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El puente sobre el río Kwai

Tabla de contenidos

Ficha técnica de El puente sobre el río Kwai

Título: El puente sobre el río Kwai
Título original: The bridge on the river Kwai
Director: David Lean
Nacionalidad: U.S.A., Reino Unido
Año: 1957
Producción: Sam Spiegel
Productora: Horizon Pictures
Distribuidora: Columbia Pictures
Duración: 161′
Guión: Michael Wilson, Carl Foreman
Música: Malcolm Arnold
Maquillaje: Stuart Freeborn
Montaje: Peter Taylor
Fotografía: Jack Hildyard

Ficha artística

Alec Guinness – Coronel Nicholson
William Holden – Comandante Shears
Jack Hawkins – Comandante Warden
Sessue Hayakawa – Coronel Saito
James Donald – Comandante Clipton
Geoffrey Horne – Teniente Joyce
André Morell – Coronel Green
Peter Williams – Capitán Reeves
John Boxer – Comandante Hughes
Percy Herbert – Soldado Grogan

El puente sobre el río Kwai me recuerda a mi padre y a mi clase de EGB y BUP.
 
Obvio deciros que me la descubrió mi padre, y que no sabría el número de veces que la vimos juntos. Y cada vez que la veíamos hacíamos chascarrillos y nos reíamos comentándola. No porque nos hiciera gracia, sino porque nos la sabíamos de memoria y, aún así, la disfrutábamos redescubriéndola una y otra vez.
 
Con respecto a BUP… recuerdo que de vez en cuando, entre clase y clase, algún compañero de mi clase empezaba a silbarla y era contagiosa, al final terminaba toda la clase silbando y marcando el paso con los pies. EL grado superior era terminar con esta melodía y empezar a marcar el ritmo de We will Rock you de Queen con las patas del pupitre.
 
Eso implicaba bronca segura y ¡ay del que estuviera sentado cerca de la puerta, nadie lo libraba de un capón bien dado.
 
Y si la cosa se desmadraba entonces el profe de turno bajaba a por Ocaña, el «prefecto de disciplina«. No fueron pocas las veces que nos castigaron todo el sábado encerrados en el aula, al más puro estilo El club de los cinco, pero con curas en plena calle Princesa de Madrid.
 
Vamos con la peli.

Una peli inmortal y genial

Por si teníais alguna duda sobre si me gusta mucho o muchísimo esta peli. Para mi encierra todo cuanto debe tener una peli de acción en contexto bélico, del subgénero «campos de prisioneros».
 
Es sencillamente maravillosa.
Y pese a ser una ficción sí existió una historia semejante a la que nos cuenta la película. La de un puente construido por encargo en una línea férrea construida por prisioneros durante la Segunda Guerra Mundial.
 
Una línea que unía Bangkok y Rangún, el Ferrocarril de Birmania. La línea entera fue construida por prisioneros de guerra (unos 60.000) y esclavos indonesios. Y si no esclavos, sí trabajadores forzados (más de 175.000) de los que terminaron muriendo casi 100.000 por 15.000 prisioneros de guerra.
 

La realidad siempre supera a la ficción

Por muy crudas que sean algunas escenas y por muy desesperados que os pudieran llegar a parecer los prisioneros de la peli, la realidad fue infinitamente más cruda y despiadada.
 
Los prisioneros de guerra reales venían de todas las naciones en liza para poner en jaque a los japoneses: Holandeses, americanos, británicos, canadienses y por supuesto, dado el área geográfica, australianos y neozelandeses, a los que les distingue siempre su característico sombrero del ANZAC.
 
La película, una coproducción británico/estadounidense, no se complicará lo más mínimo. Si bien esa historia real comprendía la construcción de toda una línea férrea, para socorrer y abastecer al ejército imperial nipón, implicaba la construcción de un buen puñado de puentes, aquí nos centraremos tan solo en uno: el del río Kwai y sus constructores serán británicos, algún que otro ANZAC y un yanki. Se ven algunos indonesios en la enfermería, y otros abanicando al oficial japonés, pero pocos más.
 

Se rodó en a caballo entre Inglaterra y Ceilán

 
Esta peli nos habla de muchas cosas. Que pueden ir de un extremo del código moral y de valores de un oficial del ejército británico al otro. Hablamos de los últimos vestigitos de un imperio que medía su poderío por su arrogancia. La disciplina inglesa (que por algo hay otras «disciplinas» que comparten nombre) es férrea. Es la total sumisión al poder y un poder ejercido con absoluta brutalidad si llega el caso.
 
Dentro de esos despojos de un código moral eduardiano y, pero y sobre todo victoriano, capaz de exacerbar el ejército hasta las cotas más altas de autoridad, pues no en vano fue la columna vertebral de un imperio, como vimos en Tasmania. Pero aquí, la arrogancia británica se solapará con la soberbia personal de uno de sus protagonistas, el Coronel Nicholson, encarnado por un Alec Guinness soberbio (y éste soberbio es para bien, a modo de aclamación).
 
Dicho Coronel llevará al extremo la necedad del «hasta las últimas consecuencias». Se verá obligado a cumplir una orden, por otro lado anodina: rendirse al ejército imperial nipón. Y en su rendición terminará confundiendo disciplina, como os decía antes, con soberbia. En respuesta a la orden del Coronel Saito de no sólo liderar la construcción del puente de marras, sino de participar de modo activo en dicha construcción.
Es decir, que Saito se pasaba por el forro cualquier tratado internacional que pudiera poner en peligro su futuro como militar. Sobre todo porque incumplir la orden que tiene lo llevaría de patitas al seppuku. Conocido en Occidente como hara kiri, o «suicidio por desentrañamiento». Entrañable, ¿verdad? Ya expliqué a fondo la cultura nipona en RAN.
 
Dicho sea de paso, menudo choque de trenes entre dos representantes orgullosos de dos imperios decadentes.
 
No se quedará ahí el reparto, que lo reforzará un médico, como verdadera conciencia en toda la peli, pues aportará no sólo el aspecto humano, sino humanista al ejército y a la guerra. Y lo reforzará un yanki que representará todo lo opuesto al coronel inglés: el comandante Shears, un tipo poco identificado con la disciplina, tan latente en toda la peli.
 
Pero el caso será que el japonés tiene la orden de construir un puente en el río Kwai para facilitar el movimiento de tropas niponas. Y ejerciendo su autoridad, de un modo déspota, forzará a los prisioneros de guerra aliados a hacer trabajos forzados. Cosa que hará protestar al inglés. Lo que hará que el Coronel del ejército de su graciosa Majestad explote será esa segunda orden que incluye a los oficiales en dicha obra. Con esto contraviene la Convención de Ginebra, cosa que muy dignamente le hace saber al oficial al mando japonés. Esta conducta tan digna hará que el japonés se salga de sus casillas y e haga comprender al inglés que verdes las han segado.
 
Y el inglés se pone farruquito, más tozudo que una mula. Esta será mi parte favorita de la peli. Al mas puro estilo del Capitán Hilts en La gran evasión, pero con menos chulería. Pulso va y pulso viene. El japonés que no te saco de la caja hasta que cedas y el inglés que no me saques de la caja que no cedo.
 
Habrá tres acciones paralelas en este tramo de película:
  1. El pulso entre coroneles
  2. El pulso entre obligaciones contradictorias, pues si bien todo prisionero de guerra está obligado a intentar fugarse (para recuperar su libertad y volver al frente y para distraer el mayor número de efectivos del otro ejército) el coronel prohibirá los intentos de fuga
  3. La contrarreloj que supone ver pasar los días y que el puente no avance

Sabotaje

Y no avanza porque los constructores, es decir, los británicos, sabotean su construcción porque al finy al cabo, cooperar en su construcción es cooperar con el enemigo y ayudarle a ganar la guerra: debate moral.
 
Así pues, el Coronel Nicholson, máxima autoridad aliada en el campo de prisioneros con trabajos forzados no se debatirá moralmente, ni psicológicamente por el hecho de estar contribuyendo con la causa nipona. Porque colaborará, vaya que si lo hará. Pero permitidme dar un rodeo…
 
La permanencia en la jaula del coronel inglés hará que sus muchachos ensalcen su figura como si se tratara de su héroe local y les dará fuerzas para seguir retrasando la construcción del puente. Pero al mismo tiempo, el propio Coronel ha dado la orden de que nadie se fugue, por lo que algunos llegarán a despreciarle.
 
A partir de aquí seremos testigos de cómo redobla el pulso el británico sabiéndose tan perdedor como ganador. Perdedor porque tiene las de perder en manos de soldados que no lo son a la usanza occidental. Son siervos de un semidiós encarnado en un emperador inmortal porque el que preferirán morir antes que rendirse. Y son herederos de una tradición obsoleta y ausente que les condiciona la existencia entre Bushido, tradición, un sentido del honor desmesurado y un desprecio a todo lo que no pertenezca a su isla que raya lo sobrenatural.

Duelo de egos entre oficiales

Claro que si cambiamos Bushido por té y emperador por rey y lo que he usado arriba para definir a los japoneses bien podría servir para describir a los bretones.
 
Dos carneros en celo. Dos machos cabríos luchando por ser el líder. Pero el japonés luchará contra el inglés y contra el tiempo. Los días pasan y el puente sigue a medias.
 
Y entre medias (valga la redundancia porque tenía el juego de palabras a huevo) habrá una fuga protagonizada por Shears y otros dos prisioneros que so abatidos en su intento de huir del campo de prisioneros.
 
Permitidme que lo deje aquí un momento, para comentaros la figura de otro personaje clave: el comandante Clipton, verdadero Pepito grillo del coronel Nicholson y del propio Coronel Saito. Clipton, como buen médico velará por la salud física y mental de sus soldados y no lo amedrantarán los galones ni las amenazas.
 
Los respetará, no a las amenazas, pero sí a los galones, pero por encima de estos estará la vida humana. Fiel al código deontológico y a su juramento hipocrático, no dudará a la hora de medirse con cualquiera de los carneros con tal de cuidar a los soldados. Llegando a set comprensivo y condescendiente con el sinvergüenza Shears. Porque lo es. Un sinvergüenza de tomo y lomo carente de escrúpulos. Luego volveré con él.
 
Tras la fuga los japoneses redoblan su mala leche y los ingleses se hacen más y más torpes… No queda más remedio que llegar a un acuerdo y Saito lo sabe.
Sacará al coronel inglés de la caja, cosa que sirve para que todos los soldados lo celebren y terminarán pactando mutua colaboración. El japonés concede alimentos y medicinas a los británicos. Pero ojo al dato, que hará como Pedro Sánchez empapelando las vacunas para la COVID con pegatinas del Gobierno de España pues al abrir los regalos que generosamente hace el nipón a los ingleses, estos se dan cuenta que son provisiones y medicinas de la Cruz Roja. Y es que caraduras los hay de todas las nacionalidades y en todos los tiempos.
 
El caso es que el inglés terminará demostrando al japonés que su proyecto de ingeniería no es adecuado. Están construyendo el puente sobre un lecho fluvial inestable que cederá al peso del tren. Los ingenieros británicos demostrarán su teoría e instarán al japonés a cambiar su ubicación.
 
Llegados a este punto también estarán trabajando los oficiales británicos, de motu proprio, instados por su coronel. Llegaremos incluso a ver a los japoneses arrimando el hombro conforme se acerque el día de la inauguración.
 
Al final el yanki salvó su vida.
 
Sus dos camaradas de fuga perecieron en el intento. Pero el yanki, entre pitos y flautas, llegó a una aldea local y los lugareños cuidaron de él hasta que se recuperó y se marchó a la base aliada más cercana. Llegará y lo volverán a cuidar casi a cuerpo de rey como si estuviera en un resort de esos en los que vemos a las personas con pulseras como si fueran ganado; estas churras, estas merinas.
 
Para cuando el comandante Shears se recomponga del todo lo hará para llevarse una sorpresa. Tendrá la suerte de ser obligado a presentarse voluntario para una misión suicida: liderar un comando aliado que volará el puente sobre el río Kwai por los aires.
 
Él se negará, por supuesto, pero el oficial al mando lo desenmascarará haciéndole saber que conocen su verdadera identidad, que no es oficial y que se ha hecho pasar por uno muerto. Esto le valdría el paredón. Pero a cambio le ofrecen hacer la vista gorda pero se lo tendrá que ganar aceptando la misión. Y se irá «voluntariamente» con un comando americano.
 
A estas alturas el coronel inglés estará inmerso en un Síndrome de Estocolmo que le hará velar cualquier razonamiento a favor de alimentar un ego megalómano hasta dejar de temer ser un colaboracionista e involucrarse personalmente en la construcción del dichoso puente.

El bueno… se trunca en malo

 
Si hay algo que me fascina y me maravilla de esta peli es que el bueno, el coronel Nicholson, terminará convirtiéndose en el malo de la película. Bien es cierto que han recibido la orden de rendirse, cosa que los japoneses no alcanzaban a dar crédito. Pero de ahí a sentir la construcción del puente como algo propio, cuando servirá para movilizar a más tropas japonesas para luchar contra sus compatriotas británicos. Se deja llevar por la vanidad.
 
Esto nos llevará a un duelo entre el inglés bueno que se convertirá en malo y el americano malo que se convertirá en bueno…
 
Creo que no tardaremos en reunirnos La cartelera de Antena Historia para hablar de la guerra en la jungla vista en el cine.

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