The full monty ayudó a salir del armario laboral a mucha gente. A normalizar estar en el paro como una circunstancia a remediar, y no a esconder.
La vi en 1997, cuando salió. Y no me gustó demasiado. Me hizo gracia, y ahí se quedó la cosa. Por eso no la he vuelto a ver hasta hoy. De hecho, la estoy viendo mientras escribo esta entrada.
Entonces yo era un estudiante universitario. Me faltaba un año para mi primer empleo. Mis responsabilidades se limitaban a aprobar las asignaturas de la carrera. Por eso nunca entendí una peli en la que una pandilla de fracasados se ha quedado en el paro y se ponen a bailar en pelotas para sacar pasta.
No supe ver su desesperación. Ni su miedo a la incertidumbre. No entendí el fondo de unos diálogos que sólo transmitían angustia. Y lo que es peor, casi hasta despreciaba a esos personajes que, según mi perspectiva pueril, se habían rendido. Yo estaba en la veintena. Era un crío. Mas bien un idiota, pero eso se comprende sólo cuando te ha caído un saco de años encima y te sientas a mirar al infinito y ves a tu yo del pasado.
50 años
27 años más que cuando vi la peli por primera vez.
Lo escribo con números, y no con letras, para destacar las cifras. Para retenerlas en la retina. Para entender su trascendencia. Entenderla y comprenderla. Porque mi yo de 50 años se ha dado de baja como Autónomo y hoy, 14 de noviembre, cumplo 50 años y peino canas.
Sabéis que siempre hago una entradilla antes de comentar la peli de turno. Y que, si puedo, me gusta arrimar el ascua a mi sardina para explicaros por qué estoy comentando esa peli. Por qué me gusta, si he vivido algo parecido o si recuerdo la primera vez que la vi.
Esta peli no me recuerda a nada.
Pero han cambiado las tornas.
No me recuerda a nada porque no me puede recordar algo que no he vivido antes pero que estoy viviendo en mis carnes en este mismo instante. Ahora soy yo quien está en el paro. Como os decía, a mis 50 años. Paradojas de la vida. Y… ¿sabéis una cosa?
He vuelto a ver la película, y ¡joder! Tiene todo el sentido del mundo.
Antes dije que, cuando la vi por primera vez, la infravaloré por idiota. El idiota era yo. Por pensar lo que pensé. Por carecer, entonces, de empatía, y quizás de humanidad. Tenía todo resuelto en mi casa, no me faltaba de nada. Y veo a esos vejestorios preocupados porque han perdido el trabajo y voy y los desprecio.
Like a rolling stone
Es como cantaba Dylan en Like a rolling stone.
Solo espero que esto sea algo transitorio y que no se prolongue. Bendita experiencia si me está ayudando a comprender mejor la vida. Que conste que mis años previos, los de Autónomo, no han sido nada fáciles, pero a final de mes, cuando emitía las facturas me quedaba un regustillo agridulce. Dulce porque tocaba cobrar (pese a los morosos, y tengo dos); agrio porque tocaba pagar la cuota que es lo mismo que dejarte robar sin oponer resistencia. La bofetada trimestral tampoco estaba mal.
Pero sobrevivía.
Estoy reescribiendo esta entrada, y no tiene nada que ver con el primer borrador. En el otro tiraba más por cortarme las venas y meter el brazo en una bañera con agua caliente. Os contaba las fatigas del autónomo y cargaba, de verdad, contra los políticos que nos asfixian con impuestos. Pero hice un alto y paré de escribir. No estaba satisfecho con el tono con que había encarado el artículo. Me he ido a la cocina, me he preparado un tiramisú. Lo he metido en la nevera y he borrado lo escrito, he vuelto con otro ánimo de espíritu.
Hacer virtud de la adversidad
Lo estoy reescribiendo entero, pero dejo la parte en la que digo que he redescubierto The full monty. Porque me parece justo. Y porque sólo así cierro un ciclo que mal abrí cuando la vi por primera vez. Sea pues una penitencia, bien recibida, pese a dura. Que de todo se aprende y, si Dios quiere, de todo se sale.
Para presentarles mis respetos a todos aquellos a los que, en mi juventud, no supe comprender. Y para sacarme de dentro el miedo, ahora mío, a que esta situación se alargue. Y para ello haré en el fancine lo que llevo haciendo nueve años para mis clientes, y desde 2004 para mis empleadores: Escribir.
Seguiré escribiendo como el deportista que se queda sin equipo y sigue yendo al gimnasio para no perder la forma. Porque sé, tras treinta y seis años de vocación, que tendré empleo o no, pero no pararé de escribir hasta que deje de existir. Y espero que me queden muchos libros por escribir, y por cierto, ya os adelanto que estoy escribiendo uno. Esto es hacer virtud de la adversidad.
The full monty
Hoy sí comprendo a Gaz. Un profesional que, de la noche a la mañana pierde su empleo.
Pero antes, antes de entrar en materia, la peli tiene una intro muy del estilo de los años 90s. Aprovecha los títulos de crédito para meternos un mini documental, a modo de videoclip, que contextualiza temporalmente lo que viene después: al más puro estilo Los amigos de Peter. Entradilla con referencias políticas, musicales, sociales… y ya estamos en la zona industrial de la Inglaterra de los 70s.
Vemos un Sheffield próspero abanderado de la pujanza económica inglesa desde la mismísima Revolución Industrial. El acero era la clave y quien tuviera los medios para fabricarlo, tenía medio pastel comido. Y desde la locomotora hasta mediados los años ’70s del siglo XX, las gentes de Yorkshire estuvieron en la cresta de la ola.
Algo parecido pasó en España con Bilbao, para que os hagáis una idea de a qué me refiero. Ciudades feas, frías, grises, sucias e industriales, como Hull, también en Inglaterra. Aunque ojo, que yo era de Madrid y crecí en una ciudad gris, también por sucia, que no se remozó y se limpió hasta la llegada de Álvarez del Manzano. Sheffield fue así hasta que decayó la demanda del acero y, al decaer, se desplomó su industria. Esto equivale a decir que su mano de obra pasa de ser imprescindible a prescindible. Y ahí aparece Gaz, nuestro protagonista.
Miedo me da pensar en Valencia, por lo de desplomarse económicamente. Ahora que acaban de sufrir un golpe incalculable y han sido abandonados a su suerte por el Gobierno. ¿Dónde están nuestros impuestos? ¿Para qué los pagamos? Mis respetos para Valencia y para todos los españolitos de a pie que se han cruzado la península para quitar lodo a palazos. Porque el Gobierno de Pedro Sánchez se ha limitado a decir «si necesitan ayuda, que la pidan«, y ha negado bomberos, Guardia Civil, policías, soldados, helicópteros y todo. Abandonados a su suerte, y a más de 200, a su suerte que ha sido la muerte.
Pues eso. Que los obreros del hierro se quedaron sin trabajo y personas como el protagonista y su cuadrilla se quedaron desnortados.
De pronto eres invisible
Un tipo maduro. De profesional honrado pasa a convertirse en un estorbo para la Sociedad. Pidiendo trabajo, mendigando una nómina y recibiendo siempre las mismas respuestas: tienes demasiada experiencia; ya eres mayor para el puesto que ofertamos; no te interesará lo que te ofrecemos o No podemos cubrir tus expectativas salariales (sin haberlas ni preguntado).
Pero lo de Gaz es peor. Su mujer le ha dejado y tiene que sobrevivir para compartir la custodia de su hijo Nathan. Pero ese «sobrevivir» pasa a ser algo literal. Cuando menos se lo espera se encuentra haciendo pequeños robos de acero en la fábrica cerrada. para venderlo trapicheando y sacarse las libras justas para pasárselas a su mujer, que ahora, para colmo, está con otro y quiere retirar a Gaz el derecho a ver a su hijo.
El pobre diablo se va metiendo en un lío detrás de otro. Y se sale de todos, pero siempre por los pelos. No tarda en llegar la ocasión en la que la suerte le dé la espalda y de con sus huesos en la cárcel, o por lo menos pase un par de noches en comisaría y salga con antecedentes. Lo necesario para perder la custodia compartida del muchacho.
Los amigos
Existe un dicho muy acertado: Mal de muchos, consuelo de tontos.
Pero en el caso del parado no sería malo que sus amigos compartieran su suerte. Entendedme bien, no deseo a nadie que pierda su empleo, es tan solo que un parado, rodeado por gente que nunca ha perdido su trabajo se convierte en un bicho raro.
Al parado le roban hasta el orgullo de sentirse útil.
¿De qué puede presumir un parado? De ver pasar los días en el calendario… ¿Puede presumir de ir a hacer la compra, limpiar la casa, cocinar…? Su vida convierte en una rutina desconsoladora: buscar trabajo.
Volvamos a la peli que no quiero amargarme el día…
Superado un mes pagando facturas y gastos fijos sin compensarlos con ningún ingreso, el día 1 del siguiente mes empieza la misma maratón. Entonces comprendes que has dejado de vivir y has empezado a sobrevivir. ¡Quieres volver a entrar en MATRIX! Pero MATRIX no te quiere.
Así vemos a Gaz, desesperado. Y una persona desesperada, toma medidas desesperadas. Los hay que… Bueno, no seré tan drástico. La medida desesperada de Gaz es comprender que a las mujeres de su ciudad les gusta ir a los espectáculos de Boys para ver a muchachos jóvenes bailar y hacer un estriptis. Diría que es decadente, pues así lo pienso, e indecente, que también, pero Gaz carece de estudios que le permitan dar un saltito en su CV.
No tiene carrera universitaria, ni otra experiencia que el acero. Y no tiene enchufe en la Complutense para que le pongan una cátedra universitaria infringiendo todas las normas posibles. Es pobre, pero decente. No tiene formación, pero sigue siendo decente. Y necesita dedicarse a captar fondos… para no hundirse en la miseria, recuperar la patria potestad (custodia parental) y reencauzar su vida.
¿Estriptis, strip-tease o estriptís?
Ni corto ni perezoso.
Se le ocurre la idea de montar un espectáculo de boys y ponerse a bailar para las mujeres de la ciudad. Bailar y hacer un estriptis. Para los que digáis que se escribe «strip-tease» os aclaro que, en castellano, se dice estriptis, y también está admitido estriptís.
Cuando llega a este punto habremos visto que se ha ido creando una pandilla a su alrededor. Todos son compañeros suyos, de la fábrica, incluso uno de los capataces, o de sus jefes. Todos han terminado igual y ninguno se logra reinsertar en el mercado laboral. Salvo el jefe, que entra a trompicones en la pandilla. Él se siente un poco avergonzado por estar sin empleo. ¿Os acordáis cómo empecé el texto? Lo de salir del armario en materia no tener trabajo, pues eso: este jefe, Gerald, lleva fatal verse a diario con sus subalternos y encontrarse en igualdad de condiciones.
Es más, Gerald lo lleva tan sumamente mal que después de seis meses parado sigue sin decírselo a su esposa. Esto implica que sigue llevando un tren de vida que ya no se puede permitir, pero su (mal entendida) dignidad no le permite decirle a su mujer que está en el paro. Sale todos los días de casa, como si se fuera a la fábrica y lo que hace es irse a la oficina de empleo. Allí busca y rebusca ofertas de trabajo a las que se pueda ajustar su CV. De hecho, mientras madura su relación con el resto de la cuadrilla consigue la tan anhelada entrevista de trabajo, y consigue, o casi, el puesto deseado. Pero Gaz boicotea la entrevista distrayéndolo por la ventana.
No consigue el empleo y esto, con toda lógica lo distanciará del resto, a quienes ve como irresponsables e inmaduros.
Del resto no os he hablado, aunque tampoco hay mucho que destacar. Son todos del perfil bajo de Gaz, pero con menor autoestima. Porque, todo hay que decirlo, Gaz va sobrado de ella. Cosa que está bien, no apocarte, pero tampoco hay que venirse arriba. En el término medio está la virtud, siempre. Y para eso estarán los distintos miembros del grupo, para irse compensando mutuamente.
Entrevistas de trabajo
Esta parte es… no sé cómo es. O sí, lo sé, pero no sé cómo calificarla. Extravagante, estrambótica… Porque los primeros miembros de la cuadrilla empiezan a entrevistar a los candidatos para formar parte del grupo de strippers.
Por definición, el estriptís es un tipo de danza sensual en la que la persona que baila se va desnudando poco a poco. El final puede ser el desnudo integral, o parcial. El primero que recuerdo yo, en una peli, es el de Kim Basinger en 9 semanas y media. Claro que no hay color entre Kim Basinger y Robert Carlyle, qué queréis que os diga.
En esas entrevistas de trabajo es donde se cuajará el grupo. Obvio. Todos comparten el drama y todos ponen de su parte para salir de él. No saben, o no pueden, o no les dejan trabajar en otra cosa, así que se lían la manta a la cabeza y forman el grupo de stripers.
Las entrevistas no tendrán desperdicio.
Un espectáculo
No son el cuerpo de bomberos. Ni policías. Tampoco son soldados profesionales, ni deportistas. Cada uno es de su padre y de su madre. Algunos ni hacen deporte. Otros beben más cerveza al año que agua. Y otros más whiskies al año que cerveza y agua juntas. Os podréis imaginar las plantas que tenían la mayoría. Ningún adonis. Bueno, al final aparece uno, que servirá para alegrar a la parroquia femenina, aunque si bien recuerdo éste sale rana, para las féminas, porque termina liado con otro de los estripers (o strippers).
Luego está Horse, el único no blanco del grupo, que se asusta cuando deciden que el desnudo será integral porque lo de Horse, «caballo«, nada tiene que ver con la sorpresa que esconde debajo de su ropa interior. De hecho, no es sorpresa, sino sorpresita, y lleva fatal lo de lucir en público su complejo.
Se lanzan a la aventura. Como os decía, reúnen al grupo haciendo entrevistas en almacenes vacíos y algún garaje. Se meten en un lío con la poli porque Nathan, el hijo de Gaz, está presente en alguna de esas entrevistas de trabajo. Al ser menor de edad esta será la puntilla que termina convenciendo a su madre para poner tierra por medio entre padre e hijo.
Exitazo
The Full Monty fue un exitazo. En mayúsculas: EXITAZO. Y con las sílabas separadas para enfatizar su éxito: E-XI-TA-ZO.
Costó 3’5 millones de dólares y recaudo la friolera de 257’9 millones. Casi multiplicó por 100 la inversión.
Os recomendaría verla en versión original, aunque sea para que muchos no entendáis ni una palabra de lo que digan, porque usan un slang (jerga) local que hace que sus personajes suenen raros cuando los escuchas en inglés, pero ese slang, junto con su acento particular y las propias modulaciones de la voz de los actores hace que esas voces (y lenguaje) impriman un carácter especial en sus personajes. Nada que explicaros si habéis visto pelis como Scum (Escoria), Snatch, Hooligans o Quadrophenia en inglés. Aún así, hacedme caso, aunque os la pongáis con subtítulos, por el mero hecho de descubrir ese rasgo de identidad de los personajes que perdemos con los doblajes: su personalidad a través de cómo hablan y cómo suenan sus voces.