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Sufre mamón

Tabla de contenidos

Sufre mamón se cuela en el fancine por la magia de Hombres G y la tontería de la Censura progre del siglo XXI.

Parece mentira pero tras medio siglo de Democracia en España yo, con 48 años de edad, estoy viviendo la censura por primera vez.

Por eso rescato Sufre mamón, como canto a la libertad de expresión

No es una peli buena, ni entraría entre las 500 de mi vida. Pero el ataque al que se ha visto sometido Hombres G en las últimas fechas me ha empujado a compartir su película. En defensa, como decía, de su libertad de expresión y con la suya, la mía y la de todos los que no queremos ponernos la mordaza buenista.

Hace poco más de un mes vi, sin creer lo que veía, una de las escenas más patéticas de esa censura de lo políticamente correcto. Una censura que ha ido creciendo, año tras año, durante las dos últimas décadas. Sirve para dictar al pueblo qué tenemos que decir, escuchar, amar, comer, vestir, sentir, pensar, hasta de qué nos podemos reír, o no. Y lo que podemos decir, y cómo, cóma o cóme hacerlo.

Estamos inmersos en 1984 de George Orwell, pero la inmensa mayoría de los españoles no lo saben.

Son felices en su ignorancia.

Ignorancia fruto de un sistema educativo que se ha esforzado en hacer que los jóvenes sean ignorantes. A cambio bombardean con subvenciones para videojuegos a quienes entran en edad de votar… Pero si les preguntas quién fue Orwell, o por qué cambió su manera de pensar tras su paso traumático por nuestra guerra, o por qué tras vivirla en España dedicó el resto de su vida y obra a denunciar la barbarie socialcomunista… De eso nada.

Tik-Tok, perreo, y vandalismo tipo JOKER confundiendo activismo social con delincuencia, por ejemplo lavando el cerebro a los críos para que se crean defensores del medio ambiente. Porque se han preocupado por invertir el orden de valores en la Sociedad haciendo del bueno el malo y del malo el bueno. Esto lo explico más y mejor en el podcast sobre Robin Hood, (el enlace os lleva a IVOOX) y también en mi otro blog, «el troblogdita», en la versión escrita del mismo tópico: Desmontando a Robin Hood.

¿Dónde ha quedado nuestra libertad de expresión?

Los que ya peinamos canas recordamos los 80s y los 90s con nostalgia. No porque fueran esas décadas maravillosas que nos quieren meter por los ojos a golpe de frikismo. No es por eso. Los 90s, y sobre todo los 80s, qué decir de los 70s, fueron décadas duras. Muy duras. Ya os lo expliqué cuando comenté Bohemian Rhapsody.

Fueron décadas descarnadas. Por aquel entonces se hablaba sin miramientos y no había filtros buenistas cuando abríamos la boca. Ni censura, ni la peor de las censuras: la autocensura. Llamábamos a las cosas por su nombre, sin miedo a que nos lincharan por hacerlo. Ahora tienes que hacer un circunloquio para referirte a algo y aún así tiras de eufemismos para que no aparezcan esas palabras políticamente incorrectas que han servido para ir mutilando el lenguaje, la lenguaja, lo lenguajo… Es más, hay temas que después de darles unas cuantas vueltas, para ver cómo abordarlo sin herir la sensibilidad de los pieles finas prefieres obviarlos y pasar a otra cosa porque digas lo que digas la vas a cagar.

Pero ojo, no es que la cagues por decir esto o aquello. Están de guardia, 24h al día, los 365 días del año para fingir ofensa sobre cualquier tema. Hables de lo que hables tienen un pelotón de linchamiento listo para asaltarte vía Twitter. Cuando te acosan y te linchan una y otra vez, o te cierran las cuentas porque son de la misma cuerda que quienes permiten o niegan las cuentas, terminas eludiendo temas de opinión y te pasas el día viendo memes y hablando de tonterías.

¡Contravalores al poder!

Lo más patético y esperpéntico de todo esto es que lo políticamente correcto es hipocresía semántica. Es la ética del cinismo. Es ingeniería social que ha ido cercenando nuestra libertad de expresión, hasta de pensamiento, para imponernos contravalores socialdemócratas como dogma de fe, disfrazados de valores. Y atrévete a decir lo contrario…

Tanto es así que hace unas fechas vimos un episodio de contradicción moral y de buenismo impostado que se le fue de las manos a una presentadora de TV que estaba invitada en Pasapalabra. Ella arranca a cantar Devuélveme a mi chica, una canción de los Hombres G, de la que sale Sufre mamón. Ella sola, de modo espontáneo. Canta las primeras estrofas de la canción, no sólo con el beneplácito de los demás concursantes y del presentador, sino con sus sonrisas y gestos de buen rollo. Se viene arriba y grita «todos» y el presentador cita el nombre de la canción que, acto seguido empieza a sonar por megafonía.

Hay planos en los que se ve la letra de la canción proyectada en unas pantallas que rodean al escenario, a modo de karaoke, para que el público les acompañe. La presentadora/concursante, porque el presentador es un señor barbudo, toma las riendas y se echa a la espalda a todos los presentes en el plató: ella canta y baila en la silla mientras todos hacen coros y aplauden para seguir el ritmo.

Lidera el concierto improvisado hasta que se le enciende una lucecita roja que lleva dentro y le recuerda que tiene que ajustarse al guion buenista del hoy en que vivimos. Así pues, coitus interruptus, cuando logra llevar a todos los asistentes al programa: presentador, concursantes y público hasta lo más alto coreando la canción, de pronto bajón de los gordos porque termina diciendo que muy mal Hombres G por llamar «marica» al malo de la peli y por titular la canción «Devuélveme a mi chica» como si el cantante o el prota de la canción fuera el propietario de la muchacha.

Es increíble. Pura manipulación: ahora cantamos todos contentos porque nos lo estamos pasando bomba y, en la misma frase, os doy con el periódico en el hocico por cantar lo que estamos cantando. Y el público primero corea, aplaude y sonríe con la canción para, en menos de un minuto aplaudir que se la critique y se estigmatice. Pasado el calentón y la euforia de libertad nos volvemos a poner la mordaza y a criticar lo que estábamos disfrutando todos juntos.

¡Por dios!

¿Cuándo terminaremos con la dictadura de lo políticamente correcto? ¿Y de lo WOKE?

Correcto para lo que ellos quieren, porque si los mismos que se ofenden por todo te quieren insultar, vejar, faltar, humillar y despreciar en público, te despellejan vivo. Y tú a callar, que no finjan que les hace pupita tu respuesta y redoblen su acoso y tu linchamiento.

Sufre mamón, o Devuélveme a mi chica es un pedacito de libertad gamberra que catapultó a todos los del programa ese a los 80s. Y a los 90s. Años en los que la música española era tan buena como variada con bandas de su padre y de su madre. Ya os hablé de mi cantante favorito español: Loquillo, en Quadrophenia. Pero había muchos más. Por supuesto Hombres G. Y también La guardia, La frontera, Gabinete Galigari, Mecano, Radio futura, Héroes del silencio, Los rebeldes, Duncan Dhu, Los nikis, Los Ronaldos, Burning, Alaska, Seguridad Social, Objetivo BirmaniaDinamita pa’ los pollos, y quien sabe qué más grupos, pues los habría… hasta Los flechazos y Brighton 64 para que veáis que no soy sectario.

Son los que me han venido a la cabeza. Pero había muchos, y si nos metemos en los 90s, todavía más.

Como decía antes, cada uno de su padre y de su madre, y cada cual mejor. Podía gustarte una banda, o no. Pero, por lo general, no podrías decir que era mala. O sí, era mala, pero graciosa, porque algunos tapaban sus carencias con sentido del humor.

Porque, más en los  80s que en los 90s que la cosa empieza a declinar, todos eran buenos a su manera. Y sobre todo, todos eran únicos porque ninguna banda sonaba como otra. Cada una tenía sus ritmos, sus letras y sus melodías. En definitiva, las bandas de los 80s tenían personalidad. Y sí, había alguno cuya música dejaba que desear, pero incluso esos tenían letras divertidas e ingeniosas y sabían perfectamente el papel que tenían que interpretar: Los inhumanos, Un pingüino en mi ascensor, Glutumato yeyéSiniestro total, Johnny juerga y los que remontan el Pisuerga, Golpes bajos… Y aún así cada uno era especial y diferente en su propuesta y en su puesta en escena.

Uf… hago un alto en el camino para pensar en voz alta… el último concierto al que fui fue de Metallica, en 1993. ¿Fue ese? Y de un grupo español fue para ver a los Celtas cortos… ¿Celtas cortos en Boadilla del Monte? Ya ni me acuerdo, pero creo que es así. Lo que sí tengo claro es que en 2023, y ya estamos en diciembre de 2022, cumpliré 30 años sin ir a un concierto.

Eran la antítesis al perreo y de la «música» que se escucha hoy en día en España, que escuchas a uno y parece que los has escuchado a todos: parecen voces deprimentes de fumadores compulsivos y asmáticos que no terminan las palabras y las arrastran, casi lloriqueando, en frases entrecortadas. Y lo poco que se entiende mejor no haberlo entendido… Habrá alguna excepción, por descontado. Cuya letra sea menos mala, pero la música…

Por eso decía que iba a comentar esta peli de Hombres G

No la veía desde hacía, por lo menos, 30 años. 

Yo interpretaba de dos maneras a los Hombres G. Me lo pasaba bomba con sus canciones, allí en Navacerrada, en la sierra madrileña. Las veces que les habré escuchado por las noches. Una de mis favoritas era Indiana, de La cagaste Burt Lancaster. Pero me negaba a aceptar que empezaran siendo punkis.

No es posible que estos muchachos tan geniales, fueran punkis. Podrían creérselo, o hacerse los malotes vistiendo con pintas raras. Pero Hombres G tenían de punkis lo mismo que yo, o menos. Yo era rockabilly por aquellos días, con mi beisbolera, mis Levis y mis Converse All Star. Y sí, tuve la desdicha de cruzarme con más de un punki en el Madrid de finales de los 80s y principios de los 90s. Eran lo peor de lo peor, junto con los Skins. Porque los extremos se tocan. Aunque estos, la verdad, se tocaban demasiado. Moncloa, los Bajos de Argüelles (o de Aurrerá), la plaza de Los cubos… por ahí me movía yo, y de Cubos a Callao, por lo que sé de qué os hablo.

Y por eso negué, niego y, salvo que ellos me digan personalmente lo contrario, negaré que Hombres G tuvieran aires de punkis. Por mucho que les gustaran los Sex Pistols.

Otra cosa es que fueran niños bien haciendo el gamberro. Eso lo compro. De esos vi muchos, niños pijos que terminaban haciéndose rockers, mods o skins, casi nunca punkis. Niños gamberros, macarrillas y que se ponen la chupa de cuero para ligar y para hacerse los chulitos del barrio.

Muchos terminaron mal, porque no es lo mismo sentirte un lebrel que serlo. Madrid en aquellos tiempos era muy duro. Lo dije en Alatriste, (por lo del Madrid de los Austrias), en Bohemian Rhapsody y en Quadrophenia. Y no me hartaré de decirlo. Por tener hasta teníamos un alcalde, el socialista Tierno Galván, que hacía apología de las drogas con perlitas como «rockeros, el que no esté colocado, que se coloque». Y si no me creéis buscadlo en Youtube.

Dicho esto, vamos con la peli.

Sufre mamón nace de la canción Devuélveme a mi chica

Que al principio se iba a llamar como la peli, o así debería haberse llamado si la discográfica de entonces no se hubiera adelantado en el tiempo al buenismo de nuestros días y aconsejara rebajar el tono un pelín. Por aquello de no ofender. Se lo he escuchado hoy mismo a David Summers en una entrevista, en Youtube y ya os digo que si hubieran sido punkis no habrían tocado el título de la canción.

La peli, o por lo menos la canción, tiene su toque autobiográfico. Nace a partir de un desamor del propio David Summers. Una novia que le dio plantón y se fue con «un niño pijo». Al parecer David se enteró de que pensaba ir a uno de sus conciertos y por eso parió esta canción. A modo de venganza para cantársela en directo, desde el escenario, cuando la viera entre el público con el pijo. Esto ya lo había escuchado antes, pero he vuelto a hacerlo hoy en la entrevista esa que mencionaba antes.

Cosas de la vida.

La peli no tiene mucho que contar. Salvo que nos pongamos tiquismiquis y hablemos de los curas del cole. Me recuerdan al Padre Ocaña y al Padre Quirós de los Padres Reparadores en el Fray Luis de León, mi colegio hasta 2º de BUP, cuando me cambié al Bernadette de Aravaca y luego me fui a Blaine en Estados Unidos.

Por muchas chupas de cuero y chapitas sigo sin verlos de punkis

Y no sólo me he cruzado con un buen puñado de ellos por «el foro». También en Londres, York y en Edimburgo… Hasta en Minnesota conocí a uno en mi colegio. Se iba a vivir con un par de grunch (ahora he saltado a los 90s). Nos respetábamos mutuamente. Cuando aterricé en los Estados Unidos iba harto de Skins en Madrid como para que un punkarra me diera la tabarra.

El caso es que terminé cayéndole bien, por ser tan diametralmente opuesto a él y no cambiarme de acera al cruzarnos. Así una vez, dos, tres… Al cabo de unos meses los grunch alquilaron una casita y le cedieron un cuarto al punki y me dijo algo parecido a «a ver si tienes cojones de venir y pintar mi cuarto». Ni corto ni perezoso fui con otro amigo (por si la cosa se desmadraba) y con él y otros de los suyos me hice un hueco en la pared y planté el pájaro loco de Loquillo, con sus tibias, sus estrellitas y su puro, y al lado el gato de los Stray Cats y un ¡Viva España!

Por todo eso os digo que, por muy gamberros que sean los Hombres G (antes de ser los Hombres G) en la peli, de punkis nada.

Gamberretes y macarrillas sí, punkis no

Otra cosa es que vendieran esa imagen para ligar pijitas y quién sabe si siguen haciéndolo para seguir ligando. Entiendo que ya habrán sentado la cabeza. Por eso mejor no daré crédito a lo que me contaba de los post conciertos Fran Calvo, antaño uno de mis mejores amigos, quien decía ser «su manager». Ya podría confirmármelo David Summers, por mera curiosidad. Con el tiempo dejas de ser ingenuo y dejas creerte las milongas que te cuentan.

Menos mal que mediada la peli ya se quitan la careta y el propio Dani dice que «no necesitan disfrazarse» para dar conciertos.

¡Volvamos a la peli!

Volvamos a esos gamberretes que van de punkis por la vida

Lo que no podemos negar es que la peli refleja esa viveza y esa libertad dialéctica de antaño. Cosa que hoy en día será hasta grosero o agresivo para muchos que escucharán los diálogos y les darán ataques de ecoansiedad o de lo que sea que les den, que los hay de todos los tipos y para todos los gustos.

Para muestra el profe de solfeo de David al que visita «con los calzoncillos de acero inoxidable» para evitar los peligros del (según su novia) «marica de tu profe»Menudo repelús… De hecho, lo de «marica» lo dice su novia, varias veces en la peli, que conste, porque entonces, como decía arriba, no se andaban por las ramas para referirse a cualquier cosa. Aunque para marica… lo que suelta Riqui después de pegar una paliza a David y Javi juntos… «sois más flojos que el pedo de un marica».

Quizás lo más fuerte es «la pedorra» que les espera en el bar. La verdad es que alucino. Seis tíos jugándose quien se mete en el cuarto de baño de las chicas para (y no lo digo yo, lo dicen ellos) «trincársela«. Aunque es ella realmente la que se los trinca por los comentarios que hace. Cuando llega la hora de entrar en acción ella se va al baño y ellos se ponen un corsé que imita unos pechos, y una peluca, para simular que son chicas y que les dejen pasar sin llamar la atención. Tanto que, en una de esas, cuando David esté disfrazado llegará su hermano y le dice algo como «Papá esperando y tú aquí vestido de Bibí Andersen».

Bromas impensables hoy en día.La de veces que me cruzaría yo con los que salían de Voltereta, en los bajos de la Plaza de los Cubos. Nosotros pasábamos por ahí a las 08:30h para ir al cole y los de la Movida madrileña salían de pasar la noche de juerga puestos hasta las cejas.

Aunque para comentarios los de los profesores

Los curas del Colegio Menesiano de su primer cole son un pelín brutos, pero el profe del siguiente cole parece un macarra de bar… Y yo tuve alguno por el estilo que también gritaba «nos quedan cinco minutos para que me trinquéis los cojones» y se despedía del aula diciendo «que os den por el culo a todos«. Bueno, esto lo dice el profe de la peli, pero uno del Fray Luis te tiraba la tiza y el borrador como te movieras en tu sitio. Y que conste que ese mismo profe era el mejor profe que tenido en mi vida, «El Pancho», por el bigotón, un tío que se vestía por los pies.

En el nuevo cole se encuentran con un tío que se autodenomina «el más chulo del colegio» y «aquí el semental soy yo, este ganado es mío…«, el cantante de Fiebre amarilla. Un pijo (y según David) «y un gilipollas». Y candidato a recibir una somanta palos por bocas, dicho sea de paso.

Se van a la barra del bar, se supone que del cole, y allí se encuentran con otro pintas que lleva ni más ni menos que una camiseta de Samantha Fox. Y este tiene otro amigo, un tal Pepe, al que conocen más tarde en un bareto de Madrid, quizás el más punki de todos, o el único de verdad, con su cresta y todo…

Aparece Ricki, el pijo, vendiendo entradas para su concierto y al ver a Pati, la novia de David, se la intenta camelar delante de todos. Y se la camela. Los invita al concierto y ellos pasan, pero como ella quiere verle al final ceden y van. Y sí, la lían y se piran todos menos ella, que se deja camelar del todo, todo.

Lo de la pelea estilo Rocky IV…

No sé si ella es mas mala que un dolor o cándida hasta ser algo cortita. Se deja engatusar por Ricki, se deja invitar a copas, a bailar y a lo que te rondaré morena. David lo ve venir pero no podrá evitar que ella termine liándose con el cantante pijo. Ella irá y vendrá como el Guadiana, jugará a dos barajas y al final tendrá más de lista que de tonta la mosquita muerta…

Lo mejor son los ensayos en el garaje, con las guitarras, el bajo y una batería con tambores de Colón. Y si sabes a qué me refiero con «los tambores de Colón» es porque ya tienes unos añitos como yo.

Lo que peor llevo de la peli es el chimpancé de Pepe. No me refiero a que el punki sea un mono… sino a la mascota que lleva en la moto. La verdad es que hoy en día no se podría hacer esta peli porque el mono la palma después y la lían con el cadáver. Se echarían encima a feministas, colectivos diversos y animalistas, entre otros muchos. Pero no es porque pretendieran ser ofensivos sino porque reflejaban lo que se veía por aquel entonces con naturalidad. Es hoy cuando nos hemos impuesto la censura, como decía al principio.

Lo mejor de la peli son los polvos pica pica… y la dedicatoria que le hace a Ricki desde el escenario cuando canta la de Devuélveme a mi chica, que, dicho sea de paso, siempre conocí como Sufre mamón. Aunque… ¿Un punki con guantes de boxeo? Si no lo veo no lo creo. De puño americano para arriba… Por mucho que lo quieran arreglar al estilo Rocky IV. Pero mola, las cosas como son. Por lo menos al final se lía una pelea buena, como la que vi en el concierto de Jerry Lee Lewis en Jácara, en 1990, al que fui con los hermanos Bosco.

Ya empieza el abuelo cebolleta… si quieres saber de qué iba la pelea, en medio del concierto, te recomiendo que escuches el podcast que grabé para Antena Historia sobre Quadrophenia.

En el tramo final de la peli aparece la canción de Indiana, una de mis preferidas de los Hombres G. Más de moda ahora que nunca porque acaba de salir el tráiler de la 5ª peli de Indiana Jones. Por cierto, en el fancine tenéis En busca del arca perdida e Indiana Jones y la última cruzada. Y ahora también Indiana Jones y el dial del destino.

Hablando de conciertos, precisamente guardo uno de mis mejores recuerdos de uno de ellos con David Summers. Y fui a unos cuantos… hablo del concierto a favor de las víctimas del terrorismo, en el Palacio de Deportes de Madrid, organizado por La Jungla de José Antonio Abellán, de Cadena 100, la emisora musical de la COPE. Allá por 1993 ó 1994, cuando David Summers cogió el micrófono y puso de vuelta y media a los etarras. No he aplaudido más en mi vida.

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