La balada de Buster Scruggs es una de esas películas difíciles de catalogar.
Tiene todos los ingredientes para ser un gran Western, aunque deslavazados, porque no se trata de una narración lineal, ni de una peli convencional. Son seis cortos que nos cuentan seis historias totalmente dispares. Iba a decir «inconexas«, pero me equivocaría… porque todas las aventuras tienen algo en común: la crudeza de la vida.
Todos los textos giran en torno al Oeste y a alguno de sus tópicos: el pistolero fugitivo, asalto a un banco, la fiebre del oro… Estos son algunos de los temas, como el miedo a los indios. Y todos ellos aparecerán en esta colección de cortos.
Los seis títulos que componen la peli
- La balada de Buster Scruggs (es la primera aventura y da nombre al resto de la peli)
- Near algodones
- Meal ticket
- All Gold Canyon
- The gal who got rattled
- The mortal remains
El mérito de los Coen no es saber elegir los temas
El mérito está en hacernos sentir incómodos en el sofá de nuestra casa, viendo la peli. Por cierto, la tenéis en NETFLIX.
Esta peli nos incomoda y nos descoloca.
Al menos a mí me descolocó. Quizás por el tono que le dan a la narración. De un modo global: desde los textos a la fotografía, incluyendo las caracterizaciones. La peli llega a ser desconcertante. Tiene un pelín de grotesca. No sé si ni siquiera sería esa la palabra correcta. Algo hay, algo tiene esta peli que incomoda al espectador. Casi me atrevería a catalogarla de KITSCH, o directamente de feísta. Parece recrearse en el mal gusto. No en todas sus historias, pero sí en la mayoría y todo queda unificado por la fotografía, lo grotesco de muchos personajes y la crudeza de la acción en todos los capítulos.
Esta genialidad es fruto de los hermanos Cohen, quienes debutaron en el fancine con Fargo y, ya lo digo… volverán más adelante con la desternillante Oh brother, where are thou? Bueno… Fargo como directores, que ya se habían pasado por mi web de cine como guionistas en El puente de los espías.
¿Por qué la comento ahora?
Porque la semana pasada fui a ver HORIZON, y me la quiero reservar para comentarla después de esta, para que sea la peli nº500. Por eso rescato este título ahora, un Western nada convencional, para ir creando ambiente y rematar este comentario con el peliculón de Kevin Costner.
Digamos que esta peli es el aperitivo para un plato fuerte que supura cine por los cuatro costados.
Y como tal, como aperitivo, esta me deja un regustillo de incertidumbre que me hace dudar entre catalogarla de fabulosa o, directamente, de incatalogable. Pero es esa incertidumbre, la incomodidad que dije antes y su rareza, porque lo es, lo que me hizo saber que acabaría subiéndola a el fancine y por fin, gracias a Kevin Costner, aquí me tenéis, comentándola.
Vamos con La balada de Buster Scruggs
SPOILER: Voy a destripar la peli
A partir de aquí me adentraré en las seis historias que hacen la peli. Si no la has visto deja de leerme porque haré Spoiler.
La balada de Buster Scruggs
Ya os he dicho que esta primera historia se titula La balada de Buster Scruggs y es la que pone nombre a toda la peli.
Buster Scruggs es un pistolero. «Un pobre vaquero solitario…» la viva imagen de Lucky Luke. Enjuto, silencioso, cantarín cuando va a caballo… Sangre fría y diestro con el revólver, hasta el punto de no fallar un disparo. Por no mencionar el bloque de polvo que deja atrás, con su figura, avanzando más rápido que la gravedad, como si fuera más rápido que su propia sombra.
Buster Scruggs es clavadito a Lucky Luke, salvo por un detalle. Lucky busca forajidos y Buster es un forajido. Está en el lado opuesto de la Ley, de la legalidad y de la ética.
Este primer episodio, la verdad es que nos descoloca. A mí al menos, como espectador. Porque es super rápido, muy divertido y porque marca un tono, cómico, que no seguirán los demás episodios, por lo que empezaremos riendo y luego seguiremos esperando el instante oportuno para reír… hasta que comprendemos que las risas se quedaron atrás, con el pistolero. Porque el resto de las historias irán aumentando el dramatismo hasta borrarnos la sonrisa del rostro.
Ese es otro de los aspectos agridulces de esta peli. Ojo, que me parece fenomenal, pero he de reconocer que los hermanos Coen saben manipular nuestras emociones haciéndonos bajar la guardia con un arranque divertido, hasta sobrenatural, para luego abofetearnos picando en los aspectos más tristes y miserables de nuestra condición humana. Y no me estoy refiriendo a la ceremonia inaugural de Paris 2024.
Nada más iniciar la peli, que inicia con él y vamos viendo cómo se nos acerca cabalgando al trote sobre su caballo blanco mientras toca la guitarra y canta. La verdad es que para cuando llega el primer plano yo ya estaba deseoso de saber más de él, me había ganado el corazón y dibujado una sonrisa. Hasta que nos confiesa, porque habla a los espectadores, que es un forajido y está huyendo de la Justicia, que ha puesto precio a su cuello. A partir de ese instante dejo de estar en su equipo, pero sigo viéndolo sonriendo, porque su porte desgarbado y su manera de hablar (tenéis que escucharlo en Versión Original) me recuerda a la de un amigo de Texas que conocí en Minnesota. Uno que no se sacaba el palillo de la boca ni para dormir, y no paraba de mascar tabaco.
Veremos su trayecto hasta una ciudad pequeñita y veremos el rastro de sangre que va dejando a su paso. Su físico, su sonrisa eterna… hace que todos los que se le cruzan por el camino bajen la guardia y se confíen. Y el que se confía con él, termina con un agujero de bala en la frente. Hasta que se encuentra con la horma de su zapato, se encuentra o se encuentre, porque no sabemos si hay otro pistolero capaz de desenfundad y disparar más rápido con él.
Sólo os digo que hay una escena en la que le apuntan con un revolver y él está desarmado, al otro lado de una mesa, que es sencillamente fascinante. Ahí lo dejo, para mi uno de los mejores duelos de todos los westerns.
Near algodones
Otro clásico del Western.
Los ladrones de bancos.
En este caso es James Franco (127 horas y Spider-Man). Llega a un banco solitario, en medio de la nada, y lo asalta, con tal mala fortuna que el cajero se revuelve y termina reduciéndolo después de un tiroteo anodino. Anodino porque el ladrón logra parapetarse tras un pozo, fuera del banco y el cajero se pertrecha con cacerolas y sartenes para cubrir su cuerpo, a modo de armadura. Digo «armadura» porque un chaleco antibalas se me antoja poca cosa comparado con lo que se pone por encima.
Captura al ladrón y lo deja K.O.
Cuando volvemos a la escena tendrá una soga al cuello y está frente a un pelotón de justicieros. No sé si realmente son un sheriff, o un juez… y sus seguidores, pero lo cierto es que para cuando abre los ojos le dicen que lo han juzgado y dictado sentencia. Condenado a morir ahorcado, de lo que se salva inesperadamente gracias a un ataque sorpresa de los indios, que se cepillan a todos menos al condenado, que se queda con un pie en la vida y otro pie en la muerte a lomos de su caballo, maniatado y con la soga estrechándose en su gaznate.
Spoiler… se librará de esta soga, pero no os cuento cómo termina.
Meal ticket
Esta historia es perturbadora.
Sin duda la que más veces me hizo removerme en el asiento mientras veía la película.
Quizás la única, salvo por cierto ataque indio del que os hablaré más tarde. Pero ni todos los indios juntos consiguieron dejarme peor sabor de boca del que me deja esta historia. La protagoniza Leam Neeson (Excalibur, Krull… K-19: the Widowmaker; Batman begins, El reino de los cielos…) y encarna a un buhonero que se gana la vida yendo de pueblo en pueblo, o aldea, incluso asentamientos con un espectáculo dantesco.
La base de mi tormento es su lacayo. Un muchacho ilustrado pero tullido, pues carece de brazos y piernas, aunque tiene una lucidez y una capacidad intelectual desbordantes, y una memoria portentosa que le permite memorizar todos los clásicos para irlos declamando en los espectáculos.
Mi tormento no es el muchacho, que bastante tiene con lo suyo.
El tormento es verle entre acto y acto. Entre obras. Yendo en la carreta, cual fardo. Como si fuera una maleta. Ver cómo el buhonero enciende hogueras, prepara las comidas, le da de comer día sí y día también. Le ayuda a hacer sus necesidades, lo maquilla… y se lo lleva consigo a la habitación cuando contrata los servicios de mujeres de mala vida para que mire el pobre muchacho. No sé si para procurarle placer o tormento.
Miedo a la gallina
Este episodio te genera angustia. No, no angustia: angustias. Una detrás de otra. Por un lado, por el muchacho inválido. Uno se pone a hacer conjeturas de cómo será su vida, a diario, y más en un contexto tan hostil como el de la película.
Vemos que el negocio va de mejor a peor. Cada vez que dan un espectáculo mengua el número de espectadores. Quizás el nivel intelectual del chaval y de su obra, no esté a la altura de un público que no sabe leer ni escribir y se le escapan las reflexiones profundas de los grandes pensadores clásicos… Cada día que pasa recaudan menos y el hambre empieza a asustar al buhonero.
Un buhonero que ve que todos los públicos los acapara una gallina capaz de responder y de hacer pequeñas sumas correctamente motivada por su adiestrador. El buhonero comprende que ahí está su futuro y termina comprando la gallina que se convierte en una verdadera amenaza y competencia, para el minusválido y su espectáculo nada rentable.
El resto del episodio es para verlo, más que para describirlo, porque la espiral de crudeza y de esperpento aumentará hasta que crucen un puente elevado sobre un río torrentoso. Y vemos cómo se le ilumina la mirada cuando hace unas cuantas pruebas arrojando piedras grandes con algo atado desde el puente a la corriente que tiene debajo…
Resulta truculento y, lo peor de todo, es que todos sabemos cómo termina el episodio, sin verlo, porque los Coen se ahorran la escena, pero, de ese modo, nos fuerzan a nosotros a imaginarla. Esa es la maestría que nos deja un sabor amargo en la boca mientras vemos cómo se aleja el buhonero, con su coche y su gallina.
All Gold Canyon
Esta es la historia de un buscadore de oro.
Si cabe una de las más tristes de la peli. Y eso que vengo de hablaros del tullido… Pero este es un señor que parece llevar toda su vida buscando oro. Sin dinero, y que sepamos, sin familia, sin amigos, sin un sitio al que volver. Sólo su esperanza, más fruto de la rutina que de la verdadera fe en lograr lo que busca.
Vemos cómo se acerca a un río y cómo parcela un terreno en el que va haciendo prospecciones para sondear la existencia de oro, o no, en el lugar. Todo parece indicar que sí, que ha encontrado un sitio que podría traerle la fortuna esquiva que lleva persiguiendo desde… quién sabe desde cuándo. Y, efectivamente, termina encontrando el oro suficiente para retirarse a descansar por el resto de sus días.
Parece que la suerte sonríe al vejete. Pero cuando se amplía el zoom vemos que en el borde del hoyo en el que ha encontrado el oro hay un muchacho que le descerraja a bocajarro disparando su revólver por la espalda del anciano. La escena avanzará lenta, pausada. El asesino suelta el revólver, se sienta en el borde del hoyo, saca papel de liar, se prepara un pitillo, y fuma. Fuma pausadamente sin dejar de mirar al viejo que está encharcado en su propia sangre. Para de fumar, se guarda el cigarro y desciende para descubrir que el vejete no había muerto y tenía las fuerzas necesarias para revolverse, clavarle una piqueta, arrebatarle el revólver y desfigurar a balazos al canalla que le había disparado.
Sin embargo, la suerte acompaña, por segunda vez en el día, en toda la vida, y se lanza al río para lavarse la herida y comprende, anonadado, que tiene un orificio de entrada, por la espalda, y otro de salida, por el pecho, pero sin tocar ningún órgano vital. Esto alegra al vejete, que saca al ladrón del hoyo, lo entierra y cubre la prospección con la intención de regresar a ella para extraer el oro.
En octubre de 2023 subí un tuit que decía: «La balada de Buster Scruggs te mueve, te remueve y te conmueve. Solo hay una cosa peor que pasarte la vida buscando oro sin encontrarlo. Encontrarlo demasiado tarde para disfrutarlo«. Lo escribí como lo sentía. Como Autónomo crujido por los impuestos incapaz de ahorrar y sobreviviendo mes a mes más que viviendo, gracias a una clase política que vampiriza a los trabajadores para regalar la vida a los vagos y a quienes no saben, ni comprenden, el significado de cotizar. Así me veía de identificado con el pobre viejo. Pero él, al menos él, sí había alcanzado su suerte. Aunque quizás demasiado tarde como para disfrutarla.
The Gal Who Got Rattled
Quiere decir «La chica que se puso nerviosa«.
Ahora lo explicaré.
Esta historia es la historia de una muchacha que atraviesa el continente para formar una familia. Viaja con su prometido y él es toda esperanza de vida y de prosperidad. Por su convicción social y religiosa, no tiene más miras que ese muchacho al que sigue.
Se suman a una caravana de carretas tiradas por bueyes. Hipotecan parte de su futuro para pagar la ayuda y la protección de un muchacho. Pero su marido fallece y le dan cristiana sepultura en la llanura. El único recuerdo de él será un perrito cansino, ladrador y molesto.
Al cabo de un día recuerda que todos sus ahorros, incluidos los necesarios para pagar la deuda contraída estaban en el chaleco del difunto prometido. Ya es tarde para volver a por el dinero, la caravana avanza y no se detendrá para esperar a nadie.
Un par de vaqueros, uno anciano y el otro más joven, se apiadan de ella porque la ven indefensa e incapaz de valerse por sí sola. No para el trayecto restante, con los rigores de la marcha, montar y desmontar campamentos… Y deciden hacer lo posible por auxiliar a la muchacha.
Para colmo tienen que sacrificar al perrito. Es un incordio para el resto de la caravana y el joven se ofrece voluntario para sacrificar al animal, que se le escapa. No logra matarlo, pero asegura que no volverán a verlo.
A propósito de la muchacha: es preciosa. Es una chica bellísima y tan pura de pensamiento como su piel, sus ojos y su cabello recogido. Dulce, cariñosa pero respetuosa y cándida. Es una flor en el desierto, y no exagero, pues atraviesan uno y ella acapara toda la luz del sol.
El joven se enamora de ella. Era inevitable. Y le ofrece asumir la deuda contraída por la muchacha y su difunto marido a cambio de contraer matrimonio con ella. Y ella, agradecida y feliz accede de todo corazón.
Hasta ahí, fenomenal. Pero, ¿os acordáis del perrito?
En un momento dado ella lo ve, o lo escucha ladrar y se separa de la caravana para ir a su encuentro. El perro corre, el caballo galopa y cuando se quiere dar cuenta ha tenido que ir el mayor de los bondadosos para buscarla y llevársela consigo al resguardo de la caravana. Con tan mala suerte que ve la silueta de un indio recortada en el horizonte. Al final de la llanura, sobre una loma.
El vejete, veterano en estas lides, inmoviliza el caballo de la chica y se adelanta unos pasos para hacer una señal de paz al indio, quien no corresponde. El señor se vuelve hacia la muchacha y le dice que se tumbe en un socavón que tiene al pie de los caballos porque se va a liar la marimorena. Ella no da crédito al peligro que podría entrañar un indio, pero al girarse para volver a mirar ya no es una sino muchas las siluetas en el horizonte.
El señor carga su fusil y presta su revólver a la muchacha. Ella no puede pelear, pero él la explica, con toda crudeza, que, si se ve en apuros de verdad, él mismo la disparará y después se volará la tapa de los sesos. Ella alucina en colores y él la explica que el peligro no es que la tomen secuestrada, ni que a él lo arrastren por la llanura atado a un caballo. El peligro son todas las cosas malas que la harían a ella, una mujer bella, en la flor de la vida. Es como trasladar la América del Norte del s. XIX a la Europa del s. XXI. Él puede morir, pero no quiere ni imaginar lo que le espera a ella si los indios se la llevan.
Él revólver se lo entrega por si él cayera primero, para que ella se lo ponga en la frente y se atraviese el cerebro de un balazo.
La única ventaja para una defensa efectiva es que el suelo está plagado de madrigueras. Esto puede ralentizar a los indios y, cuando menos, entorpecer a sus monturas. Esa es la lectura positiva, porque la negativa es que tampoco ellos pueden galopar de vuelta a la caravana: están solos.
Y el vejete se defiende como gato panza arriba derribando a unos cuantos indios. Resiste la primera oleada y también a la segunda. Hasta que recibe el golpe de una maza de piedra (una especie de hacha, pero con una piedra redonda usada a modo de maza. A veces toda la pieza está hecha de madera, incluida la protuberancia (nudo o raiz) usada para impactar). Golpe imprevisto porque se lo propina un indio que se sostenía a pulso en el costado de su caballo.
El americano cae al suelo y, para sorpresa del indio, cuando se inclina sobre él para arrancarle la cabellera le dispara y lo deja más seco que la mojama. El resto de los indios desiste, vuelven grupas y se retiran. Por los pelos, pero ha resistido el ataque y es el momento de subirse a los caballos y volver a la protección del grupo.
Para su consternación, la muchacha interpretó como fatal el mazazo del indio y cuando el viejo se asoma al socavón la encuentra tumbada con un agujero de bala en la frente. Ahora entenderéis el título de «La chica que se puso nerviosa».
The Mortal Remains
Seguimos, y terminamos, con episodios truculentos.
Esta vez nos subimos a bordo de una diligencia con un grupo variopinto de personas que jamás habríamos imaginado juntas en tan pequeño espacio.
Un trampero que visita la civilización una vez cada varios meses. Para vender pieles de hurones o de castores. Un gabacho que explica su filosofía de vida a partir de una experiencia personal con un amigo polaco. Ese amigo le pidió que apostara por él en una mano de póker y el francés hace una analogía de la vida y las cartas para ilustrar que tienes que adecuar tus actos a las cartas que tienes en la mano. Y una señora que viaja para reunirse con su marido, del que ha estado largo tiempo alejada por la enfermedad de su cónyuge.
El trampero presume de solitario pero ahora que tiene personas alrededor es incapaz de cerrar la boca. Y más para contar su relación con una india, en su cabaña en un punto remoto del bosque. Una india con la que no se entendía, porque ninguno hablaba el idioma del otro. La mujer distingue dos tipos de personas: pecadores y honestos. No obstante, estaba casada con un orador sobre higiene moral… Ergo se considera legitimada para hablar de la condición del alma. Cosa que un trampero no puede terminar de entender.
El viaje se convierte en un análisis emocional, psicológico y social entre los tres mientras los otros dos viajeros observan y apostillan detalles, o cantan… Los otros dos son un inglés y un irlandés (Brendan Gleeson) que viajan con un cadáver en el portaequipajes. A la pregunta de a qué se dedican, responden que son «cazadores de almas» y el trampero remata con un «caza recompensas«, cosa que horripila al inglés, quien de paso corrige a la señora y divide a las personas en vivos o muertos.
La luz se va apagando. El episodio comienza con una luz del sol sobresaturada de amarillos mientras hablan los tres primeros personajes y, sin darnos cuenta, se irá apagando la luz del sol y sale la luna con su blanco frío y pálido que se refleja en los rostros de los viajeros en la oscuridad de la noche.
Sólo al llegar al hotel al que se dirigían comprenderán los tres viajeros la verdadera naturaleza de su viaje. Un «tránsito» más que un viaje. Y por tránsito me refiero a un viaje de ida, sin vuelta.
Un western diferente
Los Coen nos regalan una visión muy particular de las pelis del Oeste: La suya.
Es áspera, grosera, grotesca, dura, hiriente a la par que fabulosa, majestuosa, meticulosa y mordaz.
No sabría definirla mejor. Tampoco creo que se pueda mejorar mucho, y no afirmo esto por vanidad, sino porque no me he mojado: he sumado todas las sensaciones que me produce la peli cuando la veo. Podría añadir alguna… divertida, a ratos. Triste toda ella. Curiosa, truculenta… y yo qué sé. Cada cual que la juzgue por si mismo porque me apuesto lo que sea a que no habrá dos personas que la valoren por igual.
Así con todo, os la recomiendo. Me parece una peli genial que no te dejará indiferente. Y mirad que a Scruggs lo buscan por «misántropo», pero él mismo reniega de tal condición y ya en su primera ruptura de la cuarta pared (es decir, para su caballo para hablar con los espectadores) nos anticipa de qué va de verdad esta película: La naturaleza del ser humano.