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Delicioso

Tabla de contenidos

Delicioso me ha gustado más de lo que esperaba. A veces te llevas sorpresas cuando te pones a ver una peli cuya existencia desconocías. Eso me pasó anoche cuando vi esta.

Delicioso es una peli francesa de 2021

Por no tener no tiene ni entrada en Wikipedia. Por lo menos cuando la vi, el 7 de septiembre, ni hoy, 10 de septiembre. Me he tomado tres días para comentarla porque han sido días ajetreados. Al inicio del curso y recuperación del ritmo de trabajo haciendo SEO para lo clientes sumemos cositas como: el 5º centenario de la 1ª vuelta al Mundo a cargo de españoles; El aniversario del fallecimiento de Blas de Lezo y todo esto aderezado con la muerte de la reina inglesa, que esta arrasando en Twitter días después de mi artículo con la foto del barco pirata de los clicks aderezado con el pabellón gibraltareño.

Y ya tiene que haberme gustado «una peli francesa» para que la comente en el fancine.

De hecho no hay tantas, hasta la fecha 4 francesas, con esta 5 de 418 cuando la publique. DelicatessenLa cena de los idiotasEl canto del lobo, y Ao, el último neandertal. Y esta claro: Delicioso. Coproducciones tengo dos, que recuerde: la franco-canadiense En busca del fuego y la coproducción franco-italo-germana El nombre de la Rosa. Seguro que se me escapa alguna. Y ojo, que para las pocas que son y lo poco que me gusta, por lo general el cine francés, casi tan poco como el español, una de mis películas favoritas, dentro de mi TOP3, es la de En busca del fuego. Y ya os adelanto que no tardaré en comentar la versión (también francesa) de Cyrano de Bergerac, la de Depardieu de 1990. Si queréis un adelanto os dejo mi comentario de la obra literaria que publiqué en el troblogdita allá por 2014: Cyrano de Bergerac.

No tengo manía al cine francés

Pero no hacemos buenas migas. Sobre todo con sus comedias, si hay algo de su cine que no soporto son los actores cómicos que actúan atropellando las palabras y gesticulando como rabos de lagartijas. Son insoportables.

Luego está la gastronomía… En este campo sí son buenos. Y sí tienen incluso algunas comedias, como las citadas arriba, que tienen su encanto.

Ahora bien, antes de continuar, sabed que la peli me ha gustado excepto por un detalle que luego comentaré. Para que no creáis que solo hablo de lo bueno. Para que me creáis cuando digo que una cosa me gusta, tendré que decir los pros y contras desde mi perspectiva y mi propio gusto.

Pros tiene muchos.

Fotografía: Una fiesta para la vista

Te invita, casi desde los títulos de crédito del principio a relajarte y abandonarte a un sentido que te invade y te sumerge en la pantalla del televisor. Digo «del televisor» porque yo la he visto en Movistar, en el salón de mi casa. Y la he disfrutado.

Con Delicioso me ha pasado casi como me pasó con Alatriste. Pienso que se han esmerado y puesto todo el saber hacer y el buen gusto en recrear una época con todo lujo de detalles. Y hablo de la fotografía, pero en ella englobo lo fotografiado: vestuario, decorados, atrezo, maquillaje, peluquería… y toda la parte de los fogones, chimeneas, fuegos, brasas… esa parte me ha maravillado. En este sentido pienso que Alatriste es todavía mejor que ésta, pues se aprecia un verismo y un realismo tenebrista que esta maquilla con un filtro idealista que raya en el costumbrismo más anglosajón que francés propiamente dicho. Pero aún así me parece fabulosa.

Esta pasa a ser una de mis pelis de Cine y gastronomía. Y tengo algunas en el fancine: Ratatouille, Un toque de canela, Chocolat, Comer Beber Amar, Gosford Park, Tomates verdes fritos y Como agua para chocolate… entre otras.

Contexto histórico y gastronómico de la Francia en tiempos de Delicioso

(Todavía sin spoilers)

Prolegómenos de la Revolución francesa y la aparición de la restauración

La trágica revolución francesa, y digo trágica por anárquica, sangrienta y violenta, que impulsó, sin pretenderlo y de carambola, el nacimiento de los restaurantes. Y causa directa de la posterior irrupción de Napoleón en escena, a modo de enmienda de esta revolución cambiando una tiranía por otra y sacudiendo Europa por dos veces en un reducido espacio de tiempo.

Si os interesa el tema de Napoleón profundizo algo más en su figura en mi comentario de Waterloo. Una de las obras maestras del cine italo-soviético, por cierto, y universal.

Motivo igualmente trágico

O es trágico porque es el resultado de la propia revolución: la aristocracia francesa perdió la cabeza. La mayor parte de ella en sentido literal. La guillotina cortó cuellos nobles y aristócratas. Y con estos nobles, que fueron ajusticiados y asesinados por el mero hecho de serlo, fueron, en muchos casos, matados junto con ellos, sus sirvientes: amas de llaves, mayordomos, cocheros… todo el que hubiera vivido y convivido con esta clase social se exponía a correr la misma suerte: la muerte.

No dudo que muchos de esos aristócratas fueran verdaderos parásitos sociales. Una cosa es el hidalgo que, por sus méritos en las armas (por lo general), recibe un escudo de armas y ennoblece su casa con las espuelas y otra, suele pasar, el nieto o el bisnieto ocioso que piensa que trabajar es indigno y se dedica a holgazanear y vivir la vida. Y sí, muchos de ellos a abusar de quienes le rodean, cosa indudablemente injusta, injustificada y, en muchos casos hasta imperdonable.

No es menos cierto que por aquellos tiempos abundaban estos aristócratas, y cuanto más cercanos a la corte, los cortesanos, peor. Así como abundaban los plebeyos que no podían costearse una hogaza de pan. Y eso no es propio de una Sociedad justa.

De ahí a alentar, justificar y jalear la venganza, la saña y tomarse la Justicia por tu mano dista un mundo

Dista la civilización. Y Francia, en aquellos tiempo, perdió su rasgo civilizado y se echó a las calles para rebanar cuellos a toda persona que aparentara tener una posición económica elevada.

Linchamientos, palizas y juicios sumarísimos sin justicia que valga hicieron que estallara el pánico y que las naciones fronterizas unieran sus fuerzas para acotar la revolución cercando Francia. Aislaron la manzana podrida para que su podredumbre no se expandiera y no cundiera el mal ejemplo.

Como decía, muchos fueron los aristócratas ejecutados, y con ellos, sus servicios. Y muchos de estos servicios estaban nutridos con los mejores cocineros de Francia. En su extravagancia (en todos los sentidos: «extravagancia y extra-vagancia» muchos de esos aristócratas se abandonaron a saciar sus apetitos más básicos: el carnal y el del paladar. Obviemos el carnal que bien podría aparecer en Quills, que también podría acabar en el fancine… Centrémonos en el paladar… y en esos cocineros que vieron cómo rebanaban el cuello de sus colegas y tuvieron tiempo para salir huyendo con lo puesto por la ventana.

Muchos emigraron para seguir alimentando apetitos nobles en otras naciones

Y algunos de ellos, los que huyeron de perder la cabeza (literalmente) pero no lograron salir del país, se diluyeron en la Sociedad para pasar desapercibidos. Otros no pudieron prolongar su anonimato. Venían de alimentar los paladares más exquisitos de Francia. Habían vivido rodeados de séquitos de cocineros, segundos cocineros, pinches, sumilleres y camareros que competían por salvaguardar su empleo y competían con sus colegas para ponerse medallas y ascender de casa en casa con la meta fija de terminar en Paris.

Y muchos de estos que terminaron en Paris, pero no en la corte sino entre el vulgo, destacaron porque siguieron, o volvieron a hacer lo que les daba la vida: cocinar. No tanto guisar, que para eso estaban las tabernas, los mesones y las casas de postas en los caminos. Cocinar, en su sentido más lírico: el de la persona que goza elaborando un alimento y se extasía viendo como los comensales se deshacen en elogios al cocinero por la fiesta sensorial en que han convertido su comida.

Ojo, esta fiesta sensorial parece llevar un par de décadas de moda. Pero se dio en esa Francia pre-revolucionaria y se dio, lo creamos o no, en la Roma imperial. Estos últimos, los romanos, disfrutaban elaborando alimentos con multitud de ingredientes que hicieran que lo que sabía a una cosa estaba hecho con otra: engañando así a la vista, al tacto, al gusto y al olfato. El oído iba por otro camino,…

Cocineros que se dedicaron a hacer lo que sabían y les gustaba hacer: cocinar

Y puestos a hacerlo lo hicieron para el gran público, y para ello reinventaron esas tabernas y mesones… huyeron de los guisos populares e innovaron. Ferrán Adriá de la época… aunque asequibles para todos los bolsillos. Iba a poner otro ejemplo, Dabid Muñoz (sí, «Dabid», con «b») para ilustrar lo que un cocinero del pueblo hacía para el pueblo pero claro, con el precio de su menú no tendría sentido. Y menos con su declaración:

«Pagar 365 euros por un menú no es de ricos»

Dabid Muñoz – DiverXO

Será que sus clientes son políticos, periodistas asalariados y sindicalistas, porque un Autónomo como yo no está para esos lujos.

Entre sus innovaciones, esos cocineros, incluyeron el escenario de su espectáculo. Dicho espectáculo serían sus platos, y el escenario las mesas de los comensales reorientadas a lo íntimo y dejando atrás las mesas corridas en las que el vino o la cerveza se caía por la mesa y volaban las hogazas de pan entre cucharones de carnes estofadas.

Eso lo vemos en las dos imágenes anteriores: con el mismo punto de vista, desde detrás de Pierre. En la primera mirando hacia el grupo de aristócratas y en la segunda hacia soldados y gente del pueblo. Creo que es una doble imagen hecha a propósito para contrastar los diferentes tipos de comensales conforme avanza la idea de la restauración y evoluciona la sociedad francesa contemporánea.

Así se cuenta que nació la restauración

Entendiendo por «restauración» la explotación de los restaurantes

Y ese es el contexto de esta película en la que un gran cocinero disfruta alimentando el estómago, el espíritu y el ego de su Señor.

El estómago porque le alimenta. El espíritu porque revoluciona sus sentidos con cada bocado. Y su ego porque sabe que su cocinero es tan bueno que goza viendo gozar a sus amigos invitados a comer para presumir de cocinero.

Eso se truncará cuando improvise y cree un entrante que le hará caer en desgracia por culpa de un comensal que desprestigia al cocinero y con él a toda la casa del Señor que lo cobija. Hatillo, zapatos y a caminar en busca de un futuro lejos de su Señor y lejos de la corte.

Hasta aquí el planteamiento. Desde aquí: SPOILER

Veremos cómo pierde el placer por la cocina y se encierra en si mismo mientras su hijo atiende, como puede, uno de esos mesones en medio de la campiña. Mesón visitado por viajeros que paran para llenar el estómago mientras descansan los caballos. Todavía no había cultura de salir a comer fuera de casa. Lo hacía quien necesitaba hacerlo (viajeros por ejemplo).

El protagonista tendrá que tomarse su tiempo y será la aparición de una señora que le cambiará la vida lo que le devuelva a la cocina. Mientras ella le despierta la pasión por las perolas él irá, sin saberlo, enamorándose de ella.

Esta señora terminará aportando equilibro emocional a Pierre. Tiene un pasado oculto que revelará conforme avance el metraje. Y para ganarse la confianza de Pierre se postulará como aprendiz y tras algunos tira y afloja y mediando chantaje emocional, al quedarse sentada toda una noche bajo la lluvia, forzando al cocinero a hacerla caso, logrará que él la considere como posible empleada.

Destaco una escena…

En la que él se la lleva al campo y la pide que reúna todos los alimentos que la propia naturaleza le brinda. Ella recogerá todo cuanto entienda comestible y él irá explicando diciendo esto sí y esto no serviría para prepararlo y presentarlo en la cocina. Empezando por descartar las setas venenosas. En este punto veremos un collage de posibles alimentos y entre ellos discurre sutilmente un caracol. Nadie lo menciona, ni lo consideran, pero creo que es un guiño del director a uno de los alimentos por antonomasia en Francia: los caracoles o «escargots».

Otro guiño a la cocina, esta vez belga, incluso española, es que ella, dentro de su afán por sorprender al maestro cocinero improvisará un plato que él desdeña y predice que no tendrá futuro: las patatas fritas.

Guiño gracioso al origen de las patatas fritas

  1. Porque su dilema y el detonante de su situación vino de esos «Deliciosos» hechos con patatas, y los tubérculos, según vemos en la primera secuencia, no serían del agrado de ningún paladar refinado
  2. Porque él peca de lo mismo que el noble (por culpa del comensal) pecó con él: no dar crédito a quien innova
  3. Como buenos gabachos son chovinistas y se apropian del origen de esta receta*
*Digo que se apropian porque hasta el Profesor Paul Llegems, conservador del Museo Frietmuseum de Brujas, algo así como «Museo frito» en alusión a las patatas fritas, declara que la primera persona en elaborar esta receta fue Santa Teresa de Jesús, en Ávila, y que por lo tanto se trataría de una receta española zanjando de este modo la eterna disputa del origen de la receta por la que siempre se han peleado los franceses y los belgas. No sería de extrañar el origen español de la patata frita teniendo en cuenta dos factores: fuimos los primeros en saborear la patata, descubierta en América y rápidamente incorporada a nuestra gastronomía y, en España, tradicionalmente, se ha cocinado (y frito) con aceite de oliva y, en menor medida, de girasol y, en menor cuantía y recetas con algo de sebo. Sin embargo, en Francia y Bélgica, como bien vemos en esta película, pues no lo repiten varias veces, sobre todo al principio, se cocinaba con mantequilla y sebo. Si saltamos al Reino Unido, hasta hace poco más de un cuarto de siglo, los fritos se reducían al sebo porque no podían cultivar ni aceitunas ni girasoles. Eso cambió con su incorporación a la Unión Europea pero se ha vuelto a encarecer con el BREXIT.

Aristócratas por gente corriente

Entonces se decide a cambiar el paradigma y trasladar a la gente del pueblo las delicatessen que preparaba para el aristócrata. (Lo mismo que Dabid Muñoz con la receta que mencioné antes…). Hasta que el mayordomo del aristócrata, que le había visitado para cobrarle impuestos, le dice que su Señor quiere darle una nueva oportunidad que podría catapultarle a Paris y de nuevo se llena de orgullo y decide sorprender a su antiguo amo.

Ahí empezará una espiral en la que él quiere satisfacer todos los caprichos del Señor, y se vuelca para conseguirlo. Hay que decir que su Señor se sintió contrariado al tenerlo que echar. Estaba enamorado de su cocina, de sus platos y de los sabores que le brindaba. Y de no mediar el comensal impertinente que le puso en el disparadero, un cura cretino, no por cura sino porque era de esa condición, él mismo habría felicitado a Pierre Manceron, (nombre del cocinero), por esos entrantes que repudió el susodicho cretino.

Al hacer alusión al tubérculo dijo que era alimento para cerdos. Los comensales empezaron a reír y la risa terminó en burla y chanza. Cuando uno de ellos, arrastrado por las risas dijo que «nos ha llamado cerdos», y entonces el noble se vio forzado a pedir una disculpa al cocinero.

Los «deliciosos» son los entrantes

De ahí el título de la película.

Si el noble fue injusto al ceder a la crítica destructiva de su comensal, para no quedar mal, la palabra que podría resumir el carácter de Pierre sería «terco». Obstinado, orgulloso… porque habría bastado pedir disculpas por haber improvisado con el entrante para no perder su trabajo. Pero no se rebajó a pedir perdón.

Que conste en acta que describo lo de «terco» pero no lo critico, porque a fin de cuentas él no tenía culpa alguna de nada. Es más, para mi gusto hace bien afirmándose en su postura.

Así convirtió su profesión en oficio. Aunque huelga decir que pasará mil penurias para satisfacer a su antiguo Señor con los cuarenta platos que ha pedido. El antiguo jefe, para colmo, adelantará su visita en un día, por lo que coge desprevenido al cocinero y de ahí al drama media un incendio… Y para más colmo todavía, cuando se rehace con la ayuda de los suyos, el noble pasa de largo porque ya había saciado su apetito estomacal un rato antes sin esperar a la hora de la comida ni a la comida que le esperaba en el (todavía) mesón de Pierre.

Peli de gusto aristócrata por la imagen y gusto plebeyo por el guion

El resto es poesía hasta que llega la cacofonía que os decía al principio cuando nos acerquemos al final de la película y se empañe con una secuencia de lucha de clase a mi modo de ver, gratuita. Una violencia contenida pero palpable innecesaria con una pátina de falso romanticismo que cunde en nuestros días en el que la violencia (física, institucional y/o anti-institucional**, psicológica y emocional) está permitida, y hasta aplaudida en el cine, entre los espectadores y ha calado en la misma Sociedad.

**Depende siempre de quién gobierne: si gobierna un partido conservador (de centro-derecha) la violencia justificada es la anti-institucional, si gobierna uno progresista (de izquierdas) la buena violencia es la institucional… Es una norma no escrita que aplican a rajatabla todos los que se encubren bajo la bandera de la Democracia, sin ser democráticos, para usar sus recursos legales, y sus libertades y derechos para parasitarla y fagocitarla desde dentro.

Pierre es un pequeño empresario que se convertiría en burguesía y en nuestra clase media

Una clase media que equilibra y dignifica la Sociedad y que se convierte en el objetivo de todo sistema político autoritario que pretende tener cautivos a los ciudadanos: no los dejan desenvolverse y valerse por si mismos, los saturan a impuestos y les ponen cartillas de racionamiento o bolsas de la compra con productos básicos. Como la triste iniciativa de Carrefour haciendo el caldo gordo a un gobierno que bien por el miedo al COVID, o por lo que sea, se siente cómodo asfixiándonos a impuestos y creando personas dependientes de su criterio, capricho y voluntad.

Vivimos una época de ignorancia colectiva en la que celebramos la violencia como si fuera el paradigma de la Libertad. Lo vimos y lo denuncié en JOKER y lo razoné en mi explicación de la figura de Robin Hood en el cine tanto en el troblogdita mediante un post como en el podcast de Antena Historia. Hemos rescatado del baúl de la historia la polarización de la Sociedad en buenos y malos con el lenguaje de clase que justifica el linchamiento y la propia violencia. Y esto es malo, siempre que la violencia se imponga al diálogo y se consienta como legítima pues empobrece la convivencia y, como decía antes, polariza la Sociedad.

Todo esto, por cierto, sin que veamos inclusión forzada por ninguna parte, para no transmitir la idea de una sociedad francesa y, por extensión europea, falseada que nunca existió cosa que supone un alivio y un respiro en el cine de nuestros días.

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