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Babylon

Tabla de contenidos

Babylon es una película concebida desde, por y para el exceso

Las más de 3 horas de duración se pasan rápidas. Sí, esta película dura 188 minutos. Pero no se eternizan. Hay ráfagas, escenas y hasta secuencias que me catapultan al cine de Billy Wilder en películas como Uno, Dos, Tres… Si me permitís la comparación.

Sé que acabo de pasarme tres pueblos. No podemos equiparar a Damien Chazelle (El primer hombre) con el genio que fue, es y será Wilder. No os lo toméis a la tremenda. Lo que sí os digo es que Chazelle se metió en un berengenal con este guion y ha hecho una peli la mar de apañada.

Si realmente comparara a ambos os estaría hablando de Babylon y, al referirme a ella, lo haría para encumbrarla. A ver, no es para tanto, ni de lejos. Pero sí es de justicia reconocer el embolado que era este guion, con este reparto, y con tres horas de película con un ritmo frenético. Y con esta premisa, contando con todo un Brad Pitt y la actriz del momento, Margot Robbie, que está arrasando en taquillas con Barbie, Chazelle ha salido bien parado.

Y no es poco salir con la crítica que hace de Hollywood, de los años dorados de la Industria. De hecho con uno de esos momentos que suponen un antes y un después en la Historia del cine…

El salto del cine mudo al sonoro

Pues en gran medida va de eso esta película.

Nos habla, por supuesto, de la propia Industria del cine. Y dentro de su historia de un cambio de época en la que hubo estrellas que se difuminaron y se apagaron y otras que emergieron con luz propia. De eso habla esta película.

Del salto cualitativo de un tipo de cine (antiguo) a otro (moderno). Del cine mudo en el que las estrellas lo eran por su físico, y por sus maneras delante de una cámara. Y de cómo muchos no supieron adaptarse. Y el cine, como la vida misma, es evolución. Al más puro estilo Charles Darwin. O te adaptas, o te extingues.

Y para eso no basta con ser bueno. Ni con ser el mejor. Requiere saber comprender la naturaleza del cambio en el entorno en el que te mueves para evitar pasar de ser cazador y convertirte en presa.

Ese salto evolutivo lo veremos en sus dos protagonistas: Jack Conrad y Nellie LaRoy, Brad Pitt y Margot Robbie respectivamente.

Una estrella se apaga y otra se enciende

Para que me entendáis… No sé si habréis visto Érase una vez en… Hollywood. Si no lo habéis hecho ya estáis tardando porque es un peliculón. Para seguir con Babylon permitidme establecer n paralelismo entre ésta de Chazelle y la de Tarantino.

En la de Tarantino (que también contaba con estos dos primeras espadas) veíamos el declive de Rick Dalton, interpretado por Leonardo DiCaprio. Y veíamos cómo le costaba mantenerse en lo alto de la ola, y cómo la ola se lo llevaba por delante.

Pues bien, en esta de hoy, en Babylon, ese personaje sería Jack conrad. La estrella del cine mudo que ve cómo se le terminan los contratos porque no da el tipo cuando entra en acción el cine sonoro. Se ha quedado atrás (le pasó a Rick y le pasa a Jack). No es capaz de resistir el embite y el empuje de la nueva generación de actores que viene pisando fuerte y son «nativos» del cine sonoro. Es como el ochentero que se adapta a la digitalización y el muchacho nacido en el siglo XXI inmerso en plena era digital. Pues lo mismo.

Lo que para uno supone cambiar radicalmente su manera de actuar, o de enfrentarse a la realidad, a un nuevo paradigma de la realidad, para el segundo, el jovencito, no supone trauma alguno porque ha nacido inmerso en esa nueva era.

De ahí que el cine sonoro reviente a Jack Conrad y le pase por encima sin darle tiempo para saltar a un lado. ¿deja de ser un buen actor? Ni mucho menos. Es tan solo que el público, «su público», está acostumbrado a verlo, pero no a escucharlo. De ahí las risas en el cine cuando abre la boca y emite sonidos por su boca. Es decir… escuchan su voz. Es como arrebatar la magia a un truco. Si lo explicas, pierdes la magia. Hasta ese momento cada espectador tenía una idea de la voz del galán. Cada uno tendría su voz imaginada en su inconsciente, y cuando de pronto es él mismo quien verbaliza y habla en la pantalla, se desmorona cual suflé.

El cambio de era que vemos en babylon: la llegada del cine sonoro

Esa es la razón de la caída repentina de una estrella que, como le pasara a Rick Dalton en Érase una vez en… Hollywood, terminar arrastrando su palmito por los rodajes buscando papeles secundarios. Pasando de eclipsar a ser eclipsado.

Y no sé si ya lo he mencionado, pero lo recalco ahora, por si se me olvida, esta peli, si hubiéramos rescatado a los dos de la de Tarantino, podría haber sido la precuela perfecta de la de Hollywood.

Si a eso le sumamos el ambiente tóxico en el que se desenvuelve toda la trama… Gentes que hacen de la degenreación, de lo depravado, del mal gusto y del exceso, su modo de vida, estamos ante una bomba de relogería.

Delante y detrás de las cámaras

En esta película vemos a los actores haciendo vida real y de ficción. Es decir, los vemos en sus vidas cotidianas, como personas y estrellas de cine. Los vemos interpretando sus papeles, como actores, para filmar sus películas. Y los vemos como personajes en la gran pantalla.

Esto es cine y meta cine

Cine del bueno por momentos. Y en otros momentos cine que aspira a serlo. A ser eso mismo, «cine del bueno». Por eso la peli tiene sus altibajos. Y no es por desdén que digo esto. Todo lo contrario, lo digo aplaudiendo el guion y alabando el sobreesfuerzo que ha tenido que ser plasmarlo en la película.

Es cine que habla de la Historia del cine. Que habla de la historia de Hollywood, y de sus estrellas. De cómo brillan sin medida para consumirse y dejar de brillar. Y es una película que nos habla de las miserias de lo más excelso. Ahí radica el verdadero valor de esta peli, y por eso la estoy comentando.

Porque una película está compuesta por escenarios que vemos en la pantalla y nos deslumbran. Pero que pasas al otro lado, a lo que hay detrás de las fachadas y ves las vigas sujetando la nada que es el cine. Es pura magia, es ilusión. Son toneladas de madera apuntalando escenarios huecos que cobran vida por el saber hacer del cineasta de turno.

Personajes idolatrados y encarnados por actores no menos idolatrados. Son las divas y los galanes de una época que el director nos abre en canal para mostrarnos sus debilidades y sus fortalezas. Sus grandezas y sus miserias. Nos muestra sus dos caras. Las dos caras del cine. La que actúa e interactúa en un escenario. La que ven los maquilladores, el sastre, los especialistas y los técnicos que filman con sus cámaras y recogen el sonido con micrófonos ocultos al espectador. Y nos muestra, también, la cara que vemos los espectadores. El boato y lo excelso del cine bien filmado, editado y proyectado.

Hago un alto en las miserias del cine

Me refiero a lo que vemos de los actores cuando son personas y no personajes. Cuando se apartan del escenario y abandonan el rodaje. De ese lado oscuro y depravado del desenfreno y del frenesí. Me refiero al primer bloque de la película, antes incluso de los títulos de crédito.

Y es que no daba crédito (valga la redundancia) a lo que veía. Desenfreno absoluto. No es que no diera crédito a esa vida de lujos y de vicios desmesurados, que se lo doy. Es sencillamente que me dejó extasiado el arranque de película, desde que vemos a un tal Manny (del que luego os hablaré) trasportando un elefante, que menudo arranque de película. Hasta que empiezan los títulos de crédito.

Para entonces nos habremos endosado entre pecho y espalda más de veinte minutos de ese desenfreno al que quería llegar.

Porque me parece muy valiente el planteamiento.

Es verdad que el primer tramo del arraque de la película es el traslado de un elefante por carretera. Nos dicen a dónde lo llevan, pero no terminamos de comprenderlo hasta que vemos a dónde llega. Pues el elefante de marras resulta ser la guinda de un pastel del que paso a hablaros a continuación.

El pastel es una fiesta para estrellas de Hollywood

Ahí empieza el desenfreno. Cuando atravesamos las puertas de una mansión que nos arrebata el aliento. Nos lo arrebatan por igual la mansión y la fiesta. La mansión es una casa de esas, de ensueño, en medio de una anda que es el erial que será el futuro Beverly Hills. O el propio Hollywood, antes de ser lo que sería un par de décadas después.

Es una mansión edificada con millones de dólares ganados por alguna de esas estrellas de cine que reúne a la crème de la crème del cine de aquellos días. Pero no es el qué lo que nos atrapa, sino el cómo.

Una orgía multitudinaria

Se puede expresar mejor pero no creo que se pueda sintetizar con mayor exactitud.

Ahí radica, en el «cómo«, la magia de este arranque de película. Porque veremos a los galanes, y a las divas, revolcándose por el suelo entre ríos de alcohol, comida, drogas, sudor y sexo. Todo junto. No como el Dry Martini de James Bond. El famoso «mezclado, no agitado». Aquí veremos una orgía en la que los famosos se mezclan y se agitan con desenfreno.

Lascivia

Gula insaciable con apetitos no menos insaciables. Cocaina a palazos. Champán a cubos. Sexo inexplicable, inenarrable… Vicio y frenesí. El vivo al bollo y el muerto al hoyo. Porque la orgía es de tal calibre que veremos vivos, muy vivos, y una muerta muy muerta.

Una fiesta en el que todo el que es (famoso) está, y todo el que quiere ser (famoso) necesita estar. Así conocemos a los tres protagonistas. Jack Conrad, la estrella que empieza a apagarse. Nellie LaRoy, la aspirante a estrella que carece de escrúpulos para lograrlo. Y Manny, otro aspirante a estrella, que se conforma con formar parte del show business (Industria del espectáculo) aunque sea como currante sacrificado. Ahora me referiré a estos dos últimos.

Manny es un inmigrante mexicano que ama el cine

Hasta tal punto que, con sus sueños y deseos de triunfar, no le importa sacrificarse día y noche para materializar las extravagancias de sus jefes. Los magnates del cine. De ahí lo del elefante. Esa guinda del pastel que no era más que la locura de introducir al bicho en la orgía para deslumbrar a los asistentes.

Manny es un facilitador. Un posibilitador. Da igual lo que le pidan, él lo conseguirá. Ese es su don. Y para ello se armará de tesón, de buenas maneras y mejores palabras. No es un adulador, nada de eso, pues siempre que habla dice la verdad. Su verdad. Quizás las frases más atinadas del guion, y repletas de sentido común, serán las que salgan por su boca.

Y será Manny quien, obnubilado por el brillo que irradia Nellie, sucumba a sus encantos desde el momento en que crucen sus estelas. Vemos a un Manny cabal y constante que sólo se descentra cuando ella entra en acción. Acudiendo al rescate de la muchacha que intenta colarse en la fiesta sin invitación.

Ni que decir tengo que se enamora de ella desde el primer instante en que la ve. Y ella se aprovecha de la generosidad de Manny para irrumpir en la fiesta por la puerta de atrás.

Porque él será quien la cuele en la fiesta, no sin antes tener un rato a solas con ella. Rato que nos servirá, a los espectadores, para conocer y calar a los dos.

Él la cuela y ella culebrea entre los invitados hasta dar rienda suelta al torbellino que lleva dentro. Se convierte en el epicentro de la fiesta y, por arte de magia, terminará recibiendo la oportunidad que anhela para acudir a un rodaje. Adelanta a Manny por la derecha y éste se queda impresionado. Lo que a él le está costando horrores conseguir, poner un pie enun rodaje, como antesala para cuajar en el mundillo, ella lo conseguirá acaparando todo el protagonismo en la fiesta.

Nace así una amistad que durará lo que dure el brillo de Nellie como estrella. Pues sí, su llegada rocambolesca a su primer rodaje, nada menos que al día siguiente, no será más que el principio de una carrera meteórica.

Su habilidad para llorar ante la cámara. Su desparpajo. La ausencia innata de modales y de normas de comportamiento… Su belleza y su magnetismo serán la clave de su éxito. Que poco después se revelará efímero, pero no demos el segundo paso antes del primero.

Nellie hará una sustitución que la catapultará al estrellato

A todo lo dicho antes, sumemos que ella llega al cine justo en el momento que antes mencioné: el nacimiento del cine sonoro. Y, al contrario que Jack Conrad, enamorará a propios y extraños con su voz.

Tiene todo cuanto le hace falta a una estrella potencial, pero carece de todo cuanto necesita un actor que quiera perdurar. Su origen vulgar más que modesto hará que esa mecha corta que la hace explotar, se consuma sin control. Superada la primera oleada de estrellato y después de acaparar portadas y protagonismo, su verdadero yo aflorará. Y al hacerlo dejará de deslumbrar y empezará a chirriar.

No es ante las cámaras donde falla, pues resulta ser un animal del cine. Será cuando salga en sociedad cuando se eclipsará y empezará a generar rechazo al mismo ritmo que enamoró a todos.

Por momentos pensé que estaba ante la nueva My fair lady

La peli de George Cukor, de 1964, en la que una muchacha vulgar se somete al experimento de un lingüista que pretende convertirla en una dama de la alta sociedad.

Esa sensación se reforzó cuando ha tocado fondo, precisamente por vulgar. Cuando ha saboreado las mieles del estrellato y s eha estrellado por su vulgaridad. Lo vemos en sus maneras, en sus ropas, en cómo se encara como fierecilla indomable a las mujeres de la alta sociedad y en cómo el descrédito la acompaña y la lastra, hasta que cansa a todos y todos la repudian.

Entonces veremos que intenta reparar todas esas apariciones groseras y grotescas y se pone en manos de una institutriz. Esta última procurará limar sus asperezas, que no son pocas. Domarla. Pulir el diamante en bruto (y bruta) que es y lavar su rostro ante sus colegas de profesión, ante la crítica y ante esa Sociedad en la que se quiere integrar.

Hago un alto para hablar de la crítica cinematográfica

¿Os acordais de Anton Ego? El crítico gastronómico de Ratatouille. Pues aquí veremos otro crítico, esta vez una mujer que se dedica a despellejar vivas a las estrellas. Esta sentenciará a Jack con una crítica que él entiende destructiva. Y él acudirá a ella, a Elinor St. John, unas veces crítica y otras chismosa. Esta será, quizás, la escena más dolorosa de la película. Y las hay a montones. Pues silenciará al galán haciéndole entender que es hora de dar un paso a un lado y dejarse adelantar por los que vienen irradiando juventud.

Vuelvo con Nellie, quien no resistirá una de esas citas de alta sociedad porque las lecciones de su institutriz la encorsetan y perderá su dignidad, la poca que le quedaba, dando un recital de ordinariez y de comportamientos bajunos que, lejos que asquear a la concurrencia, la divertirá. Hasta que termine vomitando encima al anfitrión… Y con su vómito sellará su autodestrucción.

Retomo la carrera de Manny

A estas alturas se ha convertido en un ejecutivo de renombre. Su tesón y su saber estar en todo mometo, lo convertirán en un tipo serio que sabe tomar decisiones y ejecutarlas. Esto, junto con los buenos resultados de todas sus gestiones, preñadas de improvisaciones con las que irá salvando a unos y a otros, lo consolidan en un cargo de verdadera responsabilidad.

Ya os dije que sus vidas se cruzaron en la orgía del principio. Un amor platónico nació en él, y amará a Nellie en la oscuridad, sin desvelar su pasión y sabiéndose único responsable de que ella estuviera en el sitio adecuado en el momento adecuado. Cuando la coló en la fiesta abrió la puerta al estrellato de Nellie. Pero Nellie tiene muchas debilidades, y entre ellas está el juego.

SOS Manny

Y el juego hará que años más tarde, Nellie acuda a Manny en busca de auxilio.

Se ha endeudado hasta las cejas. Por culpa de las apuestas y del juego. Y debe una cantidad ingente de dinero a James McKay, un mafioso del juego que la ha amenazado con bañar su sexo en ácido si no salda sus deudas. Nellie se lo cuenta a Manny y Manny la explica con qué clase de persona se está jugando su futuro.

Ella intentará que Manny le preste 80.000$ de la época. Creo recordar que era esa cantidad, aunque el importe es lo de menos. Lo que importa es que tiene esa deuda y Manny removerá Roma con Santiago para reunir el dinero. Y lo reune gracias a la intervención de un colega que le procura un maletín con el dinero.

Irán a ver al mafioso para saldar la deuda de Nellie

Y el mafioso, James McKay, queda satisfecho y retira la amenaza sobre la actriz. Y queda tan satisfecho que, antes de dejarles partir, a Manny y su colega, les invitará a ver alguna de sus apeustas clandestinas.

Un detalle importante. El dinero del maletin es falso. Manny no lo sabrá hasta que ya no se pueda echar atrás. Ahora le toca a él echarse un farol y saldar la deuda de su amiga con un dinero de atrezo impreso para una película. Se sabe entrampado y sabe que si el mafioso se entera estará cabando su propia tumba. Pero sigue con el farol porque está enamorado de la actriz.

Pasamos de lo depravado a lo sórdido

El paseo que le da el mafioso por su mansión de apuestas es truculento. Resulta grotesco, por obsceno. Digamos que se adentran en la mansión de la corrupción e irán bajando de sótano en sótano. Cada nivel es más perverso y más pervertido. Conforme descienden se adentran en un infierno del que el mismísimo Dante no sabría salir. Ni lo sabría describir…

Hasta que el mafioso agarra un fajo de billetes falsos que empieza a desteñir.

A partir de aquí viviremos una espiral de vileza y de violencia que acabará con Manny fuera del negocio del cine. Y es poco castigo, si entendemos que la alternativa habría sido ser abierto en canal.

Él se reencuentra con Nellie. Su compañero ha muerto y ellos dos serán los siguientes. La explica la situación, la pide que huya con él a México, y se casen y formen una familia feliz lejos del espectáculo. Ella accederá para poco después cambiar de idea y abandonalo a su suerte.

Manny ha tirado por tierra sus sueños, su buen empleo y se ha vuelto a México. Donde, con el paso del tiempo rehará su vida y formará una familia. Su amor por la persona equivocada arruina su existencia, aunque siendo él como es, como lo ha sido siempre, de esforzado, hornado y trabajador sabrá rehacerse y reinventarse.

Nellie morirá por una sobredosis y su paso por el cine, como dije al principio, será fugaz y efímero.

Blackface en el cine

Existe otro personaje, del que nada os he hablado. Un músico de jazz que pasará de ser desconocido a protagonizar su propio show en el cine. Un músico negro que, gracias a Manny triunfará. Pero que sabrá retirarse a tiempo en pos de su dignidad. Esta se verá socavada cuando le pidan que haga un black face en su propio show. Para destacar su negrura. El blackface es una técnica del cine en la que hombres blancos interpretaban personajes negros pintándose la cara para no contratar actores de color. Lo hemos visto desde dos prismas en el fancine, en dos películas diametralmente opuestas.

Una fue en El nacimiento de una Nación, en la que se usa esta técnica para abonar el racismo de su director DW Griffith. La otra fue en Tropic Thunder, de Ben Stiller. Esta, en clave de humor, recurre al Blackface para que Kirk Lazarus, interpretado por Robert Downey Jr. interprete a su vez el papel de un combatiente de Vietnam de raza negra.

Sumido en la vergüenza, Sidney, el músico de Jazz, decide abandonar el mundo del cine para volver a tocar el saxofón en garitos en los que la gente le aprecie por su música.

Fallos de raccord

Por todo lo dicho, que no es poco, me parece una cinta genial, con algún altibajo y bastantes fallos de raccord inadmisibles en una peli que se precie pero que pasan desapercibidos a primera vista.

Estos errores son pequeños, como cambiar un cigarro de mano en una misma escena cuando hay una réplica y una contrarréplica en medio de una conversacion en un plano y contraplano que vuelve al primer plano con el cigarro en la misma posición en los planos 1 y 3 y cambiado en el 2.

El efecto del rojo en pantalla

Si bien he dicho que Margot Robbie está en estado de gracia, es en esta película donde menos me gusta y su personaje me chirría de principio a fin. Me saca de la película una vez detrás de otra y me parece fuera de contexto en muchas ocasiones. No sólo por su caracterización, sobre todo por su vestuario pues me parece más propio de los años 70s que de la época que refleja la película.

Es más, su presencia de rojo me recuerda, una y otra vez, al efectismo buscado por Steven Spielberg con la niña judía que viste de rojo en La lista de Shindler, de 1993. Un efecto buscado para llamar la atención sobre el personaje que todos aplauden por original pero que bebe de La ley de la calle de Francis Ford Coppola filmada en 1983.

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