Ficha técnica de La trinchera
Título original: The trench
Guión: William Boyd
Nacionalidad: Reino Unido y Francia
Distribuidora: Arts Council of England
Ficha artística
Daniel Craig – Sargento Telford
Cillian Murphy – Rag Rockwood
Paul Nicholls – Billy Macfarlane
Julian Rhind-Tutt – Subteniente Ellis Harte
Danny Dyer – Soldado de 1ª Daventry
Tam Williams – Eddi Macfarlane
Anthony Moreland – George Hogg
Adrian Lukis – Teniente coronel Villiers
Brindemos con whisky
Hoy vamos a darnos un baño de sangre
Guerra de trincheras
Antecedente de trincheras: Los tercios en Flandes
Primera Guerra Mundial
¿Quién, qué, dónde, cuándo y por qué?
Respondamos a las cinco preguntas (las 5W del periodismo)
- Quién: Un pelotón inglés
- Qué: Guerra de trincheras
- Dónde: Batalla del Somme
- Cuándo: Durante la Primera Guerra Mundial
- Por qué: Para avanzar un par de casillas en una partida de ajedrez
Resumiendo: Un grupo de muchachos bisoños que, sin saberlo, tomarán parte en el día más negro de la historia del ejército británico.
48 horas para el Día D
En la película veremos las 48 horas previas a la batalla. Batalla que duraría unos cuantos meses, si bien se hizo famosa por sus primeras 5 horas desde el comienzo. Tras varios meses la partida en tablas pero que se llevó la vida de un buen puñado de muchachos en su arranque.
Lo más curioso de la película es que, como apuntaba antes, se desarrolla en esas trincheras.
Nos hace entender el infierno que eran y lo duro que era vivir en ellas sin perder la cabeza. A veces… hasta literalmente. Bien podría ser una obra de teatro puesto que el escenario casi no varía de una escena a otra.
Vemos zonas comunes en la trinchera. Vemos un pequeño cubículo para los oficiales y vemos los sitios desde donde se hacen las guardias y se apostan los francotiradores. Por mucho más ver veremos, al final, una explanada que hay detrás de la trinchera. Y poco más.
Pocas guerras ha habido más exigentes que ésta
En todas cayeron soldados y en todas cayeron amigos, padres, hijos y hermanos a los que llorar. Si no los hubiera no serían guerras. Las guerras son el precio que los justos hemos de pagar para mantener a raya a los injustos. Y se las debemos a los necios que nos gobiernan y no saben evitarlas.
Pero ninguna otra guerra ha padecido en sus campos los ensayos, investigaciones y atrocidades que vivió ésta. Se puede entender un campo de batalla con dos ejércitos enfrentados con espadas y lanzas. TAmbién se puede entender una carga con bayonetas para rematar un combate estancado y faltos de munición. Se puede entender a un francotirador diezmando al enemigo y a su moral oculto desde una plaza.
Pero los alambres de espinos, las vallas electrificadas, las minas, el gas y los productos químicos entresacan lo peor de nuestra especie.
Mutilar, reducir, herir y matar…
Cuando la batalla reúne todos estos aspectos se pierde la gallardía. Se difumina la honorabilidad y nos quedamos con la mezquindad del ser humano.
En el trascurso de la Primera Guerra Mundial, como os decía, evolucionaron los hábitos de la guerra.
Los grandes ejércitos habían ido desapareciendo más o menos tras las guerras napoleónicas. Y habían dado a ejércitos más reducidos.
Los británicos mantuvieron su imperio con el British Way of War
Pequeños destacamentos de soldados profesionales auxiliados por fuerzas aliadas (colonos o nativos) para proteger territorios extensos. Después llegó el BEF (British Expeditionary Forces). Formado, también, por soldados profesionales. Pero con la llegada de la Primera Guerra Mundial veremos cómo se da un giro al concepto de la guerra.
¿Por qué se trendía a un número reducido de soldados profesionales?
Porque, como apuntaba antes, la llegada del arma de fuego lo cambió todo.
Las guerras entre los siglos XVI y XIX se fueron convirtiendo en verdaderas carnicerías. Por eso, siguiendo el ejemplo de los tercios españoles, sobre todo de aquellos que saltaron el charco y sometieron a ejércitos de centenares de miles de soldados con un puñado de arcabuceros. Véase la Historia verdadera de la conquista de Nueva España.
Por eso los británicos, cuando tomaron relevo a los españoles, fueron copiando el formato militar español, aunque les costó un buen tiempo. Un puñado de soldados profesionales eran mejores combatientes que un tropel de muchachos reclutados. Parece que no hemos avanzado. Es lo mismo que le dijo Leónidas a sus aliados (en la película y en el cómic) cuando vieron que Esparta se dirigía al paso de las Termópilas con tan solo 300 infantes.
No todos los cambios son para mejor
Llegado el siglo XX veremos la reaparición de inmersos ejércitos. Masas capaces de saturar inmensos campos de batalla con carnaza humana. Carnaza porque se enfrentarán a infanterías estáticas contra artillerías demoledoras. Baterías de cañones de gran claibre que triturarán a los soldados con tormentas de plomo. Ametralladoras…
Se reimpuso el reclutamiento forzoso y masivo de tropas no profesionales
Horatio Herbert Kitchener fue nombrado Secretario de Estado para la Guerra. Fue el único, en el bando británico, capaz de entrever que se trataría de una guerra larga. Por eso cambió el ejército para hacer los reclutamientos masivos.
Se alistaron 1 millón de soldados procedentes de todo el imperio británico: India, Sudáfrica, Australia, Nueva Zelanda… Todas las colonias británicas estarían representadas en la contienda, con suertes dispares.
Batallones de «pals»
A partir de este reclutamiento masivo se formarían «batallones de pals«. «Pals» es algo así como «amigos«.
Este reclutamiento entrañó algo más terrible todavía.
En estos tiempos, cuando se formaba un batallón, o un pelotón, se constituía por entero con los reclutas provenientes de una misma localidad. No serían pocos, más bien todos los pelotones tenían pandillas enteras de amigos. Compañeros de un mismo colegio. Con esto quiero decir que, si caía un pelotón entero era factible que todos los muchachos entre 17 y 20 años de un mismo pueblo murieran en un mismo combate.
Esto es una calamidad. Hubo poblaciones pequeñas, y barrios en grandes ciudades, que de la noche a la mañana se quedaron sin toda una generación de británicos. Es demencial. Solo pensarlo se me antoja hasta cruel.
Así eran las cosas y así lo vemos en La trinchera
Vemos amigos de toda la vida reclutados y empuñando un fusil codo con codo. Vemos hermanos unidos en la desesperación cuidando el uno del otro para evitar que sus padres pierdan todos sus hijos en un mismo día.
Miserias de la guerra. Guerra miserable
Sin novedad en el frente nos habla de esa misma experiencia en el bando prusianao de esta misma guerra.
Este ejército era el «New Army«. Pero seguían sin tener suficientes soldados para enfrentarse a los alemanes. Entonces fueron un poco más allá y reclutaron forzosamente a los padres de familia capaces de empuñar un arma.
La cosa estaba cruda. Pero, entrados en una guerra, sobre todo si es justa, hay que echar toda la carne en el asador… si me permitís el símil.
Conferencia de Chantilly
Esta campaña se pergeñó meses antes, en la conferencia de Chantilly.
Allí se reunieron los aliados para estudiar y negociar el siguiente paso a dar. La situación previa a esta batalla era de estancamiento total. Habían impedido la entrada alemana en París, pero nadie avanzaba un palmo de terreno.
Se conjuraron los aliados para, por primera vez, simultanear una ofensiva sincronizada y coordinada para estirar el chicle germano hasta resquebrajarlo.
Se prevé un ataque en Gallipoli
Por lo que se decide reforzar Egipto tras el cierre del frente serbio tras empujar a los propios serbios, hasta Grecia. Es el momento para atacar Alemania por dos frentes, Flandes y Rusia.
Los franceses fueron diezmados en Verdum
Justo antes de Somme.
Los ingleses se verían forzados a hostigar a los alemanes para evitar la aniquilación francesa. Pero en contra de las tropas aliadas había soldados profesionales alemanes. Me refiero a los de Verdum. Los del Somme serán una suerte de profesionales mezclados con soldados de reemplazo recién terminado su período de instrucción.
Las órdenes alemanas estaban bien claras: no permitir el avance inglés y, si se produjera, recuperar inmediatamente todas las plazas perdidas.
Batalla del Somme
Lo normal era castigar la línea enemiga, mediante la artillería, antes de iniciar una ofensiva. Un bombardeo de entre 30 y 60 minutos. Para debilitar la moral, matar enemigos, reventar sus defensas y proteger el avance inicial de tu ejército. En el Somme todo salió mal. Fatal.
Para empezar el bombardeo se prolongó durante 8 días. Esto disparó todas las alarmas alemanas para concentrar sus tropas en el sitio más previsible para hacer frente a un hipotético ataque.
Casi un millón y medio de bombas sobre los alemanes
Pero los británicos encadenaron tres errores…
- Las líneas alemanas tenían tres líneas sucesivas
- Cuando empezó el bombardeo los alemanes dieron un paso atrás y ocuparon las 2ª y 3ª líneas, por lo que no cayeron soldados bajo las bombas
- El segundo error fue el tipo de bombas usadas
- Se usaron muchas de metralla y fragmentación que resultaron inútiles por dos motivos:
- Sin soldados a los que herir o matar eran de por si inútiles, pero además
- Lanzadas contra alambradas, trincheras, barricadas y fortificaciones, sin detonación, eran impotentes
- Se usaron muchas de metralla y fragmentación que resultaron inútiles por dos motivos:
- Y el tercer error, quizás el más grave fue la calidad de esas bombas
Bombas de mala calidad
Los alemanes barrieron a los ingleses
Retomamos el hilo de la película
Para contaros que el pelotón que la protagoniza estaba compuesto por esos muchachos reclutados sin haber cumplido los 18 años.
Están mandados por un sargento férreo y duro que hará las veces de padre e instructor, muy a su pesar. Y un oficial que se parapeta tras su petaca de whisky. Lo más triste será saber que tienen que entrar en combate en la primera oleada de tres previstas. Esto hará que les tiemblen las rodillas porque serán los que rompan el hielo.
Lo normal era que las dos primeras oleadas cayeran en el asalto. Que no sobreviviera ni un soldado. No esperaban tomar alcanzar las líneas alemanas. Tan solo agotar su munición, con esa carnaza humana, para que sí pudiera llegar la tercera oleada.
Una ronda de ron
Para brindar por los que van a caer en la batalla. Esto lo he escrito porque queda poético. En verdad no se pretendía ensalzar a los caídos por llegar. Ni insuflar valor para enardecer a los guerreros. Recordad que eran muchachos reclutados. Pandillas que han salido de una fábrica para meterse en una trinchera.
Beben ron para relativizar el miedo que les corroe. Y para paliar los dolores que muchos de ellos sufrirán en los próximos minutos. Piernas y brazos amputados. Vientres perforados… Los afortunados serán los que mueran rápido. El resto esparcirá sus entrañas por el lodo y serán pisoteados por sus compatriotas.
Digo que beben, pero en este caso sólo lo intentan, porque vemos cómo se emborracha por el camino el responsable del ron. Y vemos que pierde la garrafa. La medida del sargento no será precisamente la indulgencia. El soldadito es un canalla cobarde que niega el ron a sus compañeros y, antes de romper la garrafa, se había emborrachado sin importarle la moral de sus camaradas.
Tras un breve enfrentamiento entre el oficial y el sargento, el primero compartirá y repartirá su whisky entre la soldadesca. Por eso empecé con lo de «brindemos con whisky«. Para calmar sus miedos, reforzar su autoestima y alentar el sentimiento de grupo.
¡A la carga!
Con estos mimbres se dará la orden de cargar sobre los alemanes.
Cesa el bombardeo, lo cual deja desprotegida a la infantería que irá avanzando a paso de tortuga. En bloques y en perpendicular hacia los alemanes.
Os podréis imaginar la sangría. Solo hubo algunos batallones (los pocos que quedaban profesionales o con el suficiente coraje) que avanzaron y tomaron las posiciones teutonas.
El resto fueron cayendo como moscas. En las primeras cinco horas los británicos sufrieron más de 47.000 bajas. Casi un tercio fueron muertos sin haber tenido la oportunidad de disparar su fusil.
Una carnicería en toda regla
Los soldados avanzaron a bayoneta calada. Se dieron un baño de sangre, lodo y vísceras antes de morir. Cayeron reventados por una bomba, atravesados por una bala o ahogados en su propia sangre.
La labor del oficial es doble. Por un lado insuflar coraje y confianza entre sus soldados, liderando el ataque. Y por otro lado ha de velar porque los cobardes no contagien su miedo y cobardía a los camaradas.
Muchos se vieron obligados a disparar sobre muchachos muertos de miedo para no premiar al cobarde y que no contagiara a los demás. El caso extremo de esta política se verá en la Segunda Guerra Mundial, cuando los comisarios políticos comunistas del NKVD (después KGB) coloquen ametralladoras detrás de sus propios soldados para ametrallar a todos los que no avancen en masa sobre los alemanes.
Caras conocidas
En la película veremos caras ahora conocidas como Cillian Murphy, el Espantapájaros en Batman Begins o el náufrago en Dunkerque. El sargento lo encarnará todo un futuro James Bond: Daniel Craig, presente en el fancine en Las aventuras de Tintín: El secreto del Unicornio. Años después incluí Puñales por la espalda y Puñaeles por la espalda: El misterio de Glass Oninon.
La Primera Guerra Mundial no es mi fuerte.
Me gusta leer sobre ella, pero no me apasiona como sí lo hace la Segunda.
Esta guerra, la I Guerra Mundial tiene fama de haber sido una guerra clasista. Por lo menos así lo ha querido reflejar el cine en películas como Senderos de Gloria. Lo que no podremos negar es el trato inhumano que le dieron a los soldados los unos y los otros. Fueran de un bando u otro…
Propaganda en la guerra
En esta película veremos el aspecto social de este conflicto bélico cuando nuestro pelotón reciba la visita de un alto mando militar. Acude a ellos y baja a la trinchera para mancharse las botas con el mismo barro que los soldados. Pero sin ninguna intención de liderarlos en el combate.
La intención es meramente propagandística.