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Alatriste

Tabla de contenidos

Ficha técnica de Alatriste

Título: Alatriste
Director: Agustín Díaz Yanes
Título original: Alatriste
Año: 2006
Nacionalidad: España
Producción: Antonio Cardenal
Duración: 147’
Guión: Arturo Pérez-Reverte, Agustín Díaz Yanes (Novelas de Arturo Pérez-Reverte)
Distribuidora: 20th Century Fox
Fotografía: Paco Femenía
Múscia: Roque Baños
                       

Ficha artística

Viggo Mortensen (capitán Diego Alatriste)
Enrico Lo Verso (Gualterio Malatesta)
Álex O’Doherty (Lope Balboa)
Eduard Fernández (Sebastián Copons)
Juan Echanove (Francisco de Quevedo)
Unax Ugalde (Íñigo de Balboa)
Nacho Pérez (Íñigo de Balboa de pequeño)
Javier Cámara (Conde-Duque de Olivares)
Francesc Garrido (alguacil Martín Saldaña)
Blanca Portillo (Fray Emilio Bocanegra)
Paco Tous (General Francisco de Melo)
Jesús Castejón (Luis de Alquézar)
Elena Anaya (Angélica de Alquézar)
Nadia Santiago (Angélica de pequeña)
Ariadna Gil (María de Castro)
Eduardo Noriega (Conde de Guadalmedina)
 

Premios Goya de Alatriste

  • Dirección de Producción
  • Dirección Artística
  • Diseño de Vestuario
 
Adelanto que Alatriste es una de mis películas favoritas dentro del cine español. Junto con El crack y La vaquilla, creo que estas serían mis tres medallistas.

Homenaje al Siglo de Oro español

A las armas españolas, en la figura de sus Tercios, a la religión y el espíritu católico rodeados de paganos y herejes, según vemos en la peli judíos, protestantes, calvinistas y en la novela también musulmanes, cuando Alatriste se sube a bordo la mulata en la novela Corsarios de Levante para enfrentarse a los corsarios ingleses, holandeses y turcos rumbo a Orán, en el Mediterráneo.

Fiel reflejo pues de la España, y la Europa, y del Mediterráneo de aquellos tiempos duros, recios, altaneros, rastreros, pendencieros y orgullosos en los que nuestra España había sometido a todos los reinos y todos la odiaban.

Alatriste, de capa y espada

Alatriste, la novela, y por tanto su película, es de “Capa y espada”, y lo es. Pero no en el más amplio sentido: falta la aventura, falta el romance (aventurero, pues romance habrá, como en Cyrano de Bergerac, pero lastimero), y falta el héroe que sobrevive sin rasguños. El héroe que conforme salta de una aventura a otra, crece y se endulza: Robin Hood, D’Artagnan…

Aquí el héroe es antihéroe, es un canalla que sobrevive dando estocadas sucias y con cada gesta que logra, se pudre por dentro, se marchita, se asquea de si mismo y de todo por lo que lucha. El héroe en una novela de aventuras, de capa y espada, al uso y tradicional, vive; Alatriste sobrevive y se consume.

Abundan la tragedia; el realismo; el drama y faltan los héroes que no lo son para nadie salvo para aquellos que le rodean. Y lo son porque sin quererlo ni pretenderlo se convierte, Alatriste, en referente para un niño que lo mira y lo admira y se mide en él para emularlo.

Y es héroe para su amada, que la hay, aunque es tan suya como de todo el que se tercie por miedo a sentar la cabeza él y a dejar de soñar con los palacios, ella. Existe pues romance, desgarrador, doloroso, triste y crudo. Sin paños calientes.

Alatriste es Don Quijote

O el Quijote que habría sido éste si se hubiera retirado la venda que le tapaba su cruda realidad al hidalgo de Cervantes. Que quizás aquél, el Quijote fue más feliz en su desdicha y en su ingenuidad que éste pobre desgraciado que es perfectamente consciente de lo que vale como soldado es diametralmente opuesto a lo que vale como persona. Y no porque carezca de principios, que le sobran, sino porque se contradice a si mismo alquilando su espada para malvivir.

Si no hubiera tenido conciencia de si mismo más feliz habría sido, o habría medrado en la Corte, o en el ejército. Pero es su eterna contradicción moral y psicológica lo que le lastra y consume por dentro.

Alatriste es realista y sabe los claroscuros en los que discurre su vida, pero su orgullo desmedido, su altanería, su soberbia y sus lealtades antagónicas truncarán vilmente su vida.

Por eso os decía que sí, que esta película es de capa y espada, pero no esperemos ver un duelo de espadachines al estilo Errol Flynn en Robin Hoodo Gene Kelly en Los tres mosqueteros, no. Y si lo hubiéramos visto se habría terminado el sentido de esta obra. Nada de duelos eternos saltando por barandillas, colgando de una lámpara o haciendo florituras con su espada.

Mejor si puede clavarte su toledana en los riñones, sin desenvainar la espada

Carrera que no corre el galgo en el cuerpo se la lleva.

Si puede rajarte el rostro con la espada para, cuando te cubres la cara para mitigar el dolor, ensartarte meterte un puntazo que te entra en el vientre y se abre paso hasta salirte por el morcillo, bendito sea.  Si puede estorbarte con su capa para cubrir la distancia entre tú y él y poderte clavar seis, siete, once veces su cuchillo de matarife que ha salido de dios sabe dónde, y dejarte como un alfiletero, lo hará. Sin sonreír, sin cabriolas, sin saltitos. A cara de perro, ahorrando esfuerzos por si aparece otro hideputa como él mismo y tiene que empezar el chotis sobre un charco de sangre.

Umberto Eco

Sí refleja la capa y la espada, tal como defendiera Umberto Eco en el Congreso Internacional: Narrare la Storia en la ciudad de Mantua, en noviembre de 2002, refiriéndose a Dumas: “El romance de capa y espada elige un pasado “real” y reconocible y lo puebla de personajes registrados en la enciclopedia, (…), a los que les hace cumplir un papel que no registra la enciclopedia, (…), pero que tampoco la contradice”. Mención obligada a Eco.

Pero no la capa y espada aventurera.

Para estas escenas, Agustín contó con la colaboración del irunés José Carlos Iribarren para adiestrar en las armas de época a Mortensen y al resto del reparto (y hasta casi un millar de extras). Buscaba un realismo tal que huyera de alardes y bailes para ahorrar hasta el último ápice de fuerza en combates que si podías arreglar por la vía rápida: mejor.

Combates a muerte, sucios con vizcaína erizada, desgarradores y reales.

Pero Alatriste, novela y libro por igual, es capaz de reflejar lo más bajuno y lo más excelso por igual. Porque chusma y corte vivían y convivían en un Madrid laberíntico preñado de minotauros que esperaban a la vuelta de la esquina para empitonarte.

El Madrid de los Asutrias y el de la Movida Madrileña

Como el Madrid de los 80s, de Galván y de Barranco, o el más reciente de Carmena. El Madrid más parecido al del Siglo de Oro, entonces sucio y pendenciero en los que la vida valía lo que quisiera el yonki que valiera.

Por lo menos si un corchete te pillaba con las manos en la masa te caían los hierros encima, que con el de Carmena ni el corchete o policía tenía autoridad y la chusma campaba a sus anchas. Con una diferencia: en el Madrid de los Austrias, en los 80s, la cultura era la de la Movida Madrileña y en el de los Austrias originales hablamos del siglo de oro.

El Madrid de las corralas, de los teatros, de las tabernas, de las letras y de la pintura en el que podías asistir a una obra de Calderón y al salir, batirte en duelo con el parroquiano que tenias a tu izquierda mientras aplaudías, porque te había hecho un gesto extraño que tú interpretabas como altanero.

Madrid, Madrid, Madrid…

Un Madrid barroco, tenebrista, retorcido y oscuro en todo su esplendor. Un Madrid altanero, como toda capital que se precie de serlo de todo un imperio.

Mencionaba antes cómo refleja al siglo de oro y para ello me quedo extasiado viendo cómo Agustín Díaz Yanes saca el jugo a Quevedo, exprimiendo a Echanove. Cómo nos salpica la retina con las pinturas de Velázquez, pero no plasmando sus pinturas como la obra de arte como la conocemos hoy en día, si no cubriéndolas con una pátina de cotidianidad propia tan solo del Siglo de Oro, en el que nuestros antepasados convivieron con tamaños artistas codeándose con ellos en las tabernas del turco que había por la Villa y Corte, que haberlas las habría, y a patadas.

Un Madrid tabernario…

Qué poco nos conocía quien cargó contra las tabernas madrileñas para amedrentarnos. Porque para chulo, el madrileño.

Y todo esto se ve en la película. Pero sin confundirnos, que en aquellos tiempos el madrileño era castellano, y presumía de Español y aquel a cuya mala madre parió que ofendiera a su España quedaba de rodillas, retorciéndose recogiendo los entresijos del suelo encharcado en su sangre para remetérselos en la barriga abierta de lado a lado. Vamos que quedaba listo para papeles.

Ese saber reflejar las luces de lo excelso para acto seguido mostrarnos las sombras de un Madrid decadente, de una España hecha jirones que se caía por minutos… Bien podría decir que lo evocamos con Pérez-Reverte y nos extasiamos con Agustín.

El arte de la Guerra

Novela y película con gran rigor histórico, que bebe de las fuentes reales para después adaptarse a las necesidades del guion.

Sirva como ejemplo la escaramuza con Malatesta en la que ponen contra las cuerdas, nada menos que al duque de Buckingham y al príncipe Carlos de Inglaterra… pero luego hablaremos de escenas concretas.

Eso no quita que en cierto sentido Alatriste me genere una sensación de regusto agridulce en el paladar. Dulce porque me parece magistral, maravillosa, en cuanto a su producción, interpretación, ambientación y en cómo recrean la España y el Madrid de los Austrias, el Madrid en el que crecí y cuyas calles, callejones y callejuelas pateé una y mil veces entre mis 13 y 19 años. Peor luego entraremos en esto.

Agrio porque en algunos aspectos, los menos, pienso que el cine español perdió la oportunidad de filmar la película definitiva sobre nuestros tercios y sobre el pedazo de historia más glorioso que ha vivido España. Y esto pasó por motivos internos y externos:

  1. Desde dentro de la propia peli:

    1. En el cine: pues se perdió la oportunidad de hacer una peli colosal y
    2. Desde la obra adaptación de una obra literaria pues, como dice el dicho “quien mucho abarca, poco aprieta” cosa que no habría pasado si hubieran mordido lo justo de la obra literaria, para poderla masticar mejor
      1. Esto es, que no hubieran intentado meter todas las novelas de Alatriste y se hubieran limitado a una o dos de ellas. El modo en que se hizo, al final, provocó dos conflictos:
        1. Para los lectores de las novelas provocó desazón, pues el guion, y eso que en el mismo colaboró el propio Pérez-Reverte, mete con calzador varias historias, pero no termina de profundizar en todas ellas. En este caso, insisto, los lectores veíamos escenas que correspondían a pasajes de las novelas, pero de un modo inconexo y lamentábamos el popurrí que arruinaba la historia en su conjunto: saltos de tiempo, cambios drásticos de escenarios… personajes superficiales
        2. Para quienes no hubieran leído las novelas porque, sencillamente, se debían perder en el trascurso de la narración. Y si no se perdían, por lo menos no reunían toda la información que les habría permitido disfrutar escenas, pasajes, personajes y contextos que los lectores sí habíamos disfrutado y al contrario que estos, echábamos en falta
  2. Y por motivos ajenos a la peli – Industria cinematográfica española:

    1. Pese a ser una de las películas más caras de la historia de nuestro cine, (22 millones) pasó sin pena ni gloria por la gala de esta industria en España: los Goya
    2. Partía con 14 nominaciones entre las que se incluían la Mejor Película; Mejor Actor; Mejor Actor de Reparto; Mejor Música Original y Mejor Fotografía… cosechando tan solo tres premios menores
    3. Esto sólo deja lugar a una reflexión: Alatriste “no debía” triunfar en los Goya. No podía pasar y no pasó.
        1. La película que se impuso en aquella edición fue Volver, de Pedro Almodóvar. Paradójico porque es otro proscrito de los Goya que se vio beneficiado por el tirón anti Alatriste. Llegó a desbancarla incluso como candidata a representar a España en los Oscar. Aunque ni logró saltar el charco
        2. Y lo más triste fue cómo se trató de mal a Viggo Mortensen al no otorgarle el premio al Mejor Actor, a favor de Juan Diego por Vete de mi.

Fin de la introducción.

Ya me he desahogado.

No podía enfrentarme a una de mis películas favoritas sin antes confesar aquellas cosas que no me acababan de cuadrar.

Ahora me relajaré para dar rienda suelta al gusto que siento cada vez que veo la película, porque tiene rasgos, gestos y detalles que la hacen (o deberían hacer) entrar por mérito propio entre las mejores películas de la historia de nuestro cine.

Vamos con Alatriste

 Personajes y reparto

Viggo Mortensen (capitán Diego Alatriste)

Empezaré por el propio Alatriste, encarnado por Viggo Mortensen: un camaleón, como ya dijera en La carretera y en La Comunidad del Anillo.

Probablemente el mejor Alatriste que podría haber habido

Un tipo (Viggo) capaz de interpretar un cactus en el desierto y dotarle de personalidad. Esto es Viggo: un actorazo. Y no exagero cuando menciono al cactus, porque Alatriste no es tal, pero como si lo fuera.

Un personaje parco en palabras acostumbrado a jugar un póker de 24 horas al día en el que un gesto de más, una emoción no velada o un castañeo inoportuno podía hacerte dar con los huesos en un hoyo cavado a toda prisa. En el mejor de los casos, que lo normal era recibir un puntazo y morirse desangrado escupiendo sangre y asfixiado con tus propios coágulos esperando que el alguacil de turno te suba a una carreta y te saque de la ciudad.

Y todo esto, con sus pocas palabras, sus muchos silencios, las muecas descarnadas y los gestos descarados los interpretó Viggo como si se hubiera pasado media vida en Madrid y se hubiera codeado con todos los chulos que se pasean por el foro.

Muchas veces he renegado de la sobreactuación de muchos actores españoles

Eso habría podido suceder si no hubiera sido Viggo Mortensen el elegido para interpretar a Alatriste (menudo reto tiene Aitor Luna por delante encarnándolo en la serie que está por venir del propio capitán: superar a la versión del cine), un Alatriste que vale más por lo que calla que por lo que dice.

No podemos dejar de lado el catálogo de gestos (altaneros) y posturas que nos brinda a lo largo de toda la película, que bien parecen sacados de estampitas contemporáneas.

El resto del reparto: Echanove, Lo Verso, Eduard Fernández, Unax interpretan sus papeles como nunca antes los había visto interpretar, empapados en sobriedad y conteniendo a sus personajes (o quizás éstos contienen a los actores) en un registro espectacular.

Incluso Noriega (que tanto me gusta) rinde a un gran nivel aunque peca (para mi gusto) de cierta sobre interpretación perdonable por lo rimbombante de un Grande de España.

A quien prefiero no comentar para no tener que comparar su interpretación con el resto de actores es a Ariadna Gil (María de Castro), por no desviar este comentario de la película ni recrearme gratuitamente en un desacierto del reparto.

Destaco a dos actores cuyas interpretaciones rayan la perfección porque lo dan todo y se vacían interpretando: Javier Cámara, soberbio, inconmesurable a la hora de encarnar al Conde Duque de Olivares y Juan Echanove dotando de una inmensa humanidad a Quevedo.

El gusto por el detalle: aquí señalo con el dedo al propio Díaz Yanes

Capaz de transmitirnos desde la pantalla el valor que los españoles de aquellos tiempos daban a las artes.

Angélica de Alquézar

Y como último detalle, éste más de aspecto literario: No por Elena Anaya, que lo hace muy bien. Tan solo por un rasgo físico que adultera su personaje al trasladarlo del libro a la pantalla y nos hace perder parte de su profundidad: Angélica, en la literatura, es rubia, de pelo liso (peinado con tirabuzones) y en la película es morena con pelo rizado (ondulado).

¿Y qué importa?

Mucho.

Importa porque en la Literatura (hablamos del Siglo de Oro de nuestras Letras) no se dice nada gratuitamente. Si es rubia es por frigidez, (en sus dos acepciones: ausencia de deseo o goce sexual y/o fría).

En la literatura española de la época, la mujer rubia (lo normal es que las españolas fueran morenas) entrañaba en si misma cierto respeto a lo desconocido. Y cuando aparecía como tal en un texto nos hacía pensar en la maldad. En la herejía de naciones enemigas como por ejemplo Holanda o la pérfida Albión atestadas de mujeres rubias, de ojos claros con tez casi albinas.

Símbolo del protestantismo y del calvinismo, para quienes, por el contrario, la mujer morena era símbolo de salvaje, atrasada en la escala evolutiva, anclada en el catolicismo arcaico de las naciones mediterráneas como España o Italia, o la misma encarnación del diablo.

Todo este juego de significados se podría haber percibido de mantenerse los rasgos originales de Angélica de la novela (el propio nombre evoca tez blanca y pelo claro), pero se pierden con el cambio, restando impronta, poder, personalidad y carácter al personaje.

ESCENAS

La batalla de Rocroi

Me parece un poco triste por escasa, a pesar de ser sublime (y esto es mérito del Director) porque terminé de ver la película lleno del orgullo que pretendía transmitirnos Pérez-Reverte en su obra literaria.

Orgullo a deshora, orgullo decadente, de saber caer sin haber doblado las rodillas y orgullo por contarnos lo que fueron aquellos guerreros bravos y altaneros que rindieron medio mundo a nuestra España.

De ahí que tenga un sabor agridulce con esta escena. Podría haberse convertido en la mejor batalla del cine español y se quedó en aguas de borrajas. Y sin embargo y paradójicamente, reitero: sublime.

Y en gran medida por varios de estos motivos.

No obstante, si hay una imagen con la que me quedo, una imagen desgarradora, lejos de combates y duelos, esa imagen, sin dudarlo es cuando amanece Alatriste tirado en el suelo de su casa al lado de la chimenea.

Austeridad, pobreza, dureza y orgullo (reflejados con naturalismo y tenebrismo ocre del propio Caravaggio, también en la escena en que se viste y se encara a María de Castro) en un pobre hombre que se ha recorrido a pie media Europa, ha probado la sangre del turco, del napolitano y del flamenco. Ha servido a un Rey que se ha servido a su amada y ha vertido sangre por cada rincón de Europa. Unas veces por honor, otras por dinero.

Mi párrafo gastronómico. Que no «parrafada«

Y en Alatriste no será menos. Ese huevo que rompe Íñigo en la trinchera y lo rescata Diego para batirlo con el cuchillo y tras migar un poco de pan compartirlo con los camaradas embarrados y empapados en Flandes.

Esa gota de agua que cree Diego que asoma de El aguador de Sevilla pintado por Velázquez. Las escenas en la taberna del turco, indescriptibles por excelsas, para luego rematar una de ellas haciendo aguas menores contra un muro forrado de estampas y crucifijos escoltando al alguacil…

Esas botas agujereadas que no se cambia Alatriste por orgullo, esa postura (y sobre todo «apostura») del capitán esperando la llegada del emisario que le va a encomendar una misión. Esa soberbia en la mirada de Malatesta. Copons, qué decir de Copons, si me siento identificado con su personaje desde el momento en que apareció en escena por primera vez…

Decía antes que Alatriste había vertido su sangre… Y Malatesta, y Copons, y Quevedo, e Íñigo… Y todos los españolitos de a pie (y de noble cuna) de aquellos días en los que un soldado lo era porque estaba programado para serlo.

Época de vastos ejércitos que acuchillaban por orgullo, por honor, por sobrevivir y por religión.

Detalle éste a tener en cuenta al plasmar la obra en el cine.

Pues bien, tal episodio, que sirve de punto de partida para toda la obra existió, pero sin tal duelo.

Estos dos personajes acudieron de incógnito a Madrid. Cierto es que para conocer a Ana María de Austria, a la sazón hermana de Felipe IV para concertar un casamiento que nunca se produjo porque los ingleses dieron una pésima impresión en la austera corte española llegando a subirse a una tapia (el príncipe) para conocer a la prometida.

A partir de ahí Diego, que en la literatura y en el cine frenará la mano de Malatesta por no tener del todo clara la empresa encomendada. Se enfrentará a una ristra de aventuras y desventuras pagando deudas del pasado (ese noble acto que le frenó la mano) y huyendo capítulo tras capítulo de una muerte a la que ha sido sentenciado por la propia Inquisición.

Diego Alatriste, altanero, será capaz de truncar amistades de peso, aliados de renombre que le podrían haber ayudado a escalar algún peldaño en su vida por el mero hecho de ser fiel a quienes le traicionan.

Fiel a si mismo, aunque esto suponga la ruina y fiel a un Rey que, en la figura de su valido no dudará en salvarle la vida para pedirle que la pierda, pero lejos de Madrid.

El plano de Teixeira

Y al mencionar «Madrid» no resisto destacar la breve pero acertada aparición del plano de Teixeira. Refleja el Madrid de los Austrias y alrededores. No solo porque lo habré pateado un millón de veces en mi infancia, si no por la reproducción a tamaño real que del plano tenía mi padre en uno de los salones de su casa.

Flandes, Nápoles… Todo eso sí es historia, y la figura del Tercio que la hizo posible, también. Vascongados rezumando hispanidad, portugueses calumniados por judíos, la santa inquisición haciendo de las suyas.

Luego la echaron encima la leyenda negra que pesa como una losa. Todo hasta rendir la bandera sin dejar de pelearla y defenderla en Rocroi.

Una película que se ve, se huele, se acaricia y se escucha con la magistral banda sonora de Roque Baños.

Nos regala una procesión de Semana Santa a modo de película haciendo un viacrucis de nuestra Historia con una Cruz de Borgoña que de tanto brillar, se apagó porque se agotó.

Aprovecho hoy, domingo 27 de junio de 2021, siete años después de comentar Alatriste en el fancine para actualizar la entrada con motivo del podcast grabado y publicado en Antena Historia para comentar, precisamente, Alatriste.

Y de paso, voy a incorporar algunas reflexiones de nuevo cuño hechas a propósito de mi participación en Antena Historia…

En concreto me gustaría hablaros del Madrid de los Austrias en Alatriste

El Madrid del Teixeira que sale en la película

Un plano, que no mapa, concebido por Felipe IV y encargado y ejecutado por Pedro Teixiera, un español de Portugal. Lo expreso así porque Portugal formaba parte de España por aquel entonces.

El objeto del encargo era la creación de dicho plano con el fin último de elaborar un censo fiable de Madrid. De la población madrileña. Al final se ha convertido en un documento de inestimable valor para entender la de por si complicada estructura de las calles del Madrid de aquellos días, de la zona de los Austrias.

Vayamos por partes para explicar por qué hago un alto en este tema…

San Antonio de la Florida, donde Goya

Lo primero, para deciros que yo vivía en frente de la Ermita de San Antonio. Una zona externa del Madrid de los Austrias que cobraría mayor protagonismo en la época de la ocupación napoleónica. No obstante esa ermita tiene una gemela construida un siglo después: la original alberga todos los frescos de Goya, de ahí que se erigiera su gemela, para que el calor de las velas y los cirios, y la humedad del Manzanares y el aliento de la gente no perjudicara las pinturas.

Pero tengo pateado ese Madrid de los Austrias de cabo a rabo.

Primero porque mi padre trabajaba en el Ayuntamiento de Madrid. El original y verdadero: la Plaza de la Villa. Mi primer empleo fue en la Calle Mayor, entre la Puerta del Sol y la Catedral de la Almudena, en Turismo de Madrid. Estudié 5 años en el Istituto Italiano di Cultura, también en la Calle Mayor… y yo qué sé cuántos vínculos más tendré con esa zona, amén de que mi mejor amigo, el mismo que me descubrió estas lecturas (las novelas de El Capitán Alatriste) vivía al pie de la Catedral, por detrás en la Calle Segovia.

El Palacio de Oriente forma parte de mi vida, lo veía desde la ventana de mi habitación y lo rodeaba todos los días de la semana, de lunes a sábado: entre semana para ir al cole, en Princesa, pasando por la Plaza de España. Los sábados para ir a la reunión de los Scouts, doblando por el Templo de Debod.

Y en el Palacio Real viví una de las experiencias personales (maravillosa) que me cambiaron la vida… cosa que me guardo por si algún día me decido (o tengo el tiempo necesario) a escribir mi novela sobre Madrid…

En fin, que cuando veo la película, o leo las novelas, me siento en mi casa y reconozco hasta el último rincón descrito.

Pero todavía hay más…

Voy a hacer una analogía «un pelín forzada» entre el Madrid de los Austrias del Siglo de oro y el de la Movida madrileña

Todos imaginamos un Madrid áspero, hostil, agresivo, sangriento, duro y peligroso cuando hablamos de Alatriste y de sus idas y venidas a la Taberna del turco.

Un Madrid excelso en el que convivió lo más bajuno de la sociedad, y si no bajuno, sí lo más peligroso: gentes prestas para desenvainar al mínimo gesto de malas pulgas. Gentes de malas pulgas prestas siempre a marcarse un chotís en un charco de sangre.

Gentes con más acero encima que una ferretería de las de toda la vida. Pero gentes y la sociedad en la que vivían, sensibles al Arte. A la literatura, al teatro, a la escultura, a la arquitectura y a la pintura… Es el Siglo de Oro y la España decadente brilla con luz propia.

Eran gentes capaces de gozar viendo una obra de teatro y, al salir, cruzar las navajas, cuchillos, dagas y espadas hasta arrancarse la vida los unos a los otros a puntazos…

Yo viví en el Madrid de los 80s. El de la Movida madrileña

Sus alcaldes fueron Tierno Galván y Barranco. Los alcaldes de las verbenas, los atracadores con mono y las fiestas callejeras. El Madrid de la delincuencia, el de los Mods, Skinheads, punkis y rockers, ya en los 90s llegaron los raperos. El Madrid en el que había conciertos casi todas las noches.

El Madrid de las tribus urbanas cada una con su subcultura y todas unidas en sus odios recíprocos que, al igual que en el Madrid del Siglo de Oro, hacía que las navajas brillaran en la oscuridad.

Lo cantaron Burning, Mecano y Loquillo…

Violencia, drogas y Arte en convivencia y connivencia de las autoridades que miraban para otro lado.

Un Madrid en el que rara era la semana en la que no te atracaban o te robaban el coche… Y en ese Madrid, sin pretender hacer una comparación, abundaban los Alatristes y los Malatestas. Siempre prestos a desenvainar y «darte una mojada».

Por todo esto os digo que es emocionante, por lo menos para mi, ver a Alatriste andando por Madrid, siempre en guardia, siempre celoso de su retaguardia y receloso de todo con el que se cruzaba. Porque en cierto modo yo he vivido en ese Madrid de los Austrias y no es difieren tanto el uno del otro.

Por no hablar de la Casa de Campo, coto de caza del Rey

Como vemos en la peli… que estaba a espaldas de mi casa, superado el Manzanares y donde hacíamos ninjutsu los domingos. Una Casa de Campo de toreros y futbolistas hasta que no pudimos seguir yendo porque se llenó de proxenetas y yonkis y hacer deporte allí se convirtió en deporte de alto riesgo.

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Os invito a leer mi comentario de Quadrophenia en el fancine, y escuchar el podcast de Quadrophenia que grabé para GloPod de Antena Historia. Para entender ese «Madrid de la movida y post Movida madrileña». Y cómo no, os invito a escuchar el podcast sobre Alatriste y los Tercios en Antena Historia, también.

Podcast de cine sobre Alatriste y los tercios españoles

Tercios españoles y el Capitán Alatriste

Otras pelis en las que aparecen los tercios comentadas en el fancine

Don Juan Tenorio

Los tres mosqueteros: D’Artagnan

Cyrano de Bergerac

Los tres mosqueteros

Oro

El oficio de las armas

1492: La conquista del paraíso

 

 

 

 


 
 
Tráiler de la película en Youtube
 

 

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