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La tormenta perfecta

Tabla de contenidos

Ficha técnica de La tormenta perfecta

Título: La tormenta perfecta
Título original: The perfect Storm
Director: Wolfgang Petersen
Guión: William D. Wittliff (novela homónima de Sebastian Junger)
Nacionalidad: USA
Año: 2000
Duración: 130′
Fotografía: John Seale
Producción: Gail Katz
Productora: Warner Bros.
Distribuidora: InterCorn, Netflix, FandangoNow
                    

Ficha artística

  • George Clooney – Capitán Billy Tyne
  • Mark Wahlberg – Bobby Shatford
  • John C. Reilly – Dale «Murph» Murphy
  • William Fichtner – David «Sully» Sullivan
  • Alfred Pierre – Allen Payne
  • Bob Brown – Michael Ironside
  • Christopher McDonald – Todd Gross
  • John Hawkes – Mike «Bugsy» Moran
  • Mary Elisabeth Mastrantonio – Linda Greenlaw
  • Diana Lane – Christina

Hay películas que te llegan al corazón

No tienen que ser la mejor película. Ni la más premiada. Basta con que te guste a ti.
Y si alguna, por su tema, por su fotografía, incluso por su música te llega, entonces pasará a formar parte de tu vida. En este género de pelis incluiría El río de la vida, Cinema Paradiso, Los amigos de Peter y quizás, hasta Cuando todo está perdido.
Estas son, para mi, películas diferentes. Difíciles de catalogar. Porque para hacerlo me tendría que abrir en canal para que comprendierais lo que significan para mi. Y en este grupo de películas especiales para mi, está La tormenta perfecta. Por cuyo tema, fotografía, música y guión podría ser la película perfecta.
La mar… la pesca… navegar.
¿Puede haber algo más bonito? Y más duro.
Ya os advierto que voy a hablaros de un tema que desconozco. Pero voy a hacerlo porque lo admiro. La pesca y los pescadores.
Algo comento al respecto en Moby Dick, cuya peli de John Huston es obligatoria si te gustan las películas en las que sale la mar… Estando en verano, como estamos, es el mejor momento para hacerte con la novela Moby Dick, de Hermann Melville, para mi una de las 5 mejores novelas de toda la historia de la Literatura. Sino la mejor.
A veces el cine nos reserva películas como esta. Películas que reflejan la vida cotidiana de personas normales, con problemas normales a las que les toca experimentar vivencias fuera de lo normal. Son héroes cotidianos y anónimos que luchan por sobrevivir. Unas veces en sentido figurado, y otras literalmente.

La historia real data de 1991

La tripulación del Andrea Gail se tiene que hacer a la mar una última e imprevista vez, al final de la temporada para remedar un mal año con pésimas capturas. Según vemos en la peli, su tripulación se reparte las ganancias en función de las capturas. Este reparto es jerárquico y los únicos que podría decirse que salen medianamente bien parados de tan nefasto año serían el capitán y el armador. Pero lo harían con lo justo para cubrir gastos y no tener pérdidas. El resto se queda con la sensación de haber perdido un año y no haber rascado nada.
Vaya por delante que esta es una historia real. Nunca se sabrá a ciencia cierta lo que pasó en el tramo final de ella, cuando el barco se fue a pique, pero ésta película de 2000 nos describe una opción, basada en la novela homónima de 1997, que nos muestra un desenlace que por momentos acaricia la épica para terminar desmoronándose en drama.

Sucede en Terranova y se enmarca en «la tormenta perfecta» llamada Tempestad de Halloween de 1991

Fue el resultado de la confluencia de tres tormentas, una de las cuales derivó en tempestad que absorbió al Huracán Grace. Si bien estas tormentas llevaban un par de días activas, con menor intensidad por separado, juntas, y con el huracán, terminaron derivando en un ciclón que arrasó la costa este del Canadá y noreste de los Estados Unidos y se prolongó desde varios días, ya con menor intensidad, a modo de nuevo e inferior ciclón subtropical, hasta que desapareció en el sur de los Estados Unidos.
Desde Nueva Escocia hasta Florida dejando tras de si 13 víctimas (los 6 muertos de la peli y otros siete) y 500 millones de dólares en pérdidas materiales..
Para que nos podamos hacer una idea de su virulencia, deciros que alcanzó vientos de hasta 120km/h y un oleaje sin precedentes. Para muestra el registro de una ola de 30m el 30 de octubre. Hemos de tener en cuenta que una ola inmensa, en grandes tormentas marinas sería una ola de 10 ó 12 metros, por lo que éste registro, mejor dicho, ésta ola, aportará ese toque épico final que precedía al drama que apuntaba antes al final de la peli… por lo que ya entenderéis, de antemano, la razón de que se trunque en drama cuando el Andrea Gail intente tomar la ola…
El cine nos ha dejado grandes películas centradas en la lucha incombustible de personas normales por salir adelante. Por comerse el orgullo y embeberse de dignidad para llevar un plato de comida caliente a casa o buscar un techo para sus hijos. Ya os he hablado de dos de ellas en el fancine: En busca de la felicidad y Cinderella Man.
Películas, ambas, que os recomiendo de corazón para comprender que la vida es muy perra y basta con un golpe de mala suerte; una mala decisión o simplemente dudar para que toda tu vida se desmorone y resquebraje a tu alrededor y te sientas culpable por no poder cubrir ni los mínimos para sacar a tus hijos a flote, como será el caso del Capitán Billy Tyne, no con hijos, pero sí con su tripulación, y por ende, con los hijos de sus compañeros de faena.

Por eso incluyo La tormenta perfecta en este trío de películas de obligado visionado

Tanto para quienes están mojando la lona con el sudor de su frente tras ser tumbados de un golpe, como para quienes arropan a su hijo con sus brazos para que no pase frío durmiendo en un baño público como para quienes arriesgan su vida intentando una última captura antes de irse al fondo del mar.
Nadie está libre de ser el protagonista de su propio drama, ni aunque la noche anterior bebiese las mieles del éxito. Lo dije arriba, la vida es muy perra y si bajas la guardia, te coserá a dentelladas.
Andrea Gail era el nombre del barco de pesca. Un barco de 22m de eslora construido en Florida en 1978. Su base oficial estaba en Marblehead, Massachusetts, pero solía partir desde la vecina Gloucester, que es la ciudad que vemos que zarpa en la peli, el 20 de septiembre de 1991. Salía con rumbo a Terranova en un trayecto de 900 millas.

Vamos con La tormenta perfecta…

Empieza con dos barcos de pesca llegando al mismo tiempo a Gloucester. El Andrea Gail y su gemelo Hannah Boden, capitaneados por Billy Tyne y Linda Greenlaw. Colegas, amigos y por momentos podríamos decir que, o amigos con derecho a roce, o algo más que amigos…
Ambos regresan de una campaña con distintos cargamentos. Los dos salían a pescar pez espada, pero bien podría decirse que Linda pescó los peces y Bill las espadas. Por lo voluptuosas que eran las abundantes piezas de la primera, que superaban los 300kg y lo raquíticas que eran los pececillos (pocos además) pescados por Billy y los suyos.

Se suponía que era la última salida a la mar de la temporada

Merecidas vacaciones por delante, pero ni Billy ni sus hombres sacaban una buena tajada de esta pesca e, intuyo, era un mal colofón para una peor temporada. Por eso decidirán hacerse de nuevo a la mar y zarpar con el alba, en pos de una última pesca deseosos, capitán, tripulación y el propio armador, de poderla terminar con una buena pesca para enderezar esa temporada que se había ido torciendo de principio a fin.
Y allá van… o, para que quede más cinematográfico…Y la nave va, a lo Fellini. Sea como sea, el caso es que al día siguiente parten al alba rumbo a la Isla Sable, en el punto más recóndito de Halifax, en el Canadá, último espacio de Nueva Escocia.
Parten los cinco de siempre, con un fichaje nuevo, en sustitución de un miembro de la tripulación que decide que ya ha navegado lo suficiente y no está dispuesto a tentar a la suerte.
Capitán Billy Tyne al frente de la expedición. Quizás en un tramo de la peli podría ser visto, sin compararlo, como un Ahab. Sediento de capturas (en este caso una buena pesca sustituiría a la ballena blanca) y feliz tan sólo, en altamar. Este es un matiz crucial para comprender buena parte de lo que sucede, puesto que habrá un punto a partir del cual se meterán a conciencia en la boca del lobo, o de la tormenta, inducida, la tripulación, por su persuasión y su manera de entender el riesgo.
Como os decía era una persona que amaba tanto el trabajo que hacía para ganarse la vida que, al final, había hecho de su trabajo su vida, porque es lo único capaz de hacerle feliz. Insisto, esto es importante para comprender su afán de ir más y más allá en busca de los bancos de peces espada que hay detrás de la Isla Sable.
Es lo que le hará infravalorar la amenaza de tormenta en esa zona. Una amenaza que ya, inminente, le fuera anunciada vía fax y sobre la cuál discutirá con Linda por la radio antes de perder la antena. En este caso será la propia tormenta la que inutilice la radio, sin llegar al extremo de Quint en Tiburón, que rompió la radio para no retirarse de su cacería.
Billy está soltero (creo que era soltero y no separado) y parece no querer ver los ojitos que le pone Linda cada vez que se cruzan. Y teme poner fin a su carrera como pescador por iniciar una vida en común con ella…
Lleva como aprendiz a Bobby, en su segunda salida para pescar. Bobby está enamorado como un becerro de Chris, que casi podría ser su madre. Ella está separada y tiene dos hijos a los que Bobby quiere como si fueran suyos. Si está dispuesto a zarpar de nuevo es porque ella necesita el dinero para el divorcio y liberarse de su ex para poder reiniciar su vida con Bobby.

Conozcamos a la tripulación del Andrea Gail

Dale «Murph» Murphy es un pobre desgraciado. Su mujer le dejó y tiene un hijo que es el centro de su vida y de su existencia. Lo quiere tanto que, no sé si tendrá 8 ó 10 años en la peli, le explicará que su madre no tardará en encontrarle otro papá. Se comerá las lágrimas para procurar que su propio hijo encuentre una vida mejor en manos de un padrastro. Eso es amor.
Allen Payne es el más afortunado de todos. Parece que no tiene carga alguna y se dedica a ahorrar y entre pesca y pesca, sale de caza nocturna y se lleva alguna presa a su alcoba. Una alcoba que suele alquilar en la posada que hay en el puerto y en la que, me juego el pellejo, amortiza hasta el último centavo sin pegar ni ojo en toda la noche.
Si Payne era el más afortunado, Bugsy es el menos de todos. Tanto que nunca nadie ha acudido al puerto para despedirle al partir ni para darle la bienvenida al regresar. Es un hombre deseoso de encontrar una media naranja a la que poderle abrir su corazón repleto de amor.
Y Sully, el nuevo. Un tipo duro de roer que desde el minuto 1 ejercerá de fanfarrón y se enemistará con Murph.
Estos son los seis protagonistas mecidos por las olas y zarandeados por sus tristes vidas. Una pandilla de perdedores que solo pueden ganar jugándose el pellejo a cara y cruz. Y como buenos perdedores, les saldrá cruz y darán con sus huesos en el fondo del mar.
Para colmo morirán después de haber llenado las cámaras frigoríficas con la mejor captura de toda la temporada, lo cual es el colmo de la mala suerte. En medio de la aventura lograrán capturar una barbaridad de peces espada, pero a la hora de volver se toparán con la cruda realidad de la tormenta y una avería en una de las cámaras. Si esperan a que pase y amaine la tormenta tendrán que tirar buena parte de la carga. La alternativa es confiar en el barco y en el capitán y atravesar la tormenta en una gesta épica para algunos, estúpida para otros.
Otra moneda al aire: de nuevo cruz. Cruzarán la tormenta para regresar con las cámaras frigoríficas repletas de pescado pero no vivirán para verlo en la lonja.

Entre medias veremos cómo transcurre la vida en Gloucester

Y veremos a sus respectivas familias, amigos, amantes y futuros… todos siempre con el Andrea Gail en sus pensamientos.
Os decía al principio que poco o nada conozco de esta profesión. Pero que me fascinaba. Ha sido algo que, desde pequeño, me ha hecho soñar. Sé que mis sueños de barcos pescando en altamar distarían muchísimo de la realidad. Y sé, o intuyo, que la vida del pescador es una vida dura hecha para tipos duros y con mas argayas que todos los peces que puedan capturar juntos.
Tiene que ser sobrecogedor resistir las inclemencias del clima azotando tu barco, zarandeándolo… sin ver tierra a norte, sur, este ni a oeste. Días eternos con el solo reflejado en la superficie marina. Y esas noches. Noches infinitas y oscuras, negras… o iluminadas por un mar de estrellas que nosotros, los de la ciudad, nunca terminaremos de ver por la contaminación lumínica y medioambiental que vivimos tierra adentro.
Noches de alegría por la pesca. De penas por la familia lejana en un mes, o dos o más sin poner pie en tierra ni abrir la puerta de tu casa… De miedos cuando te sientes de todo menos dueño de tu ser en manos de la madre Naturaleza, y de Dios. Temeroso de que allá lejos, en tu hogar, ocurra algo y tú estés a tanta distancia de ellos que no puedas acudir para arropar a los tuyos con un abrazo y sentir en tu pecho el pecho de tu amada, o en tu corazón el palpitar feliz e ingenuo del corazón de un hijo…
La vida del pescador no será, eso lo tengo seguro, la vida maravillosa que tantas veces ensoñé imaginándome en altamar… Pero sí es gloriosa. Hombres duros, recios, fuertes, resistentes hechos a vivir y a convivir estibados en poco espacio. Hombres que se debaten entre la vida y la muerte cuando su barco da saltos entre olas sin principio ni fin. Que atan cabos y con manos ásperas tan duras como su carácter, pero en su mayoría, creo, bondadoso y de inmenso corazón.
Las veces que me habré imaginado en uno de esos barcos pesqueros, tras una jornada (no sé si pescarán de noche o de día) de pesca, tras descansar un rato y meterte algo caliente en el estómago… algún guiso, seguramente con pescado. Y las veces que me habré imaginado subiendo a cubierta, con un poto de acero (vaso) lleno hasta arriba de té, o de café, y sentarme a mirar el mar encendiendo, calada a calada mi pipa… y dejarme arrullar por el barco surcando la mar dejando estelas de espuma y de humo a nuestro paso…

Mi tormenta perfecta

Lo más parecido a esas vivencias lo sufrí y disfruté en un velero de 14m de eslora, navegando desde Villajoyosa hasta Ibiza… A menos de 12 millas de San Antonio tuvimos que virar y regresar a la península para amarrar en Denia.
Tres tormentas eléctricas fueron la causa. Una que llevábamos encima y dos que confluían poco antes de San Antonio.
A la mañana siguiente, en Denia, consultamos el parte meteorológico y vimos que de los 15.000 rayos caídos en todas las tormentas que se multiplicaron por toda España durante la noche, 11.000 cayeron sobre nuestras cabezas. Nunca he pasado más miedo. Nunca he gozado más. Me sentía totalmente a merced de la Naturaleza y en manos del capitán. No abandoné la cubierta ni un minuto. Grabé la travesía. Un cascarón de nuez encabritado y empujado por la mar, qué recuerdo guardo de aquella noche. Qué maravilla, y qué miedo pasé, insisto, que no voy de machito, sino que entiendo que incluso el miedo puede tener su atractivo si sabes dominarlo.
Nunca antes, ni después, había visto ni he vuelto a ver, rayos cayendo en vertical e impactando en la superficie del mar. Recuerdo y al recordarlo me estremezco, que caían duros, brutales, y al romper el agua iluminaban la superficie marina, un círculo blanco y cristalino, de 4, de 10 metros de diámetro… pero lo más impactante era el sonido del rayo al estrellarse contra el agua. Hacía el ruido de un látigo inmenso que me laceraba los tímpanos y lo escucho ahora, igual que cada vez que lo recuerdo.
Lluvia sin parar, y olas inmensas que me hacían perder de vista un barco que teníamos a estribor. Lo miraba y lo veía por encima de nosotros, por debajo, en paralelo… y hasta no lo veía. Por eso cuando veo esta peli la disfruto y me da congoja porque, a otra escala, sin creerme nadie ni nada, viví algo parecido y fue tan pavoroso que me muero de ganas por repetirlo.
Si bien el episodio tenía su morbo, por el peligro que entraña la Naturaleza, confieso que íbamos en manos de dos amigos, Coke y Richi. Marineros de toda la vida. Profesionales y veteranos de los que se cruzan el Atlántico en ese mismo velero en el que íbamos, el Freewill, como dije antes, de 14 metros de eslora: una cáscara de nuez.
En la peli vemos también otras realidades de este mismo mundo, el marino. Por un lado nos pintarán a un cretino que lleva una embarcación de recreo que expondrá la vida de sus dos acompañantes y la de la tercera realidad en la mar, la de los guardacostas que acuden en su auxilio.
Estos hombres se juegan la vida para rescatar a marinos y marineros allí donde las circunstancias se impongan y requieran de una ayuda externa para no perecer. Y lo entiendo. Y lo agradezco. Gentes profesionales que se ven en las últimas y verán llegar al helicóptero de salvamento como quien ve a un ángel batir sus alas en redondo para arrancarte de las olas y ponerte a salvo. Lo que no comparto es que se la jueguen por un cretino, como el del velero, que desatiende todas las señales de alarma y se cree más y mejor capacitado que cualquier profesional de la mar.
Repito: muchos de estos, sean montañeros, escaladores o navegantes de medio pelo, ponen en riesgo la vida de gente que por vocación se la jugarán para salvar al prójimo: salvamento marítimo, bomberos, guardias civiles y militares… héroes sin capa.
Hasta aquí mi comentario de una película que no es la mejor de la historia del cine, pero que me parece tan bonita que pensaba que es digna de estar en el fancine.
Me olvidaba… su director es Wolfgang Petersen. Ya se ha pasado por el fancine con La historia interminable y una de mis tres pelis favoritas de toda la vida: El submarino.

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