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Enterrado

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Enterrado no debería tener cabida en un mini ciclo de cine ultraviolento… ¿No creéis?

Eso mismo pensaba yo, y por eso iba a guardármela para el mes siguiente. Pero lo he pensado y repensado y, aunque lo coja un poco con pinzas, si cabe hasta con palillos chinos… En el fondo (alegórico lo de «el fondo«) creo que podría incluirla porque, vale, no hay peleas por lo que podríamos descartar la violencia física. Pero está repleta de violencia psicológica

¿Puede haber algo más violento que ser secuestrado y enterrado en vida? La respuesta que intuyo sería «no«. Pero lo hay. Partimos de la premisa descrita, pero maticemos…

«Una peli real, no realista«

Te despiertas en un sitio desconocido. 100% oscuridad. Y no te puedes mover porque chocas con algo en tu frente, en tus costados, en la cabeza y en los pies. Angustioso…

Hasta ahí estamos dentro del supuesto, salvo que cuando se despierta Paul, el protagonista, no sabe que ha sido secuestrado. Lo deduce al poco rato, pero no cuando se despierta. Por no saber, no sabe ni dónde está. Ni por qué está ahí. Hasta que encuentra un mechero de gasolina. Han pasado…. ¿Cuántos? ¿Tres minutos? No lo recuerdo, pero por ahí andará el rato de peli que pasamos con toda la pantalla en negro al inicio de la película. Hay que tenerlos pero que muy bien puestos (hablo del director) para iniciar una peli.

Aun así quedan muchas preguntas por hacer. Ya sabemos «dónde«. O lo podemos intuir, por la caja de madera en la que está Paul. El «porqué» tardará un ratito más, hasta que descubramos que, amén del mechero, también hay un móvil en la caja de madera. El título de la peli nos hará saber que esa caja es un ataúd, por lo que dejaré de utilizar eufemismos y me referiré a él por su nombre.

Está metido en un ataúd y enterrado vivo

¿No es suficiente violencia?

Pero todo lo que puede empeorar, empeora.

Cuando descubre el móvil lo hace para hablar con un desconocido. Su secuestrador. Un musulmán iraquí que pide un rescate de cinco millones de dólares por su vida. Eso es descorazonador. Primero porque los Estados Unidos no pagan rescates. De pagarlos sería dinero fácil para cualquier terrorista. Pero es todavía más descorazonador porque sabemos que el secuestrado es un camionero. Un transportista que se fue a Irak porque no tenía trabajo en los Estados Unidos. Fue a ayudar a la reconstrucción del país tras la guerra de Irak.

Es decir…

Paul no vale los cinco millones de dólares

Él lo sabe.

Pero tiene que hacérselo comprender al secuestrador. Le tiene que explicar que si pone esa cifra para el rescate se puede ir olvidando del dinero y él de salir del agujero. Y lo logra. Tras un tira y afloja consigue reducir la cantidad a un millón. Sigue siendo una quimera, pero por lo menos gana algo de tiempo.

Tiempo que no tiene por varios motivos.

Tiene oxígeno, pero no sabe cuánto. Por las dimensiones del ataúd podríamos estar hablando de unos 900L de oxígeno (lo he buscado, no os creáis que me conocía el dato). Si le restamos el volumen de un cuerpo humano (sobre 70L) estaríamos ante un total de 830L de oxígeno, lo que implica unas cinco horas de oxígeno.

El problema es cuánto tiempo ha pasado inconsciente Paul antes de despertarse. Es verdad que dormido, y desconociendo su situación, sus constantes vitales descenderían y consumiría mucho menos oxígeno. Pero esa incertidumbre, la del tiempo que ha estado fuera de juego, es la que no nos permite tener una referencia horaria para saber cuánto queda para la asfixia. Que se despierte en las circunstancias que se despierta, y dónde, y tenga las conversaciones que va a tener (con el móvil) hará que se agite, se enfade, grite y precipite su respiración y, con ella, agote el oxígeno a pasos agigantados.

Línea directa con su secuestrador

Porque os preguntaréis que cómo termina por saber que está secuestrado y por qué sabe lo del rescate y puede intentar negociarlo… Todo es por el móvil. Se lo ha puesto ahí el secuestrador. Para poder hablar con él, poderle explicar sus condiciones y para poderle mostrar el vídeo de su compañera de trabajo, también secuestrada y, al final, asesinada por el musulmán.

Todo esto no ayuda a dosificar el oxígeno. Ya me entendéis. Ahora sumadle que tendrá una visita, una serpiente. No sé si es venenosa o no, ni me importa. A la situación en la que se encuentra el muchacho, imaginaros que se le cuela… Mejor aún. Imaginaros en el sitio del muchacho e imaginaros que entra una serpiente. Yo intentaría cazarla. Eso al menos te daría proteínas con su carne y te hidrataría con su sangre. Pero claro, ponte a pensar esto metido en un ataúd.

En su intento por mantener a raya a la serpiente provocará un pequeño incendio… ¡Ojo! A todo lo dicho antes, sobre el oxígeno, sumad, mejor dicho, restad el que se consume para que prenda la llama del mechero, pues sin oxígeno no hay combustión. Y restad el oxígeno que se esfumará con el micro incendio. Vamos, que pintan bastos* para Paul. Para los que no conozcan la expresión significa que lo tiene crudo. Abajo ampliaré su explicación, para no desviarnos del tema ahora.

Alerta SPOILER

Voy a destripar el final.

Quedáis avisados.

Enterrado tiene el mejor final posible

Lejos del héroe que huye del ataúd por sus propios medios. Esto no es Kill Bill. No aparece el 7º de caballería, para desgracia de Paul. Tampoco se apiada de él el musulmán que le secuestró y le enterró vivo.

No tiene un final feliz.

Y eso la hace más grande todavía.

Porque la vida… quien me conozca sabrá cuál es mi lema:

«La vida es muy perra«

No me cansaré de repetirlo.

Es más. Es tan perra, y tan dura, que precisamente por eso me gusta esta película. No porque Paul la espiche, que, dicho sea de paso, palma. No es por eso. Es porque palmando Paul esta peli nos hace partícipes de tres cosas:

  1. Claustrofobia
  2. Falsas esperanzas
  3. Angustia
  4. Desazón

Claustrofobia

Aparecer dentro del ataúd. No necesito más explicaciones. Imaginadlo. Una cuenta atrás para sobrevivir. Controlar tus emociones. Racionar el oxígeno. Ver el margen de movimiento. Y, en el mejor de los casos, intentar violentar la madera para poder escapar. Pero si logras lo primero, rezar para no verte sepultado en la tierra que rellenará el hueco en el que estás embutido.

Falsas esperanzas

No nos engañemos. El 99’99% de los espectadores fuimos a ver la peli de un tío al que habían enterrado vivo para ver cómo se salva in extremis. Fuimos a verla para poder respirar con Paul cuando sacara la cabeza del ataúd y estuviera a ras del suelo para dar una bocanada de aire fresco con él.

Por eso hablo de falsas esperanzas. Porque nos pasamos la peli creyendo y deseando que sus llamadas lleguen a buen puerto y se active su búsqueda, encuentren al secuestrador, éste muestre dónde está el secuestrado y todos felices.

Pero avanza la peli vemos que eso no ocurre.

Cosa que nos lleva a la…

Angustia

El paso del tiempo es implacable.

Puedes detener las agujas del reloj, pero el tiempo sigue pasando.

La angustia radica en una cuenta atrás finita. Tiene un final, pero desconocemos su inicio (por lo de no saber cuánto tiempo llevaba inconsciente). Es como un buceador que se queda atrapado entre un amasijo de hierros visitando un pecio en el fondo del mar. Sé que decir «pecio» y «en el fondo del mar» puede ser redundante, pero lo hago por si alguno no se ubica con lo del pecio.

En ese caso el submarinista es consciente del oxígeno que le queda, porque lo puede medir. Y lo suelen controlar porque saben regular su respiración. Pero este muchacho, Paul, ni sabe cuánto oxígeno le queda ni se sabe calmar ni sabe dosificar lo único que le mantiene vivo.

Y todo eso genera una angustia que deriva y degenera en…

Desazón

Cuando comprendemos que la realidad se ha impuesto a la ficción. Y cuando comprendemos que esta peli podría ser la historia de decenas de personas que terminan sus días en las manos de criminales sin escrúpulos y fanáticos que no valoran el valor de la vida como lo comprenden las personas normales, morales y civilizadas.

Pero para desazón… Desazón con mayúsculas. Lo que te rompe el corazón y te lo desgarra, es cuando aprovecha lo que queda de batería del móvil para grabar un vídeo a modo de testamento. Sabe que no va a salir de allí y no sabe si alguien verá el vídeo algún día. Pero se siente obligado a hacerlo. A modo de despedida, y para dejarlo todo atado tras su absurda desaparición de esta vida.

Es en ese momento cuando recapitula y comprende que si su muerte es absurda más absurda ha sido su vida.

Todo lo que puede dejar a su mujer creo recordar que es la casa de los dos, el coche y 700$. Pero donde te entran ganas de arrancarte el corazón es cuando se dirige a su hijo. Piensa, se calla, repiensa y no encuentra nada que legarle. Tan solo su ropa, para la que (bromea) tendrá que esperar a crecer para poderla utilizar.

Un tío que ha viajado al culo del mundo, que sale de la civilización para ir a un país en reconstrucción. Que se deja la piel conduciendo un camión en medio del desierto y sólo ha logrado reunir y ahorrar 700 dólares. Eso es cuanto tiene y eso es todo lo que le puede dejar a su hijo, amén de vaqueros y camisetas. Es tristísimo.

¿Compartís mi desazón?

La iluminación en Enterrado

Creo recordar que en el documental Cómo se hizo Enterrado se refieren a este aspecto como «una fuente de iluminación práctica«. A ver si lo sé explicar, por lo menos lo que recuerde de lo escuchado…

La iluminación cumple tres funciones en Buried

  1. Ilumina la escena para que la podamos ver
  2. Marca el paso del tiempo
  3. Modifica el escenario

Ilumina…

Os parecerá obvio… «Álvaro, el de el fancine dice que la iluminación ilumina…» Voy con todo a por el Pulitzer. Pero si tenemos en cuenta que toda la película trascurre dentro de un ataúd no es baladí contar con diferentes fuentes lumínicas para evitar una pantalla en negro durante hora y media de peli.

Marca el paso del tiempo

El hecho de que tenga varias fuentes lumínicas diferentes, y que estas se vayan ampliando conforme avanza la peli nos permite (y por si no lo supiera explicar yo mejor lo hacen el el documental que os he recomendad) vincular psicológicamente la luz cálida y amarilla al mechero y a una parte de la peli. La luz fría y azulada, o blanca, del móvil, a otra parte y, por último, la luz verde y profunda a la barra de luz de emergencia que encuentra en la saca.

Si vemos un pasaje aislado de la peli sabemos ubicarlo en la escala temporal porque asociamos la iluminación (mechero, móvil, barrita) a una acción o fracción de la peli. Es cierto que el móvil y el mechero se intercalan y aparecen, desaparecen y reaparecen, pero aun así, en cierto grado, es verdad que podemos ubicar el momento de la peli en función de la iluminación.

Modifica el escenario

¿No estábamos viendo un ataúd?

Sí.

¿Y no quedamos en que Paul empieza dentro del ataúd, evoluciona (como persona y como personaje) dentro del ataúd, y termina la peli dentro del mismo ataúd?

Sí.

¿Entonces?

¿Dónde está el cambio de escenarios?

Preguntádselo a Eduard Grau

El tío se revela como un iluminador de primera. Un portento de imaginación y de plasmación de lo imaginado.

Al final, sin movernos del interior del ataúd, Grau logra que un mismo espacio físico iluminado de maneras diferentes se convierta, inconscientemente, en diferentes escenarios. Nos traslada no físicamente sino emocionalmente, psicológicamente, de un escenario a otro sin movernos ni un palmo a la derecha o a la izquierda. Y es porque cada luz, o fuente de luz, irá asociada a un gesto, a una acción y a una emoción del protagonista.

Esto le permitió fragmentar los 93 minutos de duración en las diferentes escenas que componen la peli. Y cada una de ellas resulta visible gracias a la iluminación, y las diferenciamos por color y el calor de esa fuente de luz. De ahí las escenas que son (cuando lo normal sería el efecto inverso) las que nos evoquen distintos escenarios sin serlo.

Me quito el sombrero.

Recapitulando sobre la iluminación

La iluminación es vital en esta película.

Recordad que todo su metraje transcurre en el interior de un ataúd, por lo que el porcentaje de luz natural es del 0%. Hay tramos de la peli en los que no hay ninguna fuente de luz y podemos comprobar en ellos a qué me refiero. Entonces la vista cede el testigo al oído y escuchamos a Paul respirar, jadear, llorar, gritar, golpear y arañar hasta desesperar.

Pero también le escuchamos intentando encender el ZIPPO, con el ruido característico de la ruedecilla al girar. Y escuchamos las pilas de una linterna que está un poco a la virulé y Paul la agita y golpetea la tecla del encendido y apagado. Y escuchamos su ropa a restregarse por la superficie porosa de la madera. También escuchamos la arena cuando cae… Insisto, y si no lo he dicho antes lo digo ahora…

Linterna que parpadea, led (la barrita) verde, el ZIPPO, la pantalla del móvil… son todos diferentes tipos de luces, y de iluminaciones. Hasta de temperatura lumínica que sirven para separar en actos una película que, de principio a fin, transcurre en el mismo escenario y con el mismo actor en pantalla.

Enterrado es una orgía sensorial

  • Nos priva del gusto, pero para gusto el de Rodrigo Cortés, potenciando los demás sentidos
  • La vista es intermitente… y el juego de luces será el que nos permita comprender el paso del tiempo en la peli
  • El tacto hace del habitáculo un lugar no sólo claustrofóbico sino áspero también. Madera tosca, ropa y cuerpo sudados… y el calor de la vida, que yo interpretaría como el fuego del mechero y su nexo con el exterior que nos vienen dados, ambos, con el frío del metal con que se hicieron el móvil y el mechero
  • El oído… Recordad esos jadeos que mencioné antes. Y cómo raspa su ropa y su carne cuando se mueve y remueve por el interior del ataúd…
  • Del olfato ni os hablo. Imaginaros sudando la gota gorda en un cubículo destinado a ser tu sepultura… Ahí dentro tenía que oler a muerto convirtiendo el sudor de Paul en sudario improvisado

Por todo esto os digo que esta peli es, sencillamente, magistral. Por culpa de Cortés, sí, y del magnífico elenco de profesionales con que se rodeó. Eduard Grau hizo filigranas con la fotografía y Víctor Reyes me precipitó (digo «me» porque no sé si lo que yo experimenté es algo común o sólo me pasó a mi) al cine de Alfred Hitchcock.

En verdad lo hicieron entre los tres… Grau + Reyes + Cortés. Porque el uno encuadró la imagen, el otro la filtró por su música y el jefe lo dirigió y lo montó todo para dar, como resultado, una magnífica película de suspense que, a ratos, se convertía en peli de terror.

Suspense

La falsa esperanza…

Debatirse entre la vida y la muerte…

Pelear a ciegas para ver la luz…

El oxígeno a contrarreloj…

La ejecución de su amiga. ¿He dicho «ejecución»? No: el asesinato.

Y las llamaditas de teléfono…

Una sola de esas cosas habría dado para generar el suspensa que atrapara al espectador para retenerlo con las uñas clavadas en la butaca para seguir viendo la película. Pero la suma de todos ellos, con un montaje que te vuelve loco de lo preciso, conciso y acertado que es…

La iluminación, las falsas esperanzas, es decir: que el pobre Paul se agarre a la vida hasta el último minuto. Haber visto como le volaban la tapa de los sesos a su amiga, porque el musulmán le ha enviado un vídeo para que viera cómo la asesinaban. Y saber que los secuestradores y asesinos tenían la documentación de Paul y que eso dejaba con el culo al aire a su familia en los Estados Unidos. Y él estaba impotente bajo tierra…

Rediós.

Esta película empequeñece a Hitchcock

Si es que cabe tal osadía y no acabo de columpiarme.

Llegados al maestro del suspense… permitidme enfilar el final de mi comentario regodeándome en las llamadas de teléfono.

Para mi el verdadero suspense se produce cuando habla por teléfono.

Habla con Jabir, el terrorista que le ha metido en el ataúd. Obviamente estas conversaciones son inquietantes (fuentes del suspense). Negociar el rescate, córtate un dedo y grábalo en un vídeo. El vídeo de cómo asesinan a su compañera… En fin, una delicia.

Habla, creo recordar, con el FBI.

América no paga rescates

Pero intentará localizar al secuestrado. Esto te agita un poquito…

También habla con los Recursos Humanos de su empresa. Como dije en En busca de la felicidad, los más inhumanos de toda relación laboral. En esta ocasión le llaman para comunicarle que han descubierto que tuvo una aventura con una compañera del trabajo, si me apuráis la del video. A la que vuelan la tapa de los sesos de un disparo. Como eso iba en contra de la política de empresa, le comunican que queda suspendido su seguro de vida y su familia no tendrá cobertura alguna. ni indemnización ni pensión si fallece. Esto te acojona.

Conroy, el del FBI le vuelve a llamar para decirle que un terrorista parece haber cantado y les ha chivado dónde está enterrado. Uffff… la cosa se endereza… Ten paciencia Paul, ¡van a por ti!

A lo largo de la peli habla con su cuñada y, creo recordar. Me doy cuenta de que tendría que haber visto de nuevo la peli, pero no la tengo en mi colección de DVDs…: tiro de mi memoria y a ver si no meto la pata. Y hasta con su esposa, en la recta final. No, final, no, en la recta finalísima de la película.

Por todas estas llamadas os digo que, para mí, la verdadera angustia me la producen esas conversaciones con el exterior. Insisto… RR.HH. Miedito…

Suspense, no suspenso

Aprovecho la ocasión para decir que me sangran los ojos cuando leo en las redes sociales que alguien confunde suspense con suspenso. Usan el adjetivo suspenso en lugar del sustantivo suspense. No me refiero a los hermanos del otro lado del charco, a los españoles de las provincias de Ultramar, que sí han sustantivado «suspenso» y lo intercambian sin provocar dolor. Me refiero a los otros españoles, los peninsulares, los que patean el diccionario.

Para suspense… el bombardeo por los alrededores removerá la tierra que cubre el ataúd y hará que la arena se empiece a filtrar a la par que Conroy, el del FBI, habla con Paul para decirle que ya le han localizado y que están empezando a remover la tierra para liberarlo.

Rodrigo Cortés

Enterrado es un alarde de maestría por parte del director, el español Rodrigo Cortés. Mejor iría al cine español con directores como él. Un tío trabajador que no responde al patrón del cazador de subvenciones al que nos tienen acostumbrados los demás directores del cine español del siglo XXI. Y da gusto escuchar su manera de hablar, de razonar y de bromear en Topoderosos y en Aquí hay dragones.

Para mi habría sido muy fácil centrar mi comentario en él. Habría tirado de podcast y cambiado sus palabras por las mías. He usado el documental Cómo se hizo Enterrado. Lo podréis encontrar en Youtube. Si os gusta esta peli, es más, si os gusta el cine, os recomiendo que lo veáis porque alucinaréis.

Iba a hacer mi comentario abordando los tópicos clásicos sobre esta peli: Un guion maldito; Los tropecientos ataúdes… Un director de cine español que se atrevió a hacer la peli que nadie quería hacer; Los diecisiete días de rodaje; Su banda sonora… Pero todo eso lo cuenta él en el documental, y si no, lo cuentan muchos otros en sus blogs de cine, o podcasts. Insisto: eso mismo iba a hacer yo. Pero ya me conocéis, si ya lo han hecho otros… Además, cuando empiezo a escribir sé cómo empiezo, pero nunca cómo voy a terminar.

También he de decir que tenía cierto complejo a la hora de enfrentarme a este comentario. Injustificado, que es lo peor. Es muy fácil escribir tu opinión sobre una peli cuyo director vive a cuatro mil kilómetros de ti. Pero Alejandro vive en Madrid. Siempre me dije a mi mismo… ¿Y si intentas escribir algo chulísimo sobre Buried y te pasas de listo y metes la pata? ¿Y si te lee el mismísimo Alejandro y te escribe para decirte «menudo comentario has hecho, no has acertado ni una de tus apreciaciones«?

Por fin me he abierto los ojos a mí mismo y he comprendido que Cortés, precisamente Cortés, no se pasa las semanas mirando el fancine para ver si ya he hablado de Enterrado, o no. Y, por lo que le escucho en esos podcasts, su talla profesional, y personal, está muy por encima de pisotear a un humilde amante del cine que habla de él por amor al 7º Arte. Es más, quiero creer que por mucho que no le gustara este comentario, se portaría como el Sr. que demuestra ser cuando habla en público.

Eso sí, si por algún motivo terminara leyéndome, y si encontrara algo que yo hubiera dicho que se alejara de la realidad, o que me hubiera sacado yo de la chistera o que estuviera confundido… Si me corrigiera y me sacara del error sería todo un honor para mi. Primero por poder subsanarlo. Segundo porque el comentario quedaría redondo y tercero por saber que el director de este peliculón habría tenido a bien dedicarme un par de minutos de su tiempo para leerme y otro tanto para matizar lo escrito.

Lo escrito… a partir de su peli y del guion de Chris Sparling, que ha sabido sintetizar la acción y definir un personaje, Paul, que debería recibir los reconocimientos que se merece, tanto como el actor que lo encarna: Ryan Reynolds. Por cierto, lo encontraréis en el fancine en Deadpool y haciendo un cameo en Ted.

La antiaventura

Cuando ves un Indiana Jones sales del cine desando convertirte en él.

Quieres ser Indi y quieres vivir sus aventuras. Serpientes, pelear contra los malos, ligar mucho, saber más de Historia y de Literatura que nadie… Galopar, pilotar, caer en una balsa de un avión… y volver a ligar.

Vaya por delante mi admiración y mi pasión por Indiana Jones (mi favorita es la del Grial). Pero este pobre Paul es un perdedor. Es un tipo corriente que la espichará enterrado vivo sepultado por la arena del desierto.

Y sin embargo nos mantiene tensos de principio a fin de la peli. Cortés nos tiene en sus manos. Nos remueve la conciencia (esos Recursos Humanos…), nos hace padecernos por alguien a quien no conocemos y, para colmo, llena el ataúd de acción: incendio, bombardeo, chantaje, tortura, negociaciones… Con un tío tumbado, sudado, desesperado y sentenciado sin juicio.

En nada diríamos que se parece al héroe por antonomasia, nuestro Indiana Jones, salvo cuando aparece la serpiente.

*Pintan bastos – Naipes Zaca

Pintan bastos, como os decía, significa que la cosa está jodida. Perdón por la expresión, pero es la más gráfica y descriptiva que se me ha ocurrido. ¿Conocéis la baraja española? Se divide en cuatro palos: Oros, Copas, Espadas y Bastos. Pues bien, cada uno de ellos representa un estrato de la jerarquía social medieval. Pues de entonces vienen nuestros naipes. Nobleza, clero, caballeros y el pueblo.

Cada uno de estos palos tiene su dibujito y éste está enmarcado con una línea. Esa línea varía sus partes superior e inferior en función, y en el orden, del palo al que acompaña:

  • Oros: nobleza – Una línea continua
  • Copas: clero – Dos líneas
  • Espadas: Hombres de armas o caballeros – Tres líneas
  • Bastos: El vulgo – Cuatro líneas

Y esas líneas son las que retratan el valor del palo, ¿y cómo se hacía un retrato…? Pintando. Por lo que «pintan bastos» se refiere a la carta en si, por un lado, pero sobre todo, en según qué juego, cuál será el palo que predomine en una jugada concreta. Y siendo las cuatro líneas (las que pintan bastos) y los bastos el vulgo, que es lo más bajo de esa escala social… Pintar bastos no puede significar más que la cosa se complica.

Si no os lo he sabido explicar, y no entendéis lo de las cartas, los palos y las rayitas visitad Naipes Zaca. Echad un vistazo a este juego de Mus. En concreto a la segunda foto, en la que salen varios naipes de distintos palos. Ahí podréis ver lo de las rayitas y, de paso, comprar un juego de naipes. Que sí, el tal Zaca es amigo mío y estamos para echarnos una mano, que la vida es muy perra y sí… «pintan bastos«.

Ryan Reynolds en el fancine

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