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Los tres mosqueteros

Tabla de contenidos

Cine de capa y espada

Las llaman «adaptaciones«, sobre todo en lo tocante a la literatura, pero en la mayor parte de las veces distan mucho de serlo. Para que una adaptación cinematográfica sea fiel al texto deben respetarse tres aspectos del original: texto + contexto + espíritu (o intención del autor). El más sensible a ser modificado, por necesidades del guion, o por imposibilidad de trasladar según que parte de una obra literaria al celuloide, es el contexto. Que puede variar ligeramente siempre y cuando no distorsione ni el texto ni repercuta en la filosofía o intención primigenia del autor.
 

Esta película es ejemplo de buena adaptación

Con sus matices, pero buena

 
Por un lado la adaptación de la novela original de Dumas no sale tan mal parada en el guion de Robert Aldrey. A pesar, eso sí, de dejar unos mosqueteros que no los reconocería el propio Dumas ni cualquiera de sus lectores contemporáneos (de aquellos días). Y eso que es una de las más fieles de todas las adaptaciones. Que yo haya visto, claro está, porque tengo un vago recuerdo de la versión del 39 pero queda en eso, en «vago». Y la del 35 no la he visto. Y sin embrago me atrevería a pensar para mis adentros que cuanto más temprana sea la adaptación, más fiel sería al texto original. Esto último es pura especulación por mi parte.
 

Los tres mosqueteros de 1948, protagonizada por Gene Kelly

 
Hay casi 50 versiones cinematográficas de esta obra literaria. De las cuales, las más destacadas parecen ser las de 1935, 1939, 1948, 1874… y después viene el desparrame.
 
La de 1993 da un salto cualitativo en la fotografía y (lo digo a regañadientes) en la escenografía. Pero peca del efectismo noventero y convierte una novela de entretenimiento de capa y espada en una novela barata con giros, diálogos, conversaciones y escenas vacías de contenido. Para muestra cuando los protagonistas se enfrentan a la tropa del cardenal, rodeados por embozados que al final, ¡oh, sorpresa! son decenas de mosqueteros que pasaban por ahí. Todo al son de «All for one» de Brian Adams.
 

Asociar una canción a una película es muy noventero

 
Acompañar una peli con la canción de un cantante o banda. Y sigue hasta nuestros días en algunos casos. Hubo ejemplos para bien, como You could be mine, de Guns & Roses para Terminator 2. O la de Bon Jovi  para Young guns II, Intrépidos forajidos 2 en 1990.
 
Hubo otras pelis en paralelo
  • El mosquetero, de 2001, con su secuela D’Artagnan
  • Los tres mosqueteros, de 2005
  • El hombre de la máscara de acero de 1998
  • Por no mencionar la celebérrima serie de dibujos animados de 1981
  • Y la no menos infantil de 2005, si bien recuerdo, de Disney con Mickey Goofy y Donald. Como veréis no faltan versiones
 

Versión,de 2011 y… ¿Nueva peli de D’Artagnan en 2023?

No es fiel a Dumas. Toma el nombre de los personajes porque son molones y se inventa una historia nueva. Confieso que no he visto más allá del primer cuarto de hora. En esos quince minutos me encontré con un mosquetero submarinista. Un hombre rana legionario, como venido del futuro. Un arma que no sabría describir y una escena en la que Constance, creo que era ella, lidera a los mosqueteros atravesando un pasillo lleno de trampas explosivas… es que no tiene desperdicio…
 
Deciros que mientras buscaba las cancioncillas para ponérmelas de fondo mientras escribo esta entrada en el fancine me he topado con un anuncio de, como mínimo dos películas nuevas de Los tres mosqueteros en preparación para 2023. A modo de saga. Dos seguras, no sé si hasta tres y todas ellas saldrían en ese mismo año, que Dios nos coja confesados, como diría Aramis.
 
Porque sí, Los tres mosqueteros, por lo menos desde ésta versión de 1948, no son los que escribió y describió Dumas. Aunque precisamente en esta, los cambios que sufre el guion los sufre para condensar la historia y evitar que una peli de 125 minutos pasara a 200. Luego lo explicaré. Personalmente, no me gusta es que manipulen y cambien a personajes ya existentes.
 
Hay pelis cuyos títulos van un paso más allá: Frankenstein de Mary Shelley y Dracula de Bram Stoker, doble delito tienen estas dos. Porque ambas incluyen a sus respectivos autores en el título de la película, como para otorgar veracidad a las mismas: Mary Shelley y Bram Stoker. Y no, ninguna de las dos se parece, ni de lejos a sus respectivas novelas. La peli de Dracula es buenísima, pero el Drácula que vemos no es el literario, así como el Frankenstein de la peli no es el de su novela. Y por Frankenstein me refiero a Victor, el verdadero monstruo.
 
Y me diréis que ¿a qué viene todo este rollo sobre las adaptaciones cinematográficas de obras literarias? Tened un poco de paciencia porque pienso explicarlo.
 
Es más, me remango para hacerlo ahora mismo.
 

La novela no es apta para WOKE

 
El comentario de arriba sólo podrá entenderlo quien se haya leído la novela. Los que amen a Los tres mosqueteros por sus diversas pelis aman una versión edulcorada, y cuanto más tardía también adulterada de las aventuras de d’Artagnan y sus amigos.
 
De verdad, creedme. Hacía décadas que no leía la novela, pero me la volví a leer en otoño. Y os prometo que estaba hojiplático. La novela no tiene desperdicio. Aparecen cosas que, por supuesto, no aparecen en ninguna de las películas. Disfruté su lectura al máximo, recuperando textos, contextos y expresiones impensables en nuestros días.
 
Las tres primeras recomendaciones hechas a d’Artagnan por sus nuevos amigos, tras ganar su primera soldada, fueron: Athos una buena comida en la fonda de moda por entonces: la Pomme de Pin. Porthos le sugirió que se hiciera con un lacayo y Aramis que se buscara una buena amante.
 
El caso es que se buscó un siervo de nombre Planchet, que bien lo sirvió mientras le duró la soldada pero cuando ésta se agotó resultó ser quejicoso y reivindicativo. Los tres amigos del gascón coincidieron en que «un buen criado era como una mujer, que desde el primer día había que poner a ambos bajo el pie en que se quiera tenerlos para someterlos«. Ahí es nada. Esto lo dice Dumas y lo pone en boca de los tres mosqueteros.
 
No contento con esta lindura, salta de párrafo y dice «D’Artagnan meditó y resolvió pegar a Planchet una paliza, lo cual hizo tan concienzudamente como hacía él todas las cosas«. El caso es que esta paliza llegó cuando Planchet habló de marcharse y abandonar el servicio a su señor cuando agotó las 40 monedas que había recibido. Pero tras la paliza quedó sorprendido, convencido y admirado y ya no volvió a hablar de marcharse.
 
Menudo retrato de los mosqueteros, ¿verdad? Es tal cual los imaginamos con sus plumitas y sus sombreritos pegando brincos por la pantalla.
 

Mención a Alatriste, «el mosquetero español«

 
Cierto es que los tercios españoles aparecerán en Los mosqueteros, más en la segunda novela, en la secuela llamada Veinte años después. Y no es menos cierto que siempre se tiende a catalogar a Alatriste como «capa y espada«. Ya lo debatimos en el podcast de la película Alatriste en La cartelera de Antena Historia. Pero para mi gusto, para ser eso «de capa y espada» tiene que haber un sentido de aventura y de intrascendental en la historia. Cosa que en la historia del español no ocurre y en esta, en las películas, sobre todo quizás en esta versión, aparece a palazos. Lo de «intrascendental«. Si me apuráis, y para que no se me mal entienda, quiero referirme a que los temas, o las acciones no son trascendentales y tienen un toque de ingenuidad que endulzan el guion y a los personajes.
 
Los protagonistas son pendencieros y bravucones que disfrutan ensartando al personal y evitando ser ensartados. A diferencia de Alatriste, que rehúye una pelea si puede evitarla, porque nunca sabe de dónde caerá la suerte y que, de tener que presentar batalla lo hará del modo más rápido posible para ahorrar energías y dar la mojada más rápida y certera posible. En los mosqueteros y más en el cine, veremos que el momento de la pelea es como una coreografía. Y los veremos saltar, correr, brincar, reír, bailar, besar y bromear mientras humillan el noble arte de la esgrima que en su caso es-grima, más que otra cosa.
 

Personajes: mosqueteros, criados y alguno más

 
Y me refiero a la versión de cine, a ésta y a las que la siguieron. Porque, seamos sinceros, poco tienen que ver con la novela. Y la que más, de las que yo he visto es ésta.
 
En cierto modo los personajes sí se corresponden con los originales… Una pandilla de cafres borrachos, menos Aramis. No saben reunirse para cenar si agotar a razón de tres o cuatro botellas de vino (eso sí, español) por cabeza. No sé si en alguna ocasión celebran una docena de botellas bebidas por Athos en solitario, o diecisiete, no lo recuerdo. En cualquier caso una barbaridad que mantiene a alguno de los protagonistas ebrio durante episodios enteros de la novela, que no tanto en las películas.
 

Athos

 
Athos era taciturno: sonreía a menudo pero nunca reía. Sus palabras y frases eran lacónicas y sin dobleces: iba al grano expresando lo que quería decir, nunca hablaba de más. Tenía 28 años y era un verdadero Adonis al que no le conocían mujer alguna y cuando hablaba de esta lo hacía desde la misantropía, es decir: antipatía y desprecio totales.
 

Grimaud, instruido para callar

 
La verdad es que era de poco hablar, tanto que había educado a Grimaud para dirigirlo y que le sirviera sin hablarlo, sólo con gestos y con su mirada. Cuando el siervo confundía la orden recibía una paliza. Pero sin molestarse y sin enfadarse, sólo para que prestara más atención a sus futuras órdenes.
 

Porthos

 
Porthos era un parlanchín que, además, hablaba a voces sin importarle qué o quién pudiera oír lo que decía. Hablaba por el placer de hablar y compensaba, con creces, los silencios de Athos, por el mero placer de escucharse.
 
Odiaba a sabios y eruditos por igual y huía de las ciencias.
 
Tenía cierto complejo de inferioridad con respecto a Athos y procuraba, siempre, compararse con él para hacerle de menos. Y siempre queda en ridículo pues la finura y elegancia de Athos arruinaban el esfuerzo del tosco Porthos.
 
Sólo podía ganar a su amigo y rival en fanfarronería y en contarle las conquistas al Señor de Treville, su superior.
 

Bonifacio – Criado de Porthos

 
El criado de Porthos era Bonifacio. Nombre por el que nadie lo reconocería porque Porthos le forzó a cambiarlo por Mosquetón, que parecía más osado y aguerrido que el original.
 
Trabajaba 22 horas al día y sólo tenía 2 para sus propios asuntos.
 
El sustento que le profería Porthos era vestido y alojamiento, eso sí, de primera calidad.
 

Aramis

 
Aramis era un pillín: sí quería ingresar en la Iglesia, pero no paraba de conquistar los favores de cuantas damas se pusieran en su camino.
 
Odiaba el juego y era poco juerguista. Tampoco era un borracho como sus camaradas, pero podríamos decir que todos los vicios que se ahorraba, comparado con los demás mosqueteros, se los guardaba para las faldas.
 

Bazin – Criado de Aramis

 
El lacayo de Aramis era Bazin y vestía de negro como conviene al sirviente de un hombre de Iglesia pues Aramis tenía tal idea como meta en su vida.
 
Bazin era la discreción personificada para no confesar los pecadillos de su amo y guisaba con diestra mano.
 

D’Artagnan

 
Ahora comentaros que el protagonista es todo un arribista de provincias que pretende llegar a la corte y medrar cuanto antes haciéndose un hueco entre los mosqueteros del Rey, como otrora hiciera su propio padre.
 
Fanfarrón, y a veces un poco cretino, irá buscando pelea cada vez que se cruce con alguien. Y querrá la suerte (o como decía Stan Lee, «el guionista«) que ya desde el día en que se acerca a París, desde Gascuña, se cruce con los principales actores de la actualidad francesa. Sobre todo en Meung, donde cruzará algo más que unas palabras con el (para él anónimo) conde de Rochefort y en donde conocerá a la primera dama que le partirá el corazón: Milady.
 
Tras su tropezón con el de Rochefort perderá la carta que le había escrito el padre recomendando al hijo a su amigo, el Señor de Treville, a la sazón el capitán en jefe de los mosqueteros. Sea como fuere le caerá en gracia a las primeras de cambio, así como se retará en duelo con los tres mosqueteros y estará a punto de descubrir al de Rochefort a quien reconoce a las puertas del cuartel general de los mosqueteros. Todo en una mañana.
 
Y en una mañana acudirá a dichos duelos, para risas y mofas de los tres mosqueteros, porque todos daban por muerto al crío en el primer combate a muerte. Pero este no tendrá lugar por la aparición en escena de los soldados del cardenal Richelieu.
 

Planchet – Criado de D’Artagnan

Ya mencioné antes a Planchet, el criado de d’Artagnan.
 
Un tipo con muchos recovecos y claroscuros en su manera de pensar y de actuar. Es interesado y contestón (para lo cánones de un lacayo de su época). Tiene trazas de perezoso y su conciencia suele ir en paralelo a los beneficios que saque de obrar bien, o mal. O más que obrar mal, de ponerse de perfil y dejar de intervenir.
 

Constance – Mujer casada y amada por D’Artagnan

En la peli no nos cuentan que es una mujer casada.
 
Que trabaja para la reina, sí, como costurera real, pero casada con el mismo señor que hospeda a d’Artagnan en su casa y que, antes de verse envuelto en todo el fregado en el que está por meterse, y antes de que el marido le salga rana (políticamente), ya estará cortejando a la primera para hacer cornudo al segundo.
 

Rochefort el «enemigo íntimo»

Rochefort se convierte en el enemigo personal de d’Artagnan…

Enemigo íntimo, pues la novela dará muchas vueltas y su papel, sobre todo en la secuela (20 años después) dejaría boquiaberto a más de uno.

 

Richelieu, el enemigo acérrimo de los mosqueteros

 
Por ser el primer ministro del rey y ser un vil traidor para los intereses del monarca y, por ende, de toda la Francia.
 
Su obsesión era frenar el creciente poder de la dinastía Habsburgo de España en su ramificación francesa y, pese a ser estos católicos, como él, no dudará en unirse a los protestantes en contra de los españoles.
 
Deciros que la figura del cardenal sería pues la del enemigo, pero ¿y si os digo que en Veinte años después nos encontramos a d’Artagnan al servicio de su sucesor Nazarino? Disuelta la pandilla de los (ya) cuatro mosqueteros y con nuestro protagonista defendiendo al italiano. Las vueltas que da la vida.
 
Los hombres del cardenal intentarán apresar a los tres mosqueteros y al chaval con el que uno de ellos se batía en duelo y terminarán pasados por la piedra por los cuatro. El cardenal entrará en cólera y el rey aplaudirá hasta con las orejas.
 

Puntos clave del guion

 
Por no contaros la peli entera ni aburriros en el intento me limitaré a daros algunas pinceladas de los episodios más destacados. O más destacables según la perspectiva del comentario que nos atañe.
 
El caso es que esta peli también se desmarca del texto literario en algunos puntos. Ya dije arriba que, unas veces lo hará para ahorrar tiempo y sintetizar escenas y personajes, que luego explicaré y otras para ofrecernos una visión más sana y agradable de los mosqueteros en general y en particular de d’Artagnan.
 

Constance es en si misma, personaje y subtrama…

 
Porque sí, en la peli veremos, por ejemplo, cómo se enamora hasta las trancas de la moza Constance Bonacieux.
 
Ya dije antes que Constance estaba casada y que nuestro protagonista se quiere encamar con ella a costa de cornear al marido.
 
Y entre medias ella será el correo entre la reina consorte, la española Ana de Austria (futura regente hasta que creciera su hijo el Rey Sol en Veinte años después) y su amante el Duque de Buckingham, a quien la reina regalará unos herretes, o diamantes, que casi serán su perdición. Esto porque el inglés se sabe amado por la española pero el cardenal fuerza a poner tierra de por medio entre ambos evitando que el pérfido pise tierra gabacha. Cosa que él inglés, viniéndose arriba en el clásico «sujétame el cubata«, decide que si no puede estar en Francia como embajador entrará en ella (en Francia) como invasor.
 
El caso es que el cardenal sabrá del regalo de la reina y la pondrá en un brete organizando una fiesta y pidiéndola que luzca esos herretes en la misma. Je suis desole! En diez días me tengo que poner los diamantes y están en Inglaterra… Y ahí aparecerá d’Artagnan. Y desaparecerá Constance, secuestrada por los lacayos del cardenal con la connivencia del cornudo de su marido. No sin antes haber conducido al gascón ante la reina a quien ofrece sus servicios para ir hasta Inglaterra y recuperar las joyas. Unas joyas que, regaladas por el rey a la reina y por ésta al amante, de no aparecer en la fiesta habrían dejado en mal lugar a la corona en general y a la española en particular.
 

Caballos de posta reventados

 
Aquí veremos otro episodio que no aparece en ninguna de las pelis. Los mosqueteros no montan a caballo: los revientan.
 
En todas las galopadas de los mosqueteros, que no serán pocas, veremos caballos temblando hasta morir y sangrando por la nariz con los corazones explotados, a conciencia y a sabiendas por los mosqueteros. Veremos cómo hacen que les exploten corazones y pulmones exigiéndoles ritmos frenéticos sin descanso. Sin descanso y sin ahorrar detalles para explicar al lector cómo se le encharcan en sangre los pulmones y cómo ésta les salpica al salir por la nariz, galopando, antes de derrumbarse y morir. El desprecio a los caballos es constante y reiterado. Tanto en el trato que les dan, hasta reventarlos, como explicando que el caballo es la mejor defensa para un mosquetero que, ante una descarga de plomo lo que debe hacer es poner al caballo sobre sus patas traseras para que su cuerpo absorba toda la plomada.
 

Esto tampoco lo veremos en las pelis de los mosqueteros

 
Y sí, d’Artagnan partirá para Inglaterra con sus tres amigos y los irá dejando por el camino en peleas y trampas. Las más de esas peleas se podrían haber evitado para evitar hacer fracasar la misión pero son tan arrogantes y fanfarrones que todo peligrará por no saberse guardar la pistola en el bolsillo.
 
Sí, recuperará los herretes, incluidos dos que Milady había robado al duque y que harán que Richelieu quede con cara de tonto cuando aparezcan las joyas y las dos que él había robado… en otra escena sin lógica alguna en la que d’Artagnan se nos revelará como el tatarabuelo de Spider-Man.
 
Aquí vienen cosas divertidas…
 
Secuestran a Constance Bonacieux. Esto no es lo divertido, pero nos lleva a lo que sí, según se mire, claro. Cuando el gascón, que recordemos, está enamorado de la costurera inicie su búsqueda irá atando cabos e irá viendo a personajes indirectos que irán cobrando verdadero protagonismo en la historia. Para empezar la tal Milady a quien se acercará fingiendo cortejar a su camarera, una inglesita llamada Kitty, a la que se beneficiará para ganarse su confianza y que le abra las puertas, sobre todo las puertas, de la habitación de Milady.
 

d’Artagnan se encoña con Milady

 
Tanto que seguirá beneficiándose a la inglesa, se olvidará por un rato de Constance y no dudará en fingirse otra persona para, accediendo a oscuras en el cuarto de Milady, hacerla suya, poseerla y saciar su lívido mediante el engaño. Entrañable el gascón, ¿verdad?
 
El muy tonto, a pesar de saber que la tal Milady es peor que una serpiente y más venenosa que todas ellas, una vez que se la ha beneficiado, insisto, mediante el engaño, llegará a enamorarla y cuando ella se abra a él él dirá que ya la poseyó fingiéndose el conde de Wardes. Esto, por muy mala chica que fuera la tal Milady, pues la cabreará un poquito, y desde entonces jurará odio eterno al gascón, máxime cuando él descubra que ella está marcada por la flor de Lys, que equivalía a una condena de muerte eludida en su pasado.
 
Y para colmo de males, cuando d’Artagnan estuvo en Inglaterra tuvo otro de esos duelos tontos en el que perdonó la vida a un lord inglés, un tal de Winter, relacionado con Milady por ser su cuñado. Y ella bien que se cabreará también al saber que no lo mató porque ella era su única heredera y por lo tanto, el noble acto de d’Artagnan la dejará compuesta y sin novio.
 
Menudo folletín.
 
Y lo más divertido es que en todos los sucesos históricos de Francia y de Inglaterra estará nuestro protagonista presente. Unas veces protagonizando y otras atestiguando lo que está pasando.
 
Por partes…
 
Cuando más flojete esté el chaval, porque su primera amada está secuestrada, la segunda se siente utilizada porque sí, la ha usado para llegar a la tercera y la tercera le quiere asesinar porque la poseyó haciéndose pasar por otro y porque ha descubierto su secreto. Vamos que el chaval está hecho un mar de líos… Ahí será cuando su amigo Athos confesará el origen del que nunca antes había hablado a ninguno: antes de ser mosquetero y responder al nombre de Athos fue el conde de la Fere y estuvo casado con ¡Milady! Sí, la misma Milady. Y le previene a d’Artagnan del peligro que entraña. Le cuenta por qué se casó con ella y por qué la flor de Lys, fruto de tantos engaños y asesinatos que llevaba la rubita en su haber y que él no conoció hasta que descubrió la misma flor. Y por flor me refiero a la del hombro, la de Lys.
 

¿Y si os digo que es Richelieu quien otorga la casaca de mosquetero a d’Artagnan?

 
Sí, esta historia se puede retorcer más y más…
 
Tanto que en medio de la guerra contra los hugonotes los mosqueteros saldrán de farra y se toparán con el mismísimo cardenal en medio de un camino. Y el cardenal, que ya los conoce por sus nombres a estas alturas, les pedirá protección y ellos, corteses como son, se la concederán. A pesar de ser sus enemigos lo escoltarán hasta una posada en la que se tiene que entrevistar «con alguien». Y ese alguien será precisamente Milady, vil y cruel espía que recibirá el encargo de asesinar al de Buckingham.
 
Ahí no queda la cosa. Richelieu sería malo, pero no tonto. A sabiendas del rival que tenía en frente, lejos de cargar su ira contra él llegó a ofrecerle un puesto en su guardia personal. Pensando que si cedía el gascón, lejos de tener que medirse a un gran rival podría tenerlo en cartera con su espada a su favor. Aunque erró el tiro pues d’Artagnan tenía claras sus prioridades. En Veinte años después lo veremos algo maleado y de vuelta con principios más «maleables».
 
Los mosqueteros descubrirán su conspiración escuchando la conversación por el tiro de una chimenea y vuelta a empezar. Por un lado disimularán, por otro Athos se enfrentará a sus fantasmas del pasado encarándose con Milady, pero dejándola escapar. Tanto disimularán que, como os decía, le vale el nombramiento como mosquetero al gascón. Por esa escolta y por la defensa de un castillo que harán entre los cuatro mosqueteros y sus siervos frente a todo el ejército hugonote. Ellos solitos, que, además, se habían refugiado allí, por una apuesta brabucona con un suizo y el resto de gabachos no para demostrar su valor, sino para tener una excusa (la apuesta) y estar a solas, (los cuatro), para poder exponer todos los temas: Milady; de Winter; Buckingham; Richelieu; la reina; Constance y demás pormenores de un folletín que quita el aliento mientras mosquetazo viene, mosquetazo va, mantienen a raya a todos los hugonotes y sí, ganan la apuesta sin despeinarse.
 
Por otro hay que neutralizar esta nueva amenaza, no por Francia, sino por la reina. Y al final Milady terminará con sus huesos prisionera en el castillo de su cuñado el Lord de Winter.
 
Para entender a Milady hay que poner…
 

Las cartas sobre la mesa

 
¿Recordáis que describí a Athos como taciturno? Bueno, yo no lo describo así, lo transcribí de la presentación que nos hace Dumas del personaje. Y os comenté que no se le conocían mujeres ni amoríos, cosa rara en un mosquetero cuya divisa les servía para envainarse indiscriminadamente dando estocadas sin estoque.
 
Pues bien, Athos tiene un pasado ligado a Milady. Ya lo apunté arriba, ahora lo desarrollaré. En su día estuvo casado con esta belleza indómita y angelical, por su blancura y sus ojazos claros, así como por su melena dorada. De nuevo salto a Alatriste y a mi comentario de lo mal trasladada al cine que estaba Angélica de Alquézar. Aquí vemos mejor que en la peli española la perversión moral de un ángel caído que, en realidad, más parce el diablo. Un ángel que ablanda y enamora a todos por igual y los mata sin que le tiemble el pulso. Un ángel exterminador, eso es Milady.
 

Athos estuvo casado con éste ángel de la muerte

 
Y para su desgracia, ya casado, no tardó en descubrir que su matrimonio era una falacia pues el que se suponía que era el hermano de la angelical esposa, era en verdad su amante. Ella se casó por interés con el conde de la Fere, que estaba loco perdido por ella. Y ella tenía las manos manchadas de sangre por haber arruinado la vida de un cura al que sedujo siendo ella una monja. Lo sedujo y lo apartó de la Iglesia, cosa que la hizo dar con sus huesos en la cárcel pero supo seducir bien seducido, al hijo del carcelero y escapó con el cura. Para no levantar sospechas, se hicieron pasar por hermanos, aunque se arrejuntaban cuanto y cuando podían, por supuesto. Y en estas conocieron al conde quien, como becerro se humilló a su belleza y pronto se casó con ella. Y también pronto descubrió la flor de Lys en su hombro, por lo que sintiéndose traicionado la colgó de un árbol y dejó su título y su castillo para ingresar en los mosqueteros.
 
Hasta aquí la historia que concierne (directamente) a Athos
 
Indirectamente el verdugo que marcó al ángel caído y a su verdadero enamorado, no era otro que el mismísimo hermano del cura, quien juró venganza sobre ella por arruinar la vida de su hermano.
 

Milady se salvó

 
Cruzó el charco y se fue a la pérfida Albión, en donde contrajo nuevo matrimonio sin haber deshecho el anterior y cayendo en pecado por poliandria. Una vez casada con Lord de Winter éste la nombra Lady Winter y ella se convierte en su heredera, tras lo cual fallece el Lord en circunstancias extrañas. Su cuñado, también de Winter, recela de la francesa, que se ha hecho pasar por inglesa, y la tendrá siempre como asesina de su hermano.
 
Ya os decía que esto es un folletín de los gordos.
 
Volvamos a la posada en la que los mosqueteros espiaron a Richelieu a la par que lo escoltaban. Allí se dio cita con este diablo rubito. Athos tuvo ocasión para matarla al término de la entrevista, pero no pudo. Lo que sí hizo fue robarla el salvoconducto escrito y firmado por el cardenal para ir a Inglaterra en tiempos de guerra con el inglés. Su misión era seducir y matar a Buckingham.
 
Los mosqueteros saben que cualquier acto a favor de Buckingham podría interpretarse como traición a Francia, pues no deja de ser el líder del ejército invasor. Por eso mismo no pueden cruzar el charco pero se las ingenian para enviar a Planchet, en nombre de d’Artagnan, esto es, de la reina, para el cuñado de Winter quien la apresará y encarcelará.
 
Hago un alto para esclarecer el cambio de rumbo…
 

El argumento de la peli toma un rumbo distinto al de la novela

 
En el libro pasaremos más de una docena de capítulos como testigos de las artes de seducción de esta diablesa.
 
Cada capítulo un día y cada día que pasa se acorta una cuenta atrás que hará que Milady fracase en su misión de asesinar a Buckingham. De Winter es implacable pero cortés en su trato a la asesina de su hermano.
 
Que conste, estuvo, capítulos atrás (de la novela) a merced del mismísimo d’Artagnan, quien se batió en duelo con él y no lo remató cuando tuvo la ocasión. De ahí que sea Planchet quien lleve la misiva y de ahí que de Winter la crea por tener al gascón en alta estima. Y de ahí que Milady añada un poquito más de odio y de rencor al mosquetero, porque se supone que ella debería ser la única heredera del de Winter pero él frenó su mano y con ella cerró las puertas a esa nueva fortuna.
 
Folletín, como el hojaldre, capa sobre capa de tramas y subtramas que hacen que un pobre paleto de pueblo sea el protagonista de todo cuanto acontece en Francia e Inglaterra.
 
Vamos con la aclaración.
 
En paralelo a esta acción, y se prolongará en el tiempo cuando finalice el cautiverio inglés de Milady, está el paradero de Constance. Sí, el amor de d’Artagnan, aquella por cuyo corazón el gascón se sacrificó y para llegar a ella se encamó con Milady y con su criada. Y es que el amor te lleva a hacer sacrificios impensables, en un 3X1 que no generará muchos remordimientos en el muchacho. Lo hace por una buena causa, y porque lo hace, yace.
 
Pues bien, la secuestrada será liberada y escondida en un convento. En la peli vemos a las dos en Inglaterra. Y veremos, cosa que nos deja atónicos (a quienes hemos pasado por las páginas del libro) que no sólo conviven en la celda inglesa sino que los mosqueteros se fingirán ingleses para infiltrarse en el castillo. Nada más lejos. Es verdad que las dos mujeres coincidirán, pero mucho más tarde, en la novela, en el convento francés en el que Constance está escondida. Sin saberlo, y que cuando Milady lo descubra usará esa información para su propio beneficio. Y es cierto que Constance cuidará de ella, pero no aquí. En Inglaterra Milady estará sola y por guardián tendrá a un pánfilo de apellido Felton.
 

Un puritano «in LOVE«

 
Sí… un soldado inglés y puritano que, cómo no, cae rendido a los pies de Milady.
 
A pesar de estar sobre aviso por parte de su jefe, el de Winter. Ella se fingirá puritana y se hará fuerte en el corazón de Felton en contra de los católicos como de Winter llevándolo a la traición y a ser él quien libere a Milady y quien hiera de muerte a Buckingham con la falsa promesa del amor de la diablesa quien domina y subyuga la conciencia puritana de quien quiere vaciar su amor en ella. Y es que ella, mejor que nadie sabe aquella máxima de semen retentum venenum est. Y a este puritano iba cuajado de veneno y bien lo sabía la francesa.
 
El caso es que, en la novela, ella regresará a Francia con la buena nueva de la misión cumplida para el cardenal. Y será cuando huya y termine en el mismo convento que la amada de d’Artagnan, (porque sólo existe ese convento en toda Francia, no había otro, no… sólo ese), cuando, ya sabiéndose perseguida por los implacables mosqueteros decida su venganza sobre Athos y sobre el mismo protagonista asesinando a Constance.
 

Esto desata las iras de d’Artagnan y de Athos

 
También las de Porthos y Aramis. Y la del de Winter que ha cruzado el charco y se ha unido a los cuatro mosqueteros para vengar a su hermano y a Buckingham. Y entre medias se les unirá un sexto perseguidor, pues darán con el verdugo. ¡El verdugo! ¿Os acordáis? El hermano del cura cuyo amor pecaminoso inició toda la carrera delictiva y criminal de la rubita.
 
Pues bien, tasco el freno y os dejo con la miel en los labios con la descripción de semejante partida de caza para razonaros y hasta justificar el cambio de escenario del cine a la novela.
 
Esa docena de capítulos con ella prisionera en Inglaterra se aumentaría con los dos o tres más en el convento francés. Sumando unos y otros la película habría duplicado su metraje, cuando menos. El director se toma la licencia de juntar ambas partes de la novela en una sola para condensar la narración. Reduce metraje que podría haber desquiciado al espectador. Leer las etapas de la seducción de Felton resulta glorioso. Y leer la seducción con que se gana las voluntades de la priora del convento y de la mismísima Constance… Episodios de lectura maravillosos que, llevados al cine, habrían dormido al más puesto.
 
De ahí este batiburrillo que desentona al que antes de espectador fue lector pero que si sólo has visto la película cuadra a la perfección. Bueno, tanto como puede cuadrar infiltrar a unos gabachos en Inglaterra y que salgan bien parados y después sean acompañados por el dueño de la plaza en la que se cuelan como espías.
 

Volvamos a Francia

 
Volvamos a los cazadores y volvamos al verdugo. Al final, quien más y quien menos tienen casi todos algún motivo para desear la muerte de Milady. Y todos los que la han sufrido o amado, o lo que es peor, amado y sufrido, conocen su peligro. Saben que se revuelve como una fiera y es capaz de morder, escupir, arañar y asesinar sin remordimiento de conciencia. Y por eso se tomarán la licencia de tomarse la Justicia por su mano. Mejor dicho, por la mano del verdugo, que para eso es de la partida.
 
Siendo el verdugo quien la ejecuta, porque sí, esto va para todos los amantes de la versión de 1993. Milady no se redime con Athos ni se hace buena al final ni salta por un acantilado para suicidarse. No. A Milady la separan la cabeza del cuerpo de un hachazo y lanzan su cuerpo al agua. El artificio de 1993 edulcora la escena. Por un lado permite que el espectador tenga la conciencia tranquila viendo cómo al final la mala se convierte en buena. Shrek, Maléfica, Cruella de Vil… Harley Quinn, el Joker y toda esta manía reciente de hacer bueno al malo y hacer un antihéroe del villano). Eso y para aliviar la responsabilidad de los cazadores.
 
Pero no, tomarse la Justicia por su mano es un elemento crucial en esta historia. Precisamente porque todos los partícipes sabrán y serán plenamente conscientes de que sí, hacen Justicia, pero prevalece su venganza. Y esto les generará un runrún que despertará sus conciencias y les hará albergar la vergüenza de haberse dejado llevar por el instinto. Esto y más que seguro que, de haber conducido a Milady ante un tribunal su final habría sido el mismo. Pero las conciencias de los mosqueteros habrían quedado inmaculadas y no con la mancha de quien sabe que ha hecho bueno aquello que predicaba Maquiavelo:
 

El fin justifica los medios

Nicolás Maquiavelo

 
Y será tan importante que en la secuela, Veinte años después, cargarán con el ladrillo de la muerte de Milady. No porque ella no mereciera que la cortaran la cabeza, que sí: por el cómo sucedió. Y por eso Milady muerta estará más viva que nunca en la segunda entrega de los mosqueteros.
 

Ejecución arbitraria que sí refleja bien la peli

 
Rochefort persigue a d’Artagnan, casi desde el mismo principio de la peli. Pero al final, por orden del cardenal, que se verá arrinconado y descubierto por los mosqueteros, terminará haciendo buenas migas con el gascón. Y éste terminará ventilando el salvoconducto que Richelieu había expedido para Milady. Y lo que era casi una condena de muerte se trunca en reconocimiento a su valía y un ascenso a teniente de los mosqueteros.
 
Es curioso, y resulta chocante, visto con la perspectiva del tiempo, el trato que Dumas le otorga a la mujer. O el trato que sus personajes masculinos dan a las mujeres. Estos mosqueteros son verdaderos maltratadores. Y parásitos de las mujeres a las que engañan y estafan para que costeen sus pertrechos bélicos cuando parten para la guerra.
 
No dudan en usarlas y abusar de su generosidad para lograr sacarles los cuarto. Bien haciéndolas gozar o bien haciéndolas temer que se lo pueden contar a sus maridos. Chantajes, aprovechamiento, palizas… Menudas joyitas estos personajes a los que nos les tiembla el bigote a la hora de fanfarronear ni la mano a la hora de recoger los saquitos repletos de monedas.
 
Y despido este comentario con un saludo privado a mi primo Alistair, el inglés. Dudo que lo lea, pero aquí queda por si las moscas: El saludo de uno de los «three beersketers» a las puertas de unas navidades gloriosas como las que solíamos pasar juntos antaño.
 

El vino español

 
Mención a parte y final para el vino español. Presente en toda la obra en los momentos en que los mosqueteros tienen algo que celebrar. Siempre buscan, comparten, beben y se guardan el vino español para brindar.

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