Perdón, todo «no se ve» por igual.

Waterloo Vs. Napoleón

¿Qué deciros de una de las mejores películas de la Historia del cine?

Me refiero a Waterloo. Y si no del cine, en general, sí del cine bélico, en particular. Porque Waterloo, que sí, se ciñe a una única batalla, lo tiene todo.

  • Rigor histórico: parece un documental
  • Fotografía: ya lo he mencionado, es sencillamente magistral
  • Guion: no se desmarca del rigor y todo cuanto se dice, o se calla, está bien dicho o callado
  • Podríamos pasarnos una hora buscando un error, y no lo encontraríamos

Sin embargo, entramos en Napoleón, empieza la peli y ahí está, viendo rodar la cabeza de María Antonieta. Luego hablaré del rigor histórico, pero ya os adelanto que no hay tal. Que Scott, o su guionista David Scarpa, se sentaron una mañana, con un café y un cruasán cada uno y dijeron: hagamos una lista de cosas que sepamos, que hayamos escuchado o que nos gustaría que hubieran pasado, de Napoleón.

Rigor histórico

Para que os hagáis una idea… Creo que quisieron enmarcar a Napoleón en un contexto real, pero quisieron, también, reinventarse al personaje para hacerlo más molón. Dijeron: vamos a hacer un Napoleón a mitad de camino entre el Napoleón de Waterloo y el Napoléon de Las alucinantes aventuras de Bill & Ted. Y se quedaron tan anchos con el que vemos en pantalla.

Si Waterloo es la perfección hecha cine histórico, y cine bélico, Napoleón es el mellizo feo de los hermanos Geste en Mi bello legionario. Me refiero a Marty Feldman. Tiene los mismos mimbres que el hermano guapo, pero mennudo cesto han hecho. Si no habéis visto Napoleón, ni Mi bello legionario, y me estáis leyendo, en caso de tener que elegir una, ved la de Feldman, que encima era también el director. La peli es igual de mala, pero te lo pasas bomba y no tienes lagunas pensando en si te están tomando el pelo o no.

Por no hablar de las batallas

Porque, a diferencia de Waterloo, con Napoleón pasará lo mismo que con El reino de los cielos. Al final habrá jóvenes que se creerán a pies juntillas lo visto en la película porque en su vida no se habrán acercado a un libro, ni a un documental serio.

El zambombazo que le mete Napoleón a la pirámide de Guiza. Me aprece una aberración. No porque sea una licencia histórica, que en una peli todo tiene cabida. Por incongruente. Napoleón haría el panoli en Egipto, pero si hizo algo bien fue respetar el patrimonio cultural. Todo lo contrario de lo que hizo en España, que ya hablaré de ello… Pero en Egipto lo documentó, grabó, ilustró y registró todo.

¿A quién se le ocurrió lo de bombardear una pirámide?

Volvemos al efectismo. Al «sujétame el cubata«. Con lo bonita que es la Historia, aunque hable de gabachos. Luego metemos tijeretazo en momentos cruciales de la Historia real, para no exceder el metraje, y mientras se produce el ultraje con escenas ridículas.

Lo de la pirámide no tiene un pase, pero… ¿Napoleón galopando hacia la batalla?

Dejadme que haga un subtítulo sólo para esto y repita lo de…

Napoleón galopando en la batalla

Iré al grano.

Napoleón era un pésimo jinete.

Duro, ¿verdad?

Sabía mantenerse en equilibrio sobre la bestia. Y sabía caminar sobre él. Y podía hasta trotar, el caballo, no el emperador. Pero no era un jinete consumado y mucho menos habría liderado una carga de caballería convencional por dos razones:

  • No era su fuerte
  • Él era artillero
  • Y se me ocurre una tercera: ¿Un emperador al frente de sus legiones?

Por el amor de Dios… las explicaré en sentido inverso a la exposición.

Lo del emperador al frente de las legiones…

Te cae una bola de cañón encima y has descabezado al ejército entero. Y a la nación. O a todo un imperio. Esta opción queda muy bonita en pantalla, viéndole sable en mano, liderando a su caballería en una carga frontal. Cuando sus jinetes solían hacerlo más bien por las alas, en oblicuo. Pero eso es harina de otro costal.

En su trayectoria sí participó en alguna carga, no seré yo quien lo ponga en duda. Como cuando rehizo a su ejército tras regresar de Rusia, humillado, derrotado, burlado y con un golpe de estado en casa…

A su regreso a Francia, y tras crear un nuevo ejército, bisoño, cargó en la batalla de Lützen, tras ver que no sabían ni formar, ni desfilar, como para mandarles solos a batallar. Pero esta era la excepción… Y porque era a la desesperada. Le quedaba el 10% de los soldados que habían inciado la batalla, y la mayoría no habían entrado en combate nunca, por bisoños.

Opción descartada.

Era un mal jinete

Mejor que yo sí, seguro. Como correspondía a una época en la que el caballo era algo cotidiano. Pero no era un jinete consumado como habría correspondido a un jinete de su tiempo. Y mucho menos habría valido para liderar a la caballería en una carga frontal, con asiduidad.

Napoleón llevaba seis caballos a la guerra. Para tener siempre uno que no estuviera fatigado para poderlo montar. Y para montarlos en según qué terrenos, en función del caballo. Porque nuestro amigo, el corso, si el caballo se ponía a galopar se iba al suelo. No sabía mantenerse en equilibrio montado en el caballo. Eso correteando por una pradera verde con estorninos revoloteando.

Ahora imaginaros a Napoleón, subido al caballo, sable en mano, con treinta mil jinetes tras de si, con sus ciento veinte mil pezuñas retumbando en el campo de batalla. Sosteniendo el sable, arengando a sus valientes y sorteando cráteres de balas de cañón, cuando no sorteando las propias balas, de cañón y de mosquetón, que lloverían sobre sus cabezas. No habría aguantado ni cien metros antes de haberse escurrido de la silla y yacer sepultado por los cascos de su propia caballería.

Cuando podía se metía en su calesa y a tirar millas mirando por la ventanilla. O en el trineo, como cuando huyó de Rusia y dejó detrás de si los restos de un ejército masacrado por los rusos, por el hambre, por el frío, por la nieve y por la megalomanía del que se piró a uña de caballo. ¡Porque le estaban dando un golpe de estado en París! al grito de au revoir mes amis tras ver a sus soldados congelados, como muñecos de nieve. Y verlos pelearse por comerse a los caballos. Por no mencionar a los que asaron a sus camaradas para nutrirse con las proteínas de sus carnes. Al más puro estilo ¡Viven! ahora que se ha puesto de nuevo de moda la gesta andina con La sociedad de la nieve.

España…

España merece un capítulo para ella sola, cosa que no vemos en la peli. Luego regresaré a ella.

Napoleón era artillero

Además, su arma era la artillería. Y no era malo. Quizás abusaba de ir a tiro hecho, sobredimensionando sus baterías para agotar al enemigo y reventarlo antes de lanzar a la infantería. De hecho, quizás una de las cosas más fieles de la peli sea el asedio de Tolón.

Es casi fiel del todo. El casi porque nos propone un ejército inglés en la plaza, al que aniquila por completo. Cuando la realidad nos habla de infantería anglo española que fue sorprendida, sí, reducida, también, pero no aniquilada porque ingleses y españoles pusieron pies en polvorosa y se hicieron a la mar rescatados por sendas escuadras marinas.

Sí, era un buen artillero. Sus clases de aritmética, física y balística. En esto, ni un pero. Pero en lo demás… Como os decía, Napoleón tenía fe ciega en el fuego de su artillería. Por ella tomó Tolón, que por cierto se había sublevado en contra de la tiranía de la República y mandarón a Napoleón para sofocar la revuelta. Entre medias ingleses y españoles se sumaron a la fiesta para ayudar al pueblo sublevado en contra del ejército republicano. Vuelvo a sugeriros que veáis Vencer o morir, porque sólo viéndola comprenderéis la ultraviolencia y la tiranía ejercida por la república en nombre de la República y de todos los franceses.

A veces se me ocurre el paralelismo entre Napoleón y Franco: ambos enviados a sendas revueltas populares para defender sus respectivas repúblicas… Y ambos terminaron con ellas y se erigieron en cabeza del Estado.

España venció a Napoleón

Aunque en la peli no aparecemos.

Ya solo por esto me parece un fraude la película. Es verdad que el mismísimo Ridley Scott se ha pronunciado al respecto. No de la omisión española, sino del aspecto histórico de su película. Expresa que ha huido de plasmar la Historia en su Napoleón. No quería que la precediera una ola de comentarios que hablasen de «cine histórico» porque temía que lo académico repeliera al público y fuera un fiasco en taquilla.

El declive de Napoleón empezó con la guerra de España y la constante pérdida de vidas gabachas. Una guerra atroz y no convencional. Una guerra en la que el ejército, por entonces el mejor ejército del mundo, se enfrentó a la población civil. Se enfrentó y los españolitos, codo con codo con las españolitas, se pasaron a los gabachos por la piedra.

Un goteo de vidas que diezmó al ejército francés e hizo que partiera para Rusia con tropas internacionales, porque las gabachas estaban ocupadas regando los campos de España con su sangre.

250.000 franceses se quedaron en España

Y algunos, para siempre. Abonando nuestra tierra.

Los veteranos. Los soldados curtidos, desde Egipto hasta Holanda y desde Francia hasta Prusia. Esos se estancaron en nuestra península y lo pagaron caro. Con su sangre. Profanaron, violaron, robaron a placer. Pero también sufrieron, lloraron, sangraron y murieron con las tripas desparramadas por el suelo abiertos en canal por labriegos, posaderos, carpinteros y lavanderas.

Antes robaron, violaron, mancillaron, devastaron y profanaron todo cuanto pudieron. Porque los franceses en España fueron unas alimañas. Bien por la Ilustración, y bien por el urbanismo. Pero entre col y col, lechuga, y se llevaron la honra de muchas mujeres, violadas y asesinadas. Y de muchos jornaleros, y soldados españoles. Y mesoneros, agricultores, ganaderos… Los gabachos arrasaron y fueron una plaga bíblica por España. Hasta que a los españolitos, no a sus líderes políticos, que desde entonces España está descabezada, sino a la gente de a pie, se le hincharon los bemoles y echamos a los tricolores a patadas.

Que los españoles tenemos aguante hasta que nos hartan, entonces no hay tirano megalómano y narciso que mantenga su poltrona en España. Eso le pasó al corso que comprendió que había metido un palo en un avispero al aposentarse en España.

De eso, en la peli, nada de nada

Mucho sodomizar a Josefina, y mucha eyaculación precoz. Pero de España, nada. Eso no quiere decir que no fuera tan precoz como vemos en la peli, la verdad es que ese aspecto de su vida íntima lo desconozco, aunque suele ser algo común entre déspotas, de ahí su mala leche y sus cambios de política, de aliados, de palabra y de todo… Porque una vez encaramados al poder no lo sueltan ni con agua hirviendo, y traslucen soberbia y vanidad en su rostro, y seguro que en la intimidad son violentos compulsivos, para expiar su frustración interna al sentirse temidos pero rechazados. Al sentirse impotentes o precoces.

Que no salga España en una peli de Napoleón es como si viéramos un documental sobre la Copa de Europa y no saliera el Real Madrid. He dicho.

Napoleón era cornudo consentido y corneador

Me parece excesivo el excesivo (valga la redundancia) metraje concedido a Josefina. Una Josefina encarnada por a bellísima Vanessa Kirby. Que encima será Sue Storm en Los 4 Fantásticos de 2025, ¿se puede pedir más? Pues sí, que no la pifien con el resto del casting como hicieron con la peli de 2015 y que respeten a los personajes originales sin concesiones WOKE.

Por cierto… terminaré el comentario de Napoleón haciendo una reflexión sobre si esta peli es woke o no… pero ahora sigo con Josefina.

La relación entre Josefina y Napoleón era enfermiza

Hoy en día la veríamos como un par de niños inmaduros e inseguros que mal interpretan los celos como gestos de amor verdadero. Estos dos tipos estaban zumbados y su relación era insana. Más por parte de él que de ella, todo hay que decirlo, pero ahí están. Dos tortolitos que se amaban, porque se amaban, y hasta se odiaban.

Por partes.

No es verdad que Napoleón huyera de Egipto porque todos veían los cuernos que lucía. Porque sí, los lucía. Y es que…

Josefina era fina

No podía aguardar a que su marido volviera de la guerra… Sus calenturas necesitaban tratamiento. Y a falta de cura para lo suyo, se ponía cataplasmas con adonis que la quitaran los ardores del cuerpo.

Las noticias, que vuelan, llegan lo mismo de una alcoba a la siguiente que de Francia a Egipto. Y ahí tenemos al cornudo, mitad dolido, mitad excitado reclamando las atenciones de la marquesa de turno para llevársela a su tienda de campaña para que le aliviara sus tensiones. Porque eso fue lo que hizo el corso cuando supo que la otra le estaba poniendo los cuernos. Devolvérselos, por despecho.

Y entre medias se cruzaban cartitas de amor, y entre piropo y piropo un «no te encames con otro que ningún otro ha de saborear lo que es mío». Y cosas por el estilo. Lo más divertido es que los gabachos, rodeados, asediados y sometidos al inglés segúien enviando su correspondencia a Francia y los ingleses, que son muy suyos, incautaban esas cartas y algunas terminaron publicadas en los diarios y periódicos británicos, para escarnio de los gabachos que veían sus vergüenzas publicadas en la prensa. Ni LOPD ni leches.

La esposa polaca de Napoleón

Cómo sería la cosa que llegados a Polonia, que para Ridley Scott tampoco existió, Napoleón se encaprichó de una dama polaca que terminó siendo conocida como la esposa polaca. Y Josefina lo sabía, y lo consentía. Porque el cornudo consentía, a su vez, que le sacaran puntas a la osamenta mientras él no estaba en casa. Y como nunca estaba en casa, pues eso…

La cosa cierta es que Josefina era estéril y no podía darle al César lo que es del César, un heredero.

Y cierto es también que se amaban con locura. Más cierto lo de locura que que se amaran, pero sí, el amor era cierrto y mutuo. Pero estéril y enfermizo. Por lo que el emperador, que se ensoñaba con tener un hijo varón para que le sucediera en su nueva dinastía, tanteó a Rusia, y a Austria, para emparentarse con esas casas reales y legitimar, más aún, su condición imperial con una esposa de sangre azul.

Lo que me pareció de un sadismo innecesario es la escenita en la que Napoleón lleva su hijo a Josefina para restregárselo en sus narices. Pobre muchacha.

Mantuvieron su mutuo afecto de por vida. Él, creo, de un modo enfermizo y ella mantenida con pensión vitalicia y viviendo en un palacete.

Monarquía, república e Imperio

Siempre el mismo patrón.

Las naciones nacen y crecen con un monarca legítimo que, vicios o defectos al margen, porque todos los tenemos, en mayor o menor medida, tutela al pueblo y le hace prosperar.

Luego llega la República, deseosa de ponerlo todo patas arriba, de derrocar al rey, en este caso de cortarle la cabeza. Se impone por la fuerza, por la sangre, por el odio y exterminando a todo el que no comulgue con la República (Vencer o morir, y el genocidio de la Vendée).

Y cuando la República se afianza, y demuestra ser sanguinaria y dictatorial, entonces un hijo de la república se alza con la corona imperial y se autolegitima como emperador echando por tierra las aspiraciones republicanas que se queda con cara de tonta deponiendo un rey para coronar a un emperador.

La coronación de Napoleón

Es cierto que Napoleón se autoimpuso la corona.

Pero lo que no es cierto es cómo ocurrió el episodio. En la película parece fruto de un calentón, de un capricho. Eso, si cabe, agudizaría el rasgo psicópata del emperador. Pero si somos justos hemos de comprender que la cosa sucedió de otra manera. Es más, que la relación de París con Roma estaba más que tocada. Muy deteriorada, viciada, como todo cuanto tocaba Napoleón, y que esa ceremonia fue fruto, precisamente, de esa relación en la que el papado no veía legitimidad en Napoleón para alzarse como emperador. Porque este quería acaparar los poderes terrenales y, si podía, los divinos.

El papa fue secuestrado por Napoleón

No es que le arrebatara la corona… es que llegó a secuestrarlo. Aunque este comportamiento no era algo exclusivo en el Bonaparte. Él secuestró a Pío VII, pero el gobierno republicano frnacés había hecho lo mismo con el pontífice anterior: Pío VI. El VI murió en su cautiverio, y el VII estuvo retenido hasta 1814, año en el que los austriacos lo rescataron.

Es decir, el Napoleón de la peli es un psicópata, pero más lo fue el de la Historia.

¿La peli Napoleón es woke o no lo es?

Digamos que al cincuenta por ciento.

Porque a muchos les habrá extrañado el general, o mariscal negro en la plana mayor del emperador. Algunos quieren ver en él al padre de Alejandro Dumas (autor de Los tres mosqueteros (Los tres mosqueteros y Los tres mosqueteros: d’Artagnan)).

Thomas-Alexandre Dumas

Este personaje existió. No estoy descubriendo nada a nadie. Me refiero al Dumas, no al de la peli. Un mulato mitad haitiano y mitad francés que se vino a Europa y se trajo a su hijo consigo, el Alejandro Dumas escritor.

El padre, Thomas-Alexandre, sirvió en el ejército, y llegó a ser General de brigada de infantería. Y fue el primer oficial negro del ejército francés. Pero no era el de la película, o por lo menos no creo que lo fuera, porque no coincide mucho en su físico. Claro que Joaquin Phoenix se parece a Napoleón lo que una Barbie a una matruska.

Salvo error por mi parte, y si estoy equivocado, por favor corregidme y subsanaré mi error cmabiando esta parte del texto, el Diablo negro, que es como se llamó al Dumas Sr. no sirvió al emperador en el contexto de las batallas que vemos en la peli. Por eso, y lamento que se haya perdido la oportunidad de dar naturalidad a un personaje real, incluso de haberlo explicado, para que nadie tuviera que especular. Por todo esto pienso que este oficial, y alto mando, negro sí responde más a una cuota woke que al rigor histórico. Porque de ser el Dumas Senior no había costado nada mencionarle por su nombre y/o incluirlo en el casting, pero no logro encontrarle.

La versión extendida

Dicho lo dicho, y habiéndome parecido un tostón gris de película infumable, creo que esperaré para ver la versión extendida. Creo que supera las cuatro horas, pero sólo así se explicaría lo incenexo que está todo en esta película.

Creo que se saltan. y se comen, pasajes trascendentales de la biografía de Napoleón que nos facilitarían la comprensión de los hechos incomprensibles que vemos en este «biopic». Y de paso, si de ese metraje nuevo nos privan de seguirnos castigando con la vida privada del emperador, porque no necesito verle copulando como un conejo, y se centra en la Historia, mejor que mejor.

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