Hay días en los que te apetecería apagar el motor del coche. Abrir la puerta, poner un pie en el asfalto abrasador. Luego el otro. Mirar alrededor y ponerte a andar dejando atrás el coche, atasco, humos y a la gente pitando y gritando. Liarte la manta a la cabeza y, sin haberlo pensado, ni premeditado, convertirte en Justiciero.
Eso es más o menos lo que le pasa a William Foster, el protagonista de Un día de Furia
Su vida se precipita hacia el abismo y él no es consciente de ello.
O sí, lo es. Pero mira para otro lado hasta que se topa con la realidad y se da de bruces con ella. Podía sobrellevar, malamente pero lo hacía, su divorcio. Y estar apartado de su hija. Pero no estaba preparado para perder su empleo tras décadas sirviendo en el Ministerio de Defensa.
Esto descoloca a nuestro protagonista y se convertirá en un lastre psicológico que no será capaz de superar. El hecho de estar en un día caluroso, atrapado en un atasco y que se le estropee el aire acondicionado no será más que el detonante que terminará de hacer que Foster pierda los papeles y la noción de la realidad.
Parémonos aquí. Cuando Foster está hundiéndose en su propia mierda. En este momento en el que no ha metido la pata ni ha cometido ningún delito el espectador puede, y de hecho lo hace, identificarse con él.
Ahora bien, con poco se desploma el señor. Pierde la noción de la realidad porque le despiden del trabajo tras décadas dándolo todo y se le va la olla porque se le estropea el aire acondicionado.
Bendita fragilidad emocional
Imaginaros saltar el charco y aparecer en Madrid. En el Madrid de hoy, 3 de agosto de 2023. Con la calorina que está cayendo, incluso a la sombra.
Subidos en un coche que tiembla cada vez que lo dejas al ralentí. Sin aire acondicionado, porque si lo enciendes, a parte de no enfriar, el coche se queda tirado. Sin poder bajar las ventanillas porque están condenadas con dos tacos de madera. Se estropearon hace seis años y el conductor lleva ese tiempo sin poder bajar los cristales. No puede repararlo porque mejor lo destina el importe de la reparación a llegar a final de mes. Un laberinto eterno porque todos los meses piensa lo mismo. Lleva 10 años sin una nómina, tiene 50 tacos y es invisible en el mercado laboral. Por eso trabaja como autónomo y combina meses en los que algún cliente moroso decide pagar alguna mensualidad pendiente, de hace más de un año, con otros meses en los que factura un importe inferior a la cuota que paga de Autónomos.
Más de uno habrá así.
Foster está jodido. Pero tiene su casa pagada y su pensión garantizada. Es más, la jubilación le espera a la vuelta de la esquina. El autónomo español no sabe cuándo podrá jubilarse porque le va a quedar una puta mierda de pensión. No quiere jubilarse porque cuando lo haga no habrá terminado de pagar la hipoteca de su casa. Pero teme llegar a una edad en la que se haya descolgado del mercado laboral de tal modo que sus servicios no le interesen a nadie. Eso o quedarse sin fuerzas para seguir peleando y trabajando 14 horas diarias sin cobrarlas.
Por todo esto os diré que Foster es un mierda que se derrumba cuando se le tuercen las cosas porque no sabe encajar un golpe de la vida. Su problema no es perder a su hija. Ni a su mujer. Tampoco haber perdido el empleo. Su problema es que nunca ha tenido el viento en contra y ahora que lo tiene se siente violado y ultrajado en el momento en el que se autopercibe como vulnerable.
Entonces da penita y se pone a pegar tiros y a llamar la atención. Que den por el culo a Foster. No tiene derecho para quejarse. Si su mujer le ha dejado será, por lo que vemos en la peli, porque es un capullo. Lamento que le separen de su hija y no pueda ir a verla en el día de su cumpleaños, pues esa es la fecha. Pero si ha llegado a esa orden de alejamiento (porque creo que la tiene) es porque el pirado que lleva dentro ya ha tenido que manifestarse con anterioridad. En la intimidad del hogar.
Por lo tanto lo que diferencia al pirado de hoy del pirado en familia es eso: que en la peli vemos su proceso de descomposición. Pero creo que ya vendría podrido de antes.
Imaginaros a Foster 10 años sin poder bajar las ventanillas del coche y sin aire acondicionado. Y sin una nómina. Habría puesto una bomba en el corazón de Los Ángeles y habría arrasado media ciudad.
Por eso no me da penita el tal Foster
Porque es en las duras cuando conoces a la gente. Y este es un mierda que se desploma y no le importa llevarse por delante a quien sea. Lo que es es un egoista recalcitrante. Un hipersensible que no soporta que las cosas no le salgan como las tiene planeadas. Como las tenía planeadas desde hace 30 años. Y ahora que no es el dueño de su vida la lía parda.
Me quedo con esos miles de autónomos españoles que soportan las cuotas y los impuestos trimestrales a sabiendas de que algunas veces pagan más de lo que ingresan. Y que sus esfuerzos les cuesta pagarlo. Para ver cómo se tira y se desperdicia su dinero, que esa es otra. La cantidad de gilipolleces, y de inútiles, que viven del cuento con el dinero recaudado y pagado por trabajadores autónomos. Pero hoy no toca hablar de nuestro Gobierno, que nuestro presi tiene derecho a unas vacaciones para fomentar el turismo en otros países en plena temporada alta del turismo español, nuestra Industria nº1.
Hoy hablo del egoista de Foster
Que no sabe encajar los golpes de la vida porque se ha limitado a darlos, y nunca antes los había recibido.
Sí es verdad que se irá metiendo en una espiral delictiva sin comerlo ni beberlo. Y no es menos cierto que habrá cosas que diga por su boca que no le faltará razón. Pero son los hechos lo que se la quitan. Puedes pensar que te están robando cuando entras en un supermercado. Imaginaros si viniera a España y viera el precio de una sandía y viera cómo los agricultores españoles tienen que tirar las suyas porque no les compensa recolectarlas. Porque hablo de autónomos, pero qué me decís de ese campo frito a impuestos, a inspecciónes y a regulaciones que tiene que soportar la competencia desleal de países vecinos mientras su propio Gobierno hace la vista gorda…
Y ninguno se lía a escopetazos. Aunque ganas no faltarán, os lo aseguro.
Por eso os digo que me río de Foster en su cara
Y que me diga nada, que le quito las ganas de lloriquear con la mirada.
Para tipo digno, en las malas, olvidaros de Foster y refugiaros en Chris Gardner, el protagonista de En busca de la felicidad. Ese tío sí que es un valiente. Y un consecuente. No el de la peli de hoy. Si os parece áspero mi comentario de Un día de furia ni se os ocurra leer el otro… Son comentarios preñados de rabia y bañados en la bilis de quien se mira las canas en el espejo y comprende que le queda todo por delante, menos ganas. De quien sabe que no ha parado de luchar toda su vida y al final comprende que quizás esas luchas eran innecesarias, o equivocadas. Es el soldado que se sabe mutilado, con metralla de mil batallas y retirado, sentado en una silla de ruedas que, años después de ir acumulando plomo… comprende que ha librado 1000 batallas y 999 eran innecesarias.
Dicho todo esto, que no es poco. Si has llegado hasta aquí tienes premio, porque dejo de lado el desdén hacia el protagonista de esta peli y paso a comentarla.
Un día de furia
El caso es que me gusta.
¿Cómo se te queda el cuerpo?
Después de la introducción que he hecho, que será más larga que el propio comentario. Confieso que sí. Me gusta. Y me gustó desde la primera vez que la vi.
Joel Schumacher logra la simbiosis perfecta con un fantástico Michael Douglas para crear y recrear el personaje de Foster
Con la ayuda de Ebbe Roe Smith, que nos regala un Ulises que intenta tomar un atajo detrás de otro para llegar a su Ítaca. Sin Penélope… Y ahí está la clave de esta odisea.
Porque Ulises lucha por regresar al calor de su hogar para abandonarse en los brazos de su mujer. Pero Foster es un tipo gris, con un trabajo (hasta hoy) gris. Su Ítaca se vació de sentido hace tiempo. Y aún así, cuando el aire acondicionado le diga «Foster, hasta aquí hemos llegado» (como le dice Copons a Alatriste en Rocroi) él querrá recorrer ese camino por un atajo. Y los atajos, atajo de imbécil (me dirijo a Foster), son peligrosos. Si no que se lo pregunten a Caperucita. Y no a la nueva, en la que va a lavarse el c*** al rio. No. A la Caperucita de toda la vida, la normal.
Foster abandona el coche y termina de montar un pifostio que arreglará un poli que pasaba por ahí. Con la ayuda de un sargento que también pasaba por allí. Debe ser que en Los Ángeles, a según qué hora, todo el mundo pasa por allí. Eso explica el atasco.
Recapitulando: este tío que nunca ha tenido un problema en su vida es incapaz de digerir una mala racha. Se baja del coche y tira para casa andando. Ya hemos visto al sargento, que será quien se haga cargo de investigar lo que ocurre. Pero todavía sin atar cabos. Jejeje… un sargento atando cabos. Qué sentido del humor más absurdo tengo, ¿no me estoy partiendo de risa?
El sargrento, por cierto, afronta su último día de trabajo. Para variar. Menudo topicazo. Lo hemos visto tropecientas mil veces en tropecientas mil pelis.
En aquellos tiempos no había Smartphones
Lo vemos cuando el tal Foster quiere llamar a su mujer. Busca una cabina de teléfono y busca cambio para poder meter una moneda y llamar. Como cuando metiamos cinco duros (25 pts) en las cabimas de Telefónica para llamar. Eso cuando no se tragaba la moneda, que el Distrito C en Las Tablas no se paga solo. Cabinas como la de La cabina, de Antonio Mercero.
Es decir, ni podías chatear, ni llamar a discreción. Tampoco podías mirar precios y comprar mediante una aplicación. Ni compartir tu ubicación ni trazar el camino más rápido a pie con un móvil. De sacar fotos ni hablemos, que antes te ibas con una cámara KODAK y tenías 12, 24 ó 36 fotos (incluidas las movidas o mal encuadradas) para todo el verano. Si no venía el gilipollas de turno y te velaba el carrete cuando lo llevabas a revelar a la vuelta de las vacaciones… Ni podías grabar o hacer un streaming denunciando a los pandilleros y al neonazi. Tampoco podías pagar con él al dependiente del ultramarinos ni ver el menú de la hamburguesería para compartir tu frustración inmediata vía una Red Social. En los 90s (y para atrás) si tenías un mal día te lo comías con patatas fritas y eso te hacía más fuerte.
Me voy por las ramas. Mogollón.
El caso es que no tiene cambio y entra en la tienda de un oriental para pedir cambio de 1$. Pero no se lo da. Si quiere cambio tiene que consumir. Ahí empezará realmente la espiral de violencia en la Foster terminará pareciendo el miembro díscolo de The Warriors atravesando Nueva York.
Ahí será cuando empiece a expresar su odio a la inflación (este no ha venido a España en 2023). Y empezará a pedir que le cobre las cosas con precios razonables, y no disparatados. Este no sabe que el kilo de sandía cuesta 0’04€ en origen y la venden hasta por 3€ el kilo. Y eso que todavía no han entrado en vigor los peajes en las autovías que ya veréis el próximo verano el precio de la fruta y el de la verdura… el precio de todo.
Bate en mano medio reventará el chiringuito del oriental y se pondrá rumbo a su siguiente aventura. Eso sí, deja pagado lo que consume. Lo roto no, pero lo que consume sí, para que nadie pueda tacharle de ladrón.
Foster se irá topando con gente de todo tipo de pelajes
Desde pandilleros a delincuentes, pasando por un armero nacionalsocialista y jugadores de golf. Y les irá haciendo morder el polvo a todos. Y cada vez que supera uno de estos encuentros saldrá armado y rearmado. Siempre alimentando una espiral de violencia que va in crescendo. Y con algunos de ellos se ganará el aprecio del público. Bien cuando reduce a los pandilleros, bien cuando termina con el neonazi… bien, bien, bien hasta que se le va todo de las manos y pasa de justiciero a justiciable.
¿Os acordáis de Kick-Ass?
Pues a eso me refiero. Y más si cabe a la segunda parte, que me acaba de entrar el gusanillo de verla de nuevo y después comentarla en el fancine.
Como cuando haga un alto para desayunar en una hamburguesería. No le darán de desayunar porque ha llegado a las 11:31. Si hubiera llegado a las 11:30 sí habría podido pedir el desayuno.
Esto le saca de sus casillas y termina, por inercia, y por error, disparando el arma que llevaba consigo. No me resisto a destacar la escena en la que después de haber disparado, y mientras espera a que por fin le sirvan el desayuno, se pasea arma en mano por el restaurante y va hablando con los demás clientes. Hasta que le pregunta a una señora si le gusta la comida y ella, muerta de miedo, vomita sobre su bandeja y él dice…
«Aquí tenemos un crítico»
Crítico gastronómico se sobre entiende. Como Anton Ego en Ratatouille. Me parece la mejor frase de toda la película.
A ver. Distingamos. Que se defienda y se enfrente al pandillero que no le deja pasar por una calle porque «es su territorio» me parece fenomenal. Pero el personaje se me derrumba cuando coacciona a personas inocentes. No es que se me derrumbe porque lo vea mal escrito, ni mucho menos, me parece un grandísimo personaje y un guion genial. Digo que la poca, o mucha, simpatía que pudiera tenerle cuando se enfrenta al delincuente la pierdo cuando él mismo se convierte, aunque sea sin quererlo, en otro delincuente.
Mientras tanto el sargento «ata cabos» va estrechando poco a poco el círculo que le va llevando hasta Foster.
Y Foster se va acercando a su hogar. O al que fuera su hogar, donde viven su ex mujer y su hija. Cada paso que da le aleja de la realidad. Le sume en el delito y hace que la policía empiece a entender a Foster como la amenaza que es.
Hasta que por fin encuentre a su hija
No en casa sino en un muelle, en el puerto. Y será en ese muelle cuando asistamos a un duelo triste al atardecer. La verdad es que triste porque al final el policía, con el reguero de delitos que ha ido comentiendo Foster se vea forzado a sacar su arma. Y Foster, en el primer y último instante de lucided que le concede la película, comprende en qué lío se ha metido. De ahí lo de «yo soy el malo» (no sé qué dice en la versión en castellano, aunque deduzco que será eso o algo muy parecido).
Y por eso hará el gesto de echar mano a su arma para enfrentarse al policía y caerá abatido. Porque en los Estados Unidos la policía mata a los delincuentes que sacan un arma. Es un derecho que tienen los polis y los ciudadanos, para protegerse de los delincuentes y de los asesinos. Eso no es como Europa, que te pueden acuchillar y si osas defenderte te denuncian por haberte intentado defender. El mundo al revés.
El caso es que el sargento Prendergast se cepilla al pirado que estaba sacando una pistola de juguete. Por tarado. Me figuro que en ese instante de lucidez habrá pensado que prefiere terminar con un tiro en la frente. Mejor eso que pasar la jubilación en la cárcel. Porque sí… el delincuente que no muere en los Estados Unidos, si cae preso va a la cárcel y se queda a la sombra por el resto de sus días. Aquí el que va a la cárcel es el ancianito que defiende a su familia cuando entran en su casa y el delincuente llega a comisaría, entra en el calabozo, saluda a sus colegas y a las cuatro horas está atracando a otro ancianito que si osa defenderse terminará en la cárcel.
Lo dicho, Foster viene, no a España, viene a Europa, y se pone las botas a reventar comercios, cabezas y a disparar el bazuka contra ciudadanos europeos que no moverían un dedo para defenderse por miedo a ser ellos quienes terminen en la cárcel.
Con todo esto, os recomendo ver la peli y pensar, antes de perder los papeles, que los hay que están más jodidos que uno mismo y que como todos nos tomemos la Justicia por nuestra mano esto se convierte en la ciudad sin Ley. Aunque, y ya termino… si respaldo la idea de que en una Sociedad que se precie sea obligatorio que nadie pueda atacar a nadie, más defiendo que te puedas defender si eres atacado.
Este Foster fue una excepción en el mundo de tipos duros, que lo eran todos, y trabajadores (casi todos) de finales del siglo XX. Digo excepción por esa fragilidad emocional que le lleva a perder los papeles a un tipo acomodado. No quiero ni imaginar a los chavales de hoy en día, que ni estudian ni trabajan, ni leen… solo se quejan de que la vida es injusta. La de Fosters que. veremos en un par de décadas pegando tiros por Europa. Si es que quedan Fosters y queda Europa, que esa es otra.
El sargento Prendergast es, ni más ni menos que, Robert Duvall, el irlandés Tom Hagen de El padrino. También presente en el fancine en THX 1138 y, (esta no lo sabía) en Matar a un ruiseñor. Michael Douglas ya se pasó por el fancine como Hank Pym en Ant-Man. Joel Schumacher se estrenó en mi blog con Jóvenes ocultos y quitando Un día de furia, la única opción para regresar será Línea mortal, que me moló bastante en los 90s. El resto de su filmografía… dejémoslo ahí.
Esta peli la incluiré en Pelis para MIBers, mi artículo en el que explico la Digitalización mediante el cine. Para razonar precisamente eso, cómo se vivía antes de la revolución Digital.