Doce del patíbulo es una de las pelis que incluiremos en el especial Donald Sutherlan de La Cartelera de Antena Historia. Cuando logremos reunirnos, porque llevamos un par de semanas como el gato y el ratón.
Ya lo mencioné nada más comentar la noticia sobre el fallecimiento de Donald Sutherland. Es más, le dediqué una entrada titulada: Woof, woof, Donald Sutherland. En ella me despedía de uno de mis actores favoritos haciendo referencia a una de las comedias de toda mi vida: Los violentos de Kelly.
Fue Félix Lancho quien nos propuso grabar el podcast y, si Dios quiere, el bueno de Donald tendrá su especial, como que me llamo Álvaro.
Ahora me pondré con Doce del patíbulo. Obvio avisaros de spoilers pues se trata de una película de 1966. Así que tiempo habéis tenido para verla. Y si no… este es el momento para dejarme de leer y poneros a verla. Y después regresad, para contrastar vuestros pareceres sobre la peli con los míos.
Doce del patíbulo
El protagonista de esta peli es el coronel Reisman, de la Oficina de Servicios Estratégicos – OSS.
Asistimos a la etapa en la que se estaba forjando un nuevo concepto dentro de la guerra moderna: los cuerpos de operaciones especiales o comandos. Concebidos para infiltrarse en territorio enemigo con el objetivo de cumplir misiones puntuales de naturaleza bélica, pero al margen de la guerra convencional. Sus misiones suelen abarcar sabotajes, secuestros de altos mandos del enemigo, estudio de campo o scouting para preparar misiones convencionales. Incluso el asesinato de piezas clave del ejército enemigo.
También se crearon para tomar posiciones clave que, a priori pueden parecer de menor importancia, pero, envueltas en una misión más grande terminan siendo trascendentales. Tal sería el caso de la toma del Puente Pegasus, dentro de la Operación Tonga. Esta misión sirvió para garantizar el avance británico hacia Caen tras desembarcar en Sword el Día D.
Todavía no existían verdaderos comandos, o cuerpos convencionales preparados exprofeso para tales misiones. Por aquel entonces quienes iban a la cabeza en esto de la guerra sucia, porque es de lo que se trata, eran los británicos, y los Estados Unidos les iban a la zaga. Lo mismo que en materia de espionaje y de agentes infiltrados, pero esa es otra historia… relativa a Inteligencia.
Los británicos supieron entrever la importancia de la guerra de guerrillas y sucia si llegaba el caso antes que los americanos. Para ello seleccionaban a la crème de la crème para este tipo de misiones. Los paracaidistas asumieron buena parte en este tipo de operaciones, dada su versatilidad, su formación y su capacidad para «aterrizar» tras las líneas enemigas. Sin embargo, los americanos no lo tenían tan claro y empezaron por tirar de la escoria que se pudría en las cárceles militares con destinos dispares: cadena perpetua, trabajos forzados, afiliarse al Barça o pena de muerte.
Las encamisadas de los Tercios
¡Ojo, ojo, ojo…!
Hago una pausa para reflexionar en voz alta.
La verdad es que sí conocemos precedentes. Quizás tampoco de un modo organizado y exprofeso, pero los comandos bien podrían beber de las encamisadas de nuestros tercios. Cuando un puñado de soldaditos se adentraba en territorio enemigo para clavar cañones, por ejemplo. Como vemos que hacen en Flandes en Alatriste. Igual que se adelantaron, esas mismas encamisadas, a las ratas de túnel estadounidenses en la Guerra de Vietnam. También para sabotajes destruyendo trincheras, distrayendo defensas… o eliminar francotiradores.
Hecha esa puntualización, volvamos al coronel Reisman y nuestro grupo de anti héroes.
El coronel se movía como pez en el agua en ese ambiente escorial. Era capaz de reclutar a lo peor de lo peor para brindar una segunda oportunidad a los que estaban listos para papeles por las condenas que arrastraban.
Así empieza la peli, con el reclutamiento de doce hombres. De doce delincuentes comunes que habían trasladado su modo de vida callejero al entorno militar. Algunos de esos doce eran basura humana antes de alistarse. Como os decía, y si no lo he hecho, lo hago ahora, algunos se alistaron huyendo de penas de prisión, como alternativa a la cárcel. Pero otros delinquieron por primera vez estando ya en el ejército, nunca por motivos de la guerra, sino en sus ratos de tiempo libre con algún acto pendenciero o resolviendo sus problemas por la vía rápida.
Estos doce personajes son seleccionados para gozar de esa segunda oportunidad que les podría posibilitar huir de la cárcel, de las cadenas (y los americanos llevaban a rajatabla lo de los trabajos forzados) o de la soga. Esta misión para la que son reclutados es suicida. Por lo que no es ninguna bicoca ni premio alguno. A cambio obtienen un compromiso del Ejército por el que verían conmutadas sus penas en caso de regresar con vida. Que eso ya es otra cosa, y más en función del tipo de misión.
Entre ellos está Vernon L. Pinkley, encarnado por Donald Sutherland. Es el Prisionero nº2 y sobre él pesa una condena de 30 años.
Donald Sutherland
No es el protagonista, ni de lejos. De hecho, ni aparece en los carteles, y eso que están salpicados con rostros de los personajes/actores más relevantes en aquellas fechas. Su personaje apocado y tímido sirve para hacer bulto pero Donald Sutherland supo impregnar a su personaje de una vis cómica que le acompañaría de por vida. Un personaje dramático, en un contexto dramático, que afronta su realidad desde un peculiar y peliagudo sentido del humor. Si alguna vez he dicho que Kevin Spacey encarna como nadie el cinismo (cuyo epítome sería Frank Underwood en House of cards, en este caso Sutherland sería el sarcasmo.
Su manera de actuar junto con su físico y su expresividad y su manera de mirar hicieron de éste Vernon un personaje casi prototípico que Sutherland sabría amoldar y desarrollar después en 1970, en otros dos personajes, igual o todavía más míticos, que lo catapultarían al estrellato:
- Uno del que os hablaré más adelante: el sargento Odball, quien merece un trato personal en este podcast de quien hablaremos cuando lleguemos a Los violentos de Kelly
- El otro el no menos mítico, el capitán y doctor Peirce “Hawkeye” (Ojo de halcón) en M.A.S.H.
En esta peli su actuación deslumbra a modo de destellos cada vez que se enfrente a la cámara y se la coma y la absorba. Porque Sutherland, interprete el papel que interprete, encandila y se adueña de todas las tomas y escenas en las que participa. Aunque esté en segundo plano y con la boca cerrada. Tal es el carisma que lo acompañó a lo largo de toda su filmografía.
Sólo lamento no haberlo visto encarnando a Gandalf en la trilogía de Peter Jackson de El Señor de los Anillos. Para mí, junto con Sean Connery habrían sido los Gandalf perfectos porque responden a la perfección, al físico que Tolkien describió del mago, sobre todo por sus respectivas narices puntiagudas, que habrían servido para dotar del rasgo cuasi bretón que demanda el verdadero Gandalf.
La escena más relevante, dentro de esta tragicomedia bélica, en la que no hay por dónde coger a los miembros de un comando que representa lo peor de lo peor de la Sociedad y, en este caso, del ejército de los Estados Unidos, es cuando tiene que fingir ser un general que pasa revista a los soldados del aeródromo en el que van a entrenar el salto con paracaídas. Una escena hecha a medida para Sutherland en la que destila ese escepticismo a la vida que escupe con su mirada y una flema (falsamente) británica dada su procedencia canadiense.
Podría decir que Donald es una trituradora de compañeros de reparto. Como decía arriba… da igual que no esté en primer plano. Da igual que guarde silencio y otro personaje tome la palabra. Sus gestos. Su postura y, sobre todo su apostura son imanes que atraen la mirada del espectador.
Y hablando de miradas… Quizás su mayor activo, porque era un actor capaz de decirlo todo sin separar sus labios. Miraba a la cámara y sus ojos hablaban por él. Si a eso le sumamos la capacidad expresiva del resto del rostro, a veces aparentemente inexpresivo y su altivez vanidosa elevando su barbilla… Sumando todo esto tenía un abanico de gestos, y de expresiones, al alcance de muy pocos actores. Su dicción, en inglés, era otro puntal de su faceta interpretativa. Su manera de usar y de conjugar el idioma, y manera de hablar (ni hablemos de su voz) hacían de sus interpretaciones verdaderos paradigmas de la expresión: oral y corporal.
Ahora sí… ya me centro en la película
Ya os he hablado del protagonista, el coronel Reisman. Ni más ni menos que Lee Marvin, otro veterano en el fancine.
El tipo rudo y duro por excelencia.
Si hay un actor capaz de encarnar personajes ásperos, ese es Marvin. Sería, para mi, la antítesis de la sutileza que destila Sutherland. Por eso se combinan a la perfección en este reparto.
El actor perfecto para encarnar al pastor de almas descarriadas que serán estos doce del patíbulo.
La mezcla de personajes y de personalidades harán del resto de los doce, es decir, los otros once del patíbulo una pandilla de armas tomar. De hecho, los conoceremos por su nombre, pero primero por su número, del 1 al 12, como si se tratara de un equipo de fútbol. Son por este orden:
- 1: Posey (Clint Walker), condenado a la horca
- 2: Pinkley (nuestro Donald Sutherland), 30 años a la sombra
- 3: Jefferson (Jim Brown), sentenciado a ser ahorcado
- 4: Gilpin, 30 años de trabajos forzados
- 5: Lever 20 años de presidio
- 6: Vladek, 30 años de trabajos forzados
- 7: Sawyer: 20 años de trabajos forzados
- 8: Maggott (Telly Savalas), muerte en la horca
- 9: Wladislaw (Charles Bronson), otro que va a la horca
- 10: Jiménez, 20 años de trabajos forzados
- 11: Franko (John Cassavetes), condenado a la horca
- 12: Bravos, 20 años de trabajos forzados
Malditos bastardos
¿Habéis visto Malditos bastardos?
La de Tarantino.
Se inspira en esta peli.
No sólo la concepción del grupo de bastardos. Su presentación, cómo los reclutan, y cómo se da a conocer el teniente Aldo Reine «Apache«, encarnado por Brad Pitt. Si os gustó, y a mi me fascinó esa peli con un argumento histórico alternativo en el que Hitler y toda su carroña nazi morían en un cine, que sepáis que sin Doce del patíbulo no habría existido.
Todos flipamos con la presentación de los bastardos. Pero no es más que la actualización de estos otros bastardos, los originales, del coronel Reisman (Lee Marvin). Hasta en la actuación y en los gestos tiene Pitt algo de Marvin, cosa que agranda, si cabe más, su repertorio.
No digo que la peli de Tarantino sea un remake de esta, aunque no andaría muy desencaminado, sino que debe muchísimo a la de Robert Aldrich. Capaz, Aldrich, de hacer hace más de cuarenta años una peli con una factura tal que empequeñece a muchísimas de las películas que se hacen en nuestros días. Por guion ni os hablo, la principal dolencia del cine contemporáneo. Su fotografía, el sonido… todo, hasta su duración es perfecta, teniendo en cuenta que dura 145 minutos. Una peli larga, larguísima, para su tiempo, pero no le sobra ni un minuto de metraje.
La misión
La trama está más o menos explicada.
Por lo menos lo que concierne a la organización del comando. También os he hablado de sus integrantes, y del premio que recibirán si vuelven con vida.
Pero no he explicado su misión.
Tienen que ir a un castillo francés en el que se reunirá la flor y nata de la oficialidad nazi para hacer la escabechina más grande posible y cortar todas las cabezas posibles para descabezar el ejército alemán. Si cambias el palacio de Doce del patíbulo por un cine y metes a Hitler en una escena parecida a la de los Gremlins viendo Blancanieves y lo agitas, te sale Malditos bastardos.
El macho Alpha
Volvamos al coronel Reisman. Él se pondrá al frente de esta pandilla de indeseables. Pero él mismo tiene sus taras, o su mala reputación entre la oficialidad. Todos saben que es duro de pelar y que si tiene una misión la cumple o muere en el intento. Pero es igual de indisciplinado que la banda de presidiarios a los que va a liderar.
Rudo, duro, macarra e indisciplinado. Podríamos pensar que están locos, sus jefes, por encomendarle la misión, o todo lo contrario, que es el tipo ideal y, pensemos lo que pensemos acertaremos. Yo me inclino por la segunda opción. Sabre cómo domar a las fieras porque él mismo es una fiera. Es un lobo, un macho Alpha dispuesto a liderar una manada de lobos.
La manada
No me entretendré explicando los antecedentes de los doce condenados. Solo deciros que su procedencia es variopinta y, en algunos casos, hasta incompatibles entre si.
Para ejemplo el binomio que hacen Maggot y Jefferson. El primero un loco que cree que es una herramienta divina que ejecuta las sentencias que le dicta el mismísimo Dios. Un sureño que desprecia a los negros. Jefferson sería el caso opuesto, el del negro que odia a los blancos. Tanto que está condenado por haberse revuelto contra tres blancos que lo insultaron y los asesinó.
¿Cómo hacer que estos dos tipos tan opuestos e incompatibles terminen protegiéndose mutuamente?
Esa es la labor de Reisman. Y lo veremos en el primer y el segundo tercio de la película. Pues yo divido la peli en tres fases:
- Cuando todos van por libre… peces Betta
- Ya se sienten parte de un equipo
- La misión pura y dura
Vista así, la peli adquiere pleno significado.
Los peces Betta
Primero se hacen las presentaciones. Miden sus egos para ver quién lo tiene más grande. Se echan cosas en cara, se golpean, pelean y se odian. Nada que no entre dentro de la lógica tras meter doce peces Betta en el mismo acuario.
Los peces Betta son esos que vemos en recipientes individuales en las tiendas de animales. Si metes uno en un acuario, OK. Puede respetar a los peces de otras especies, según se levante. Pero si osas meter un segundo Betta en el mismo acuario se lía parda. No es que sean territoriales y dominantes, que lo son. Son criminales que no permiten que otro criminal merodee por su territorio. Cuando se ven se atacan, sin más. Sólo puede quedar uno. Si son doce, mueren once. Es la Ley de la Naturaleza.
Pues así son los doce muchachitos que recluta Reisman.
Son Betta… Y son esos lobos descarriados que tiene que someter para que muerdan cuando y a quien él diga que hay que morder.
Ese es el primer tercio de la peli. Hacer piña.
Sentimiento de equipo
El segundo tercio tiene una barrera difusa que le separa del primero. Cuando te quieres dar cuenta de ello los ves formando parte de un todo que es el equipo.
Para ello son trasladados a un campamento que ellos mismos tendrán que montar. Tienen que construir su propio barracón. Ese barracón se convertirá en su refugio, lo más parecido a lo que muchos de ellos han conocido como un hogar. Pero si es hogar tiene que compartirlo con su familia.
Y toda esta banda de descarriados solitarios lo son, en buena medida, porque están solos y abandonados. Sentirse parte de un grupo, de un todo que de sentido a su existencia ablandará sus corazones y hará que dejen de luchar por si mismos y empiecen a hacerlo para defenderse los unos a los otros. Con peleas incluidas, entre ellos y contra todos… ¿Habéis visto La brigada del Diablo?
De esta parte de la peli saldrán decenas de pelis posteriores. En ella vemos Loca academia de policía y vemos cualquier peli gamberra, de gamberros y para gamberros en la que los protagonistas pasen por esa misma primera fase de enemigos íntimos y pasen a esta segunda en la que suman sus capacidades, todas diferentes, para trabajar en equipo.
Y serán decenas de pelis las que recreen este patrón de conducta y de evolución de los personajes. Más si tenemos en cuenta que antes de ir a la acción de verdad se miden contra los guapos, los pijos, los soldados que lo son y se sienten soldados, para demostrar que son una banda, pero una buena banda. Y ganan a los pijos, a los deportistas, a los polis, a los soldados y a quien se les ponga por delante haciendo siempre trampas, o medias trampas que los mantienen en equilibrio y a punto de ser expulsados. Es un patrón de guion que veremos una y mil veces a partir de esta peli.
Aquí lo vemos tras la super escena del aeródromo y después de ridiculizar a un oficial del Ejército del Aire. Cuando acudan a unas maniobras que implícitamente son un campeonato en el que diferentes secciones del ejército se enfrentan entre si. Los del patíbulo son como Julio César: Veni, vidi, vici.
Eso sí, cuando terminan esta fase que nadie tosa a ninguno de ellos porque el resto saltará encima de quien ose meterse con él.
Cuando se ha formado y forjado el equipo, y ya se sienten hermanados, entonces vemos otro patrón que volverá a repetirse hasta la saciedad: entonces los mismos que idearon la aventura deciden suspenderla porque se les ha ido de las manos. Y entonces el macho Alpha ofrece su cabeza para defender a su manada. Y cuando parece que todo está perdido le dan una segunda y última oportunidad.
¿A que os suena?
Total no hay pelis con esa misma evolución narrativa. Las más de ellas posteriores a esta.
Hemos venido para esto…
Pues eso mismo pasa, y cuando el Alto Estado comprende que ya están listos para ser lanzados en paracaídas. Y ya estamos en ese punto en el que la propia peli cambia un poco su lenguaje.
Ya no están en un campamento de verano. Los chistes se condensan. Las gamberradas tienden a desaparecer. La peli se hace más y más seria desde el momento en el que se enciende la luz verde del avión y saltan en paracaídas.
Se acabaron las bromas.
Esto es la guerra.
Son un comando entrenado y compuesto por guerrilleros sedientos de sangre ajena para salvar sus pellejos. La peli madura de golpe y cambia el tono.
Acompañamos a los soldados a lo largo de su misión y terminamos lamentando las pérdidas, porque sí, habrá bajas entre los buenos. Porque sí, también estos malos se han convertido en nuestros buenos. Esa es la magia de la peli y el mérito es de Reisman, que ejerce de padrazo inflexible para todos ellos.
Si os gusta esta película permitidme recomendar, otra vez, para los que estén descubriendo este subgénero de acción dentro del cine bélico en la Segunda Guerra Mundial: La brigada del Diablo. Los que la conozcáis sabréis por qué lo hago.