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La Roca - 1996 - USA - Acción - el fancine - Alvaro García SEO - SEO Madrid

La roca

Tabla de contenidos

La roca es el mayor exponente del cine de acción de los 90’s.

¿O es Armageddon?

La Roca, Armageddon: Ambas de Michael Bay

Ya no sabría deciros cuál me parece más trepidante. Pero esta, sin duda, supura acción minuto a minuto. Sin solución de continuidad, incesante, casi no te deja respirar. Sales de una escena de acción y ya estás en medio de la siguiente.
 
Y sin embargo casi sigo inclinándome por esta…
 
Vamos con mis hamburguesas de cine. Ya sabéis, esas pelis que no entrarían en ninguna lista de mejores películas de la Historia del Cine que disfrutas viéndola y te deja un placer culpable. Como las hamburguesas, las grasientas, con bien de bacon, Cheddar y la carne poco hecha. Con mayonesa en el pan, pasado por la plancha tras retirar el bacon y la carne. No sé vosotros, pero yo las disfruto. Las gozo, las saboreo y las devoro. En Minneapolis me llamaban los amigos «Mr. 9 Cheeseburgers» porque los sábados por la noche, cuando hacíamos una barbacoa después del partido de voleibol me zampaba entre 7 y 9 hamburguesas. Ojo… cuando volví a España había perdido 14 kilos.
 
Esas hamburguesas que terminas y te chupas los dedos. Como las que me comía cuando jugaba a rol. Cuando parábamos la partida de Dungeons & Dragons para meternos un Whopper, o dos. Lo conté en el podcast de D&D y los juegos de rol en Antena Historia.
 
Un placer culpable…
 
Las alucinantes aventuras de Bill & Ted, Wayne’s Word, The Faculty… Hamburguesa, hamburguesa y hamburguesa. Todas ellas. De las que uno no sacaría pecho para defenderlas en un cinefórum. Salvo yo, porque me gusta el jamón ibérico pero no reniego de las hamburguesas. Preferiblemente caseras, porque prefiero darlas mi toque.

La roca es una peli hamburguesa

Vamos a darle un bocado. Y a saborearlo.
 
Como os decía… acción trepidante de principio a fin. Una sucesión de fotogramas, imágenes, escenas y secuencias cada cual más violenta, emocionante, disparatada y divertida que hace de la peli una espiral de despropósitos, unos detrás de otros que hacen de esta peli una hamburguesa de las más grasientas de todas.
 
Todo empieza con un grupo de militares con buenos propósitos pero descarrilados. Quieren restituir la memoria de los soldados caídos en misiones especiales. Sobre todo en aquellas que nunca se reconoció su participación, por motivos políticos y esas cosas. El fondo es bueno, como comprenderéis. Pero su actitud maquiavélica, haciendo bueno aquello de «el fin justifica los medios» hace que reniegue de ellos.
 
Porque lo que diferencia al bueno del malo, siempre, es que, si bien ambos saben dónde está la línea roja que separa lo ético de lo no ético: el bueno siempre se mantendrá dentro de los márgenes de la Ley y el malo, por muy bueno que parezca, no dudará en poner el pie en el lado inmoral, el carente de ética y cuando menos cuestionable para lograr su objetivo.
 
Esto demuestra que los malos siempre son malos y los buenos, a veces también. Porque el bien no puede titubear. Ni dudar, ni mucho menos taparse la nariz para obrar. O eres bueno y ser bueno incluye ser ético, o eres malo o cuando menos, potencialmente maleable. Miserable.
 
¿Por qué creéis que me despidieron cuando era Director de Expolingua? Porque no di mi brazo a torcer y me negué al soborno de mi inmediato superior. Me negué. Esto demuestra que el bien no siempre gana, porque él siguió adelante en la Fundación Actilibre, (hasta llevarla a la quiebra, eso sí), y a mi me despidió. Pero no me compró. Ni compró mi silencio, ni me podrá chantajear jamás por nada, porque el mal urde planes y el bien, en su ingenuidad, pica. Pues yo no piqué, y lo intentó dos veces. Obrar bien no es un camino de rosas. A veces es más bien una mierda, cuando pierdes tu empleo y te pasas una temporada sin encontrar trabajo. Pero quien hace el bien por instinto y por principio, como un servidor, duerme mejor con la conciencia limpia.
 
Menudo rollo os he contado para deciros que los soldados que salen al principio de la peli se desvían del buen camino y, de puro buenos, se convierten en malos. Hasta la causa más noble, llevada al extremo, se puede envilecer y pervertir. Eso le pasa a este puñado de soldados. Y el mal, conforme se vaya sumergiendo en sus seres, cribará al bueno envilecido del malo encubierto. Pero a eso llegaremos más tarde.
 
Todo empieza con un oficial americano que se dispone a iniciar una misión. Está en un cementerio militar y se dirige a algún camarada caído y por sus palabras deducimos que la cosa se va a poner lago turbia.
 
Saltamos a un grupo de turistas que visitan la Prisión federal de Alcatraz, en San Francisco.
 
En medio de la visita, cuando están fingiendo ser presos dentro de las celdas, llegan los militares y toman la prisión. No han pasado ni 10 minutos y ya estamos precipitándonos hacia la vorágine.

Hagamos las presentaciones

Por un lado veremos a un grupo de políticos y militares responsables de reconducir la situación, con representantes de la Casa Blanca y del FBI. La verdad es que el militar los pone a raya y sin detenerse en preliminares expone la situación: tiene rehenes y tiene la intención de reventar San Francisco con un producto químico si no acceden a sus reivindicaciones, que incluyen compensaciones económicas para los familiares de esos soldados POW/MIA (prisioneros de guerra o desaparecidos en acción) que dice defender.
 
Cambiamos de escenario y nos vamos a una oficina del FBI, que incluye laboratorio, en la que veremos a un agente especial del FBI, Stanley Goodspeed, experto en armas químicas. Lo «reclutan para la causa» y se lo llevan para asesorar a la camarilla que tiene que lidiar con la amenaza terrorista.
 
Sí: terrorista.
 
No me duele en prendas llamar terroristas a estos militares que han olvidado su juramento de proteger a su Patria de amenazas externas e internas. Usan la fuerza, el miedo y la amenaza para intentar chantajear y doblar la voluntad de las autoridades. Son terroristas. Y desde que ponen un piececito al otro lado de la línea roja dejan de caerme bien y se convierten en enemigos de todos los amantes de la Ley de la Justicia.
 
Al Gerenal malote lo encarna Ed Harris, presente en el fancine en pelis como El show de Truman, Enemigo a las puertas y Apolo 13.

Sientan juntos a Stanley y a John Mason

Otra vuelta de tuerca.
 
Deciros que Stanley es Nicolas Cage, (USS Indianapolis: Hombres de valor y Kick-Ass) en una las actuaciones más comedidas de su carrera. Y quizás sea comedida porque su personaje, histérico por momentos, está rodeado de fanáticos y pertenece a un guion tan histriónico como él mismo, en su vida real. De ahí que realmente no piense que esté comedido sino que tuvo la suerte de caer de pie en un elenco para una peli tan loca como él mismo.
 
John Mason es Sean Connery. ¿O debería decir que Sean Connery es John Mason? La verdad es que da igual porque me habréis entendido. Y Sean Connery es un salvoconducto para hacer que toda peli buena sea buenísima y, en casos como esta, hacer buena a una peli mala. El nombre de la Rosa, Indiana Jones y la última cruzada, Un puente lejano, Los inmortales… ¿peliculones, verdad? Hasta la voz del dragón en Dragonheart
 
Pues bien… el tal Mason es un agente secreto británico (a lo James Bond) que lleva la friolera de treinta años en la cárcel. Acabó entre rejas por espiar al gobierno estadounidense para los británicos: extraterrestres, el asesinato de Kennedy… y ni los americanos reconocieron jamás tenerlo prisionero ni los británicos lo reclamaron jamás, para no reconocer su existencia ni quedar en evidencia.
 
Este Mason se convierte en la única opción de penetrar en Alcatraz y reducir al General y a sus mercenarios desde dentro. Esto ocurre porque Mason, que está en una prisión de máxima seguridad, llegó a  ella porque, en su día, se fugó de Alcatraz. Una fuga tampoco reconocida por el Gobierno de los Estados Unidos por lo mismo que los british no aceptarían que uno de sus agentes fue identificado y hecho prisionero: evitar la vergüenza de tenerlo que reconocer con el consecuente descrédito.
 
Logró fugarse y conserva los planos de Alcatraz en su mente, por lo que, junto con el experto en armas químicas, son los ideales para abortar la misión de los terroristas. Y sí, irán a Alcatraz inmersos en un equipo de rescate/ataque que desaparecerá de escena nada mas entrar en Alcatraz.
 
De hecho se los cepillarán a todos, menos a Mason y a Stanley, nada más asomar la cabeza en un recinto en el que les tienden una trampa. La verdad es que es una escena que podrían haberse ahorrado, pero sin ella el público podría haber dudado si retiraban el apoyo a los militares disidentes o no. Por si los rehenes y la amenaza con volar San Francisco fuera pecata minuta vemos cómo acribillan y masacran a los especialistas que escoltaban al químico y al SAS (servicio especial del aire británico).
 
Ya no hay marcha atrás. Los insurrectos han violado y roto su juramento. Se saben perdidos porque Estados Unidos, y cualquier Nación soberana se sabe defender de los traidores a la Patria y los mete, de por vida, en la cárcel. Menos España desde la semana pasada, cuyo presidente acaba de dar luz verde a la sedición y a la rebelión dejando desprotegida legalmente a la Nación «que defiende» y asaltando, al mismo tiempo, el Poder Judicial. Algo insólito en una Democracia occidental del siglo XXI, pero está pasando.
 
Estos yanquis no. Se saben condenados a muerte o a ser reos hasta morir a la sombra. Mueran en la silla eléctrica o en una celda… Solo tras de muertos saldarán su deuda para con la nación que están traicionando. Tras matar a los soldados saben que han iniciado un duelo en el que sólo podrán perder… o perder.

Solo quedan nuestros protagonistas

El veterano y especialista en fugas y en todo este género de lucha sucia, por su experiencia militar y, más aún, como espía y miembro de los servicios especiales, solo piensa en aprovechar la ocasión para volverse a fugar y desaparecer del mapa.
 
El que seguirá en sus trece de no abandonar la misión será Stanley. Conforme avance la película irá madurando. Y su maduración aflorará precisamente en estas escenas de dimes y diretes con el británico. Será un martillo pilón en la conciencia del inglés hasta, tras mucho protestar y tras mucho demostrarle que si hace falta se irá en misión suicida, lo ablanda y se lo gana para la causa.
 
Digo lo de misión suicida porque el científico sabe que no durará vivo ni un minuto, pero su conciencia no le permite retirarse y rendirse. Es su fortaleza, su dignidad y su ética y confianza en sus principios lo que hará que se gane al inglés.
 
Lograrán hacerse con unos cuantos chips (que son los encargados de orientar el vuelo de los misiles) y viviremos escenas de persecución como el perro y el gato por toda la prisión. No será la primera persecución, pues antes de enfundarse en los trajes negros y sumergirse para entrar en La roca, habremos visto una persecución anodina destrozando medio San Francisco en otra espiral de acción tan sin sentido como maravillosa.
 
Un Ferrari que atraviesa escaparates persiguiendo a un Hummer que arroya escarabajos con el símbolo de la Paz, al más puro estilo Tarantino reventando (y cito a Cliff Booth, encarnado por Brad Pitt)  «putos Hippies» en Érase una vez… en Hoolywood… Eso es karma del bueno.
 
Están solos y aislados. Y precisamente, tras perder el contacto con la base de las operaciones, y tras la escalada de violencia tras el asesinato de los soldados y posterior amenaza de ejecutar a los rehenes civiles, dando por muerto a todo el equipo, y entre los muertos incluían a los dos protagonistas, deciden arrasar la isla de Alcatraz para evitar que lancen los misiles con cargas biológicas sobre San Francisco.
 
Y antes de eso habremos asistido a la escena del barbero. ¿Barbero? No, estilista -responde el peluquero, y- Barbero- sentencia el inglés al que se le hacen chiribitas los ojos al ver el sujeto que le va a acicalar tras décadas en prisión. Pase por el porte del peluquero, pero por lo que no pasa es porque le pringuen la peluca (porque no nos engañemos, tanto Sean Connery como Nicolas Cage lucen pelucones) con un gel a base de proteínas de algas. Si el capitán Stanley alucinó con la sociedad que se encontró en 1996, daría lo que fuera por verle la cara en 2022, ya 2023…
 
Los soldados de la misión llevaban bengalas para poder marcar su situación, y para poder comunicarse visualmente con los pilotos en caso de necesidad. Y un caso de necesidad sería no tener ninguna comunicación con los jefes. Los aviones avanzarán prestos para reducir Alcatraz a cenizas y ahí se producirá una escena mágica que, para mi, pasó ipso facto, a formar parte de mi vida.
 
Con todo lo dicho llegamos a mi escena favorita. Y os confieso que esta película me fascina, me lo paso bomba y me catapulta a 1996, cuando la vi con mi amigo Chema. Fuimos juntos a verla al Palacio de la Prensa, en la Plaza del Callao, en el corazón de Madrid. Y juntos salimos del cine haciendo el gesto de las bengalas. El de clavarnos la aguja y encender las bengalas. Solo quienes la hayáis visto sabréis a qué me refiero.
 
Pues bien, ese gesto, el de las bengalas, se convirtió en una broma interna entre ambos. Desde entonces, cuando nos sentimos sobrepasados por algo, en clave de humor: hacemos el gesto de las bengalas y damos un salto a 1996 al salir por la puerta del cine. Y nos partimos de risa en la complicidad del recuerdo.
 
En definitiva, una peli que nunca liderará ningún ranking, salvo el de la mayor locura de producción. Y aún así, costó 75 millones de dólares y recaudó 335 millones. No menciono la BSO porque, a pesar de ser de Hans Zimmer, la verdad es que no me dice mucho.

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