Ficha técnica de Cinderella Man
- Título: Cinderella Man
- Título original: Cinderella Man
- Director: Ron Howard
- Nacionalidad: EE.UU.
- Año: 2005
- Producción: Universal Pictures / Miramax Films
- Duración: 144 minutos
- Guion: Cliff Hollingsworth
- Fotografía: Salvatore Totino
- Música: Thomas Newman
Ficha artística
- Russell Crowe (James J. Braddock)
- Renée Zellweger (Mae)
- Paul Giamiatti (Joe Gould)
- Paddy Considine (Mike Wilson)
- Craig Bierko (Max Baer)
Nueva York: años 20
La película empieza con un James J. Braddock en el mejor momento de su vida personal y de su carrera profesional.
Un púgil con un futuro prometedor que tiene un puño (el derecho) de acero. Puñetazo a puñetazo forja una leyenda en su derredor. Su Meta: disputar el título mundial de los pesos pesados de boxeo.
Como os decía, estamos en Nueva York, en la segunda década del s.XX. Cuando Estados Unidos se fue a pique sumido en la mayor depresión económica de su historia.
Caen en picado sus finanzas, sus mercados y la economía doméstica se desploma, y con todo ello, caen los sueños y las aspiraciones de millones de trabajadores. Se fueron al traste todas las esperanzas puestas en el futuro. Los sacrificios presentes no se hacen con las miras puestas en la jubilación, o en la universidad de los hijos. Olvidemos todo eso, hay que vivir al día. Hay que hacer trabajillos, si los encuentras, que te permitan llevar una barra de pan para alimentar a toda la familia.
El boxeador Jame J. Braddock
Una de esas personas cuya vida cambió, de la noche a la mañana, fue Jame J. Braddock.
El aspirante a campeón se derrumba. Se arruina y se ve obligado a desprenderse de todas y cada una de sus posesiones. Solo así podrá ir poniendo parches en su economía (ahora «de supervivencia«) para sacar adelante a su familia. Tenía una mujer y tres hijos a los que alimentar.
Las peleas de boxeo dejan de celebrarse en grandes teatros y estadios.
Boxear para comer
El público empieza a contarse por decenas, en vez de por decenas de millares. Las victorias no se cotizan y las derrotas arruinan a los boxeadores. Estos dejan de ingresar los justo para comprar la comida suficiente para alimentarse y aguantar hasta la siguiente vez que suban a la lona para partir o que les partan la cara. Además, si te lesionas, fin de tu carrera pugilística.
Este es el contexto histórico, real, en el que nos encontramos con un Braddock que va ganando años y perdiendo peso, cosa de importancia capital en el mundo del boxeo.
Ha descuidando su alimentación. Por fuerza mayor, claro está. No tiene acceso a las proteínas pues no puede permitirse comprar carnes ni pescados. Pasa de largo las charcuterías para no mirar los escaparates. Cuando le pagan unos centavos por algún trabajo ingrato que agradece de corazón, invierte ese dinero en un salami, o en un queso y lo lleva a casa para que sus hijos, y su mujer, celebren un festín. Es normal que él no participe del banquete alegando que ya comió en el trabajo. Mentira. Se priva de comer para que sus hijos acumulen un poco de grasa, de proteínas y puedan aguantar hasta la próxima vez.
A estas alturas siente más los golpes que recibe en la vida cotidiana que los del ring. Cuando le niegan un empleo un día sí y otro también. Esos golpes cotidianos duelen más que encadenar tres golpes en su cara en el cuadrilátero. Infinitamente más. Pues cada uno de esos golpes mina su amor propio, mina su autoestima, mina su fortaleza mental, mina su moral y desespera. Y en su desesperación espera con anhelo el golpe final que le tumbe en la lona y del que no se pueda volver a levantar.
Pero entonces ve a sus hijos, piensa en ellos, los siente y pone puño en la lona, planta el pie y estira su rodilla, recobra el equilibrio y se ajusta los guantes para enfrentarse al siguiente capataz que le propina otro crochet al grito de «hoy no hay trabajo para ti» y vuelve a besar la lona.
Un padre de familia en el paro…
Es doloroso para un padre de familia acudir a la oficina de empleo porque es incapaz de encontrar trabajo. O acudir a pedir ayudas sociales. Para colmo, si el padre en cuestión fue famoso en su día, como el protagonista de la peli, sumad que se convierta en el centro de atención cuando engulla su orgullo para pedir ayuda en público y para acudir a los antiguos promotores de peleas, que siguen organizándolas, pero ya no cuentan con él, para rogar los asaltos necesarios para poder volver a casa con comida…
O peor aún, para poder pagar el salami que ha robado su hijo.
Habéis leído bien…
«El salami que ha robado su hijo«
Sin mala intención. Pero una mala acción.
Lo roba para llevar carne a casa. Para ayudar a un padre impotente a alimentar a su familia.
Pero el padre, en su dignidad, explica al hijo que la honradez está reñida con el hurto. Que el hambre no justifica el robo y que el dinero que se ahorra porque ha robado un producto lo tiene que pagar, de su bolsillo, el comerciante que ha sufrido el robo. Regaña a su hijo y por castigo van los dos a la charcutería y el niño devuelve el salami al charcutero.
Lección de vida
Rectitud, sacrificio, fe, honradez…
Lección que nos viene dada a través de la figura del boxeador. Un deportista que, cuando los tiempos vienen de cara lucha semana a semana por ser el mejor y triunfar. Cuando vienen mal dadas saca fuerzas de las profundidades de su espíritu de deportista para, sin prosperar, luchar.
No nadas para avanzar, sino para mantenerte a flote.
Es la historia de miles de padres que dejan de tener una economía para vivir y entran en otra, la de sobrevivir.
Sus esfuerzos por mantener unida a la familia. Esfuerzos por pagar los recibos y comprar la comida suficiente para subsistir. La necesidad de curar una mano rota, (su derecha mortal) para poder volver a pelear. Esfuerzos por sobreponerse cuando le retiran la licencia para pelear y sus esfuerzos por comer un cuenco de carne estofada con las manos vendadas metiendo la cara dentro del mismo cuenco para comer la única comida caliente que ha disfrutado en meses. Y sobre todo los esfuerzos por reconducir a su hijo quien, desesperado, roba una barra de salami.
Educación y valores
Un padre cuyos valores se imponen al hambre. Quiere lo mejor para su hijo, y comprende que, en este caso, su educación prevalece sobre el hambre.
Es más… a esa edad, la del niño, si recibe un aplauso por su manera de actuar, ese aplauso, fruto del hambre, reforzaría su comportamiento. Ese aplauso podría convertirle en carne de cañón para el robo y la delincuencia. Carne de cañón para ir a la cárcel. Y su padre quiere hacer de él una persona de provecho para si mismo y para el resto de la Sociedad.
Lecciones todas de pundonor, honor, dignidad y humildad en medio de un Nueva York sumido en la depresión. Incluso sus élites ostentan falsas riquezas pues están tan arruinadas (salvo excepciones) como el resto de los neoyorquinos.
Y las fuerzas por competir, luchar, sobrevivir y no ser el más grande pero sí sentir la satisfacción de haber dado de si mismo tanto como ha podido. Porque eso hará nuestro protagonista, sin cesar: luchar. Encajar golpes, recibirlos, sin poderlos devolver. Sin caer, o cayendo y volviéndose a levantar. Sin rendirse. Mientras le quede un ápice de fuerzas no se rendirá. Y cuando flaquea, débil, tambaleándose, apoyarse en sus hijos para sacar petróleo y fuerza de voluntad. Para seguir poniendo la cara para que se la revienten a puñetazos.
Russell Crowe
Esta es mi peli favorita de Russell Crowe, presente en el fancine en Master & Commander y L.A. Confidential. Me parece que su interpretación es sublime y aporta credibilidad a un boxeador que no tira la toalla porque no tiene ya ni fuerzas para arrojarla al suelo.
Hay otros dos personajes que se comen la pantalla en la película. Su representante, Joe Goulg, tan arruinado como él que, a la mínima oportunidad, se hipoteca hasta las cejas para darle a Braddock una última oportunidad. Interpretación secundaria pero magistral la de Giamatti, sobre todo en las escenas de descansos entre asalto y asalto mientras azuza a Braddock para que siga luchando.
El otro gran personaje es el boxeador Max Baer. Pura violencia física y altanería, justificada por otra parte. En su entrada en el final de la película le da un estímulo a la narración y hace que toda la película se dirija hacia el último cuarto de hora en una apoteosis. Y todo gracias a su capacidad de provocación, ambientada perfectamente por Howard y perfectamente fotografiada por Totino.
Si te ha gustado este comentario de Cinderella Man, sobre un padre en apuros…