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El ojo de la aguja

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En El ojo de la aguja estamos ante una de los mejores papeles protagonistas de Donald Sutherland. Se echa la peli sobre sus espaldas y nos da una lección de estoicismo interpretativo que lo convierte en el espía insensible, psicópata y mortal que es Henry Faber.

Porque de eso va esta peli, de…

Espionaje durante la Segunda Guerra Mundial

Nuestro protagonista es el malo de la peli.

Un espía nazi que opera en Inglaterra y recopila información de gran calidad para el servicio de Inteligencia, la Abwehr. Un servicio de espionaje alemán vigente desde antes del nacismo, pues data de 1921, tiempos de la República de Weimar, y perduró hasta 1944.

Los nazis se adueñaron de ella y se sirvieron de sus agentes, trufados o directamente sustituidos por agentes nazis que recababan información sensible tanto en países sensibles al EJE como en los aliados.

La peli empieza en 1940

Alterna dos historias en paralelo.

Por un lado tenemos a Henry Faber, trabajando para el Gobierno británico y posicionado, en primera fila, dentro del cogollo logístico militar del Reino Unido. Por sus manos pasa información sensible como los movimientos de tropas que parten hacia Finlandia. También datos clave de la defensa antiaérea de la RAF, en plena etapa de la Batalla de Inglaterra en la que los pilotos defendían, a duras penas, el espacio aéreo inglés mientras la población civil sufría los bombardeos nazis.

Por otro lado, tenemos un piloto de la RAF que se acaba de casar y vemos que es impulsivo y hasta un pelín agresivo. Vemos que conduce su descapotable con el mismo ímpetu que pilotaría su caza. Hasta que sufre un accidente y se sale de la carretera.

Acto seguido terminamos de ver la naturaleza del espía. En su primera aparición nos hace pensar que es amable, afable y hasta se permite dar consejos a un muchacho deseoso de alistarse para combatir a los nazis.

Faber vive en una pensión. Usa su habitación como base para esconder su radio y transmitir información sobre el movimiento de tropas hacia Finlandia. Movimiento de tropas, defensas antiaéreas, novedades sobre la aviación… todo cuanto sea de interés para reforzar a los alemanes que siguen en el continente, al principio pergeñando la invasión de las islas británicas. En el tramo final de la guerra para intuir, o conocer de antemano, los movimientos estadounidenses o británicos. Siempre para prevenir un asalto anfibio o aéreo sobre territorio ocupado en el oeste europeo.

La aguja…

La dueña de la pensión, que por su actuación bien podría estar viviendo algún tipo de romance con su inquilino, entra y pilla in fraganti al espía transmitiendo, como os decía, información sobre Finlandia. Entonces descubrimos la verdadera naturaleza de Faber. Pues sin parpadear saca una navaja automática, un estilete con hoja con forma de aguja, y la asesina sin contemplaciones. Antes de terminar la escena vemos cómo sigue enviando información con el cuerpo de la mujer, todavía caliente, sobre la moqueta.

Ese estilete es el que da sentido al título de la obra literaria de Ken Follett que brillantemente adapta Stanley Mann para esta película de Stephen J. Friedman. Esa aguja es un estilete, un filo de navaja extremadamente fino y largo que se hunde sin esfuerzo en los cuerpos de las víctimas del espía. Un método frío y desalmado que usará recurrentemente sin aparente disgusto y con suma maestría. Tan frío, el método, como el acero de la hoja.

Se produce una elipsis narrativa y saltamos a 1944, en los prolegómenos del Día D.

La Isla de las Tormentas

El segundo acto empieza en la Isla de las tormentas. En Escocia.

Rescatamos al matriomonio que os contaba al principio. Aquel de recién casados cuyo coche se salió de la carretera por el exceso de ímpetu del conductor. A la sazón, David, el piloto de la RAF.

Vemos una escena doméstica en la que David se ceba con su suegra y la intenta humillar sin cesar. En seguida comprendemos que sobrevivió al accidente pero quedó parapléjico y alberga un sentimiento de rencor hacia todo y todos que le convierte en irreconciliable con la Sociedad y con la vida que llevaba antes de quedar inválido.

Su esposa Lucy sobrelleva, como puede, la penitencia de vivir en el lugar más apartado de la civilización que puede ofrecer el Reino Unido. No obstante, en esa isla vive el matrimonio, con un hijo y, al otro lado de la isla, un pastor. Y para de contar. Para que os hagáis una idea del tamaño de la isla, ir de una punta a otra, de la casa del matrimonio a la del pastor, supone poco más que un paseo agradable.

Ahí se queda el matrimonio, por lo menos por el momento.

Fechas previas al Día D

Saltamos a Inglaterra y volvemos a ver a Henry Faber fingiendo pescar en un río. Lo que realmente está haciendo es aprovechar la soledad para sacar su radio portátil y comunicarse con Alemania. En esa tarde apacible, de pesca, recibe una orden que será el detonante de toda la trama de la peli. Tiene que entrevistarse con un tal Muller. Otro espía nazi que aparentemente está siendo seguido por el servicio de Inteligencia británico.

Ambos intercambian información sobre el general Patton y las fuerzas acantonadas al este de Inglaterra. Recordemos el momento en el que estamos: fechas previas al Día D. Faber no lo duda, deja claro que se trata de fuerzas de invasión para asaltar Europa por Calais.

Muller pide que investigue dicho acantonamiento porque, en contra de lo que piensa la Inteligencia nazi, el astrólogo del Führer intuye que el desembarco tendrá lugar en Normandía. Lo del astrólogo le chirría a cualquiera, pero era una figura real y Hitler se dejaba influir por supercherías como esa. Siempre diré que fue Hitler quien llevó a Alemania a la derrota por meter las narices en los asuntos de guerra.

No os quepa la menor duda de que Muller saboreará también el estilete y lo sentirá hundirse en sus carnes.

Faber pone rumbo hacia el acantonamiento de Patton y, haciéndose pasar por ornitólogo se adentra en un aeródromo aliado asombrado por el inmenso despliegue de aviones. Luego retomo este tema…

Entre medias vemos dos subtramas

Por un lado volvemos a la Isla de las Tormentas y vemos que para tormenta el tormento que vive David y, más que el suyo, el que provoca a su esposa Lucy.

Él no logra superar la amargura de haber visto su vida de piloto truncada por el accidente. Y peor aún… lo paga con su familia. Se ceba con su hijo, a quien prácticamente ignora, y lo paga con su esposa, a quien desprecia. Hasta la rehúye por los pasillos para evitar contactos físicos con su esposa. Está avinagrado, deprimido y se ha echado a perder.

La mera presencia de ella en tan remoto lugar, aislada de su familia, de sus amistades y de la civilización en la mejor muestra del amor que sigue profesando a su marido, por mucho que él se esfuerce en ignorarla.

Luego está la Inteligencia británica

Empiezan a perfilar al espía.

Parten de cero.

Recurren a todos los que han tenido algún hipotético contacto con quienes ellos piensan que podría ser el espía. Hasta que un militar logra reconocer su rostro entre decenas de rostros de la foto de una graduación militar en la Alemania pre nazi.

Faber está casualmente colocado detrás de su amigo Canaris. Se formó en la más prestigiosa de las academias militares, en Berlín, y hablaba un perfecto inglés porque estudió en otro gran cole en Washington DC, porque su padre fue agregado militar alemán en los Estados Unidos.

De vuelta en Alemania demostró ser tan cerebrito como indómito y contrario a someterse a cualquier tipo de autoridad.

Su amistad con Canaris hizo que el mismo Hitler pasara por el hogar de su familia y ya con el nacional-socialista al frente de Alemania, el antiguo cabo lo nombró capitán de su total confianza y empezó a recibir misiones secretas. Hablamos de “amistad” al referirme a Canaris, y quizás éste fuera al único que aguantó, por interés, toda su vida. Incapaz de amar no tuvo novia estable nunca y no forjó amistad alguna con nadie.

Ese es el personaje al que se enfrentan. Ahora campa a sus anchas por Inglaterra. Es un perfecto inglés que vive difuminado entre ingleses.

Operación Fortitude

Volvemos donde lo dejé… al aeródromo de Patton.

Alucina en colores al ver el despliegue aéreo. Una barbaridad en aviones de todos los tipos: cazas, bombarderos, cazabombarderos, aviones de transporte, planeadores… de todo.

Su asombro sólo se trunca cuando, por casualidad, se acerca a los aviones para fotografiarlos y descubre que no son aviones reales. Son maquetas escala 1:1. De madera. Es una inmensa farsa, y dicha farsa da la razón a Hitler. Los aliados planean desembarcar en Normandía y lo de Calais, con Patton al frente, no es más que un señuelo para atraer su atención y despistar efectivos de las costas normandas.

Esta es la Operación Fortitude. Un inmenso engaño que sirvió a los aliados para despejar Normandía. Las tropas defensivas nazis se acumularon en el paso de Calais dejando, no diré que indefensa, pues cayeron unos cuantos miles de aliados durante el desembarco, pero sí menos fortalecida de lo que debería haber estado para poder contener el desembarco.

Llegados a este punto los británicos ya conocen la identidad del espía. Y el espía sabe que con el reguero de cadáveres que está dejando por el camino no tardarán en estrechar el cerco y corra peligro de verdad.

De hecho eso es tan cierto como que cuando se reúne con un enlace los británicos les pisarán los pies. Ese enlace, al que pasa toda la información de su descubrimiento, para enviarlo a Berlín, es un pesado que no para de hacerle preguntas y halagarle. Al final lo echa del coche, por cotilla y adulador, y, nada más dejarle atrás aparece otro vehículo y lo detienen.

Las cartas están encima de la mesa. Los británicos descubren cuánto conoce el espía. Y lo que conoce puede arruinar el Día D y hacer perder la guerra a los aliados.

Empieza la persecución

La Inteligencia británica sabe que Faber ha abandonado Londres en tren.

Y descartan posibles destinos intentando pensar como lo haría él. Intuyen, y bien, que está en el tren que va rumbo a Liverpool. Acoso y derribo. En este caso los ingleses acosan al espía y el espía nazi derriba a otro inocente, de nuevo con su estilete. A sumar a los anteriores y, que conste, me había olvidado de otras dos víctimas caídas a sus manos tras fotografiar el aeródromo.

Logra escapar del tren. Por cierto, esa víctima es el muchacho que se quería alistar al principio de la guerra. La Inteligencia lo ha localizado y se presta a buscar a su antiguo amigo al saber que se trataba de un espía. Otra muesca en el mango de su estilete.

Huye rumbo a Escocia

Canaris envía un submarino para que lo espere una semana y recoja al espía para llevarlo al continente. El submarino tiene que estar localizado y aguardará todos los días de las 6 de la tarde hasta las 6 de las mañana en superficie, por si aparece Faber.

El comandante del submarino tiene la orden de transportar al espía y éste la orden de llevar personalmente las fotografías al Führer, porque sólo confía en él.

Roba un barco pesquero y, arrastrado por las tormentas del Mar del Norte termina en la Isla de las tormentas. Allí se entrecruzarán las historias que antes mencionaba:

  1. La historia de nuestro espía
  2. El matrimonio truncado
  3. La inteligencia británica

Como no me quiero extender en demasía, digamos que el desdén de David (el piloto parapléjico) hacia su esposa pondrá a ésta en bandeja para que el espía se la pase por la piedra. De este modo mantendrá un (falso) romance con la mujer del piloto mientras logra comunicarse con el submarino con la radio de la casa del pastor que mencioné al principio.

Su estilete será como la espada Stormbringer de Elric de Melniboné. Me figuro que casi ninguno de los lectores habréis identificado a la espada ni a su dueño. Lo resumo: es una espada maldita. Es casi invencible y su fuerza crece bebiendo la sangre de las víctimas ensartadas por su filo en la mano de Elric, el rey melnibonés que destruyó su imperio por desdén.

Vamos, que no puede mantener su estilete en el bolsillo y cada vez que se cruza con alguien lo apuñala.

David y su familia acogen a Faber. Más ella que él, pues lo acoge bien acogido. La Inteligencia británica le pisa los talones. Su rastro es imborrable, por el reguero de sangre que deja a su paso.

Se cepilla a David, se cepilla al pastor (para usar su radio) y se cepilla a la mujer de David. Varias veces, dicho sea de paso…

La vorágine final de la película hará que la esposa denostada y despechada, amargada y aislada del mundo entero ponga fin a la amenaza que supone el espía justo antes de embarcarse en el submarino que iba a recogerle para informar personalmente a Hitler. Todo esto siendo, junto con su hijo, los dos únicos supervivientes de la visita del espía nazi.

Pelis de Donald Sutherland en la Segunda Guerra Mundial en el fancine

Estas cuatro pelis: Ha llegado el águila + Los violentos de Kelly + Doce del patíbulo + El ojo de la aguja forman parte del podcast de cine dedicado a Donald Sutherland en Antena Historia.

Donald Sutherland como el capitán Oddball en Los violentos de Kelly

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