Alicia en el país de las maravillas me maravilla.
Fundé dos revistas en la Facultad de Filología, en la Complutense de Madrid.
Una para todas las Filologías modernas, a la que llamé Labryx, por mi pasión por los laberintos. La otra era específica para los alumnos de Filología Inlgglesa, y la llamé Through the looking glass. ¿Casualidad? Tal era, y sigue siendo, mi gusto por Lewis Carroll.
Los miembros de la revista no firmábamos nuestros artículos. No con nuestros nombres. Escribíamos bajo pseudónimo, y cada uno de nosotros firmaba sus textos con el nombre de un personaje de Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas, o de A través del espejo. Hasta hicimos un concurso para ver qué estudiante identificaba a todos los que escribíamos en la revista y descubría qué personaje era cada cual. Yo era el Caballero blanco.
Menciono esto para que os hagáis una idea de cuánto me gustan las obras que inspiran el guion de esta película. Y sí, habéis leído bien, «las obras», porque esta peli bebe de las dos obras fundamentales de Carroll: Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas y A través del espejo. Bebe, y respeta. Como buena adaptación que es.
No como la de Tim Burton de 2010, que más que versión es perversión de las obras literarias. Perversión woke, como todo lo woke, que corrompe lo que toma prestado y lo mutila y lo recompone con miembros corruptos y grotescos. Donde había unos pies, ahora pone ruedas. Donde había una mano, ahora una motosierra… Eso tirándolo por lo ciborg, que lo woke iría más estilo Cthulhu, más Lovecraft, transmutando la identidad física y mental de todo lo que contamina con su mensaje grosero. Y eso que el wokismo no era entonces lo que ha sido en el último lustro: mascarón de proa de la decadencia de Occidente.
THE wokEND
Aunque parece que pierde fuelle.
Gracias a Dios el mismo CEO de Disney ha anunciado que la propia DISNEY abandona la agenda WOKE. Un lastre que ha esquilmado las arcas de la productora. Pero que, por el camino, ha trepanado las cabecitas de millones de niños inocentes que, en su ingenuidad, se sentaban delante de la tele para ver una peli y se zampaban toneladas de propaganda política, social, de género y degenerada.
Disney podrá recuperarse del daño autoinfligido por su coqueteo con lo amoral. Pero muchos de esos niños habrán hecho suyas las consignas de la intolerancia antisocial y anti científica y quedan marcados de por vida. Algunos, por culpa de la dichosa agenda woke saldrán castrados, voluntariamente castrados, y muchas niñas mutiladas, automutiladas en pos del capricho de la identidad mutante… e irreversible. No querría yo ser ninguno de ellos, cuando vean su nueva, cruda y mutilada realidad A través del espejo y el horror los suma en el terror del error sin solución.
Ingeniería social… Es lo que tiene jugar a ser Victor Frankenstein sorteando la ciencia, la ética, la moral y la razón. Y el sentido común, la dignidad personal, la institución familiar y abandonar la fe para abrazar la ideología del egoísmo y del capricho, del negacionismo biológico y jugar a Los Miserables grabando las manifestaciones con Smartphones, con zapatillas de marca y mezclando pancartas con mensajes no sólo contradictorios entre sí, sino antagonistas.
Alicia es esencia Disney
Alicia es 100% Disney.
Pese a ser una adaptación de la literatura.
Pero en su talante, y en su talento, en sus maneras y en su femineidad es Disney. Pero, y, sobre todo, esta Alicia es la Alicia de Lewis Carroll. Eso es lo que importa. Puedes hacer una versión, por diversión. Pero sin reinventarte al personaje original. Sin cambiarlo. Sin secuestrarlo y sin manipularlo para quebrantar familias enfrentando a los niños con sus padres. Retorciendo sus cerebritos, que son como esponjas, con sobredosis de ideologías falsas en las que mentira y realidad se confunden.
Obviando su filmografía reciente: diez años demenciales en los que han sido capaces de triturar franquicias como Star Wars y Marvel con la única intención de hacer daño. reventando sagas, cómics, películas y series deseadas durante décadas por sus millones de seguidores que, con lágrimas en el alma daban por terminada su relación de amor con sus personajes favoritos porque, a base de cambiarlos, son irreconocibles. Los han cambiado de sexo, de edad, de identidad sexual, de raza… todo sin inventar, tan sólo reinventando con ánimo de fastidiar al autor original, a sus aficionados originales y a la mismísima sociedad que los vio nacer.
Vuelvo a tener Disney
Mientras sea cierto que abandonan la agenda Woke.
Todo eso parece terminar. O parece estar a las puertas de terminar. Y no penséis que me estoy yendo por las ramas. Sigo en Alicia. En su país de las Maravillas. Maravillas que son pesadillas, porque la propia Alicia se verá arrastrada a un submundo irreal en el que la realidad se desvirtúa y la razón huelga por su ausencia. Es decir, Alicia, otro personaje Disney víctima del wokismo es el mejor ejemplo, o la mejor metáfora, de la travesía por el desierto que se autoimpuso Disney. Todo por el buenismo, por el qué dirán.
Ella misma huye de su realidad y se sumerge en un mundo onírico que termina aterrándola y del que querrá huir a toda costa, para volver a la realidad.
Por eso, y por cuánto me gusta Alicia, y por lo que significó en mi vida, la obra literaria, como filólogo, y la película, como niño Disney, cuando Disney era Disney, por todo eso me he decidido a comentarla hoy. Y me temo que este comentario terminará en un podcast para La cartelera de Antena Historia, en la que amplíe lo de la agenda Woke y compare esta peli con las de Tim Burton. Pero ya se andará… O se grabará.
Porque es humano equivocarse. Y, pese a que en el último lustro se hizo bandera del equívoco y todo el que opinara distinto, es decir, todo el que siguiera opinando, y pensando, igual que había opinado, y pensado, toda la vida ha sido vilipendiado y perseguido y estigmatizado por agarrarse a su identidad y por quererla perpetuar para bien de las futuras generaciones y por el bien de una Sociedad que tanto nos ha costado construir y que estamos a puntito de destruir, por necedad.
Por todo eso, y porque prefiero mirar al frente que hacia atrás, vuelvo a tener Disney para ver pelis como esta. Como La cenicienta, como Blancanieves y como 101 dálmatas y La dama y el vagabundo. Por sus versiones originales. En las que los buenos eran buenos, nadie quería justificar ni idealizar la maldad de los malos, las princesas eran princesas y los príncipes eran príncipes. Había golfos, como Golfo, y truhanes, como Thomas O’ Malley, pero nobles, sin propaganda anticapitalista. Aunque siempre renegué de Mary Poppins, por eso mismo, pero era una excepción, y no la norma.
Alicia de Tim Burton
Es un buen ejemplo de lo que estoy comentando. Aunque no el mejor. Cuando salió lo WOKE no era, todavía, la demencia descarada y desbocada que ha sido en el último lustro. Era una estrategia, un plan oculto disfrazado de buenista y de tolerante. Vista su intolerancia y su agresividad psicológica, somos afortunados porque Disney opte por rectificar y por aprender de sus errores.
No obstante, la peli de Burton ya tenía sus pinceladas, no sé si llamarlas abiertamente woke, pero sí para romper, o inducir a los niños a romper con el sistema prestablecido. Para muestra el inicio de su película: Alicia tarda 14:30 minutos en adentrarse en la madriguera del conejo. 14 minutos que Burton rellena con mensajes de desprecio hacia la sociedad victoriana, pero que son proyectables contra la sociedad europea y occidental, en general.
¿Cómo?
No sólo parodiando esa sociedad que, por otro lado, podría tener margen para ser parodiada, eso no lo discuto. Sino cargando contra la línea de flotación de la sociedad occidental: la familia. Carga contra la institución primaria, nuclear y capital para que una sociedad pueda perpetuarse. Sin familia no hay descendencia y sin descendencia no hay futuro. Otros vendrán que rellenarán los huecos que dejemos sin llenar.
Familias que no quieren hijos propios… y personas que no se quieren comprometer, con nada y con nadie, salvo con sus perros, que han terminado por ser tratados como niños humanos, idiotizados como las personitas a las que sobreprotegemos y volvemos vulnerables porque vivimos en una burbuja de bienestar que está a punto de explotar. Y cuando explote, a los pocos niños que han logrado su vida de perros los abandonaremos al mal sin haberles enseñado a defenderse. Peor aún… habiéndoles inoculado la ridícula idea de que no se deben proteger porque les pase lo que les pase, se lo merecen.
Dicho todo lo dicho, vista la aventura onírica de Alicia, y del mismo Disney, vamos con la verdadera Alicia. O, mejor debería decir, la Alicia de Disney, que es un cruce entre Alicia en el país de las maravillas y A través del espejo.
Alicia en el país de las maravillas
La película empieza con una Alicia despistada, y ensoñada, en su mundo de fantasías mientras su hermana mayor lee un libro de Historia en voz alta. En la novela no se especifica la lectura, pero en la peli la lectura es sobre un hecho histórico inglés, aunque en la versión española se refiere al descubrimiento de América por Cristóbal Colón y a los Reyes Católicos.
Licencia del traductor, me figuro, pero no está mal, la verdad. De las pocas licencias que apruebo de los traductores, teniendo en cuenta que el episodio histórico que se sacan de la chistera en la versión estadounidense no habría captado la atención de los espectadores españoles, de uno y otro lado del charco.
Alicia se distrae, no presta atención y no termina de comprender el atractivo que puede tener, para su hermana, un libro sin ilustraciones. Y, en su distracción, ve pasar un conejo por el prado. Pero no un conejo normal, no. Este va vestido con una chaqueta, chaleco y un reloj de bolsillo… Comprenderéis que, entre el aburrimiento por el libro y el conejo vestido… ni lo duda. Se lanza a seguirlo y se va de cabeza a su madriguera.
A partir de aquí, la locura. O el sinsentido… O un poco de cada y mucho de las dos, porque, de verdad, lo de Alicia es una pasada, pero el país de las maravillas es insuperable.
Todo esto bañado en buen gusto, con trazo fino y unos dibujos limpios y expresivos a más no poder. Estamos en los años de oro de Disney, y se nota. Mujer femenina, hombres masculinos, los buenos son buenos y los malos, malos, sin tener que justificar su maldad. Y mucho menos justificándola para que aparezcan como oprimidos por la Sociedad tornando maldad (pretérita) en rebeldía (eterna). En esta peli no hay margen para el wokismo.
Y estamos ante una de las películas más luminosas, y con dibujo más alegre de la Historia de Disney. Se trata de un mundo complejo con una psicología igual de compleja que, sin embargo, lucen y relucen en todo el esplendor
Pura locura sin sentido
¿Dije antes locura?
Me refería a pura locura. Porque todos, repito: todos los habitantes del país de las maravillas están locos. Hasta el mismo gato de Cheshire, él único que parece saber quién es Alicia y por qué está ente mundo de fantasía. Y, es que ningún otro personaje pone nombre a la protagonista. Y eso que se cruza con mogollón de ellos. Pero todos, en sus respectivas locuras, terminan tomando por loca a la propia Alicia.
¿Por qué? Pues porque, precisamente, ella es la única cuerda. Es la razón de la sinrazón, que diría Galdós. El humor absurdo…
Esto quiere decir que, en un mundo de locos el cuerdo es el loco. Por nadar contracorriente. Todos y cada uno de los personajes son personajes imposibles. Fascinantes, por imposibles. Carecen del más mínimo sentido. La lógica se ausentó cuando fueron descritos y escritos, y, en la peli de Disney, dibujados. Comportamientos, patrones de conducta, presencia física, maneras de interactuar, de vestirse y de hablar… Todo carece de sentido en esta obra, (sea la peli o la novela).
Personajes imposibles
Antes de avanzar hemos de comprender que ya, desde la antesala del país de las maravillas, todos los personajes son imposibles. Recordad que si Alicia está donde está, está porque ha seguido a un conejo blanco bien vestido que corría con prisas mientras consulta el reloj de bolsillo.
Si hay algo más ilógico e irracional que esto, decídmelo.
Empezando por el Sr. Dodo y los hermanos (gemelos) Tweedledee.
El picaporte
Este personaje es un aporte de Disney, pues cambia la escena con respecto al libro. En la novela Alicia se encuentra en una sala subterránea con un puñado de puertas de diferentes tamaños y colores y tendrá que elegir una para traspasar el umbral de lo onírico.
En la peli tenemos una sola puerta con un picaporte animado que habla con Alicia. Es la mítica escena del cambio de tamaño de Alicia, en la que bebe un líquido de un frasco y mordisquea una galleta para crecer y menguar con tal de poder pasar por la puerta. Una puerta que traspasa por la propia cerradura arrastrada por sus propias lágrimas. No conseguía el tamaño adecuado y, cuando lo consigue se deja en lo alto de una mesa la llave para abrir la puerta. De ahí que se eche a llorar y sus lágrimas facilitan su entrada.
El Sr. Dodo
Superada la puerta, el torrente de lágrimas hace que termine flotando en un mar y se tope con el Sr. Dodo. El dodo es un ave que se extinguió en el siglo XIX y, el personaje recibe su nombre del nombre real de Lewis Carrol (Charles Lutwidge Dodgson), quien tartamudeaba un pelín y cuando decía su apellido repetía Do-do, Do-do, Do… do… así pues, el primer personaje con el que se topa Alicia será con la caricaturización del propio Carrol en su obra.
Si la escena del picaporte, y el conejo, no fueran suficientemente surrealistas, lo que veremos a partir de aquí nos hará perder la cabeza. El Sr. Dodo, un marinero que emula a Colón (en la versión castellana). La primera aventura de Alicia será unirse a una carrera para secarse en la orilla de la playa rodeada por langostas y otros bichos. La labor es imposible porque la marea sube y baja olas que la pasan por encima. Al final ve al conejo y sale corriendo tras él.
Tweedledee y Tweedledum
Estos dos personajes están sacados de A través del espejo. Son dos hermanos gemelos, y gordos, que aprovechan que conocen a Alicia para contarla la historia de la morsa y el carpintero. En ella, un carpintero descubre ostras en el fondo del mar y, mientras su socio, la morsa, baja a por ellas, él construye una casa donde podérselas zampar. Como estamos en un mundo al revés, vemos cómo empieza la construcción por el techo.
Mientras tanto, en el fondo del mar, la morsa logra captar la atención de las ostras que, ignorando el mensaje de prudencia de su madre, se dejan llevar por el desconocido (imitando al flautista de Hamelin) y terminan en el estómago de la morsa que se las zampa sin rubor.
La pobre madre había advertido del peligro de irse con el extraño, pero no la hicieron caso. Ni siquiera cuando muestra un calendario en el mes de marzo con la «r» remarcada en clara alusión a los meses en los que se recomienda comer marisco, que son aquellos que incluyen la «r» en su nombre. En fin, cosas que pasan con los niños, que se confían ante un extraño y, cuando quieren darse cuenta, es tarde.
En la casa del conejo blanco
Cuando por fin se deshace de los dos gemelos (pelmazos) termina en la casa del mismísimo conejo blanco. Ésta la confunde con su criada y la pide que vaya a su dormitorio a por sus guantes. Ella accede y, una vez arriba, encuentra otra caja de galletas (como la que materializó el picaporte al principio de la aventura). Ni que deciros que coge una galleta y la prueba, y la consecuencia es que vuelve a crecer hasta convertirse en un gigante cuyas extremidades salen por puertas y ventanas.
El conejo se asusta y pide ayuda al Sr. Dodo, que pasaba por allí. Dodo llama al lagarto Bill, que pasaba por ahí, y le pide que entre por la chimenea de la casa para echar al monstruo que hay en ella. No logra sacarla (lo cuento a continuación) pero ella solita logrará reducir su tamaño comiéndose una zanahoria.
El lagarto Bill
Bill es deshollinador, por lo que porta su escalera y presto, la coloca y trepa por ella. Al pasar por la segunda planta se cruza con un ojo de Alicia, que mira desde dentro de la ventana y el susto que se lleva hace que quiera poner pies en polvorosa, pero el Dodo lo empuja hasta la chimenea y lo empuja hacia abajo.
El hollín hará el resto: al bajar por la chimenea lo arranca de sus paredes y Alicia, tras aspirarlo, estornuda. Bill sale disparado por la chimenea como un misil balístico y Dodo se despide de él con un sarcástico… «Bien, allá va Bill«.
He dedicado este apartado al lagarto, o lagartija, porque es uno de mis personajes favoritos. Además, cuál sería su popularidad que hizo un cameo en Quién engañó a Roger Rabbit, portando, o sujetando, otra escalera. Dicho sea de paso, a modo de anécdota, esta peli, la de Roger Rabbit fue la primera, y única, peli que hizo un crossover (juntó) con personajes de Disney y Warner Bros.
Entre las flores
Como os decía, antes de hablaros de Bill, Alicia menguó su tamaño cuando se comió una zanahoria del huerto del conejo blanco. Y menguó demasiado. Tanto que se ve reducida al tamaño del propio conejo, y ni eso.
Sale de la casa, por fin, y persigue al conejo por el bosque hasta perderlo de vista, y perderse ella misma. Termina en un campo de flores que la toman por otra flor.
Si bien, en un principio la acogen como una más, viendo su torpeza para bailar cambian de parecer y dejan de tomarla por flor y la toman por mala hierba, cosa que provoca su expulsión y ella tiene que marcharse de allí enfurruñada.
La oruga azul
Hago un alto en la oruga azul. «The blue caterpillar» en inglés. Otro de mis personajes favoritos.
Mi «yo» filólogo en ciernes, pues me leí Alicia en el país de las Maravillas y A través del espejo antes de iniciar mis estudios de Filología, se enamoró del personaje. Para empezar, me enamoré de la palabra «oruga» en inglés «caterpillar«, ¿no es poética?
Pero, además, esta oruga tiene una peculiaridad que la hace especial para mí. Fuma en una cachimba mientras habla. No es que fume la cachimba lo que la hace especial, aunque hay pocos dulzores mejores que los tabacos prensados en melaza que se inhalan mediante el vapor de una cachimba. Lo que sí la hace especial es que. como está fumando, cuando habla el humo que exhala forma letras reflejando sus palabras de manera efímera hasta que se desvanecen.
El tabaco es una constante en los personajes de Disney. Recordad la pipa de Roger, el dueño de Pongo, por ejemplo, en los 101 dálmatas (mi peli favorita de Disney y la primera peli que vi en el cine, en Scarborough, cuando era niño).
La oruga está recostada en una seta y le dice a Alicia que, si prueba esa seta, por un lado crecerá y por otro lado decrecerá. Alicia coge un pedazo de la seta y la muerde. Vuelve a hacerse enorme, por lo que muerde del otro lado y su tamaño se reduce hasta los 10cm. Es tan chiquitita que quiere volver a crecer, pero decide lamer la seta (por el lado inicial) para crecer moderadamente, y lo logra.
Proceso de maduración
Aquí hago un alto para reflexionar sobre los cambios de tamaño de Alicia.
Podrían interpretarse con los altibajos emocionales propios del proceso de maduración. Alicia, cuando cae por la madriguera, es una niña, y su aventura onírica la ayudará a dar el paso hacia su maduración. Este proceso será visible en sus cambios de humor y en sus metamorfosis físicas pasando de gigante (jovencita) a enana (niña). Como quiera que esto ocurre varias veces, y el humor suele ir de la mano, estos altibajos (en sentido figurado, y literal) podrían reflejar eso: el inconformismo de la niña jovencita, que busca explicaciones para todo, porque quiere ser autónoma, con la sumisión de la niña infantil, que no tiene las riendas sobre su vida.
De hecho, veremos que las correcciones del tamaño físico van en paralelo con su iniciativa para empezar a tomar decisiones. Cuando se deja arrastrar por las circunstancias y cuando es ella la que decide el siguiente paso a dar. Ocurre lo mismo cuando se queda estancada en algunos pasajes de la historia, porque es arrastrada por terceros personajes: Mr. Dodo, los gemelos, las flores… Mientras que cuando es ella quien toma las riendas de su destino, avanza por la narración: la zanahoria, cuando deja atrás a Dodo…
Otro paralelismo sería el de la metamorfosis de la oruga en mariposa. Ambas debaten y discuten, y ella se enfada porque está perdida y harta del cambio de tamaño. ¿No podría ser esto una alusión a ese proceso de maduración? Más si vemos que la oruga también se enoja con la niña y ella misma se transforma, como Alicia se está trasformando de niña a jovencita.
El gato de Cheshire
Este gato es la excepción que confirma la regla. No por la locura, pues está igual de loco que todos los demás, pero sirve de guía a Alicia para que encuentre su camino en el país de las Maravillas. Sin embargo, y, pese a su locura, es el único ser autoconsciente. Es decir, consciente de su propia naturaleza y de su papel en un mundo en el que los papeles están invertidos, divertidos, controvertidos y pervertidos. Es decir, es el único que tiene los pies en la tierra, aunque nunca la pise.
Además, siendo autoconsciente, es también consciente de su entorno, y es consciente de todo cuanto atañe al país de las maravillas. Pero, y esto es lo más importante, es consciente de quién es Alicia y de por qué está ella en su mundo onírico. Es pues un soplo de ironía, y de cinismo, hasta de sarcasmo, que reorienta las velas de Alicia cada vez que ella pierde el norte y se despista por las entrañas de un mundo en el que, por otro lado, lo normal sería perderse pues, igual que los personajes que lo habitan, carece de sentido.
Al hablar de autoconsciencia, y de consciencia, me refiero a los personajes que pululan por este mundillo. Por este «Otro lado» de la Inglaterra victoriana que bien podría ser equiparado, salvo por lo dantesco, al «Otro lado» del Hawkins de los 80’s. Un mundo invertido en el que los parámetros de la lógica carecen de ella. ¿No es «el otro lado» de Hawkins una posible alegoría de Stranger Things al mundo fantástico que descubre Alicia cuando atraviesa el espejo? Ciñéndome a A través del espejo, pero ampliable al País de las maravillas.
al efecto casi lisérgico de irse topando con personajes rocambolescos e imposibles que se limitan a merodear y dejar pasar el tiempo como única (no) ocupación en sus vidas. No sólo no conocen a Alicia, aunque tampoco tendrían por qué, sino que parecen no tener del todo claro quiénes son ellos mismos y cuál es su papel en la vida. Habría dicho que son un Carpe Diem de manual, pero no estaría bien dicho. Porque, como insinuaba antes, no aprovechan el día, ni su tiempo, sino que lo viven en directo sin que deje huella en sus memorias. Son como los peces de los acuarios, con memoria de tres segundos.
El sentido de la vida
Partimos de que Alicia está perdida. No sabe de dónde viene y no sabe a dónde quiere ir. Esto hará que intercambie líneas de guion con gato de Cheshire que se luce (para bien) aportando la única conversación lógica, con las únicas respuestas coherentes, a toda una obra que busca, de modo proactivo, ser considerada como de «sin sentido«. Es como sumergirte en una digestión imposible que trastorna tu sueño y lo trunca en pesadilla hilvanando ideas, sitios, diálogos y personajes descontextualizados e ilógicos que van salpicando de luz, y de color, la pantalla.
Al final, el gato de Cheshire es uno de los personajes más profundos en la obra. Es verdad que puede parecernos loco, pero la mayor parte de sus respuestas son cuerdas y están repletas, y rebosantes, de sentido común. Es verdad que el país de las maravillas es una locura, pero también es verdad que no tener un destino al que llegar lo retuerce todo un poco más. Alicia no sabe a dónde quiere llegar, por lo tanto no sabe qué camino seguir. Da igual el camino mientras no conozcas tu destino.
Es pues, el episodio del gato, una metáfora de la maduración personal (y van unos cuantos) y del poner los pies en la tierra para mirar al frente (en sentido figurado) y proyectarte a tí mismo tu yo del futuro para visualizar dónde quieres estar. Esto me sirve para todo: como persona, como amigo, como profesional, como cónyuge… para todo. Y, una vez que sabes dónde quieres estar, entonces podrás optar por el camino correcto.
Feliz no cumpleaños
Total no habré felicitado no cumpleaños a mis amigos… Y todo por culpa de Alicia.
Menuda escena. Menuda fiesta de color, y de alegría. De locura y sinsentido, por supuesto, pero alegre, soleada y colorida. Permitidme que, al final del texto, retome esta frase y me explaye un poquito comparando versiones de Alicia, en el cine, y lo entronque con la ingeniería social. Pero al final, cuando termine de comentar esta película, como os decía, llena de luz. De los temores propios de Alicia, en su proceso de maduración, pero con luz, y con alegría.
Esta escena es fabulosa (en todos los sentidos posibles): por grandiosa y por prosopopeya. Es decir, otorgar cualidades humanas a seres no humanos.
En ella, y con ella, disfrutamos de un grupo de parlanchines dicharacheros que por mucho daño sólo son capaces de romper el reloj del conejo blanco. Y eso que intentaban arreglarlo. Sirven té a Alicia, pero nunca terminan de ceder la taza a la protagonista, y vemos un conjunto de seres estrambóticos que te hacen sentir la necesidad de sentarte con ellos en la mesa y gozar escuchando sus conversaciones huecas y sus ocurrencias sin sentido. Sin atisbo de maldad.
Eso es esta hora del té, este feliz no cumpleaños, esta Alicia y esta obra de Lewis Carroll.
Escena que desemboca en la huida de Alicia, que vuelve a adentrarse en el bosque en el momento más asfixiante para Alicia, quien confiesa en voz alta que siempre toma la decisión errónea, pese a conocer la correcta de antemano. Volvemos al proceso de maduración. Escena oscura con toda la luz puesta en la protagonista que empieza a ser autoconsciente y a tomar las riendas de su propia realidad. Reaparece el gato de Cheshire y la pone sobre la pista de la Reina, a la sazón, la llave de vuelta a la vida real, que ahora añora como al principio añoraba sumergirse en una vida de ensueño.
La reina de corazones
Alicia otea el castillo de la reina a través de la puerta que el gato abre en el tronco de un árbol y, cada paso que da tras traspasar el umbral, se convierte en un trecho de un laberinto que tiene que recorrer hasta toparse con naipes que colorean rosas con tinta y roja y, ahora sí, por fin, con la mismísima reina de corazones, que descubre la pintura en las rosas y manda ejecutar a los naipes que las pintaban.
Entramos en un mano a mano entre la reina y Alicia. Esto incluye una partida de críquet cuyos palos son flamencos estirados. Vista esta escena se convierte en inolvidable para el resto de tus días. Hilarante, desternillante… hasta que vuelve a aparecer el gato, quien se burla de Alicia y hasta de la reina quien, cual Messi del críquet, tiene todo amañado y apañado porque no soporta perder. Él precipita toda la escena y provoca que la reina se enganche su flamenco en el vestido y se derrumbe. Prejuzga a Alicia y la manda decapitar, pero el rey media en la situación y consigue un juicio para Alicia.
Alicia tiene que enfrentarse a un falso juicio y, cuando duda y está a punto de derrumbarse, recuerda los pedazos de seta que se había guardado en un bolsillo y muerde uno para crecer. Y crece, hasta convertirse en un gigante y perder el miedo a la reina, a su falso juicio y a los soldados de la reina, que quedan reducidos a los meros naipes que son. Estamos rematando ese proceso de maduración que llevará a Alicia a huir del juicio y, perseguida por todos los personajes de la peli, llega al picaporte y se ve a través de la cerradura. Está dormida, en el árbol donde inició toda la peli, y de pronto se despierta con un sobresalto para comprender que toda su pesadilla no ha sido más que eso, un mal sueño.
Nada que ver con «el Día gloricioso» de Tim Burton
Retomo, ahora, mi reflexión inconclusa comparando Alicia de 1951 con la Alicia de 2010.
Disney (el original, el bueno, antes de que sucumbiera al hechizo woke) nos brindó una de las escenas más memorables de su filmografía clásica, insisto: llena de luz y de alegría. Mientras tanto, Burton siembra de tenebrismo, fatalismo, oscuridad y violencia grosera y grotesca la escena del té. Incluso en la escena que sucede al no cumpleaños, en la que el fondo de la pantalla se oscurece hasta el negro más absoluto, Alicia brilla e irradia una luz interior que satura de color la pantalla.
Por un lado, tenemos un grupo alocado de personajes dementes, pero nobles y por otro Burton nos presenta un grupo de revolucionarios anarquistas que conjuran para asesinar a la reina. No puede ser más Woke, más revolucionario y más despreciable. Y, entre medias, usan un lenguaje pintoresco y retorcido que desvirtúa el mismo léxico que Carroll veneraba. Es la Neolengua del 1984 de Orwell llevada al país de las maravillas.
Eran los tiempos en los que el wokismo estaba en auge. Devorando cuentos tradicionales, triturando la cultura popular, pervirtiendo la naturaleza física, psicológica y emocional de los personajes que Occidente amó y celebró durante siglos para poner mensajes revolucionarios en sus bocas con el fin de inocular el odio en los niños.
Antaño veías Alicia en el País de las maravillas (1951) y salías del cine con una sonrisa en el rostro y cierto grado de incredulidad. Veías Robin de los bosques (1938) y salías del cine deseando hacerte un arco para hacer Justicia. Si veías Willy Wonka y la fábrica de chocolate (1971) descubrías la cara del diablo y aprendías a temerlo. Y si veías al Joker en la peli de Batman (1981) deseabas ser el héroe enmascarado que nos libraba de la anarquía.
El Wokismo invirtió los valores de Occidente
Porque pretendía destruirlo corrompiéndolo desde dentro. Y se propuso hacerlo inoculando el odio a Occidente, al cristianismo y al capitalismo en los más vulnerables: los niños. En ellos sembró un buenismo pútrido que evolucionó hasta convertirse en lo que de verdad es el wokismo: la perversión ética y moral más absoluta.
Para ello recurrió a las series de televisión, y al cine… E inundó de ideología política revolucionaria las cabecitas de los más pequeños, esponjas que han absorbido un falso progresismo, señuelo de socialismo, anarquismo, fascismo, nacismo y comunismo puros entrando por los ojos de los niños, llevados al cine por sus padres, al más puro estilo Alex recibiendo la técnica Ludovico con los ojos pegados a la pantalla sin poder ni pestañear porque tiene sujetos los párpados para atiborrarlo de escenas de sexo y violencia. Eso ha hecho el wokismo vía i-Pads y Smartphones. Con tal de que no molesten los niños, hormonados con anticapitalismo digital y visceral.
De ahí que cuando vieran la nueva Alicia en el país de las maravillas, la de 2010, abrazaran las proclamas bolcheviques para asesinar a la reina de corazones como si quisieran asesinar a la familia del Zar. Cuando vieran el Robin Hood 2018 salieran deseando lanzar cócteles Molotov a la Policía. Y se abrazarían al diablo, y a su causa, abrazando al Wonka de 2005. Por no hablar de la Anarquía en estado puro, la de la bomba y el asesinato indiscriminado del Joker de 2010.
Ejemplos, todos ellos, de la inversión de los valores que fundaron y forjaron Occidente. Ausencia de Ley, de valores, de Fe, de Justicia, de tradiciones, de su literatura… y sin Historia. Un «Día gloricioso» que termina convirtiendo revolucionarios asesinos a los inocentes, alocados e ingenuos personajes del victoriano Lewis Carroll.
Es el momento de reconstruir Europa, América y devolvernos nuestra identidad. El cine ha sido la mejor herramienta para hacer ingeniería social y poner fecha de caducidad a nuestro modelo de Sociedad mediante la agenda 2030.
Pelis mencionadas
The white rabbit – Jefferson Airplane
Lewis Carroll ha influido en multitud de películas, bien sea con referencias directas a alguno de sus personajes, como el conejo blanco en Matrix o, y esto es lo que más me ilusiona, mediante Jefferson Airplane. ¿Qué es Jefferson Airplane? Os lo explico.
Una de las bandas de rock psicodélico que participó en Woodstck. No me fascina su discografía, pero White rabbit es mi segunda canción favorita (después de Bohemian Rhapsody, de Queen y antes de Siempre libres de Loquillo y los Trogloditas). Woodstock, psicodelia… Alicia, surrealismo, sin sentido y cachimbas, y hasta setas alucinógenas… Esa canción es el mejor homenaje que jamás se haya hecho a Alicia y el mejor resumen de todo el mundo onírico de Lewis Carroll. Es un alarde de síntesis y de coherencia hipertextual que no me resisto a compartir con todos vosotros (la pongo al final del texto) para que la disfrutéis.
A la archiconocida aparición del conejo blanco en Matrix, deciros que esta canción aparece también en una escena de psicotrópicos en (para mi gusto) la mejor película de Vietnam: Platoon. Y en el primer episodio de la primera temporada de Stranger Things. Todas ellas comparten inframundos, submundos y realidades alternativas fruto de las drogas, de mundos sobrenaturales o realidades alternativas. Por no mencionar las más de 100 adaptaciones de la obra entre cine, series y programas variados de televisión. Como veréis es una obra más que influyente respetada y venerada por todos los que la han homenajeado, a excepción de Tim Burton.
La canción White rabbit en YouTube
White rabbit en Platoon
White rabbit en Stranger Things
Letra de White rabbit
Si has llegado hasta aquí permíteme despedirme compartiendo la letra de esta canción que, sencillamente, ME FASCINA:
One pill makes you larger
And one pill makes you small
And the ones that mother gives you
Don’t do anything at all
Go ask Alice
When she’s ten feet tall
And if you go chasing rabbits
And you know you’re going to fall
Tell ‘em a hookah-smoking caterpillar
Has given you the call
Call Alice
When she was just small
When the men on the chessboard
Get up and tell you where to go
And you’ve just had some kind of mushroom
And your mind is moving low
Go ask Alice
I think she’ll know
When logic and proportion
Have fallen sloppy dead
And the White Knight is talking backwards
And the Red Queen’s off with her head
Remember what the dormouse said
Feed your head
Feed your head
El conejo blanco en Matrix
Habitación 101
Cuando Neo abre la puerta de su apartamento vemos que vive en el 101.
Si queréis descubrir su significado tendréis que leer mi comentario de 1984. La novela distópica de Orwell en la que denuncia al socialismo por la manipulación del lenguaje y de la Historia, y por la anulación de todas las libertades.