Los rebeldes del Swing es una de las pelis de mi juventud.
La descubrí en Minnesota, en la primavera del 93, el año en que me gradué en Blaine High School tras hacer allí mi 12th Senior Grade, el COU español.
Me marcó desde la primera vez que la vi. Porque esta peli marca. De verdad.
Te hace tamborilear con las yemas de los dedos en los reposabrazos de la butaca mientras taconeas en el suelo y bailas moviendo las plantas de los pies al ritmo frenético del Swing y de la maravillosa banda sonora que nos propone James Horner. Un Horner que, para entonces, se había prodigado poco por el cine con BSO como la de Krull en 1983 y El nombre de la Rosa en 1986. Tras esta de hoy lo tendremos en El informe Pelícano de 1993 y, más recientemente, en la maravillosa Apocalypto de 2006.
James Horner hace de su música la verdadera protagonista de Los rebeldes del Swing
Tal es su esplendor y tal es su fuerza cada vez que irrumpe en escena. Creo que Peter Müller y Thomas Berger son meros actores secundarios que bailan al son de Horner. Y nunca mejor dicho lo de «bailar al son de…» porque es así.
Peter Müller está interpretado por Robert Sean Leonard, un actor efímero de finales de los 80s y principios de los 90s al que creo que casi nadie reconocería por su nombre pero sí por su rostro. Nadie puede verle sin ver en él a Neil Perry de El club de los poetas muertos (1989), el muchacho al que confunde el profesor John Keating y termina suicidándose por frustración.
El que hace de secundario en esta peli, el amigo malote y descarriado Thomas Berger, será quien termine labrándose un carrerón en el cine, y convirtiéndose en uno de los mejores actores, por lo menos del siglo XXI: Christian Bale (El imperio del fuego 2002, Batman begins 2005, Rescate al amanecer 2006, Hostiles, 2017 y, entre muchas otras, y todas fabulosas, Le Mans ’66 2019). Habiendo comentado (la semana pasada) Los 800, sobre la Segunda Guerra Sinojaponesa, que se solapa con la Guerra Civil china y con la Segunda Guerra Mundial, creo que va siendo hora de comentar otra joya del cine protagonizada por el propio Bale cuando no era más que un crío: El imperio del Sol.
Pues bien, ni Christian Bale ni Robert Sean logran hacer sombra a la música de Horner a lo largo de toda la peli. Ni el mismísimo Kenneth Branagh (Los amigos de Peter 1992, La solución final 2001 y Dunkerque de 2017), uno de los oficiales nazis de la peli, se imponen al Swing y a las melodías de Horner. Tal es su fuerza y su poderío para perforarnos los oídos y trepanarnos los tímpanos y toma las riendas de tus articulaciones como si fueras una marioneta en sus manos.
Ese es el influjo de la música de James Horner en Los rebeldes del Swing
Si Thomas Carter, (cuya filmografía no tiene nada en especial y tan sólo me atrevo a recomendaros esta peli), quiso dar protagonismo a la música de verdad que hay que ponerle una medalla y concederle el título de musicólogo del cine aunque no sea más que por este título. Porque caray cómo se las gasta.
Da igual que estés en una sala de baile (no sé cómo se dice, «sala de baile», salón… pero ya me entendéis. En uno de esos locales berlineses a la usanza americana en la que se congregaba la gente (libre) para bailar y ligar agitando las caderas al ritmo del swing. Da igual que estés escuchando un LP en el apartamento de un amigo. O que estés con los cascos puestos escuchando una pista de un disco de vinilo, en una tienda de discos (como en La naranja mecánica y en Quadrophenia), para ver si te lo compras.
En cualquier situación, en cualquier momento en el que el swing hace acto de presencia, sea directa o indirecta; sea grave o superflua; o sea por el placer de estar siendo silbada o tatareada por alguno de los protagonistas, es como en La maldición del escorpión de jade… el personaje pierde la noción de la realidad, de su realidad y todos nosotros con él cautivados e hipnotizados por un Horner en estado de gracia.
Dicho esto, y perdonad que me haya centrado tanto en la música, pero creo que esta peli, sin ser un musical vive del ritmo, de la percusión, de las trompetas y de los saxofones tanto como del mensaje que subyace, que a la postre resulta igual de potente.
Hablamos de una pandilla de jóvenes amantes del Swing.
Pero decirlo así, como acabo de hacerlo, deja mutilado el argumento. Por lo menos descontextualizado. Sí, es una pandilla de jóvenes. Y sí son amantes de este tipo de música y de todo lo que conlleva (que luego explicaré). Pero esa introducción no sirve para nada si no rematamos diciendo que son alemanes y están en la Alemania de 1939. Por lo que reformulo mi entradilla…
Hablamos de una pandilla de jóvenes alemanes amantes del swing en la Alemania nazi de 1939
Ahora sí.
Ya está contextualizada la película, su guion y el drama que tenemos por delante. Pero profundicemos un poquito en dos conceptos antagónicos: Swing/Juventudes hitlerianas.
Por un lado el Swing… un pariente directo del Jazz que combina aspectos musicales blancos y negros, europeos y americanos, dando como resultado una bomba musical capaz de descoyuntar a los bailarines menos diestros que osaban saltar a bailar a la pista y al cabo de media canción se les caía el hombro, se les iban los pies por la pista o se rompían la cintura siguiendo riffs o emulando baterías sin baquetas…
Una música surgida en los años 20’s que hacía furor desde Chicago hasta Berlín. Música que estimulaba al baile desenfrenado y que combinaba y compaginaba la orquesta tradicional con la poli rítmica in crescendos inagotables, sucesivos que harían que más de una pareja terminara en los aseos lo que empezaron en la pista y a más de uno le reventara el corazón al no poder seguir el ritmo de los pies.
Una música símbolo de libertad, de cultura, de pasión y de alegría.
Y por otro lado las juventudes hitlerianas
Dicho sea de paso, existen pelis muy buenas sobre las juventudes hitlerianas como Napola, incluso (y a su manera) Jojo Rabbit o el El ogro… que terminarían, cual vasos comunicantes, engrosando las filas de las Waffen SS que os expliqué en Mi honor se llamaba lealtad y que salen, en su canto del cisne particular en El hundimiento. Película, ésta última, que viene perfecta para rematar cualquier comentario de película relacionado con estas juventudes hitlerianas, para ver cómo empezaron y cómo terminaron. Literalmente, lo de «terminaron».
Hablamos de un movimiento político, en concreto nazi, nacidas a modo de imitación del Komsomol comunista y de las juventudes del Littorio fascistas.
En el caso alemán, al sesgo político había que añadirle otro, el racial, pues en estas juventudes sólo ingresaban niños arios. Y de entre los arios, los puros o no mezclados con otros tipos de sangres, como judíos, eslavos… Arios de familias afines al régimen nazi, por su puesto.
Estos muchachos eran extraídos de sus familias y llevados castillos medievales que hacían las funciones de sedes y escuelas. Este aspecto medieval servía para darle una pátina mística y pagana al movimiento. Estos niños eran entregados y enviados por sus padres para convertirles en la élite de la futura Alemania. Del III Reich. Otros, campesinos sobre todo, eran «reclutados» por la fuerza si los reclutadores de turno veían potencial en alguno mozalbete sin recursos.
Una vez dentro de esos castillos se les despojaba de su identidad. Se les uniformaba: en ropa, peinado, acciones y pensamientos. Estos chavales eran bombardeados con la idea de que Alemania y los alemanes eran el pueblo elegido para gobernar el mundo entero. Pero hay más, pues ellos, las juventudes hitlerianas, eran los elegidos para gobernar a los alemanes. Es decir, que se pasaban una década sometidos a un perpetuo lavado de cerebro endiosándoles.
Para ello, a la propaganda constante hemos de sumar que los formaban académicamente, en tiempos en los que no todos tenían acceso a la Educación, (hablamos de 1939, si lo trasladásemos a la España de entonces, la republicana, veríamos el analfabetismo generalizado y la dificultad para obtener una educación). Y a esa Educación, que lo encumbraría intelectualmente, sumemos su preparación deportiva, con entrenamientos diarios, su aprendizaje de técnicas de combate, por entonces sobre todo el boxeo, y su instrucción militar, también diarias.
Es decir, que cogían a un muchacho normal por la calle y lo reprogramaban por completo hasta sacar un alemanito perfecto capaz de dirigir el mundo sin despeinarse.
He explicado todo esto para poder poner en valor el contraste entre el swing y el nacismo
Vamos con la peli.
Los protagonistas serán los miembros de una pandilla de swingers. No «swingers» de los de hoy en día, con intercambios de parejas y esas cosas. Hablo de los amantes del Swing.
Unos chavales que disfrutaban viviendo felices y por las noches salían a bailar. Es cierto que la peli nos salpica escenas que chirrían entre si… Armonía y alegría por un lado, salpicadas con camisas pardas que van y vienen y brazaletes con esvásticas por la calle… nada que invite al jolgorio. Pero esa era la Alemania de aquellos días. Y con esos contrastes tendrían que convivir los muchachos alemanes de finales de los 30’s.
Presión del trabajo, de los estudios, de la familia, de lo que fuera… Llegaba la hora de vestir las mejores galas, de reunirte con los amigos y toda preocupación quedaba en segundo plano, hasta desaparecía de escena. Todo se convertía en ritmos frenéticos en una pista de baile. Primero de una manera totalmente abierta, sin esconderse, pero paulatinamente estos clubes y salas de baile irían sometiéndose al nazismo y desapareciendo o convirtiéndose en semi clandestinos.
Nazismo (nacionalsocialismo), Fascismo y Comunismo…
Cualquier atisbo de libertad, de cultura, de alegría, de individualismo es el enemigo acérrimo de cualquier nazismo, fascismo y comunismo
Porque si bailas por ti solo, con tu ritmo y desbocado, no eres una presa fácil para la propaganda del régimen autoritario de turno.
Por eso desaparecieron (o los desaparecieron) o tendieron a ser pseudo clandestinos. De esas cosas, como los bares clandestinos del Chicago de la prohibición que nadie conocía pero todos frecuentaban…
Y a uno de esos lugares iba nuestra pandilla, en concreto al Bismarck. Dicho sea de paso, eran los amos de la noche hamburguesa (no sé si hamburgués/hamburguesa es el gentilicio de Hamburgo, pero me hacía gracia lo de «la noche hamburguesa», lo busco y os cuento: ¡Sí, sí… hamburguesa y hamburgués, jajajaja), porque bailaban como los ángeles.
De vuelta a casa iremos conociendo más personajes, como su madre y Knopp, un oficial de la Gestapo, no sé si incluso el jefe local, y miembro del Partido Nazi. Ambos discuten, o argumentan por lo menos a propósito de las amistades del difunto padre de Peter. Difunto, entre otras cosas, porque no pudo recuperarse de un interrogatorio de los nazis.
Uno de los amigos de Peter, Arvid, es judío y cojo
Cojera que provoca que no pueda bailar, cosa que, con una enorme dosis de autoestima, supera tocando la guitarra. En una de las reuniones de amigos, en casa de Arvid, precisamente, Thomas rompe uno de los discos favoritos de Arvid, cosa que enfurece al pobre muchacho que termina echando a sus amigos de casa. A modo de compensación, y fruto de la inmadurez y de la falta de capacidad para medir los riesgos, innata entre los jóvenes, Peter y Thomas terminarán jugándosela y robarán una radio (que no eran precisamente de bolsillo por entonces) para regalársela a Arvid.
Pero les cogerán y se meterán en un buen lío con la Justicia, por ladrones. Aquí entra en acción Knopp, quien por cierto pierde los vientos por la madre de Peter. Abusando de su posición en el partido y en la Gestapo, intentará ganarse el agradecimiento de la Sra. Muller intercediendo a favor de los dos muchachos.
El resultado de su labor será evitarles penas mayores, del tipo trabajo forzoso o ir a la cárcel a cambio de un pequeño sacrificio: ingresar en las Juventudes Hitlerianas. Él no lo ve como un castigo, lo ve casi más como un premio, porque está abriendo las puertas a un futuro mejor para los dos muchachos. Sin embargo estos dos sí que lo verán como el castigo que realmente es.
Ingresar en las Juventudes Hitlerianas está reñido con ser un Swing kid
Ambos lo saben bien.
Pero apechugarán y tirarán para delante ingresando. Esto les evitará tener que pagar de otro modo y les retirarán los cargos. Es un sacrificio. Serán de las juventudes de día y Swing kids por la noche.
Y la fórmula les funcionará por un tiempo. Hasta que Peter empiece a comprender que a Thomas le está gustando el rollito de las juventudes… Desde ese momento Peter empezará a comprender que Thomas se está nazificando. Otro palabro que no existe pero que la RAE debería acuñar. Es decir, que verá cómo su amigo empieza a comulgar con la doctrina nazi. Poco a poco, sin prisas, pero cada paso hacia ser un nazi es un paso sin marcha atrás.
El poder que siente sobre los demás jóvenes que no son nazis. Se siente respaldado por una nueva familia que, además, está legitimada para actuar como les venga en gana. Pueden usar la violencia, pueden abusar de quien quieran… son los cachorros del Partido Nazi. Si a eso les sumamos que las chicas alemanas pasaron a ser «las novias de Hitler»…
¿Qué son las novias de Hitler?
Todas las alemanas adolescentes.
Sobre todo las que estén de buen ver.
Su tutela pasa a estar a manos del Gobierno y se seleccionan las más arias, las que tienen mejor capacidad física e intelectual, la sangre limpia y las más hermosas para hacer de ellas mujercitas parideras. Tienen que traer al mundo alemanitos que pueblen el Este de Europa y colonicen la Unión Soviética. Por eso se instaura cierta noción de amor libre en el que las juventudes hitlerianas y las novias de Hitler tendrán oportunidad de desfogarse a su antojo con tal de que ellas se queden preñadas. Es por el bien de la Nación, del Partido y de la Raza.
Ya vamos comprendiendo el atractivo de esas juventudes… todos los derechos y ninguna responsabilidad. Si a eso le sumamos, también, que Thomas empieza a destacar en boxeo y eso le hace subir como la espuma dentro de las juventudes… comprenderemos también que llegue un día en el que ya no le apetecerá jugarse la expulsión de las juventudes saliendo a bailar, de modo clandestino, con su antiguo amigo.
Entre medias Peter, que tiene un trabajo como repartidor de correspondencia (no puedo decir «cartero» porque no son cartas per sé, sino paquetes que se envían desde dependencias del Partido Nazi, y sí, desde alguna Institución. El caso es que empieza a chocarle que muchas veces entrega un paquete y al marcharse escucha gritos horrorizados a su espalda. Hasta que termine abriendo él mismo, uno de estos paquetes para encontrarse las cenizas de un judío que ha pasado por los hornos crematorios.
Eso le abrirá de golpe los ojos: ya entiende el nazismo
La violencia consentida, los estudios, el entrenamiento… Las chicas. Todo, absolutamente todo son caramelitos para endulzar el nazismo. Son escusas para quedarse con lo que hay en la superficie, sin ver el fondo de las cosas.
Ahora comprende y aprende la crueldad del Partido Nazi. Ahora entiende dónde se ha metido y de la que difícilmente puede escapar. Será entonces cuando, recuperada la claridad de ideas, intentará tirar de su amigo para sacarle del movimiento pero ya será tarde. Está borracho de poder.
Esto hará que termine abandonándose a una noche loca de placer, que para él no podría ser de otra manera que saliendo a bailar. Y al salir a bailar la sala de fiestas será tomada por las juventudes hitlerianas.
Hacen una redada para atrapar a muchachos swing y en estas que Peter y Thomas terminarán frente a frente y se liarán a guantazos. El uno a favor del Swing y el otro a favor de los nazis. Hasta que termine la pelea y termine la redada y Thomas comprenda que si arresta a Peter terminará en un campo de concentración. Le brindará la oportunidad de huir pero Peter se rinde, está harto de luchar. La vida ya no tiene sentido para él y, del modo mas cobarde posible, se entregará para ser detenido y conducido al campo de concentración.
Será su hermano pequeño el que recoja su paraguas del asfalto y al grito de Swing Heil! tome el testigo de Peter. Esto queda muy chulo y muy romántico, pero esa rendición dejará a la madre destrozada y empujará a su hermano, seguramente, a terminar igual que él, al tomarlo siempre por modelo de conducta. Este es el peligro de los hermanos mayores que no son conscientes de cuánto les quieren los pequeños.
Esta película es adictiva para todo aquel al que le guste la música, y bailar. Incluso para todo adulto que recuerde que en su juventud tuvo un amigo que se hizo nazi y se peleó con él y con todo y contra todos para sacarle del error. Un adulto que penará de por vida porque no logró sacar a su amigo de ese submundo o inframundo de violencia callejera y lavados de cerebro.