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El club de los poetas muertos

Tabla de contenidos

Ficha técnica de El club de los poetas muertos

Título: El club de los poetas muertos
Título original: Dead poets society
Director: Peter Weir
Año: 1989
Nacionalidad: USA
Duración: 128′
Guión: Tom Schulman
Fotografía: John Seale
Música: Maurice Jarre
Producción: Steven Haft, Paul Junger Witt y Tony Thom
Productora: Touchstone Pictures
 

Ficha artística

Robin Williams – John Keating
Robert Sean Leonard – Neil Perry
Kurtwood Smith – Sr. Perry
Ethan Hawke – Todd Anderson
Josh Charles – Knox Overstreet / Nuwanda
Dylan Kussman – Richard Cameron
Allelon Ruggiero – Steven Meeks

En junio de 1993 terminé el curso de English 12 haciendo COU en Blaine High School

22 minutos al norte de Minneapolis, en Minnesota, Estados Unidos

 
Cuando digo «terminé» quiero decir eso, que con mi exposición de literatura finalizó el curso. Aclararos que la clase de «English» no es de lengua inglesa, es la clase de literatura 12.
 
Me tocaba a mi ser el último en hablar y podía utilizar audio o vídeo para reforzar mi exposición y composición literaria. Yo empecé con un por la parte lieraria y terminé haciendo un «discurso» con las imágenes de El club de los poetas muertos de fondo. Lo tenía todo milimetrado hasta el punto de que, cuando yo terminaba de hablar, empezaba la escena de «oh capitán, mi capitán» del final, con Todd Anderson subiéndose a la mesa para demostrar su lealtad para con su profesor rebelde y revolucionaro, John Keating.
 
Así terminé 12th Grade, equivalente a COU. En 3º de BUP yo fui, en gran medida, ese Todd, cuando me cambié de colegio y fui al Bernadette, en Aravaca. Salía de una mala experiencia en mi cole de toda la vida que ya contaré, cuando proceda, y recalé en el Bernadette. En algunos aspectos fue como saltar de la sartén para caer en el fuego.
 
Lo mejor de aquel año fueron las partidas de rol en los patios (por fin ejercí de master) y el compañero que tuve en Dieter Brandau. Sí, el de esRadio. Fue mi compañero y quien me ayudó a superar un año duro, muy duro.
 
No quiero caer en el error de deciros que es mi amigo porque después de 2º de BUP nos hemos visto a penas cinco o seis veces, aunque pasamos juntos varios años en la COPE. Eso sí, él entraba en La mañana cuando yo salía de A cielo abierto. Lo dicho, amén del periodista, que lo es y de pura cepa, es una bellísima persona. Y a mi me trató fenomenal.
Superado ese curso duro me fui a Estados Unidos para estudiar COU, y se convirtió en uno de los mejores años de mi vida.
 
Para que comprendáis mi evolución personal, en el Bernadette dejé colgado al equipo de fútbol sin portero a media temporada. Tal era mi cacao mental. Sin embargo en los Estados Unidos terminé pichichi del campeonato y disfruté las mieles del deporte escolar americano. Del deporte y de trabajar en el periódico local.
 
Dos experiencias que atesoraré de por vida. Tan es así que el 31 de mi nickname en las redes sociales, (@repaci31) viene del dorsal que llevaba en mi espalda y es mi número favorito desde entonces.
 
Al llegar ese día en Blaine High School era consciente de que terminaba una etapa en mi vida. Se acababa el colegio y lo siguiente sería la Universidad.
 

Me fui de Madrid siendo un niño y volví habiendo madurado

 
Me fui sin mirar atrás, deseando olvidar los dos últimos años y me costó armarme de valor para regresar. Insisto, algún día lo contaré. Para los más suspicaces, deciros que en Madrid tuve mi episodio Todd sobre la mesa.
 
Pero no fue para ponerme en pie sino para saltar sobre ella y encaramarme a una mole de grasa que me hacía la vida imposible. Al más puro estilo de la peli Hooligans. Sobre uno de esos con la cabeza rapada. Era el Madrid de 1991. Lo más parecido a la película Quadrophenia.
Ya os he presentado el entorno, la atmósfera y el yo que yo era cuando vi esta peli por primera vez. Primera, segunda… décima… en el VHS echaba más humo que la chimenea del salón en Navacerrada.
 
Ya podréis haceros una idea de lo que supuso esta peli en mi vida entre los 16 y los 18 años. Pero lo que una vez ves con ojos de niño y te cautiva, lo vuelves a ver con ojos de adulto y de pronto pierde su magia.
 
Tardé algún tiempo en volverla a ver. De hecho recuerdo la noche, ya en la Universidad. Una de esas noches en las que me veía dos y tres películas seguidas. Drácula, El cocinero, el ladrón, su mujer y su amante y, para rematar, El club de los poetas muertos.
 

Pero esa noche vi El club de los poetas muertos con otros ojos

Me volvió a gustar, por supuesto. Pero no me cautivó.
 
Para que os hagáis una idea, cuando la estaba viendo me sentía como el niño al que se le dilatan las pupilas viendo un truco de magia. Y vuelve a ver el truco y vuelve a aplaudir a rabiar porque le fascina el misterio que entraña, hasta que lo desentraña. Ese día el truco pierde su magia porque comprende que es eso, un truco, y no magia. Y comprende el proceso de engatusamiento que le hacía mirar para otro lado para no destripar el truco. Esa vez no me dejé llevar por el gesto que el mago hacía con su mano derecha para ocultar el truco y la trampa que hacía con la izquierda.
 
Y entonces lo vi muy claro.

Sólo entonces comprendí el verdadero significado de esta peli. Y no me gustó

Para entonces he de deciros que yo ya estaba estudiando Filología en la Facultad de Filología de la Complutense. Un lugar siniestro (en todos los sentidos del término) en el que los porros, las cartas y las pintadas habían sustituido a la cultura. Lugar en el que opinar diferente a la mayoría te forzaba a callar o a asumir las consecuencias, que yo asumí. Un lugar en el que los profesores eran comisarios políticos.
 
Esta nueva experiencia vital. La Universidad y el amor que yo sentía hacia ella, me hicieron terminar de madurar reafirmando un carácter y una personalidad que ya había empezado a desarrollar años antes. Al principio por instinto, pero entonces con conocimiento de causa.
 
Y empecé a atar cabos.
 
La noche que vi la peli supuso la meta de un camino muy largo. Un proceso de interpretación y reinterpretación de mi propia vida, a través del cine. Y gracias a mi experiencia universitaria viendo montones de periódicos del diario El País centrifugando voluntades de lectores ingenuos que lo leían para matar el rato. El rato y su conciencia.
 
Yo era testigo impotente de lo que veía. Llegué incluso a hablar con algunas personas del Diaro El Mundo para explicarles lo que veía en la Facultad. Pero me digeron que nada podían hacer, que ellos no se podían permitir imprimir miles de periódicos para regalarlos día tras día.
Todo eso me fue abriendo los ojos. No intuía el mal en la enseñanza pública, lo veía. Lamentaba a diario el deterioro infrenable de toda una Institución. Su depreciación, su humillación y cómo mi Facultad, máximo exponente de lo que estaba ocurriendo en toda la Universidad, se pudría.
 
Entonces me puse El club de los poetas muertos y viéndola comprendí, a través de ella, lo que sentía y percibía en la Universidad pero no alcanzaba a explicarlo. A explicármelo.
 
Sólo salvo a un puñado de profesores que, contra viento y marea, hacían un esfuerzo ingente por el bien de la Complutense. La Dra. Correa; Dr. José Jacobo Storch, capaz de hacerte sentir la arqueología y el Dr. López Cortezo, la mayor eminencia existente en materia de Dante. No me resisto a reseñar que sólo éramos 4 alumnos en los cursos de Filología Dantiana y muchas de las clases las dábamos en su despacho, saboreando tés y cafés y echando humo de nuestras respectivas pipas mientras leíamos y discutíamos los diferentes aspectos de la Divina Comedia.

Cierro un paréntesis de verdadera felicidad universitaria para retomar El club de los poetas muertos…

 
John Keating era un gusano que se había colado en la Welton Academy y se la comía de dentro hacia fuera.
 
Y así arruiné toda mi anterior experiencia cinéfila con esta peli. De pronto la veía con otros ojos. Veía el señuelo del prestidigitador. En su mano derecha agitaba trofeos, balones de fútbol, muchachos arropados por un adulto que los ayudaba a romper la crisálida. Pero pude ver, por primera vez, su mano izquierda y comprendí el peligro.
 
John Keating es un moldeador de mentes. Un flautista de Hamelin. Es perverso porque enmascara la manipulación de los muchachos tras un velo de emancipación. Sobredosis freudiana de matar al padre inducidos por un Señor que muerde la mano de quien le da de comer.
 

Sl final se trata de pervertir las Instituciones

De colar un fruto podrido para que pudra a todo lo que le rodea. Imaginemos a esos padres que optan por matricular a sus hijos en este colegio. ¿Por qué lo hacen? Porque quieren lo mejor para ellos. La mejor Educación, la mejor formación y las mejores oportunidades para su hijo, en el presente y sobre todo en el futuro. No digo que hagan lo correcto, digo que hacen lo que entienden como correcto, lo compartamos o no.
 
En esa confianza los padres matriculan a sus hijos haciendo un esfuerzo para que llegue un John Keating y te arruine su futuro. ¿Por qué? Porque él está en contra de los valores que inculca la Institución. No tiene por qué estar a favor de ellos, pero que sea consecuente y busque un empleo en otra a la que sea afín. Pero no. Y en ese «no» radica el mal al que quiero llegar.
 

El desprestigio programado de todas las Instituciones académicas

De aquellas sobre las que tiene el control y sobre las que no, insertando gusanos como John Keating para manipular y pervertir la conciencia de los muchachos.
 
Su objetivo primario es aparentemente precioso «invitarlos a ser ellos mismos». Pero el verdadero objetivo es camelárselos, ganárselos y ponerlos en contra de las instituciones y de sus padres. De este modo arruinan la vida del muchacho haciendo que defienda valores y contravalores y forzándolos a dobles y triples lealtades que socaban sus voluntades y terminan haciendo que sean manipulables.
 
Por eso este tipo de personas han fagocitado buena parte de la enseñanza. La pública por supuesto, pero sobre todo la privada y la concertada en España. Quizás la privada esté más a salvo que la concertada porque, al fin y al cabo, es donde matriculan a sus hijos los mismos que quieren imponer la pública para todos. Es decir: enseñanza pública para los hijos del pueblo, para manipularlos y adoctrinarlos y los hijos suyos en la privada, para procurarlos un buen futuro. Esto se ve sobre todo en Cataluña, donde persiguen el castellano en la enseñanza pública y los políticos llevan a sus hijos a colegios privados internacionales.
 
Cuando Nuwanda coge el teléfono en la misa, ¿quién llama al Director? Dios = Cristiranismo. ¿Quién es el malo de la peli? El padre de Neil Perry, porque quiere que su hijo estudie y no se distraiga con el teatro. Quizás sea exagerado, pero lo hace porque quiere lo mejor para él. ¿Quién o qué es cómplice del malo? El colegio y todo su modelo de enseñanza. En definitiva, todo que lo que implique valores, esfuerzo y sacrificio (Cristianismo, Colegio y Familia) equivale a la maldad. Mientras que romper las normas y contrariar al padre es la bondad. Se trata de promulgar contravalores disfrazándolos de valores. Hacen de la infracción, orgullo, y de la disciplina y del respeto a las normas del centro, algo vergonzoso.
 
Esa es la moral que nos transmite esta película-trampa. Un caramelo ponzoñoso con un envoltorio precioso. El profesor granujilla que se convierte en el mejor amiguete de los críos y compite para ver quién es más inmaduro y transgresor. Su dosis de maldad es la que precipita y empuja a destrozar a toda esa pandilla de amigos dejando un cadáver por el camino, una familia destrozada, un colegio herido y un puñado de futuros, el de los chavales expulsados, truncados. Y todo por un profe travieso que juega a ser el padre simpático de sus alumnos porque se cree con el derecho a decidir por ellos lo que niega a sus verdaderos padres.
 
Sé que acabo de pisar un montón de charcos. Pero todo eso es en lo que pienso cunado veo esta peli de factura magnífica. Pero el cine, la literatura, la pintura, el teatro… todas las Artes deben ayudarnos a estimular el intelecto y a reforzar nuestra conciencia y nuestro espíritu. Por eso el contraarte, los contravalores… se los dejo a los inconformistas. Yo mismo me sumaría a esas corrientes si los poderes fácticos dependieran de una dictadura: nazi, fascista, socialista y/o comunista. Entonces sí, para derrocar el pensamiento único que impondrían. Pero atacar a los valores de Occidente, a nuestra Historia y a todas las Instituciones que han hecho posible que prospere durante siglos, ahí no.
 
Hay que denunciar a quien lo hace para pararles los pies. Y esta peli, éste «caramelito» del que os hablo, es un buen ejemplo de ese intento de descoyuntar Occidente.
Entiendo que más de la mitad de los lectores habrán salido del artículo a estas alturas. Unos porque compartirán el anhelo destructivo de Keating. Otros porque no habrán leído entre líneas todo lo que yo he leído y compartido aquí. Y otros por miedo a que se sepa que piensan como yo. Pero, para quienes hayais tenido el valor de seguir y hayais llegado hasta aquí, ahora sí, daré una pinceladas sobre la peli, por otro lado maravillosa. Como ya dije al principio, comentarios buenos sobre ella los encontraréis en 99 de cada 100 comentarios que encontréis en Internet. El que falta, el nº 100 está en el fancine y lo estáis leyendo ahora.
 
La peli, política al margen, está fenomenal. A caballo entre dos de las décadas que marcarían mis gustos cinematográficos, los 80 y los 90. Sin dejar atrás los 70 que, paradógicamente, iría descubriendo después.
La trama, como bien intuiréis, o sabréis, gira en torno a la extraña relación entre un profesor y sus alumnos. Digo extraña porque ellos mismos la concebirán así, al no ser un profe estricto que les haga entrar las materias de un modo rutinario y aburrido. Al contrario, supone un soplo de anarquía y de infantilismo total que, claro está, le ayudará a meterse a los chavales en el bolsillo.
 
Él los alentará, fingiendo no hacerlo, a hacer todo lo que no deberían hacer, a transgredir todo cuanto deberían respetar y a desobedecer a padres y profesores para colmar y saciar todos los anhelos personales. ¿Quieres actuar? Pues que den por ahí a tu padre, a los miles de dólares de la época invertidos en tus estudios… Un gran ejemplo para los muchachos que, por descontado, lo encumbran como un héroe y como un modelo a seguir a costa de sus respectivos porvenires.

Un padre que quiere lo mejor para su hijo

La locura a la que conduce a estos muchachos hará que uno de ellos termine reventándose la tapa de los sesos porque se siente incomprendido por su padre. Un padre exigente e inflexible que le niega que pueda hacer teatro porque quiere que termine sus estudios.
 
Cierto es que tiene que existir un término medio en el que el muchacho no tire su vida académica por la borda y pueda conjugar sus estudios con su pasión por actuar. Pero aquí se trata de maniqueismo puro y duro. Hay que demostrar lo intolerante e inflexible que es el padre para dar por bueno que el chaval se tire a los brazos del profe salvador. Un padre malo muy malo y un profe bueno muy bueno. El primero conservador y el segundo conversador. Resultado: padre pierde hijo, hijo pierde vida,  amigos pieden amigo, compañeros son expulsados y profe se va por la puerta con una sonrisa cínica de quien sabe su tarea cumplida y se dispone a empezarla de cero en otra institución.
En mi comentario de Batman, de Tim Burton y, casualmente, también de 1989, hice una reflexión a propósito de su Joker. En ella dije que Jack Nicholson no interpretaba al Joker, si no que se interpretaba a si mismo disfrazado de Joker, o algo por el estilo. Aquí pasa lo mismo. Robin Williams no interpreta a John Keating. John Keating es Robin Williams. Porque traslada su más puro «yo» al personaje y lo fagocita.
 
No niego su calidad interpretativa, que es brutal. Es su mensaje perenne, el disruptor y progre que cuela en todos sus personajes lo que me cuesta asimilar. Da igual ver a Adrian Cronauer en Good morning Vietnam, que ver a John Keating en El club de los poetas muertos o al Peter Pan adulto de Hook. Es siempre la misma historia y el mismo personje. Con auriculares de locutor de radio, bufanda de profesor o la espada de Peter Pan. Siempre la misma historia. Siempre el mismo personaje.
Lo mismo pasa con el planteamiento de la propia escuela y de sus compañeros. El mismo tufillo que percibo cuando veo las pelis de Harry Potter. El sempiterno mensaje que ridiculiza a quienes se toman las cosas en serio.
 
La propia Hermione es blanco de burlas por ser empollona. Camisas por fuera, corbatas aflojadas… Ya no se lleva lo aseado ni lo pulcro. Ni lo responsable ni respetuoso hacia la institución. Quienes lo hacen son el enemigo a batir. Hemos cambiado de modelo social y el héroe ya no es un Neil Armstrong, ahora se llama Joker, está loco y dispuesto a apretar el gatillo cuando le venga en gana. Hemos pasado a un modelo de Sociedad en la que las diferencias se solucionan lanzando turbas a las calles para arrasar todo y con todo.
 
Arrancamos páginas del libro de literatura como quien derriba estatuas para borrar la Historia. Somos fruto del sistema educativo y bien lo saben los gobiernos que ahuecan libros de estudio eliminando Historia, Literatura… Geografía y embutiendo los cerebros de los niños con ideologías y mentiras para terminar mirando la tele atónitos viendo a todo un presidente de gobierno llorar la muerte de un terrorista.
 
Sé que me estoy yendo muy lejos, pero creedme, hoy recolectamos lo que que empezamos a sembrar a finales de los 80.
 
Si a todo esto le sumamos la existencia de una sociedad secreta, la de los Poetas muertos… entre chavales quinceañeros. Una hermandad clandestina en cuyas reuniones fuman, beben y hablan de sexo y de aficiones en medio del bosque escondidos en una cueva… no se puede pedir más.
 
Bueno sí la complicidad de un adulto y un empujoncito para atreverse a hacer todo aquello que sabían que tenían prohibido tergiversando el magnífico mensaje del CARPE DIEM. Este mensaje que nos invita a aprovechar el tiempo que tenemos no implica que tengamos que ser transgresores para ser felices.

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