Escape te atrapa desde los títulos de crédito.
Te atrapa, o te repele, porque es toda una (magnífica) declaración de intenciones. Me habría encantado escuchar al mítico Pumares explicando la melodía Así habló Zaratustra, y su monolito, sin monolito y sin melodía, pues lo que suena al principio de la peli incumple todos los preceptos necesarios para que lo que escuchamos se pueda calificar de tal (de melodía). Por lo menos si nos ceñimos a la RAE y a todas sus acepciones: cualquier parecido de lo que suena con una melodía es pura casualidad.
Pero tampoco es ruido.
O, ¿sí?
Todo es ruido en Escape
Si tuviera que resumir toda la película, o lo que yo he entendido de ella, en una sola frase, sería esa: «Todo es ruido en Escape«.
Y no lo digo yo…
Lo dice la RAE
Tienes que haber visto la peli para entender todo cuanto voy a razonar…
1ª acepción: Sonido inarticulado, por lo general, desagradable
¿Qué queréis que os diga? Si la habéis visto, esta acepción se le ajusta como anillo al dedo. Nada más iniciar la peli, o, incluso antes, como os decía al principio, en los mismos títulos de crédito, los del principio y los del final, que son fabulosos. Desarticulados y desestructurados, pero, y precisamente, por eso, fabulosos, porque Rodrigo Cortés ha sido capaz de montar, dirigir y hasta de participar en una banda sonora sin precedentes.
Toma prestada una melodía, Así habló Zaratustra, y la deconstruye, o descompone, o corrompe, la pervierte y la distorsiona hasta hacerla tristemente reconocible, pero más triste es saber que no volverás a ver 2001: Una odisea del espacio sin que Escape aparezca en mi subconsciente. Y me diréis, «qué jodienda«, pero esa es la genialidad del director, que ha sido capaz de romper lo irrompible, triturando al pobre Strauss, que en Paz descanse (según la New Age post Valenciam periodística «Descanse en Paz» = HDP (aunque no es el día, ni el momento, para hablar del Periodismo español ni del 4º poder, en general)).
Podemos decir que Cortés ha hecho pedazos lo irrompible, siendo su versión de la canción los añicos de la Excalibur destrozada por la soberbia del rey Arturo en su duelo con Lanzarote. Porque sí, añicos son los pedacitos de la melodía original que Cortés recortó con la precisión de Eduardo Manostijeras y que el gran Víctor Reyes ha sabido recomponer como quien hace un puzle con los recortes de una imagen tijereteada. En menudo compromiso tuvo que verse el compositor cuando se le presentó Cortés en su casa con un arsenal de instrumentos musicales de juguete. Tenéis que ver el así se hizo de la peli, lo tenéis por entregas en YouTube, y mola un montón.
2ª acepción: Litigio, pendencia, pleito, alboroto o discordia…
En la peli hay cuarto y mitad de cada uno.
Hay litigio, como «pleito» y como «altercado en juicio«. Vaya si lo hay, y es de lo mejor de la peli con un José Sacristán que lo borda como Juez. El altercado es superlativo, sostenido y grandioso, entre el propio magistrado y N, el protagonista. Y este pleito lleva al alboroto y conlleva discordia y esto nos lleva a la disputa y la contienda, como veréis no le falta, por el momento, ni un ingrediente del ruido para ser tal cosa la película.
3ª acepción: Apariencia grande en las cosas que no tienen importancia.
Este punto lo comprenderíamos si viéramos la vida con los ojos del mismo N. Él se abstrae de la vida tal y como la conocemos todos, o tal y como la conoce la inmensa mayoría de la sociedad: los que no se recluyen en su propio mundo y se abstraen de la realidad común y establecida, como N, son los que, de pronto, dan valor a lo que, a priori, carece de él.
4ª acepción: Repercusión pública de algún hecho
Podría hablaros de la entrada en barrena del protagonista, pero esa no sería la causa, sino la consecuencia, por lo que lo que ajusta Escape a esta acepción del Ruido sería, y barro para casa: el hecho del accidente de tráfico, que no tardaré en comentar y, la repercusión, en todo lo que tiene que hacer el sistema judicial, y las autoridades penitenciarias, para lidiar con N.
No seré ventajista y no incluyo aquí motines ni la portavocía de los presidiarios…
5ª acepción: En semiología, interferencia que afecta a un proceso de comunicación
Es precisamente lo que ocurre a lo largo de toda la película entre N y todos los que le rodean… sobre todo con su pobre hermana.
N vive en un perpetuo aislamiento social que hace que se vaya distanciando gradualmente de la sociedad. Primero se aleja de sus cercanos y, poco a poco, va cortando todos los canales normales por los que los individuos tomamos conciencia de que vivimos en Sociedad.
6ª acepción: Hombre que hace tráfico de prostitutas
Esta os confieso que el razonamiento está cogido con pinzas, pero incluso ella se puede identificar con Escape porque sí veremos dicho tráfico cuando él sale de la cárcel y se cruza con un grupo de prostitutas que vienen al lugar para ofrecer sus servicios a algún mafioso de los que habitan (forzosamente) el lugar.
Por lo que mi razonamiento de que Escape es Ruido se sostiene y lo sostiene una y cada una de las acepciones de la palabra ruido en el diccionario de la RAE.
Sigo haciendo ruido…
Rodrigo Cortés hace un ruido paradójicamente lógico. Logra la armonía en la cacofonía y se saca una melodía de la chistera poniendo a Víctor Reyes a trabajar en unas condiciones, o «con» unas condiciones que dudo mucho que se ajusten a la Convención de Ginebra.
Ya lo dije antes. La condición para hacer la banda sonora de esta película fue instrumentarla con todos los instrumentos musicales, de juguete, que nos hicieron odiar la música de pequeños. Más que a los niños, a decir verdad, a sus padres, pues lo que partía como eso, juguetes musicales terminaban convirtiéndose en instrumentos de tortura para nuestros papis.
Pero ojo al dato porque este elemento disruptivo se convierte en la metáfora perfecta para que el espectador se adentre en la cabecita del tal N, del que poco o nada he hablado todavía. De ahí lo del ruido, que en su cabeza sonaría como una melodía. Y de ahí lo del puzle, que no es otra cosa que la cabecita del pobre muchacho, que ahora está como un cencerro (y no veáis el ruido que hace un cencerro).
Por lo tanto, quiero destacar su música, que en su conjunto me parece una verdadera maravilla. Es ingeniosa, original, atrevida, osada, y en su cacofonía resulta pura eufonía. Interpretada, eso sí, en clave de N, de los títulos de crédito, hasta la jota. Un broche de oro para una peli que, sin saber cómo calificarla, paso a comentarla ya mismo.
Escape
A partir de aquí, SPOILERS
No sé si habréis visto un vidrio templado y roto. Templado para que, en caso de romperse, se desquebraje, pero que no se haga añicos. Es cuando el cristal se cuartea y se llenar de trocitos de cristal superpuestos, pero no se desploman sobre el suelo.
Algo parecido es N. El protagonista de la peli. Un muchacho roto por dentro. Un marido (ahora no recuerdo si era novio, o marido) que se culpa a sí mismo de la muerte de su esposa en un accidente de coche. Cierto que iban discutiendo, distraídos, enervados. Pero de ahí a echarse semejante cargo de conciencia encima. Pero él, asumiendo que no volverá a ver a su amada, se carga la penitencia a la espalda y la arrastra y se arrostra, para bien y para mal, por su vida y por la vida de su hermana, que lo acoge en su casa para proporcionarle un hogar.
La resistencia psíquica de N es puesta a prueba. Y no la supera. La prueba tensiona y presiona sus emociones y sus sentimientos de tal manera que implosiona y termina siendo mera fachada, pues su interior se derrumba hasta no ser más que los escombros de sí mismo. Podría afirmar sin ruborizarme, pese a ser filólogo, que este «N» es implosivo, y no estaría contraviniendo a la RAE.
Su hermana acude al rescate y, como os decía antes, se lo lleva a su casa. Pero es un desastre. La convivencia se trunca y se convierte en imposible. Uno no puede convivir con alguien que ha desconectado de esa manera de la realidad. Se abandona, se rinde y cuando se quiere dar cuenta no es dueño de su propia persona y pierde todo arraigo racional, propio del ser humano y se animaliza al moverse por mero instinto. He exagerado un pelín con lo de animalizarse, pero la esencia de lo que quiero expresar queda bien reflejada, y espero no separarme en demasía del personaje, o de la intención de Rodrigo Cortés, al reducir a N a un ser primario, por básico.
No perdamos de vista el origen de su drama: se siente culpable de la muerte de su esposa. Se siente responsable del accidente que se la arrancó de la vida y, extirpado el amor, prescinde, en lo sucesivo, de empatía, de la necesidad de agradar, del rasgo social que nos caracteriza como seres humanos. Busca el aislamiento, primero emocional, después psicológico, y la película reflejará su búsqueda del aislamiento físico.
N quiere ir a la cárcel
Hace todo lo que se le ocurre para empujar al juez a tomar la decisión de encarcelarle. Pero el juez no se deja engañar. Comprende que N fuerza la situación para poner la Ley en su contra y, por mucho mal que haga, y por mucho delito que cometa, el Juez, más papista que el Papa, se revuelve en su interior y se predispone en contra de encarcelar a un sujeto que él entiende, a todas luces, que, en su falta de eso, de luces, N se está burlando de su Señoría y, por ende, de todo el sistema Judicial. Así que, por mucho que N se expone a la prisión: robando y cometiendo todo tipo de delito (de un modo ingenuo y, por suerte inofensivo hacia los demás), queda en libertad una y otra vez.
Tanto es así que pergeña un plan para escaparse de la libertad y colarse en la prisión.
Sería lo opuesto a Leonardo Dantés (de paso os recomiendo ver mi peli favorita de 2024, con permiso de Rodrigo: El conde de Montecristo). N se mete en el alcantarillado en las proximidades de la cárcel y se pone a picar para hacer un túnel que le lleve hasta la prisión. Esta parte de la peli culmina en un encuentro hilarante. Se topa con un presidiario que ha tenido la misma idea, pero a la inversa. Es decir, la idea lógica, cavar de dentro hacia fuera para fugarse. El cruce de miradas, sobre todo por parte del preso que no termina de entender la situación mola mogollón. Pero vamos, le han regalado medio túnel, así que pone pies en polvorosa y se pira del trullo por donde ha venido N.
Haciendo gala de un sentido del humor a la altura del humor de Juan Gómez Jurado podría decir que N es el Conde de Montauncristo para huir de la sociedad y de su vida, para entrar en prisión. El chiste es pésimo, y huérfano de gracia, pero lo he avisado sin sutilezas, ergo no me podréis llamar traidor.
N está interpretado por Mario Casas, quien lo borda.
La verdad es que el personaje no es nada fácil. Como el resto de la peli, a decir verdad. Pero lo borda. Creo que logró interiorizar la idiosincrasia de N hasta el punto de hacerlo verosímil y creíble, pese a ser, de por sí, increíble.
Transmite emociones contradictorias. Las emociones que siente, y produce, N. Porque el muchacho pretende estar aislado de la Sociedad, pero va dejando rastro allá por donde pasa. A su hermana Abril la trae por la calle de la amargura. Y si os he dicho que Mario Casas lo borda, he de confesaros que Anna Castillo está fabulosa como Abril. Si N se come al espectador, Abril se come a N. Se come a N, a Ñ y a quien se le ponga por delante. Anna hace un pedazo de interpretación que es para ponerte en pie y aplaudir. QUé genio, qué carácter y qué sensibilidad destila por los cuatro costados.
Os dije que tenía a N alojado en su casa y N no es un tipo de fácil convivencia. Pero ahí está Abril, al pie del cañón, tirando del hermano, cuidando de él e intentando sacarle a flote para que rehaga su maltrecha vida. Intenta que pase página con el drama de su difunta esposa y sonría a la vida.
Pero N, de nuevo vuelvo a Casas, está hecho añicos.
N es un juguete roto
No sé si escuché al propio Rodrigo Cortés lo del juguete roto, en el especial de Todopoderosos. Si lo dijo él, lo entrecomillo: «N es un juguete roto» y, si no, lo explico.
Su mente quebró cuando murió su mujer. Con ella se llevó la criatura que recién habían concebido. Por eso N pasó, de la noche a la mañana, de hacer planes para vivir en familia y traer al mundo a una criatura a la que habría llenado de amor a estar solo. De todo eso, de esa vida normal a la que aspiran las personas normales, pasó a perderlo todo de un zarpazo, de esos que te da la vida. Esta vida perra que reparte suertes a su antojo. Y él se llevó la peor parte: perder al amor de su vida y con ella, al fruto de ese amor.
Un juguete roto, sin garantía y sin posible reparación. Que se lo digan al psicólogo, que pasa olímpicamente de él. Es un puzle mal hecho. Terminado, pero de manera irregular. No es simétrico, ni rectangular. Las piezas estaban todas encima de la mesa cuando se recuperó físicamente del accidente. Pero su mente… Su mente se dio mus por el morro para huir de la puñetera realidad a la que se tendría que enfrentar si fuera consciente de verdad.
Entonces, alguien fue cogiendo esas piezas y las fue incrustando sin criterio alguno hasta que todas estuvieron encajadas entre sí. Forzadas, apretadas, desordenadas, hasta deformadas a base de apretar para unir dos piezas que no deberían ir unidas. Ese es el cerebrito que le queda a N tras el accidente.
Con eso tiene que lidiar Abril un día sí y otro también.
Por fin es libre, entre rejas
Por paradójico que sea, N se sentirá libre, y feliz, cuando por fin sea encarcelado.
Su objetivo, pese a anodino, no deja de tener un poso de lógica (retorcida). Quiere ir a la cárcel para poder dejar de tomar decisiones. En la cárcel tendrá un horario, vestirá igual a diario. Le hacen la comida (aunque él se alimentaría masticando cubitos de hielo…), no tiene que ir a trabajar. No se preocupa por nada ni tiene que tomar decisiones que le condicionen su existencia.
N, sabiéndolo, o no, ha elegido el peor de los suicidios: se ha suicidado en vida. No muere. Bien porque no se atreve, bien porque no lo ha pensado, o porque se lo niegue su fe (pese a que no creo que albergue esperanza alguna en una futura vida redentora). O porque abstraído de la realidad es feliz en su mundo alternativo, en su ensoñación perenne. En su relajación psicológica, la que le ofrecen los muros de la cárcel.
Deciros que el tramo final de la película me hizo rememorar las sensaciones que viví la primera vez que vi a Alex recibiendo el Método Ludovico contra la violencia en el psiquiátrico de La naranja mecánica. No tiene relación alguna. Es una ida de olla mía… Sí y sí. Ambas apreciaciones son certeras. Pero eso no quita que, a mí, la mirada de Mario Casas, la situación de quietud en la que se encuentra en la recta final de la peli… y su manera de comer me hicieron recordar al cínico de Alex capaz de engañar al sistema haciéndose pasar por cuerdo para rebajar su condena, mientras que seguía siendo un ser depravado de mente sucia, mezquina y pervertida. Pues lo mismo este N, pero con el propósito contrario.
No deja de tener su puntito curioso que en las dos últimas pelis haya comparado, porque los actores me los han recordado, a dos de sus protagonistas con dos personajes con algo en común. N me ha recordado a Alex, como os decía, de La naranja mecánic. En mi comentario de Gladiator comparé a Commodo (comparación extensiva a Caracalla en Gladiator 2) con Calígula, el protagonista de la peli homónima. ¿Y qué es eso que tienen en común? Que Alex y Calígula fueron interpretados por un mismo actor: Malcolm MacDowell. Pues a él me recordó Mario Casas en su genial y, supuestamente inexpresiva interpretación. Digo «supuestamente» porque no se puede expresar más con menos, a través, sólo, de la mirada.
¿Qué he visto?
Esta es la pregunta del millón.
No es una comedia. Es más bien un drama. Un dramón. Pero un drama que te arranca risas incómodas y te hace sentir culpable por reír. Y por sonreír. Porque eres testigo de cómo se derrumba el castillo de naipes que tiene N en su cabeza hueca. Y las cosas que hace te hacen reír, pero porque no es nadie cercano a ti. No es tu amigo, ni un familiar. De serlo esas mismas cosas que nos hacen reír, como espectadores, nos clavarían las uñas en el corazón por tanta lástima como nos haría sentir ver a un muchacho perdido en la flor de la vida.
Intuiréis, por lo escrito, y lo descrito, hasta el momento, que la peli tiende a generar más conflictos que a resolverlos. Como veréis, por no saber, no sé ni catalogarla. Lo que sí sabría deciros es que es rarita de cojones, pero que yo sepa no existe ese género cinematográfico. Quizás lo tenga que acuñar. Menos mal que no soy periodista ni crítico de cine, y que hablo de éste por amor al (7º) Arte.
Pero sí os pondré algunos títulos para ver si, a fuerza de reconocerlos, soy medianamente capaz de situaros en la peli y en su marco: algún género. Aunque distinguiré entre guion por un lado y escenografía, producción y estética por otro. Y quizás así, sumando y agitando los títulos que os daré os podréis hacer una idea.
Por su guion
Podríamos estar frente a una comedia surrealista y de humor absurdo de Amanece que no es poco. Más surrealista que absurdo. Podría ser hasta una astracanada, cual La venganza de Don Mendo, pero el menda no sabría afirmarlo.
Un guion descarnado y grotesco que te hace dudar si estás ante una genialidad o una tomadura de pelo (ya os digo que genialidad). Unos diálogos frescos e ingeniosos que demuestran que la escritura puede ser creativa y original.
La peli está muy bien estructurada y el paseo que nos damos por la vida de N, con algún que otro salto atrás hasta su pasado, para entender su presente te hace pensar en lo frágil que es la vida y en lo importante que es vivirla y disfrutarla porque no sabes qué te depara el destino.
Por su estética
Aquí me tiraré a la piscina…
La estética de Escape me ha evocado, no sé por qué, a la estética de pelis como Acción Mutante; El día de la bestia; La comunidad; a ratos hasta Torrente. Y todavía más rocambolesco, os diré que me ha evocado a las versiones cinematográficas de cómics españoles, tan nuestros como Superlópez y los Mortadelos. Por sus escenas abigarradas y por los personajes indescriptibles que conviven con N en prisión. Parecen, todos ellos, sacados de la mente de Ibáñez y dibujados en carne y hueso.
El despacho del alcaide en la cárcel, con un palmo de agua por el suelo; la cárcel en sí misma, que es lo más grotesco que te puedes imaginar, que parece sacada de Venezuela; los dos psicólogos que vemos en la peli, que parecen más necesitados de tratamiento que sus pacientes.
El diseño del vestuario y, sobre todo, los decorados, y sobre, sobre todo, valga la redundancia redundada. El último hospital psiquiátrico, o cárcel, que combina el rigor minimalista. Lujo fuera de contexto con unas lámparas que cuestan un ojo de la cara produce una sensación de contraste visual que, para variar, te descoloca en el asiento y te desconcierta. Si a todo este batiburrillo de incongruencias le sumamos la banda sonora y la música, por favor… Dante, sácame del cine antes de terminar mi tránsito por el Purgatorio y descender al Infierno. Allí me lleva el Caronte Cortés con una peli que me desquicia y enamora por igual.
Porque sí, la atmósfera de esta peli, para mí, tiene más de dantesca que de kafkiana.
¿Kafka o Melville?
Volviendo al especial de Todopoderosos, en él se refiere una persona del público a la peli como «kafkiana«, y hace referencia explícita, si no me falla la memoria, a Gregorio Samsa, de La metamorfosis, para aludir a N. Disiento, y siento hacerlo. Aunque la atmósfera de la peli casi podría calificarla como tal, pues no llega a dantesca, pero sí es grotesca, al especificar la alusión al protagonista de la peli es ahí, donde veo un paralelismo erróneo. Y me explico a continuación.
Kafka y La metamorfosis
Gregorio Samsa amanece convertido en una cucaracha gigante. Si esto te coge por sorpresa será porque no te has leído la obra literaria, cosa que te recomiendo, para poder terminar de captar la sutileza que voy a esgrimir como argumento. La metamorfosis en insecto, de ahí el título, se produce de la noche a la mañana. Gregorio se acuesta humano y amanece cucaracha gigante.
Es un proceso inmediato y Gregorio es 100% autoconsciente de su situación y, por lo tanto, de su nueva condición. Dejemos ahora a Gregorio aparcado en su habitación sin muebles, excepto su sofá, para que pueda corretear por el suelo, y por las paredes y el techo, y vamos al meollo de mi disentimiento. Luego retomaré este punto que dejo sin rematar.
Por otro lado, tenemos la obra de Melville…
Melville y Bartleby, el escribiente
Otra narración breve, como la de Kafka.
En esta tenemos un escribiente recién incorporado a un bufete de abogados. Un muchacho joven y brillante que, poco a poco, va cambiando su filosofía existencial hasta convertirse en quien no era. Esto implica un goteo lento que lleva a Bartleby del empleado ejemplar al parásito integral, llevado por la molicie y el deseo de no asumir tareas nuevas. Esto último lo veremos en su célebre frase «preferiría no hacerlo«.
Una frasecita que nos dibujará una sonrisita en los labios, de perplejidad. Luego otra, quizás de complicidad. La rutina hará que aflore otra de cotidianeidad y, al final de la obra se nos borra la sonrisita, como se le borra al abogado que lo ha contratado, porque contrató a un muchacho diligente y su empleado se ha convertido en un elemento más del mobiliario. Y no como como las chicas del mobiliario de Soylent Green (Cuando el destino nos alcance) precisamente. Eran activas en cuanto a su actitud en la casa, pasivas en la cama, reactivas ante las iniciativas ajenas y proactivas para hacerte sentir «cómodo«. Bartleby es como tener un baúl debajo de la ventana, pero sin utilidad alguna.
Gregorio Vs. Bartleby… ¿Y N?
Los dos primeros pasan por sendos procesos destructivos, aunque los diferencia la esencia del mismo:
- El proceso en Bartleby es autodestructivo/activo/psicológico/inconsciente: si estuviésemos ante una persona normal entenderíamos que tendría que ser consciente de su cambio psicológico, pero todo parece indicar que se ha abandonado y, ni es consciente de su cambio, ni parece serlo de las consecuencias que acarrea su nueva postura vital. Y, en cierto modo activo, pues él mismo es quien lo impulsa mediante su molicie que se manifiesta con el «preferiría no hacerlo«
- El proceso en Gregorio es destructivo/pasivo/físico/consciente: pues se encuentra con el cambio (físico) hecho, es pasivo con respecto al hecho en sí porque lo ha sufrido y lo padece, pues pese a todo y a todos, es plenamente consciente de todo y queda listo para papeles desde el inicio de la obra
N, nuestro N, el tercero en liza y, siempre desde mi mera opinión, se desmarca de Kafka y lo identificaría, casi hasta pensar que bien podría ser la fuente que lo inspiró, con Bartleby.
- El proceso de N es autodestructivo/activo/psicológico/aparentemente consciente: Aunque según vemos avanzar la peli vemos que, o bien no lo era, o bien va diluyendo su propia autoconsciencia. Lo hace eludiendo la toma de decisiones (preferiría no hacerlo = No quiero responsabilidades) para mantener anestesiada su conciencia porque la parte psicológica de su problema, que lo es todo, pesa como una losa sobre él
Por todas esas razones opino que, para mí, N se asemeja más a Batleby que a N. Porque sufre un accidente cuyas consecuencias trágicas rompen su cerebrito y pierde la noción de lo que es real e irreal para convertirse en una burla de sí mismo y ser el juguete roto que hace todo lo que se puede hacer por evitar tener que tomar decisiones que le compliquen la existencia.
Aprovecho para deciros, por si alguno no lo sabe, que Herman Melville escribió Moby Dick, mi novela favorita. Os dejo enlace a esta obra de arte literaria en mi blog de entretenimiento: Moby Dick en el troblogdita.
Adaptación literaria
Me veo forzado a mencionar que esta película está (vagamente, o remotamente) basada en una novela homónima: Escape. Aunque no he tenido el placer de leer pero que, el propio Rodrigo Cortés confiesa que dista mucho de ser una auténtica adaptación porque ha cambiado todo el texto cinematográfico y lo ha alejado del todo del texto literario.
Según explica el propio Rodrigo fue Enrique Rubio quien instó a Cortés a adaptar su novela, pero el director de cine no vio cómo. Sería al paso de los años que se invirtiera todo y el director fuera quien acudió al escritor, esta vez convencido de querer llevar su propia versión de la novela al cine.
Enrique Rubio manuscrito novela Escape: le gusta su mundo y su vocación autodestructiva, pero pensó que no lo podría adaptar, pero años después volvió sobre ella y fue ahora él quien pidió permiso a Enrique para adaptarla… a su manera. Según sus propias palabras no la transcribió en clave «adaptación» sino en búsqueda de un tono propio con sus reglas
«En Escape todo está al revés, se celebra lo peor y se llena de nostalgia lo luminoso«
Rodrigo Cortés
Rodrigo (creo que) busca el contraste de emociones y sentimientos que conmueven hasta soltar una lagrimita que te contraría sin saber si es por la risa que has dejado escapar o por la pena que sentías por el personaje mientras sonreías. De verdad que Rodrigo usa a Mario Casas para conmovernos y removernos de tal modo que nos sentimos incómodos en la butaca. Si ríes, porque ríes. Si no ríes, porque no lo haces.
Aquí hago un pequeño alto para mencionar algo curioso. En la sala de cine en la que vi la peli, en Kinepolis Diversia, en Madrid, había dos grupos bien diferenciados de espectadores: jóvenes rondando la veintena y maduritos a partir de los 40. Yo vi la peli el 14 de noviembre, justo para celebrar mi 50 cumpleaños. Pues bien, a los maduros nos costó arrancarnos a reir, aunque nos hiciera gracia la peli, sobre todo en el tramo inicial, en el que disimulábamos las risitas porque no sabíamos si procedían o no.
Sin embargo, el grupo de jóvenes, sentados por detrás de mi rieron sin parar y sin complejos de inicio a fin. Lo cual me hizo pensar con curiosidad que era una peli más bien dirigida a un público más joven… O quizás que ellos, en lo mejor de la vida y sin las responsabilidades de los adultos, no supieron entrever el drama que estaba centrifugando a un N incapaz de volver a poner los pies en la tierra.
No disfrutas nada de lo que haces movido por la película, al contrario, sea cual sea tu emoción, tu sensación o tu respuesta a lo que ves en la pantalla, por dentro te revelas. No sabes por qué, pero te revelas. Si ries viendo sufrir a N te da una punzada de remordimiento y dejas de reir. Pero si te conmueves te sientes ñoño y te obligas a reír. Os prometo que nunca me había pasado esto en una sala de cine y sólo por esta mezcla de sentimientos y emociones contrapuestas ya merece la pena ver Escape.