Título original: ¡Ay, Carmela!
Dirección artístitca: Rafael Palermo
Nacionalidad: España
Producción: Andrés Vicente Gómez, Iberoamericana Films
Música: Alejandro Massó
Montaje: Pablo González del Amo
Carmen Maura – Carmela
Andrés Pajares – Paulino
Gabino Diego – Gustavete
Maurizio de Razza – Teniente Ripamonte del CTV italiano
Hoy cierro, con gusto, mi trilogía de películas sobre la guerra civil española
La vaquilla, Gernika y ¡Ay, Carmela!
- La vaquilla denuncia el mal que enfrenta a dos hermanos
- Gernika denuncia la censura, la represión y la violencia ejercida por una República vendida al comunismo. También muestra las fuerzas desmedidas de la aviación nazi en un episodio aislado pero deplorable
- ¡Ay, Carmela! denuncia la imposibilidad de cicatrizar heridas que, una y otra vez, abrimos para dejarlas infectar
En esta película todo toma partido a favor de la república. Una república proclamada un 14 de abril, como hoy, hace 87 años. La encorsetan en la imagen bucólica de una república ingenua, culta, indefensa y sensible. No podía ser ingenua porque era la careta de un comunismo atroz que ansiaba eliminar a la España no republicana. No podía ser culta porque vivía bajo la censura: doble, republicana y comunista (Gernika). No estaba indefensa porque se había vendido a la Unión Soviética. O mejor dicho, comprado sus favores con más de 600 toneladas de oro del Banco de España (allá por el 36), que dio en llamarse «el oro de Moscú». Sensible tampoco, era totalmente insensible al dolor que procuraba a sus detractores, para muestra las «checas« en las que secuestraban, aislaban, torturaban y asesinaban a todos los que no comulgaran con la república.
Esta es la parte que no me gusta de la película. Porque no es objetiva ni imparcial (como La vaquilla). Pero si nos abstraemos de este detalle, y nos ceñimos al hecho histórico del que habla, entonces sí, aflora la película que lleva dentro y refleja algún episodio digno de ser comentado y alabado.
Para entender todo el simbolismo de esta película, empezando por el propio título, hace falta que os explique el simbolismo del que beben tanto la peli como la propia república.
Iconografía de la II república, nacida en un 14 de abril, como hoy
La primera representación iconográfica de la república data de 1869 (tiempos de la I república). Es una imagen tomada de la que ilustra a la revolución francesa. En ésta última los sans-culottes («los sin calzones» o calzoncillos) tomaron la calle y derrocaron la monarquía francesa. Cierto es que ésta estaba podrida, pero instauraron un régimen de horror, miedo y tiranía encabezado por Danton, Marat y Roberpierre. Su símbolo fue la guillotina y llevaron al cadalso a la casa real y a todos los monárquicos, religiosos y no revolucionarios que encontraron por el camino. Esta es la esencia de la que se bebe para adaptar esta iconografía. Eso sí, bajo el lema (la propaganda es su fuerte) de «Libertad, Igualdad y Fraternidad».
Saltamos unos cuantos años hasta su reaparición en la I república española. Siendo esos los mimbres, el cesto se sobreentiende. Entonces aparece una mujer en los huesos, como alegoría al hambre del pueblo, y un león (monarquía) igualmente delgado. Entonces vestía una túnica roja (la mujer). Imagen clásica por antonomasia (de Roma) pero igualmente española porque hay monedas romanas, acuñadas en Hispania, con una imagen de una ibera casi idéntica. Las alas suponen la Libertad y lleva unas tablas (como de la Ley) con las iniciales R.F. de la república francesa. De ésta toman también el gorro frigio (que simboliza la verdad y la justicia (también vemos la balanza, pero esta «justicia no es ciega»)) tomado, a su vez de su modelo de comportamiento: Bruto, quien colaboró en el asesinato de Julio César. La I república mantuvo la bandera roja y gualda y se limitó a eliminar las referencias monárquicas del escudo.
Otro salto en el tiempo, hasta el 14 de abril de 1931: II república española. Vuelve el icono con algunos cambios. La muchacha aparece engordada. Desaparecen las alas y se tapa el pecho. Fuera las letras RF (de la república francesa) y queda solo el lema «Libertad, Igualdad y Fraternidad». Sigue el gorro rojo y de fondo hay elementos que simbolizan el progreso, la industria y el campo. Se incorpora la bandera tricolor, para desmarcarse de la bandera española. El color morado hace referencia a Castilla, o quizás a los comuneros de Castilla.
Paso a comentar ¡Ay, Carmela! y empiezo presentado a sus protagonistas encarnados por Carmen Maura, Andrés Pajares y Gabino Diego
Carmela y Paulino son compañeros de escena, como un matrimonio pero sin estar casados, de hecho, se aman y en algún momento de la peli Paulino apaciguará a Carmela prometiendo matrimonio. A Gustavete lo recogieron y «lo adoptaron» en uno de sus viajes. Ha pasado a formar parte de un teatrillo ambulante que le da lo que seguramente le había quitado la guerra: amor, comida y la sensación de tener lo más parecido a una familia.
La propia Carmena es otra alegoría.
¿He dicho «Carmena»? No sé en qué estaría pensando… Obviamente quería decir «Carmela».
Debe su nombre a una canción. Originalmente cantada por los españoles contra los franceses en nuestra Guerra de la Independencia (podéis leer Los duelistas y/o Master and Commander). Dicha canción fue tomada por los soldados del Frente Popular y la adaptaron a su antojo. Carmela, en si misma es la propia república, resistiendo. Y aquí me planteo una paradoja. La república toma como símbolo la iconografía de la revolución francesa por un lado. Por otro lado su canción en el frente es ¡Ay, Carmela! que evoca a los tiranos franceses e imperialistas. Cierto que imperialistas (por Napoleón), pero el emperador fue el resultado de la propia revolución. Rodeada y enfrentada a todas las naciones de Europa, temerosas de que cundiera la anarquía, la república francesa tomó un dictador (a la usanza romana) para guiarla. Es decir… los republicanos usan una simbología (anti francesa) para defender otra simbología (francesa)… No termino de entenderlo pero es lo que hay. No olvidemos que se les recuerda como muy leídos aunque en este caso, también «contradecidos«.
El autor nos quería dar a entender tres cosas: que los republicanos (dada la simbología republicana) eran todos intelectuales y cultivados. Que todo era concordia y armonía en la república y que el pueblo estaba unido.
Todo se viene abajo cuando, tras el momento sublime en el que todos corean su odio, se desvanece la intelectualidad y el público pide a Paulino lo que de verdad quieren ver: los pedos. Sí, porque Paulino tiene un número que hace que todos se partan de risa. El número de los pedos. Adiós intelecto, adiós cultura y adiós a la república de las ideas. Llega Paulino y arrasa con sus pedos. Les da lo que le piden.
Terminado el espectáculo, los artistas ponen rumbo al siguiente punto del frente en el que actuarán.
Pero se pierden. O mejor dicho, se duermen conduciendo, en medio de la niebla y cuando amanecen la película ha cambiado. Se topan una una tropa de nacionales que avanza conforme los republicanos retroceden. Por eso cambian las líneas del frente.
Aquí terminan las risas. Antes hablaba del maniqueísmo en la película. Si los soldados republicanos eran todo alegría, había niños y mujeres entre ellos y todos cantaban y reían, a partir de la aparición de los legionarios no volveremos a ver una sonrisa. Los nacionales son malos: este mensaje no debe dejarse escapar.
Los detienen y los llevan a una población ocupada.
Los llevan prisioneros y terminan en una cárcel improvisada. No una checa republicana, que de improvisado no tenían nada. Adoquines en el suelo para que no puedan descansar los prisioneros. (Recomiendo leer Sinfonía en Rojo Mayor). Aquí vemos (creo recordar) un colegio y en sus aulas los prisioneros.
Y entre los prisioneros unos polacos que han venido a luchar por el comunismo en las Brigadas Internacionales.
Van a fusilarlos. Pero todavía no sabemos cuándo.
Carmela se hace amiga de un polaco.
Al día siguiente los sacan del colegio (o del Ayuntamiento, no lo recuerdo bien) y los llevan ante un oficial legionario. Éste los interroga y, entre otras cosas, quiere saber de dónde han sacado la bandera republicana y si es suya.
Paulino y Carmela afirman que es suya y lo achacan a uno de los números que hacen durante el espectáculo. El oficial se lo piensa y les dice que puede ayudarles si ellos le ayudan a él. Los ofrece participar en un espectáculo que están preparando para los legionarios del bando nacional.
Los artistas acceden.
El espectáculo lo está organizando otro oficial, un italiano. Y lo está organizando para las tropas nacionales, compuestas por legionarios españoles e italianos y algunos soldados de la guardia mora.
Hago otro alto en el camino para que entendáis esta nueva parte.
Os invito a leer el artículo Intervención italiana en la Guerra Civil Española de mi otro blog «el troblogdita«. En él explico que los italianos libraron su propia guerra civil en territorio español como fruto de una investigación que hice para la Fondazione Maria e Goffredo Bellonci de Roma. Allí veréis todas las intervenciones italianas en nuestra guerra: legionarios, monárquicos, fascistas, comunistas, socialistas y anarquistas.
Para ser muy breve os diré que los italianos que vemos en la película son los miembros del CTV italianos: Corpo di Truppe Volontarie o Cuerpo de Tropas Voluntarias italianas. Los legionarios vinieron a España en contra de la voluntad de Franco. Mussolini recibió la solicitd de armas y oficiales que pudieran formar a los legionarios españoles con esas armas (y carros de combate: como las famosas «latas de sardina» FIAT). Pero Mussolini se desmarcó enviando torpas, para disgusto nacional. (Esto lo veremos en un par de párrafos porque queda muy bien reflejado en la película). Los italianos, que son los segundos protagonistas de esta peli, protagonizaron grandes episodios en nuestra guerra. En alguno de ellos se cubrieron de gloria, excediendo en demasía sus cometidos, como en Málaga. En otros se cubrieron «de barro», cayendo en desgracia, como en Guadalajara.
El caso es que un teniente italiano les ofrece la oportunidad de volver al escenario y huir de la prisión. Para lograrlo tendrán que comerse su orgullo y actuar para la tropa y oficialidad nacional interpretando algunos números en los que tendrán que ridiculizar a la república.
Esto supondrá un bajón emocional para los tres.
Pero quien peor lo encaja es Carmela. Se entera de que llevarán a los polacos para que vean el espectáculo la noche antes de fusilarlos. Me parece mucho retorcer el brazo al guión pero así está escrito y así os lo cuento. ¿Llevar a los polacos al teatro? Retorcido, pero recordad que os dije que el tratamiento de las facciones es maniquea y aquí se trata de contrastar, sin tregua, lo malos que eran unos y lo buenos que eran los otros.
Paulino la ruega que interprete el papel y terminen el dichoso espectáculo. Que ya habrá tiempo para huir y, si pueden, casarse.
Carmela accederá, pero despechada.
A partir de aquí veremos los preparativos para el espectáculo y cómo conviven (los artistas) con los italianos.
Hay una escena que siempre me gusta verla. Cuando comen la pasta. En ese momento Paulino dice algo como «comiendo así seguro que ganan la guerra«. Es lógico. Recordemos que nuestro oro había volado rumbo a Moscú en trenes. Los comunistas venían a luchar, pero costaba lo suyo mantenerlos.
Sin embargo los italianos venían con sus pertrechos. Vinieron gratis y no hubo que mantenerlos. Esto, junto con su reciente experiencia en Abisinia (el intento colonial de la Italia fascista en Etiopía) que hacía que los soldados vinieran «fogueados» hizo que fueran mucho más útiles que los brigadistas.
Y llega el día del espectáculo.
Ya han ensayado. Han descansado. Se han alimentado y se han pertrechado con ropas para actuar.
El escenario no será precisamente aquello a lo que ellos están acostumbrados…
Pero hacen de tripas corazón y allá que suben. La sala está llena de legionarios italianos y españoles y, al fondo, hay soldados de la guardia mora. Para que lo sepáis, la adaptación de la canción ¡Ay, Carmela! de la que hablaba antes, pone en boca de los republicanos «luchamos contra los moros» que estaban con Franco.
Se suceden los actos y uno de ellos consistirá en una canción a cargo de los italianos. Estos cantarán la canción «Facceta nera«. Otra vez he de parar… para explicar. Este era uno de los himnos fascistas. Pero… ¿sabéis qué dice y de qué habla? Habla de la «carita negra» de una muchacha etíope a la que un soldado italiano quiere liberar de la esclavitud llevándosela a vivir con él a Roma.
Curioso… ¿verdad?
Es decir. Los fascistas italianos tienen por himno una canción que habla de abolir la esclavitud en Abisinia, actual Etiopía. Los republicanos comunistas cantan que luchan contra los moros.
No deja de ser paradójico. Entonces, ¿los racistas eran los republicanos, que luchaban contra los moros y los anti racistas eran los fascistas? Pues eso parece. No me lo invento yo: son sus respectivas canciones. Más de uno (si ha llegado hasta aquí) se habrá quedado tan perplejo como yo.
Sigo…
Al término de esta canción hay una escena breve en la que un oficial nacional habla con desprecio de la puesta en escena de los italianos llamándolos «maricones«. Recordemos que la llegada de tropas italianas fue por sorpresa, tan inesperada como indeseada por Franco. Su debut en combate fue bestial, arrasando Málaga y Granada de un plumazo y ganando más protagonismo del que Franco deseaba. Por eso fueron reabsorvidos en unidades mixtas y, cuando se la pegaron en Guadalajara los nacionales no disimularon sus sonrisitas socarronas afirmando que «un español, aunque rojo, era mejor soldado que los italianos«. Allí se ganaron la broma «España no es Abisinia«.
Podréis observar que hay mucha chicha en esta película. Por eso me gusta tanto. Si os está gustando el tema de los italianos en España no dejéis de leer el artículo que os recomendé antes para no seguiros aburriendo en esta entrada. Descubriréis brigadas y legiones increíbles. Anarquistas italianos del Batallón de la Muerte y camisas negras luchando a bayoneta calada en el Cantábrico… Mitos y verdades, de todo ello os hablo allí.
A partir de este momento la película se precipitará hasta terminar.
Carmela tiene la regla y por eso (según explica Paulino) está de mala leche. Ha bebido un poco, se siente avergonzada y encima confirma que los polacos están en el gallinero. Se revuelve y termina dedicando su actuación a los brigadistas cantando ¡Ay, Carmela! con los pechos fuera y gritando hasta que un legionario la dispara y cae muerta en el acto.
Cierro pues, como decía al principio, mi Trilogía de la Guerra Civil sumando ¡Ay Carmela! a Gernika y La vaquilla.
Por todo lo que os he contado, me encanta esta película. Hay cosas con las que no estoy de acuerdo, pero eso no resta el valor de la cinta. La puesta en escena me parece genial. La interpretación de Andrés Pajares, como actor dramático, es sublime. Es quien procurará mantener la cabeza sobre los hombros manteniendo la cordura y haciendo filigranas para tirar del carro y sacar a los suyos del entuerto.