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Nadie - 2021 - USA - Ilya Naishuller - Nobody - Ultraviolencia - el fancine - Podcast de cine - Web de cine - Blog de cine - Alvaro Garcia

Nadie

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Nadie ha entrado en el fancine como un elefante en una cacharrería.

Es verdad que vi el tráiler antes de que saliera, allá por 2021. Y que me gustó, para qué negarlo. Pero no volví a interesarme por ella hasta la semana pasada. Me puse a verla, por inercia, y antes del primer cuarto de hora supe que la comentaría en mi Web de cine.

Nadie en el fancine

Es una locura.

Si te gustan las pelis de acción… extrema, entonces esta peli la tienes que ver sí o sí.

Y a mi me gustan. Pero no todas. Sólo las que respetan cierta dosis de realismo (y ésta se me escapa de las manos hacia el final). Aquellas en las que vemos peleas que entran dentro de cierta lógica. Es cine, lo sé. Y por tanto es ficción. Pero las pelis de acción, aunque yo he creado una subsección de Ultraviolencia en el cine, suelen apostar por lo irreal, más que por el realismo. Pero aun así las hay que reflejan bien las peleas. Y las hay, que, aunque se les termina yendo la pinza, porque eso es esta peli, «una ida de pinza integral«, mantiene ciertas dosis de coherencia.

Peleas, artes marciales y cine

Llevo años practicando artes marciales. Ninjutsu, para ser concreto. Y llevo otros tantos años explicando la importancia de la fortaleza física y mental. Más que de la fuerza.

He visto colosos que rompían bloques de hielo de un golpe caer desplomados de un puñetazo. Y tipos descomunales tirar la toalla en un intercambio de golpes con un tirillas. He visto canijos, como un servidor, que van de underdog cuando se topan con un mastuerzo de 140kg. ¿Underdog? Quiero decir «de tapadillo«. El que, a priori, ni entra en las apuestas. El descarte. El que se impone a base de esperar, de aguantar, de recibir sin caer, y de caer y volverse a levantar. De quien desgasta al rival y lo desespera viendo al canijo recibir y recibir y caer y no rendirse, y aguantar, hasta encontrar el momento ideal, el hueco provocado por la fatiga. La guardia bajada por el exceso de confianza. Y ¡Zas! Un golpe. KO directo. A otra cosa mariposa.

Todo ese rollo para explicaros que lo importante en la vida, como en el deporte en general y en las artes marciales en particular, no es ser quien más fuerte pega, sino quien más golpes resiste. El Real Madrid no sería el Real Madrid si después de encajar un gol, y dos, o tres, no se mantuviera firme y devolviera los golpes y los goles. Es esa mentalidad batalladora la que descompone al rival. A veces incluso superiores, en todo, menos en resistencia mental. Y ver que das todo cuanto tienes y el que está en frente no sólo no se rinde, sino que te doblega y se te impone, cuando ya no te queda más que dar (y en una pelea ese «dar» es literal)… Ahí flaquean las rodillas, tiemblan los brazos y se te quiebra la moral y la confianza. Llegados a ese punto estás perdido.

No importa lo fuerte que pegues si no eres capaz de encajar un golpe

Hablo de lucha. Y de deportes… pero ¿qué me decís de la vida cotidiana?

Ahí va mi máxima:

La vida es muy perra

Cuando menos te lo esperas, ¡zarpazo!

Necesitas ser duro. No fuerte: duro. Para no derrumbarte cuando te da un golpe (la vida). Tenerlo todo de cara es muy fácil. Pero sobreponerte a todo, cuando todo te golpea, es para tipos duros. Duros de coj***. Lástima que no me guste decir palabrotas. Con lo bien que habría quedado en esa frase.

Lo dicho, quien no ha recibido un golpe no sabe lo que duele. Quien no ha pasado años buscando trabajo; O quien no ha sido atropellado por una loca que se ha saltado un ceda el paso… Incluso quien no ha visto pasar un trabajo, o un contrato, o un posible cliente, por delante de sus narices y se ha quedado sin él no entenderá de lo que os estoy hablando. Para esos, para los que te miran con incredulidad porque no comprenden a quien no vive y sólo sobrevive… Para esos no está escrito este artículo. Esta entrada. Nadie, es para los tipos duros, y las tipas, que las hay. Para los que miran por la ventana en los cuentos de Dickens. Para ellos escribo hoy.

Y para ellos escribí cuando publiqué Cinderella man, y cuando comenté En busca de la felicidad. O Rudy, incluso Underdog.

Esta peli no va de superación personal, ni de un padre que busca un empleo para poder mantener a su hijo. Pero sí va de bofetadas. De golpes sucios, bajos y de resistencia. Mucha resistencia. Sobredosis de resistencia.

Retomo lo de las peleas en el cine… Para deciros que sí, que me gusta ver las coreografías en las escenas de peleas. En la inmensa mayoría de las pelis para reírme de ellas y pensar para mis adentros en su falta de realismo. Pero a veces, las menos, te topas con una peli en la que el bueno reparte estopa y la recibe por igual. Y Nadie es una de esas.

Por eso me gusta. No tanto por lo que pega el tío sino por lo que aguanta.

Porque vemos en pantalla a un tirillas que, lejos de rehuir una pelea, se va de cara a ella y sorprende a sus rivales por su determinación, sus golpes certeros y, lo dicho, porque aguanta más que un saco de arena. En eso se parece a Pete, el de Hooligans. Un tío acosado por su pasado (lo vimos también en Una historia de violencia).

Nobody – Nadie

El protagonista es Hutch Mansell.

Un padre de familia corriente y moliente.

Para comprenderlo no tenemos más que ver el inicio de la peli, cuando nos narra cómo pasan los días en su vida. Monotonía, apatía y ciertas dosis de vida miserable. Un tipo incapaz de defender a los suyos cuando entran dos ladrones en casa. Y bien que se lo echará en cara su hijo, quien sí tuvo el valor de echarse encima de uno de ellos para molerlo a palos. Hutch no. Se lo piensa, recula y evita la pelea.

Hasta que se le hinchan las narices.

Entonces cambia el guion. Y vaya si cambia.

Veremos cómo investiga, localiza, busca, encuentra y se toma la justicia por su mano en la casa de los dos ladrones que asaltaron la suya. Y lo vemos en una de las escenas más gloriosas del cine y la ultraviolencia. Esa del autobús en la que se encierra dentro del transporte para arrancar a una muchacha de las manos de una banda de delincuentes callejeros.

Da gusto verle entrar en el autobús. Y ver cómo saca su revólver, y vacía el tambor. Deja el arma en el suelo, y las balas, y avanza hacia los pandilleros con la muerte grabada en sus pupilas.

Ellos se lo tomarán a broma, y hasta empezarán a propinarle una paliza de la que pocos se volverían a levantar. Pero Hutch se levanta para reventar a todos, destrozarlos, golpearlos hasta reducirlos a todos y salvar a la muchacha. Sale maltrecho, seguro que con algún hueso roto y agujereado y magullado. Pero sale por su propio pie rebosando orgullo.

El detonante para este cambio no fue el robo en su casa. No. Fue que los ladrones, entre las cosas que robaron, se llevaron un brazalete de su hija menor. La única en la familia que lo respeta. Y ella se apena cuando no lo encuentra, y él, casi seguro de que se lo llevaron los ladrones, decide remover Roma con Santiago para recuperar el brazalete de y para su hija.

FBI…

Poco a poco iremos descubriendo quién es Hutch.

No es ese hombre gris que vimos al inicio de la peli. O sí, lo es, pero ese no es el Hutch que fue en el pasado. Y eso lo empezamos a intuir cuando está sobre la pista de los ladrones. Cuando recibe un soplo y se va a una tienda y amenaza pelea con algunos de los presentes que no le quieren dar la dirección del ladrón. La tienda es de tatuajes, y él sigue la pista de un tatuaje en la parte visible de la piel del asaltante. Del vídeo de seguridad.

Entonces vemos a un veterano. Un soldado retirado, que es testigo de lo que está ocurriendo y se acojona cuando ve el tatuaje que luce Hutch. No dice nada. Pero se levanta, se despide, da las gracias a Hutch por los servicios prestados (cosa que viniendo de un veterano nos da alguna pista) y se pira. Ese tatuaje significa algo que desconocemos, pero que el excombatiente comprende como la seña de identidad de un tipo letal. por eso se larga del sitio.

La cosa se complica cuando se entera de que uno de los pandilleros a los que dio la paliza es el hermano de un matón de la mafia rusa. Ni que deciros que toda la mafia se pondrá en pie de guerra y se desatará una persecución desproporcionada que recibirá una respuesta más desproporcionada todavía.

Habitación del pánico

¿Qué es una «habitación del pánico»?

Es un refugio blindado que se construye en domicilios particulares para encerrarte en ella en caso de asalto armado. Esto es, que, si saltan las alarmas de tu casa porque entran a robar, para evitar que el robo derive en lesiones, agresiones o asesinatos, los americanos tienen (los que se lo pueden permitir) un sótano, o una habitación secreta en la que aislarse mientras esperan a la policía.

Los rusos asaltan la casa del protagonista. Porque sí, organizan una batida para hacerse con el que ha agredido al hermano del matón, y entran con no muy buenas intenciones. Tampoco Hutch las tiene, la verdad. Cierra la habitación del pánico desde fuera, aísla a su familia y se dispone a hacer frente, él solito, a la tropa que asalta su hogar.

Se cepilla a unos cuantos, pero al final es reducido con un taser. Reducido, secuestrado y metido en el maletero del matón, rumbo a quién sabe dónde. En el mejor de los casos terminará en una cuneta. En el peor prolongarán su agonía paliza tras paliza hasta dejarlo hecho un pingajo y, ahora sí, terminar en una cuneta o en el cubo de desechos orgánicos, en bolsitas.

Pero Hutch se las sabe todas y, una vez recuperado, utiliza un extintor encontrado en el maletero y, usándolo, medio asfixia a los rusos, y los ciega con la humareda. Esto provoca un accidente de tráfico. Él sale mal parado pero el ruso muere del impacto. Si esto fuera una partida en un videojuego hablaríamos de una vida extra que Hutch sabrá aprovechar.

Entre medias veremos que el protagonista visita a su padre. Un ancianito desvalido, como el propio Hutch. A simple vista, porque el vejete guarda una pistola y una placa del FBI. No del padre, sino del protagonista, lo cual empieza a hacernos atar cabos. Despacio, pero los atamos. Hemos visto a Hutch reventando a los pandilleros, masacrando a casi todos los rusos, apiadándose de los ladrones y huyendo de un maletero. Si nos remontamos al principio de la peli, cuando no se atrevió a intervenir para reducir a esos ladrones, en su casa, pues no cuadra su comportamiento, la verdad.

Una máquina de matar

Este tío era un «auditor». Palabra en clave para agentes especiales que operaban por fuera de la Ley. No «por fuera», muy por fuera de la Ley. De hecho, no sé si la placa del FBI era suya o era una mera tapadera. Lo que sí nos queda claro en algún momento de la peli es que este pusilánime era un asesino que trabajaba para el Gobierno de los Estados Unidos.

Él entraba en acción cuando los cuerpos de seguridad y las distintas agencias gubernamentales no podían actuar. Trabajó para el FBI dentro del territorio estadounidense y para la CIA en el extranjero. Llegados a este punto os recomiendo dos lecturas apasionantes: Enemigos: Una historia del FBI y Legado de cenizas: La historia de la CIA. Ambos libros de Tim Weiner, Premio Pulitzer por el de la CIA, aunque el verdaderamente apasionante, y más viendo cómo está la sociedad estadounidense de nuestros días, es el del FBI y Hoover.

Me voy por las ramas… ya me conocéis.

El caso es que Hutch se encargaba de eliminar a los peces gordos a los que los servicios de Inteligencia no podían despachar. Altos cargos políticos corruptos (en España se pondría las botas)… y todos aquellos que eran intocables desde el prisma legal hasta para el FBI y la CIA. Ahí entraba él en acción, y por lo visto sabía lo que se hacía, y lo hacía con total maestría, hasta que se retiró y se refugió en una familia tradicional.

Han despertado a la bestia…

Y la bestia lo es, con carácter redoblado, cuando además de tener un objetivo al que hacer desaparecer, tiene que defender a su familia. Y es que ni su propia familia sabía de su pasado. Esto lo vemos cuando, entre acción y acción, se pasa por su casa para sacar a los suyos de la habitación del pánico y los envía a un sitio seguro. Para poder avanzar de frente contra los rusos sin tener que mirar atrás protegiendo a la familia.

Su familia sale del cuarto y la despacha rumbo a ese sitio seguro. Pero la madre ve el espectáculo en el que ha convertido su casa con restos de cuerpos y rastros de sangre por todas partes. No dará crédito a sus ojos viendo tanta muerte y desolación a su alrededor. Y menos aun pensando que esa muerte la ha provocado su marido, con sus propias manos, enfrentándose a todo un pelotón de asesinos que se toparon con la horma de su zapato.

Los rusos, incrédulos también, redoblan sus esfuerzos para hacerle pagar por haberse enfrentado a ellos y él tampoco se quedará manco, ni solo. Acude a su padre que viene a ser igual que él, pero con retranca y ganas de volver a sus días de mocedad. Harto como estaba el padre de estar postrado en una silla reaparecerá en escena con más armas que Arnold Schwarzenegger en Commando. Y con un colega que se apunta al bombardeo.

Delirium tremens

No sé si se ajusta bien el término. Esto es lo que padecen los alcohólicos cuando se ven privados del alcohol. Pero casi me atrevería a sugerir que es lo mismo que padece Hutch, y su padre… y el colega que se les une, cuando huelen la sangre y se les activa el chip y entran en una fase de necesidad de pólvora como si un alcohólico oliera alcohol después de meses, y de años, sin catarlo, a pesar de desearlo.

Espero que, si bien el símil no es el más acertado/adecuado, sí haya servido para ilustrar la espiral de violencia que desatan estos tres para, no sólo sobrevivir a los rusos, sino para pasar de la defensa al ataque y vengar las acciones de los mafiosos hundiendo sus negocios y pasando por la piedra a todo un ejército privado de paramilitares.

La peli entra en esa fase en la que o te enganchas a ella, anulas la credibilidad y te lo pasas en grande viendo lo imposible, o desconectas porque piensas que se les ha ido el guion de las manos.

Yo me enganché, y comprendí la pátina de humor con que encara su tramo final, y siempre desde esa premisa, la disfruté como un enano viendo cómo el trío calavera finiquita toda una organización mafiosa porque se les ha puesto en el camino.

No quiero terminar de comentar esta peli sin confesar que, en algunos pasajes, Hutch me ha recordado a Rorschach de Watchmen. Quienes hayáis leído el cómic (perdón, «la novela gráfica») de culto, o visto la peli, sabréis a quién me refiero. Y más si pensáis en la escena de la cárcel cuando está haciendo cola para que le sirvan la comida. Otra peli, también en clave de cómic, más fantasiosa todavía, si cabe, sería Kick-Ass, en la que gente común y del montón, se lanza a la calle disfrazada de justicieros para combatir el crimen. Ambas dos muy recomendables.

Por cierto, lo de Nadie, es porque nadie le pone nombre (fuera de su círculo) y porque él mismo dice no tener nombre el algún momento de la peli. Esto se interpreta desde dos planos: uno porque los que le conocen no le reconocen en su faceta de ultraviolento. Y el otro es poque seguramente cuando tuviera aquel trabajo de asesino a sueldo para el Gobierno, no tuviera nombre alguno porque, de facto, ni existiría.

Si tenemos en cuenta que la peli que publiqué la semana pasada era Escoria (Scum) y que tengo en la recámara otra que hablará de violencia psicológica… me está quedando un mes de mayo la mar de tiernecito.

Pelis de ultraviolencia mencionadas en Nadie

Pelis que hablan de superación, resistencia y resiliencia

Otras películas

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