Título original: The deer hunter
Guión: Deric Washburn (Novela de Louis Garfinkle y Quinn K. Redeker: The man who came to play)
Nacionalidad: USA
Productora: EMI Films
Producción: Joann Carelli, Michael Cimino, Michael Deeley, John Peverall, Marion Rosenberg y Barry Spikings
Montaje: Peter Zinner
Christopher Walken – Nick
John Savage – Steven
Meryl Streep – Linda
John Cazale – Stan
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Como película es fabulosa. Una de esas pelis que no todos conocen pero que quien sí, la ama o la odia. Por su visceralidad. Es puro cine de los 70’s. Denuncia, pero sobre todo «renuncia» a la dignidad del ser humano. O todo lo contrario, denuncia la indignidad, la mezquindad… no sabría decirlo. Lo que sí tengo claro es que es dura. Al más puro estilo Deliverance.
Es una película fruto de una época y fruto de un trauma postbélico que sacudió a los Estados Unidos tras tener que salir de Vietnam. El texto original no tenía lugar en el país asiático, transcurría en Las Vegas, y me diréis… ¿qué relación hay entre Las Vegas y Vietnam?
A priori ninguna.
O todo…
Según se mire.
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Esta película madurará despacio, pero madurará. Muy lenta, dividida en tres actos. Presentándonos a los personajes. Involucrándonos en sus vidas. Haciéndonos partícipes de sus vicios confesables y sus virtudes en la primera parte. Revolotearemos por el paraíso de los cazadores con una Naturaleza abrumadora. Arrastrándonos en la segunda parte por la abrumadora naturaleza del ser humano en la que los vicios ajenos pervertirán sus vidas. El tercer acto es desgarrador.
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Quizás por esto último dieran el salto de Las Vegas a Vietnam. Porque nos cogerán por el pelo y nos sumergirán en un pozo de inmundicia humana hasta saturar nuestros sentidos y cauterizar nuestros sentimientos.
En Resacón en Las Vegas nos reímos a carcajadas con los protagonistas. Sortearán mil obstáculos y no llegarán ilesos de vuelta a casa. Eso es esta película, pero sin una sonrisa. Sin un bálsamo para las heridas que nos abrirá en nuestras conciencias.
Os la estoy pintando bonita, ¿verdad?
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Pues es peor.
No creo que tenga palabras para expresar con total claridad la magnitud del drama que recrea la película. Un submundo sumergido en otro submundo en el pozo sin alma del mundo que fue Vietnam. O para ser justos, la guerra de Vietnam.
He recorrido un camino muy largo para llegar a El cazador. Acorralado, La chaqueta metálica, Apocalypse Now – Redux y Platoon. No descansaré hasta incluir Cuando éramos soldados, con Mel Gibson (para mi, el Rey Midas del cine actual) y Rescate al amanecer, con Christian Bale.
Vamos al grano.
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La segunda parte de la película nos llevará a Vietnam. Pero no al Vietnam en guerra, que por supuesto. Nos llevará al Vietnam de los POW/MIA (Prisoners Of War / Missing In Action = Prisioneros de Guerra / Desaparecidos en Combate). Sobre esto hablaré en profundidad cuando comente Rescate al amanecer. Esta película nos llevará a la guerra como excusa para terminar en un campo de prisioneros (no dejéis de leer Los gritos del silencio) y ver las secuelas de los soldados que pasan por uno de ellos.
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Pero mejor que dar un salto en el tiempo… volvamos al inicio de la película.
Pennsylvania, 1967.
Ya os decía antes que antes de caer al infierno volaremos hasta el paraíso.
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Nos vamos a Clairton, un pueblo industrial cuya economía gira alrededor de la industria del acero.
Y dentro de los miles de obreros, una pandilla. Personas que saben lo que es trabajar duro de sol a sol sin tregua. Sudando la gota gorda. Pero igual que trabajan, celebran: «work hard / party hard». Lo mismo que se pasan el día trabajando, salen de la fábrica y se meten en su taberna a recuperar cada gota de sudor bebiendo cervezas sin parar.
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Bien merecidas, por cierto.
Mike Vronsky, Steven Pushkov y Nick Chevotarevich… (curiosos apellidos, ¿verdad? en breve volveré con ellos). Son los amigos que trabajan en la fábrica, junto con Stan y Peter. Me falta uno de los amigos… éste no trabaja en la fábrica pero es quien da cobijo a todos en su refugio: la taberna. Os hablo de John Welsh, el que faltaba para conocer a todos. Si bien tenemos que tener claro que el núcleo duro del grupo son los tres primeros que he nombrado, los tres de origen ruso.
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Porque la sangre rusa correrá por sus venas y por sus apellidos. Los Estados Unidos vivieron 3 oleadas de inmigración rusa. La derivada de la venta de Alaska a los emergentes Estados Unidos en la época zarista, 1867. Un segundo bloque emigró con la llegada del comunismo. Estos serán los «rusos blancos», echados, perseguidos para no morir asesinados por los «rusos rojos» en la revolución comunista en octubre de 1917 (¿de dónde creíais que viene el nombre del submarino «Octubre Rojo» de la película La caza del octubre rojo?).
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El comunismo provocará una segunda avalancha cuando caiga el muro de Berlín. Los nietos de los rusos blancos (y no solo blancos: los que quedaban de otras tendencias políticas, cristianos, judíos, incluso homosexuales, porque a todos estos los mandaban a gulags o los mataban). Huyeron a los Estados Unidos. Hubo una cuarta, entre las dos comunistas, aunque menor, empujada por nazis y comunistas por igual: antes y durante la Segunda Guerra Mundial. En este caso habría rusos, ucranianos… y en menor medida bielorrusos, lituanos y letones. Como éstos últimos eran «menos conocidos» acabaron asumiendo ser llamados «rusos», por metonimia, en América.
Así pues tenemos cuatro posibilidades de grupos migratorios: uno en la era poscolonial y tres empujados por los comunistas (uno de ellos, los judíos, junto con los nazis). Por meras probabilidades es más posible que estos rusos americanos pertenezcan a una de las del siglo XX. Pero tendríamos que descartar la del colapso soviético porque tendría lugar en 1989. Nos quedan dos bloques migratorios. ¿Y por qué tiene que estar en uno de estos bloques? Porque si la emigración hubiera sido familiar, de un grupo familiar, o aislada, no habría acabado (necesariamente) en una «colonia» rusa en América. Sin embargo, los bloques que emigran juntos tienden a asentarse juntos. Irlandeses, holandeses, italianos… y rusos.
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Pero si tenemos en cuenta la influencia del cristianismo ortodoxo en este grupo de rusos… «blancos» y en botella. Descartamos procedencia judía (Segunda Guerra Mundial) y me inclino porque sean los descendientes de los que huyeron del comunismo en 1917.
Y esta teoría tiene todo el sentido del mundo para comprender su peso emocional en esta película. Serán los hijos y los nietos de los rusos que lo perdieron todo porque el comunismo les robó todo, salvo sus vidas. Los nietos de quienes huyeron de su amada Rusia y fueron acogidos en los Estados Unidos. En este país de acogida arraigaron y comprendieron que había un tercer modo de vivir. Sin zares ni comunistas… en Democracia.
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Y cuando les llegue el momento de defender esa Democracia, y lo que es más, cuando puedan empuñar un fusil para combatir al comunismo, allá irán, a Vietnam.
Porque irán a luchar. Pero todavía no toca hablar de ello.
Os dije que los protagonistas forman una pandilla de seis y de ellos, tres serán los verdaderos protagonistas de este guión.
Antes de volar rumbo a Asia viviremos dos aspectos de su vida que nos terminarán de dibujar quiénes eran y cómo eran.
La religión. Ortodoxos. En la peli veremos incluso la boda de Steven. No solo la veremos: parecerá que estamos invitados a ella. Vemos la preparación inmediata, la ceremonia y yo qué sé cuánto tiempo pasaremos dentro de la celebración. Al más puro estilo El padrino, pero sin recortar metraje.
En la boda darán el primer mordisco a la guerra. Pequeño. Amargo, pero insustancial, cuando halen con un combatiente.
Después de la boda nos harán tocar ese cielo del que os hablaba al principio. Si no hubiera guerra de por medio esta película podría ser El río de la vida, pero de la caza. Todos los miembros de la pandilla comparte una afición: la caza.
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La caza es su vida.
Solo tendremos que ver la casa de Michael, atestada de escopetas y demás enseres para la caza, amén de trofeos y cabezas de ciervos disecadas.
Tanto les gustará que el día de la boda no se lo pensarán y tras las celebraciones se cogerán el coche, meterán los bártulos y se irán a cazar. En esta escena, larga, para variar, veremos la estructura jerárquica del clan de cazadores. Veremos quién es el macho alfa y quién es el torpe. Quién vive lo que está haciendo y quién lo hace porque no tiene otro pasatiempo.
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Y veremos una tradición, una costumbre privada entre Michael (De Niro) y sus mejores amigos, Nick y Steven (Christopher Walken y John Savage). «One shot». «Un disparo».
Cazan ciervos.
Pero son cazadores puristas. Depurados. Aman la caza, respetan a sus presas y matan sin saña, de un disparo. Muertes limpias con la rúbrica del cazador. Porque la película la conocemos (en España) como «El cazador», pero el título original es El cazador de ciervos (The deer hunter). No sé dónde se le cayó el ciervo al traductor.
Un disparo…
No lo olvidéis.
Saltamos a Vietnam.
Adiós Estados Unidos, adiós caza, adiós amigos y familia…
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Los tres amigos se van juntos a la guerra. Steve pedirá a Mike que no lo abandone nunca en Vietnam. Ni vivo ni muerto. Y Mike se conjura para que pueda partir en paz.
Y en la guerra se medirán con el vietcong (o Viet Cong); se medirán con el ejército de Vietnam del Norte; se medirán con la jungla; con la propia guerra y consigo mismos.
Ya desde el minuto 1 en Vietnam el registro de la película cambiará. Los cazadores, ahora, son guerreros.
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Y conforme se vayan adentrando en Vietnam la guerra irá penetrando en ellos. En su psique.
En Apocalypse Now lo llevan al extremo con el coronel Kurtz. La guerra hace aflorar lo mejor y lo peor de cada persona. Por suerte lo afirmo desde la teoría. Pero entiendo que tiene que ser así. Personas empujadas al extremo de sus facultades mentales y físicas que tienen que reaccionar, en décimas de segundos, sabiendo que la muerte vive y convive con ellos minuto a minuto.
Eso en una guerra convencional.
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Vietnam no lo fue.
El comunismo había parasitado el ansiado nacionalismo de Vietnam del Norte y, carentes de respaldo y/o de respuesta internacional, primero terminaron enfrentándose a los franceses coloniales para echarlos de su Indochina. Después harían lo propio con los americanos. Si la Diplomacia y la política hubieran hecho su labor quizás no habría habido conflicto alguno y se habría puesto tope a la expansión comunista por Asia. Pero no funcionó y cuando el fruto maduro cae al suelo, si no se recoge, se pudre. Así estaba Vietnam del Norte, podrido de comunistas. El nacionalismo original se tornó en virulencia política.
La guerra de Corea fue peliaguda. (Podéis ver Lazos de guerra para saber de qué os hablo). Pero Vietnam, Vietnam fue otra historia. Cruel, despiadada, inhumana. Por ambas partes. No nos quepa duda. Se enfrentaban dos ideologías antagónicas. Pero en dicho enfrentamiento, por un momento, se perdieron las maneras. Se borró cualquier código moral o ético en batalla. Los caballeros se quedaron en la Segunda Guerra Mundial. Vietnam fue salvajismo. No voy a excusar a los norvietnamitas, por muy crueles que fueran, que lo eran. Los americanos se vieron desbordados por momentos y no alcanzaban a entender que la mayor potencia del planeta, que lo eran, se viera desbordada por un ejército muy superior en número, pero a priori constituido por peores combatientes.
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Craso error.
Quizás peor preparados, pero combatientes generación tras generación. Todos los medios del mundo no sirvieron para que los americanos se impusieran. Los reclutas americanos se vieron desbordados, en gran medida, por una sociedad nacida para la guerra, curtida por la guerra y reforzada con el desdén y el desprecio a la vida. Pertrechados por la Unión Soviética y reforzados por China.
Hoy no os halaré del Vietnam. Ni profundizaré en los orígenes del conflicto. Tan solo os diré que morir allí no era lo peor que le podía pasar a un soldado.
Era peor caer prisionero del Vietcong.
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Malo era que te apresaran los soldados del Vietnam del norte. Pero los del Vietcong… Se llevaban a los soldados a los parajes más remotos y salvajes y los sometían a torturas. Eran como las checas de la República española, en Madrid, pero al aire libre. Es el proceder clásico. Torturar hasta matar. Lo expliqué en Gernika.
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En esta película veremos por las que tuvieron que pasar los POW/MIA en Vietnam. Esta es la madre del cordero en El cazador. El sadismo de los carceleros. En la peli vemos cómo sacan a los prisioneros para cruzar apuestas mientras los forzaban a jugar a la ruleta rusa.
Rusa…
De nuevo Rusia.
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Para lo bueno y lo malo, Rusia.
Resulta alegórico que los soldados rusos americanos tengan que cruzar el globo para terminar jugándose saltarse la tapa de los sesos jugando a la ruleta rusa.
De ahí la foto del principio. De ahí este fotograma…
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Dicho sea de paso… vemos a un Robert De Niro preñado de expresividad. Capaz de transmitirnos la miseria y la desesperación por la que está pasando su personaje. En su interpretación lo vemos desquiciado con los nervios rotos y la cabeza a punto de perder el norte… y los sesos.
Ya prisioneros, los tres amigos, pasarán los días en una jaula de bambú. Unas veces en tierra y otras con el agua al cuello, flotando y cubiertos de ratas. Eso a ras del suelo. Sobre sus cabezas las apuestas, la pólvora y la sangre que se filtra entre los tablones del suelo y cae sobre ellos cada vez que un desafortunado, yanki o survietnamita se reviente el cráneo con una bala.
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Imagino la escena: olor a humedad, con los pies de trinchera (hongos en los pies); sus propias heces, pises, sudor, soldados descompuestos y medio roídos por las ratas, sangre, olor a pólvora y a humo, de pistolas y de tabaco… Eso solo en cuanto a los olores… quedan otros cuatro sentidos para reforzar la lógica de caer en la locura de muchos de ellos.
Ya vimos que Michael era el líder cazando. También lo será en Vietnam. Sobre todo cuando estén cazados y prisioneros.
Está claro que él no está loco. No se juega la vida por placer ni por gusto cuando aprieta el cañón de la pistola contra su sien. Cuando aprieta el gatillo se evade deseando vivir y morir… Pero sabe que si no participa en el juego lo matarán sin remedio. Sigues vivo en tanto en cuanto eres útil para la ruleta rusa. Y por eso tirará de sus amigos haciendo de tripas corazón para obligarlos a disparar y ver qué pasa.
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Nick y Steven están destrozados a estas alturas.
Será la sangre fría y calculadora de Michael la que los salve y los arrastre consigo hasta la jungla para huir. Cruzar la jungla, correr, caer, arrastrarse, sobrevivir, matar y nadar hasta ser encontrados por un helicóptero que los rescatará.
Para entonces Steve será un despojo humano.
La tortura psicológica a la que fue sometido en cautiverio le habrá reventado psicológica y físicamente.
Nick sube al helicóptero. Michael y Steve se aferran a él pero, conforme toma altura, Steve, que no puede con su alma, se escurre y cae al río. Michael no se lo piensa y se deja caer al agua. Ha salvado a Steve, ahora velará por Nick y lo intentará llevar de vuelta a casa. No lo olvidemos, al recién casado Nick, porque este fue quien se casó en la primera parte de la película.
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Salvará a Steven. A pesar de que se rompa las dos piernas y tenga que cargar con su cuerpo. Lo llevará hasta dar con un vehículo del ejército de Vietnam del Sur y se lo confiará a los soldados para que se lo llevan a un hospital.
Y en un hospital nos reencontraremos con Nick. Limpio, aseado, en pijama, entero y sentado en una barandilla mirando los cadáveres de los soldados que están repatriando. Pero entero. Sano y salvo.
Hasta que llegue un doctor y le haga unas preguntas. No sabrá responderlas. Recuerda, a duras penas, el nombre de su madre y no sabe decir cuándo cumplen los años sus padres… El cuerpo está intacto, su mente está triturada.
Fin del segundo acto.
Volemos a los Estados Unidos.
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Se fueron tres. Volvió uno, y medio.
Al pueblo solo volverá Michael. Aparentemente intacto. Sano en lo físico y bastante bien parado en lo psicológico. Su mente no llegó a quebrarse, como la de Steve, pero eso no quita que tenga sus malos ratos.
Descubrirá que Steve no ha regresado a casa, con su mujer. A los Estados Unidos sí, pero a casa no. Porque ha vuelto tullido y solo le resta un brazo. Va de un lado para otro en una silla de ruedas y no tiene suficientes fuerzas para volver a casa con su esposa. Con sus amigos, con su familia… De vuelta en los Estados Unidos huye de su anterior vida.
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El que no ha regresado es Steve. Y Michael no podrá rehacer su vida sin intentar cumplir su promesa. Traer de vuelta a su mejor amigo. No me meto en cosas de pareja porque no me pide el cuerpo hablar de amoríos con esta peli.
Saldrá a cazar.
Pero nada es lo mismo.
Le han robado su vida.
No es lo mismo cazar sin Steve.
No es lo mismo apretar un gatillo después de haber pasado por el infierno de Vietnam. Verá un ciervo. Preparará su «sólo un tiro»… apuntará y lo dejará escapar por piedad.
Quizás le habría costado rehacer su vida por la gran pérdida de un Steve MIA (desaparecido en combate) y por no saber qué será de Nick. Su fortaleza le habría ayudado a hacerlo. Pero tiene una deuda pendiente. Es un hombre de palabra y pronto lo veremos de nuevo en Vietnam.
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Tercer acto.
Cuando regresa a Vietnam lo hará en los últimos estertores de la guerra. Realmente casi no hay tal. Estamos en la última marcha del ejército rojo sobre Saigon. Menudo episodio. No se podía huir en avión. Solo mediante helicópteros.
Al principio evacuarán a los americanos y a los survietnamitas que hayan colaborado con los americanos, junto con sus familias. Para iniciar una nueva vida en los Estados Unidos. Nuevamente, huyendo del comunismo.
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Un episodio triste y lamentable que los americanos tardarán en digerir y masticar. Nunca tragar.
Y en esas volvemos a ver a Michael, tras la pista de Steve. Prometió traerlo de vuelta a casa y lo cumplirá.
Da con su pista.
Antes de volver a América coincidió con él apostando… esta vez como testigos, en una partida clandestina de ruleta rusa… sí.
Steve, tras triturar su cerebro atormentado con la ruleta rusa del cautiverio habrá comprendido, a su manera, que no puede volver a su vida normal.
Me figuro que combinará una mente resquebrajada con el consumo de opiáceos, sino opio puro. El caso es que Michael lo encontrará metido en un submundo de apuestas clandestinas de ruleta rusa. Los vietnamitas caen como moscas presas del pánico a la que se les viene encima. Algunos se evaden cayendo en esta trama de apuestas… Unos para hacer fortuna rápida y poder huir, otros por pura desesperación. Ver a un americano participando es tan exótico que llueven las apuestas.
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Michael encontrará a Steve de esta guisa y hará todo cuanto está en sus manos para penetrar en su mente. Necesita escarbar en su piel, rasgarla, meter las uñas en su cráneo, separarlo, hurgar en su cerebro y reactivarlo para que lo reconozca y comprenda que está fuera de si. Quiere recuperar a su amigo para llevárselo consigo y cumplir su promesa.
Hace un rato dije que no hablaría de «amoríos en esta peli». Pues bien. De amoríos no, pero sí de amor. En este caso del amor de un amigo. Un amigo, Michael, capaz de volver a cruzar la tierra entera para llegar a Vietnam. Cuando todos huyen, él avanza contra la marea porque busca a su amigo. Y cuando lo encuentra ve que está ido y quiere recuperarlo. Le costará volver a sentir el frío del cañón en su sien. Pero lo hará con tal de hacer reaccionar a Steve.
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Y por fin reaccionará Steve.
Cuando Michael no tenga más que ganas de llorar porque ve al despojo de su amigo. «Sólo un disparo» dirá llevándose el cañón a su sien.
«Sólo un disparo»… ¿Lo recordáis?
Su frase entre amigos de cuando iban a cazar ciervos.
«Sólo un disparo»…
