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Mentiroso compulsivo

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Un mentiroso compulsivo necesita mentir para sobrevivir.

Todos conocemos a algundo.

De esos que…

«Donde dije -digo-, digo -Diego-«

Y se quedan tan anchos. No les tiembla el labio. Quizás el ojillo, les vibre un poquito un rato… cimbreando el párpado superior. Pero de manera casi imperceptible para el ojo humano. Son profesionales de la mentira. Capaces de decir y desdecir con tal de alcanzar su meta.

¿Qué le pasaría a un mentiroso compulsivo que intentara no mentir durante un día entero…? Creo que colapsaría.

Porque eso es lo que le pasará a Fletcher Reede. Un abogado que miente desde que amanece hasta que anochece. Sin parar. No sabe decir una verdad. Vive en una ficción, la suya, distorsionando la realidad a la medida de su ego, su vanidad, su ambición y su deslealtad hacia todo el que le rodea. Hablo de Fletcher, aunque, quien más y quien menos, todos conocemos algún mentiroso.

De hecho esa es la base de esta película

Un padre que no cumple como tal, ni como marido. Porque está obsesionado con su empleo y nunca encuentra el momento adecuado para pasar un rato con su familia. Por eso perdió a su mujer, por egoísta. Y por eso está a las puertas de perder al hijo al que involuntariamente empuja a los brazos de otro hombre que ocupará su lugar bajo su techo y en su lecho. Aunque no parece que le pese, que conste.

Encadena una mentira tras otra

Unas piadosas, para no ofender a una compañera del bufete cuando le pregunta si está guapa. Otras casi humanitarias, al hacer creer a un compañero que le ve más delgado cuando en verdad no cabe en su traje. Otras mentiras serán sólo para quitarse a la gente del medio: al mendigo que pide limosna y a su madre, que le agobia. Miente a su secretaria para regalarla los oídos mientras desoye sus peticiones. Y miente de modo profesional, mal ejemplo como abogado.

Y también mentirá, esta vez sin pretenderlo, pero sin poderlo evitar, a su hijo Max. Por este sí que siente cierto dolorcillo cuando le defrauda, una vez tras otra, encadenando tantas mentiras que algunas se contradicen entre si.

Esto hará que termine dudando hasta de su capacidad para asumir la responsabilidad de ser padre. Pues dudará si es o no es un buen ejemplo, cosa que le aterra.

Se aproxima el cumple de su hijo

En fechas próximas. Y como padre que es, y consciente de que siempre le falla, se muere de miedo a volver a meter la pata. Por el niño, y por el otro que está merodeando y rondando a su exmujer.

Se compromete a asistir al cumple. Quizás sea su última oportunidad para no perder a su hijo. Y por supuesto que la cosa se torcerá cuando entre en escena su jefa.

Ella es uno de los socios del bufete. Le propone llevar un caso, una causa perdida, para que defienda a una mujer que ha puesto los cuernos siete veces a su marido. Obviamente, el sufridor se quiere divorciar de ella. Quiere que la defienda porque él es un multimillonario y si ganan el caso el bufete obtendrá pingües beneficios. Le pone como cebo la posibilidad de pasar a ser socio del bufete… y de paso se lo pasa por la piedra.

Él, mentira sobre mentira, logra convencer a la corneadora para que vaya a por todas. Propone que intente sacarle los higadillos al marido y meterse una millonada en el bolsillo.

Ni que decir que falta a la cita en el cumpleaños de su hijo

El hijo, abatido, se siente solo y abandonado en medio del bullicio de amigos y familiares. Está destrozado, y cuando su madre llama al padre éste estará a punto de consumar un revolcón con la socia del bufete (ya os dije que se lo pasa por la piedra). Y Fletcher miente, claro está. Ppara no dejar su revolcón a medias. A pesar de que eso implique que deja tirado a su hijo.

Llega la hora de la tarta y, ensimismado en sus pensamientos… Max, el hijo, pide un deseo antes de soplar las velas: 

Que su padre no pueda mentir durante un día

Ahí la lía padre. Y nunca mejor dicho.

O quizás sí, se puede decir mejor: ahí se la lía al padre.

A partir de ese momento tendrá que enfrentarse a la verdad cada vez que abra su boca mentirosa. Meterá la pata cada vez que se cruce con alguien. Da una extraña bienvenida a la nueva vecina, insinuando no sé qué sobre darle de mamar por sus generosos pechos… Niega la limosna al mendigo dejando claro que no se la da porque pasa de él. También deja bien claro a la compañera que es fea y al compañero que va a reventar como siga engordando.

Y defrauda a su secretaria, una señora que se desvive a diario por sacarle las castañas del fuego. A ella, que se dedica a apagar los fuegos que va dejando encendidos su jefe, como por ejemplo, tenerle comprado y envuelto un regalo de cumpleaños para el hijo. Pues a pesar del remordimiento de conciencia, se había olvidado de comprarle un regalo.

Tres serán los hilos argumentales que se solapen durante la siguiente hora de película

  1. Va directo a perder a su familia. Ahora no miente, simplemente irá llegando tarde a todas las oportunidades que su ex esposa le de para volver a ver a su hijo. Mientras tanto el tal Jerry intenta ganarse a Max para hacerse con su madre. No es mal plan
  2. Fletcher emprende la defensa de la mujer que se quiere aprovechar del sistema judicial y
  3. Se enfrenta, también, a que el bufete le acepte como socio

Su incapacidad para mentir irá dando resultados dispares. Como estar a un tris de perder el caso. No para de meter la pata porque él sabe indefendible a su cliente. Su mejor baza, su arma, es la mentira. Y su habilidad para retorcer y tergiversar la verdad. En definitiva, su capacidad para mentir. Está bloqueado por el deseo del hijo. Y vemos que, sin mentir no es nadie en el ámbito laboral.

Está obligado a decir, en contra de su voluntad, lo que de verdad piensa de cada miembro del bufete. Y se verá obligado a dar la razón al abogado de la parte contraria, en vez de limitarse a rebatir y litigar. Y no pondrá excusa alguna al Sr. Juez cuando éste le pregunte cosas que comprometen a su cliente… y se vea en la necesidad de responder a bocajarro y sin filtros.

Pero también le hará comprender que ha metido la pata una vez detrás de otra.

Mentir es feo, es malo y es desleal

Pero mentir a tu hijo… Carne de tu carne, sangre de tu sangre… eso es inhumano.

Y eso es lo que él empieza a comprender en este instante. Que le ha roto el corazón a su hijo: una y otra vez. Cada mentira una cuchillada en su corazoncito. Y el pobrecito todavía justifica a su padre, queriendo encontrar una razón en cada excusa que éste le ponía para desembarazarse de él. O para justificar alguna de sus (múltiples) ausencias.

Empieza a comprender que es él, como abogado, quien retuerce la realidad para lograr sacar tajada para sus clientes. A pesar de que no comparta sus valores. Ahora no. Puede que antes sí, pero ahora empieza a comprender que no es más que un gusano inmundo que se alimenta de los recovecos del sistema podrido. Culebrea como nadie en los vacíos legales para doblegar la Justicia a sus medias verdades.

Y por supuesto, se perderá su última cita con Max. Porque el juez pone una vista para el caso de la ninfómana, que es lo que era la mujer a la que defiende, haciendo coincidir los horarios.

No quiero enrollarme porque la peli no da para mucho más. Salvo para entender que, poco a poco, Fletcher irá comprendiendo que ha sido un egoísta. Un padre ausente, más pendiente de las faldas que le rodean que de hacer feliz a su familia. Empieza a sentirse incómodo ganando indemnizaciones para sinvergüenzas. Y empieza a temer la pérdida del hijo que parece que se irá a Boston si su madre termina casándose con su nuevo novio.

Todo esto hará que el protagonista resetee su conciencia y su manera de afrontar la vida. ¿Podrá volver a ganarse a su hijo, y a su ex, aparcando las mentiras?

Quizás sí. Ser mentiroso, pero sin ser un personaje público no te lastra con la hemeroteca. Esa es la suerte a que todavía se puede agarrar Fletcher.

Reconciliación con la verdad

Por suerte para el protagonista parece que puede haber una redención. A pesar de que la vista del juicio hará que vuelva a faltar a su palabra. Aunque esta vez sin pretenderlo, pues intenta cambiar la vista de día, será en ella cuando termine de comprender su realidad.

Digamos que, defendiendo a su cliente, comprende que puede ejercer la abogacía, de un modo brillante, sin mentir. Y ganará el caso.

Pero, para su frustración, cuando habla con su cliente ella le dice que no quiere compartir la custodia de los dos hijos que tiene con su exmarido.

Él no entiende su cambio de postura. Ha ganado 12 millones de dólares y no quiere a sus hijos. Pero ella le dice sin rubor que los quiere para terminar de sacar el dinero a su ex. Y le coge por donde más le duele: sus hijos. Este diálogo será el punto de inflexión definitivo para que Fletcher comprenda cuánto daño está haciendo a su hijo y cuánto tuvo que hacerle a su mujer. A partir de aquí se redimirá y hará cuanto esté en su mano para recuperar a su familia.

Jim Carrey

Nunca he sido defensor, ni admirador, de Jim Carrey.

No está mal en El show de Truman, es más, ahí me gusta mucho. Porque no se desfigura la cara ni se contorsiona haciendo tonterías para arrancar la risa floja a los desprevenidos. Una mueca tiene gracia. Un gesto raro tiene gracia. Pero cuando llevas siete minutos de película y más de ochenta muecas y veintitrés gestos raros apago la tele y me pongo a leer. Ese Jim Carrey se me hace insufrible. Insoportable.

Y es una pena, porque le he visto haciendo imitaciones de otros actores clásicos y el tío tiene talento. Pero triunfó poniendo caras y haciendo bromas simplonas y es difícil dejar de hacerlo cuando eso te hace multimillonario. De hecho hace hasta un chiste a propósito de esto cuando le dice a su hijo (en la peli) que hay gente que termina ganándose la vida haciendo muecas.

Tan poco me gusta el actor que su última aparición directa en el fancine fue cuando comenté la de Truman, allá por 2009, y estamos en 2023, no ha llovido ni nada. Quizás comente un día Kick-Ass 2, (ya comenté Kick-Ass en 2018, y su aparición en la secuela no me disgusta). De nuevo porque no abusa de su faceta de contorsionista facial. También aparece en Cuento de Navidad, que comenté en 2010. En ella que pone voz a Scrooge y a los tres fantasmas. Mientras ponga voz y no sus muecas lo doy por bueno.

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