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El oficio de las armas

Tabla de contenidos

Ficha técnica


Título: El oficio de las armas
Título original: Il mestiere delle armi
Director: Ermanno Olmi
Nacionalidad: Italia, Francia, Bulgaria, Alemania
Año: 2001
Productor: Ermanno Olmi
Productora: RAI Cinema, StudioCanal
Duración: 105′
Guión: Ermanno Olmi
Música: Fabio Vacchi
Fotografía: Fabio Olmi
Montaje: Paolo Cottignola
Vestuario: Francesca Sartori
                       
Ficha artística

Hristo Jivkov – Juan de Médici
Sergio Grammatico – Federico Gonzaga
Sasa Vulicevic – Pietro Aretino
Dimitar Ratchkov – Luc’Antonio Cuppano
Fabio Giubanni – MAteo Cusastro
Sandra Ceccarelli – Nobildonna de Mantua
Desislava Tenekedjieva – Maria Salviati de Médici
Franco Andreani – Embajador de Carlos V
Giancarlo Berelli – Alfonso d’Este


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Carlos I de España y V de Alemania – Imperio español – Narrare la Storia



«Las nuevas armas de fuego cambian las guerras, pero son las guerras las que cambian al hombre».

Esta película la descubrí en Mantua, en 2002. En el transcurso del Congreso  Internacional «Narrare la Storia – Dal documento al racconto» organizado por la Fondazione Maria e Goffredo Bellonci, en donde expuse las conclusiones de mi investigación sobre la intervención italiana en la Guerra Civil Española, en presencia del mismísimo Umberto Eco.

La descubrí y me quedé «enganchado» a ella porque rompe con todos los cánones del cine. Los rompe por su ritmo, por su estilo, su tempo y su modo de comunicarse con el espectador, llegando por momentos, incluso a romper la cuarta pared para dirigirse, sus protagonistas, en primera persona al espectador, a modo de entrevista y alguna confesión.

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Se dice que un personaje rompe la cuarta pared cuando mira a cámara y  habla directamente al espectador. Como vemos en La venganza de Don Mendo. Lo que vemos en esta película no es exactamente ese «romper la cuarta pared». Lo que hacen los personajes es abstraerse del argumento y sí, hablan al espectador, pero podría parecer mucho más una respuesta a un pregunta, a modo de documental.


Si la peli es lenta, como es el caso, peligra toda ella porque esos altos en el camino harán que se detenga la inercia narrativa y, cada vez que parece que empieza a haber acción, se detiene de nuevo y se habla a cámara.

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Nos centramos en los primeros estadios del enfrentamiento de los poderes terrenal y espiritual entre Carlos I de España y V de Alemania y el papa Clemente VII.



El papa se había empeñado en meter las narices en los asuntos terrenales favoreciendo al rey francés, Francisco I, prisionero en Madrid tras haber sido derrotado por Carlos I.

Francisco I incumplió el pacto de Madrid, instado por Clemente VII, quien quería respaldar a Francia para que expandiera sus posesiones por el norte de Italia a costa de desplazar, si no de expulsar a los españoles.

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A Carlos I no le tembló el pulso. Reunió su ejército que, paradójicamente, incluía 12 lansquenete alemanes y luteranos. Destaco este detalle porque, si bien, con el paso del tiempo, Clemente VII coronará emperador al propio Carlos, como Campeón del catolicismo, en este momento, y muy a pesar de Carlos I, las tropas del español y alemán tenían un nutrido grupo de luteranos (protestantes) con pocas ganas de guasa.

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En la película vemos un primer conato de enfrentamiento, previo a la incursión final del ejército español hasta el corazón de lo que con el tiempo sería Italia. En el segundo no habrá quien los pare y llegarán hasta la mismísima Roma, en donde esos luteranos anticatólicos protagonizarán un capítulo deplorable profanando todo cuanto destilaba olor y sabor a católico. Carlos I de España y V de Alemania lamentará profundamente este hecho, pero tampoco le vino nada mal porque aplacó el respaldo papal a Francia e impulsó su coronación como Emperador.

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Hay que destacar que Carlos I emprende estos enfrentamientos con Roma primero por culpa de Francia, segundo por culpa del propio papa y tercero porque el turco expandía el imperio otomano por el este de Europa y, salvo España y Alemania, nadie movía un dedo por acudir en ayuda de Hungría, cuyo rey acababa de pedir auxilio y sería asesinado por los otomanos.


El estancamiento europeo, preñado en duelos internos, daba alas a los islámicos que se expandían como una plaga. Por eso Carlos I decide tomar cartas en el asunto y romper el acuerdo Roma/Francia por el lado más frágil: Clemente VII.

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El lansquenete es un tipo de soldado con arma de fuego que empezaba a hacer aparición en las filas de los ejércitos europeos cambiando, para siempre, la concepción de la guerra (motivo real de esta película, sobre el que hablaré en breve).


Estos soldados, cuya formación viene de Suiza, serían la evolución del siervo y palafrenero en el campo de batalla, a un cuerpo de ejército en si mismos. Nunca aglutinaron la potencia de fuego que tendría la artillería pesada francesa ni serían tan duros, recios, disciplinados y valientes como los tercios españoles (quienes a diferencia de éstos, portaban arcabuz primero y mosquete después).


Si quieres leer algo más sobre los tercios puedes echar un vistazo a mi comentario de Alatriste.

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Esta película retrata un punto de inflexión en «El arte de la guerra» que diría Maquiavelo.


Un antes y un después para la concepción de un campo de batalla, de un ejército y de la guerra en general.


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Termina la era de los condotieri (o soldados de fortuna, mercenarios) que basaron su estrategia militar en la caballería pesada durante siglos.


Ese tipo de guerra terminaba por la aparición de la infantería con armas de fuego (respaldada por piqueros). Ya lo anticipaba el mismo Maquiavelo: «La fidelidad de los mercenarios es frágil y por que deben serte fieles si no te conocen (…) no puede ser mas falsa la opinión, según la cual, el dinero es el nervio de la guerra«.

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Así lo intuía el protagonista de esta película: Juan de las bandas negras, Juan de Médici, el último condotiero.



La película girará en torno a un intento alemán (es curioso que casi no se habla de España, por eso he hecho toda la presentación anterior, para contextualizar la película) por deponer al papa y de cómo el Médici se pondría al frente de las tropas favorables al papa para hostigar a los tudescos y enviarlos de vuelta para el norte.


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Veremos cierto protagonismo también, si no mayor que el del Médici, en los «falconeti», un tipo de cañón ligero para las primeras artillerías. Uno de estos falconetis atravesará una pierna del Médici (que dicho sea de paso, era sobrino del papa, para que vayan cuadrando las cosas) y la gangrena se lo llevará de este mundo en la ciudad de Mantua. Mantua… precisamente donde yo estaba participando el el congreso Narrare la Storia que os comentaba al principio de este comentario de película.

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En la película veremos cómo se hacía un falconeti y escucharemos una definición del cañón que tiene su gracia «novedoso ingenio de retrocarga, más rapidez de acercamiento, más potencia de fuego».

Os recomiendo verla aunque sé, de antemano, que me he puesto algo gafapasta con El oficio de las armas.


Más de uno no podrá terminarla y muchos no llegarán al primer cuarto de hora porque la película es lenta. Lenta de solemnidad. Y encima esa «rotura de la cuarta pantalla» casi siempre llegará a cargo de personajes literarios e históricos italianos que, o bebes los vientos por ellos o no sabrás quiénes son por mucho cartelito que aparezca.

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Ya os anticipo que uno de los personajes que nos habla en la peli es Pietro Aretino, amigo personal del Médici y poeta consagrado.


No es fácil de ver. Es correosa y a muchos se les hará interminable. No puedo mentiros. Es perfecta para un filólogo, para un historiador, incluso para un militar. Pero para el resto de los espectadores se puede hacer un poco cuesta arriba. Aún así, insisto: no dejes de verla si tienes ocasión porque, aunque puedas perder el significado de una u otra referencia, o de éste o aquel personaje, el conjunto,y en conjunto, es una grandísima película.

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