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Comandante – El buen italiano

Tabla de contenidos

Comandante, traducida al español como «El buen italiano«.

Otro ejemplo de inventiva innecesaria. Pudiendo mantener el nombre original, homónimo y sinónimo en español, pues no. No sólo renombramos la película, sino que también hacemos spoiler ya desde el título. Porque titulándola «El buen italiano» estamos precondicionando al espectador. Y, sino condiciona, sí que predispone emocionalmente a acoger favorablemente al personaje. Que lo merece, pero insisto: me estáis destripando la peli desde antes si quiera de ir a verla.

Y eso que la distribución de esta peli ha sido un pelín escasa. No se ha exhibido en muchas salas, y en las que sí, los horarios han sido escasos y los días pocos. Ergo pasará sin pena ni gloria a pesar de ser una película muy buena y más que recomendable. Es un salvavidas en medio del mar. Dentro de la vorágine digital aparece una rara avis como esta. Sin efectos digitales espectaculares. Con un guion efectivo. Grandes interpretaciones, sin aspavientos, sin pretensiones, como su guion: efectivas.

Porque una buena película puede tener acción. Y una buena acción puede tener efectos especiales y hasta digitales. Y en su justa medida, en el momento adecuado y con buen gusto, se agradecen. Como complemento para un buen guion, no como suplemento y menos como sustitución de todo lo anterior, que es, tristemente, lo que ocurre en la mayor parte de las películas.

El buen italiano Vs Deadpool

Esta es la realidad.

En los mismos días en que esta peli residual se ha proyectado en un número limitado de salas, en horarios complicados, hemos vivido el tsunami del estreno del verano, Deadpool y Lobezno. Y eso que Deadpool, la primera, tuvo un buen guion que la desmarcó del resto de pelis de superhéroes. Padres no hay más que uno 4, que al fin y al cabo tiene su buen mensaje y es entretenimiento familiar, como Del revés 2 (que sí tengo ganas de verla) …

Otro inconveniente ha sido que la mayoría de la prensa especializada no ha entendido la película. Como no han entendido jamás la Historia en la que se desarrolla.

Comento esto porque he leído alguna crítica que habla de submarino fascista, y escuché en esRadio y en la COPE, sendas críticas que incluían un comentario parecido a: «tampoco ayuda que el héroe sea un fascista italiano«, o «que los buenos sean los fascistas«. Esto, señores críticos de ambas emisoras: es hacer un flaco favor al cine. Hablar de él sin haber entendido la película. Recomendarla, o no, sin comprender el contexto histórico que refleja. Ese es el nivel de la crítica de cine en la Radio. En esas emisoras de Radio, que se las supone instruidas. El nivel de nuestro Periodismo.

Vaya por delante que yo no soy periodista ni crítico de cine. Hablo de cine porque me gusta. No critico, opino. Y opino en mi Web y en mis redes sociales. Pero los periodistas no pueden opinar, deben ser objetivos por su profesión. Deben ser críticos, pero desde la objetividad, no desde sus propias opiniones. Opinar puedo hacerlo yo, que comento pelis porque me gustan, o no. Y porque me gusta la Historia, y la Literatura.

Pero creedme, pueda estar en lo cierto o no, errar o acertar, antes de escribir una línea me documento. Estudio, investigo e invierto mi tiempo para informarme para no desinformar al lector. Los críticos de cine, y lo hago extensible a muchos más medios de comunicación, se limitan a cacarear lo que han leído en las notas de prensa. Peor aún quienes opinan sobre los contenidos de las películas, porque, en su osadía, también meten morcillas de Historia y ahí no hacen sino demostrar, más todavía, sus carencias.

Decir lo de los fascistas al comentar esta película es provocar una espantada dentro del público, de por si escaso, porque no está el horno para bollos. Y si así fuera, perfecto, pero lo único que demuestran es que no tienen ni repajolera idea de lo que hablan, pero tienen que rellenar horas de programación y claro…

Eso sí, igual que fui el gastrónomo de la COPE, si alguna emisora quisiera contratar a «el fancine«, oye, por mí de maravilla: mejoraría los contenidos, elevaría el nivel de los comentarios y ayudaría a hacer pedagogía, de la buena, para entender mejor la Historia. Pero no tengo enchufe así que seguiré desde mi rinconcito en Antena Historia para saciar mi sed de micrófono.

Para terminar con Deadpool… no entiendo que ahora los periodistas pronuncien «didpul» cuando hemos tenido otras dos pelis del personaje y antes lo pronunciaban correctamente: «deedpul«. Como se copian los unos a los otros y no son capaces de escribir sus propias crítias tuvo que haber uno que no supiera inglés y dijera «didpul» y todos los que han copiado o se han inspirado en su crítica lo imitan en su pronunciación errónea.

The Arctic convoy, Horizon y El buen italiano…

Tres peliculones que caerán en el olvido como una piedra tirada al medio de un lago. Plof… adiós piedra y adiós películas. El público de nuestros días no está para pensar. No piensa. No sabe pensar. Ni quiere pensar. O no tiene esa costumbre. Hemos degenerado hacia un espectador/consumidor compulsivo de cine auto explicado, aderezado con sobredosis de acción y efectos digitales y sobreactuado.

Para que os hagáis una idea, a propósito de la distribución de esta peli… El sábado que fui a verla, con mi amigo Chema, teníamos una cena, por lo que no podíamos verla en Madrid, porque sólo la emitían en una sala, a las 19:00h. La única alternativa que encontramos fue irnos a Guadalajara para verla, en una sala en la que, además de nosotros, estaban otras siete personas. Esto último, lo del número de espectadores, es un mal crónico que padece el buen cine en nuestros días. Salas vacías. Pocas fechas y malos horarios.

Submarinos en la Segunda Guerra Mundial

Los que me leáis desde hace tiempo sabréis mi pasión por estas pelis.

Tanto es así que mi peli favorita es El submarino.

Y no tardaré en mencionar esa peli alemana en este mismo comentario.

Si os dais un paseo por la subsección Pelis de submarinos en la Segunda Guerra Mundial veréis una docena de títulos, y cinco podcasts en Antena Historia (en solitario y en tertulia) sobre el tema.

Entremos en faena.

Comandante – El buen italiano

Creo que ya habréis comprendido que la peli me ha gustado mucho.

Lejos de artificios, el director rescata un modo «casero«, intimista y realista de hacer cine. Ya he mencionado antes El submarino, y en algunos detalles me parece que, por fin, se ha rescatado la esencia de Wolfgang Petersen a la hora de introducirnos en las entrañas de un submarino. Por su verismo y ese realismo ya mencionado.

En El buen italiano vemos esas escenas de vida cotidiana a bordo de un buque sumergible. Y las vemos sin paños calientes. Sin adornar las escenas, ni el escenario. Más bien al contrario, impregnando el ambiente de combustible diésel, de sudor, salitre, grasa animal y, perdonadme por lo explícito, el olor de los aseos compartidos por decenas de hombres que tienen que turnarse para ir a un mismo baño. Humedad condensada y recondensada con el olor a especias de la cocina.

Y todo eso en un espacio aparentemente insalubre que dejaría fuera de combate a hombres hechos y derechos. Por no hablar de mareos, vómitos y demás exquisiteces que, combinadas con el miedo a la muerte, una constante durante la película nos constriñen la vista y nos arrebatan todo horizonte que no esté más lejano que las paredes empapadas con costras de salitre.

Ese es el panorama en el que se desenvolverán los marineros que van a bordo del submarino Capellini de la Marina Real Italiana.

Pero para entender lo que pasa a bordo del buque, primero debemos dar un paso atrás para comprender la figura que inspira esta película…

Salvatore Bruno Todaro antes del Capellini

Estamos ante un biopic encubierto. No nos narra toda su vida, tan solo desde que sufrió un accidente, a bordo de un hidroavión Saboya-Marchetti S.55, que le hizo naufragar. Fue rescatado a tiempo para sobrevivir, pero con una fractura vertebral que le condicionaría de por vida. Podría haberse licenciado por el grado de invalidez que le forzaba a ceñirse un corsé vitalicio, pero lejos de sucumbir a la tentación del retiro familiar, volvió a hacerse a la mar.

Es pues la vida de un marino que no sabe vivir con los pies en la tierra coon una vida placentera y sí navegando y sorteando los rigores de la mar.

Pero este héroe italiano, por lo que luego os explicaré (y que vemos en la película), tiene un pasado, una trayectoria digna de ser mencionada, aunque sólo sea a grandes rasgos.

Se licenció como alférez en 1927, en la Academia Naval de Livorno, y tan solo un año después ya era teniente. Sus primeras misiones no serían en el mar: ni sobre ni bajo el agua, sino sobrevolándola. Fue destinado a un curso de observación aérea, precisamente, para aprovechar sus cualidades como analista para otear el horizonte marino y ayudar en labores de Inteligencia naval. Un año después se embarcó en el crucero pesado Trieste, pero su paso por él fue fugaz pues pronto volvió a subirse a un hidroavión, el ya mencionado en el que sufrió un accidente después de hacer un vuelo raso y lanzar un torpedo que afectó al funcionamiento de su avión.

Sirvió en la Guerra Civil Española

En la película vemos su paso del accidente, y después su rehabilitación parcial, al Capellini. Pero lo primero ocurrió en 1933 y lo segundo en 1940.

Se produce, pues, una elipsis narrativa y la película omite su paso por la Guerra Civil Española*, patrullando las aguas territoriales nacionales a bordo de tres submarinos. Su misión en España fue mantener a raya a la Marina Republicana española comandando el submarino costero H4 en 1937. Su pericia y su saber hacer hicieron que después comandara otros dos submarinos, en el mismo conflicto bélico: El Macallé (1938-1939) y el Jalea (1939-1940 ya después de la victoria del bando nacional).

Eso no sale en la película. Como tampoco vemos el momento en el que abandona los hidroaviones de las Fuerzas Aéreas italianas, que volvieron a ser su destino tras su rehabilitación hasta que, por fin, cambia de arma y se sube a bordo de sus dos primeros submarinos: Marcantonio Colonna y Des Geneys en 1937.

Como veréis, el Salvatore Todaro que vemos en la película parece dar el salto de un arma a otra sin solución de continuidad, cuando la realidad hacía de él uno de los comandantes submarinos más experimentados en su época. Al valor como oficial hemos de añadir su valor como persona, pero de esto último os hablaré más adelante, cuando avance con la película.

Es verdad que cuando se embarcó ya tenía un hijo y también es verdad que al hacerlo había engendrado una hija a la que no llegaría a conocer. Pero no nos adelantemos a los acontecimientos. En 1940, de vuelta en Italia fue ascendido a teniente comandante y asumió el mando del Capellini, con destino en Burdeos, BETASOM, involucrado en la Batalla del Atlántico.

Segunda Guerra Mundial – Del Mediterráneo al Atlántico

A partir de aquí entrelazaré su biografía con la película. Y después comentaré una entrevista (aparentemente contradictoria) hecha a su director. Pero eso lo haré al final, para que podáis comprender lo mucho de veraz que tiene y el punto que yo estimo contradictorio, a partir de los hechos narrados en la peli.

Y sí. Ya está a bordo del Capellini, como os decía. También es cierto que, para llegar a su base, la parte más incómoda de la misión consistía en cruzar el Estrecho de Gibraltar.

Estrecho de Gibraltar

No me detendré en el Estrecho más de lo necesario, pero permitidme deciros, para quienes no hayáis leído mi comentario de El submarino (o escuchado el podcast sobre la Batalla del Atlántico que grabamos en Antena Historia), que dicho paso es un embudo de 14 Km de ancho de fácil acceso al Mediterráneo desde el Atlántico, por sus corrientes. Esas mismas corrientes eran un verdadero contratiempo para seguir la ruta contraria: Salir del Mediterráneo rumbo al Atlántico.

Eso en cuanto a las condiciones naturales del mar. Si le sumamos que Gibraltar era una colonia británica en territorio español y cuyo estrecho estaba ferozmente custodiado por la Royal Navy, en sus últimos años de supremacía marítima. La perdería a favor de la US NAVY tras el patético acuerdo de cambiar destructores por bases marítimas (del resto de sus colonias), firmado por Churchill. El poderío naval, de guerra y económico del gigante americano asumió la hegemonía marítima y dio carpetazo a un siglo y pico de tiranía británica y piratería institucional en todo el mundo. Pero en esos momentos funcionó y mantuvo vivo al reino Unido, a pesar de hipotecar su futuro naval y de finiquitar la era imperial.

Si Churchill levantara la cabeza y viera su Inglaterra en 2024…

La colonia de Gibraltar

Ojo. He dicho que por entonces Gibraltar era una colonia británica en España. Pues sigue siéndolo. Y en contra de la Resolución 1514 (XV), de 1960, sobre descolonización de las Naciones Unidas. Dicha resolución implica el anacronismo del colonialismo y fuerza a los británicos a descolonizar el territorio para devolvérselo a España. Eso sí, se lo pasan por el forro. Por eso Gibraltar es la última colonia británica en todo el mundo.

Vuelvo al tema y a la peli.

Ya he descrito el escenario… Pero sólo desde el punto de vista marítimo. Es decir, las corrientes marinas que dificultan la salida del Mediterráneo al Atlántico.

La importancia de que el Estrecho de Gibraltar fuera (y siga siendo) una colonia británica es que la Royal Navy campaba a sus anchas por ahí. Y por «campar a sus anchas» me refiero a que tenían permanentemente buques repartidos por la zona vigilando. De mayor y de menor envergadura, así como minas marinas intercaladas a diferentes alturas para obstaculizar el tráfico marítimo y submarino como mencionaré dentro de un ratito, cuando profundice en el guion.

Batalla del Atlántico

Ya os he recomendado el podcast de la Batalla del Atlántico. En él tendréis horas de información y de entretenimiento explicando no sólo esta batalla sino también la filmografía existente.

Resumo un poco, a grandes rasgos, para situaros.

El Atlántico conecta América del Norte con Europa y cuando los nacional-socialistas alcanzaron su apogeo los británicos tuvieron que volverse hacia los Estados Unidos, y hacia su colonia canadiense. Sólo ellos podrían abastecer a las islas. Estaban aislados y bloqueados, y necesitaban tanto alimentos (de ahí lo del SPAM que explico en SPAM, SPAM, SPAM, SPAM y Monty Python), y combustibles. Pero sobre todo necesitaban medios bélicos para poder contener a los nazis.

Todo ello entraba por vía marítima con buques que lo portaban cruzando el Atlántico.

Eso antes de la entrada de los Estados Unidos en la guerra. Cuando se sumaron a la guerra la US NAVY entró en la ecuación. A partir de ahí sus buques de guerra se dispersaron por la inmensa masa de agua y los civiles, mercantes, empezaron a transportar todavía más materiales y hombres para convertir las islas en base de operaciones desde la que enviar tropas a África y Europa.

Ahí fue cuando los buques mercantes aliados fueron obligados a navegar en convoyes para ir protegidos por escoltas de barcos de guerra y para poder contar con protección aérea para contrarrestar los ataques de las manadas de lobos de los submarinos alemanes.

Los nazis forzaron su industria bélica al máximo. Destructores y submarinos pusieron sus puntos de mira en los buques de transporte y la Batalla del Atlántico se concentró en una batalla de cargo, es decir, de hundimiento de transportes cuyas bajas se medían no por embarcaciones sino por tonelaje.

Ese es el marco de la acción del meollo de este guion. Porque la verdadera aventura empezará en los alrededores de Madiera. Pero empezar por aquí sería perdernos algunos detalles, por lo que, contextualizada la peli en su marco histórico, vamos con ella.

Comandante

La película sintetiza bloques vitales de Salvatore. Empieza con su accidente, cuando cayó su hidroavión y lo vemos hundiéndose en el mar para, acto seguido, verlo en tierra firme en el proceso de rehabilitación.

Este bloque es todo un alarde cinematográfico. Es una declaración de intenciones que nos adelanta el estilo narrativo de lo que nos queda por ver. De hecho, casi podríamos decir que el mismo naufragio, cuando lo veíamos hundirse, ya es esa misma declaración de intenciones. Lo digo porque su narrativa pausada sólo será superada, en su lentitud, por escenas en las que el director se recrea prolongándolas para exaltar la belleza de su fotografía.

Entiendo que esa lentitud pueda desesperar a un público ávido de acción e impaciente, como es la inmensa mayoría del público de nuestros días. Pecamos del vicio de la inmediatez, y esa inmediatez es incompatible con el tempo narrativo de esta peli.

Recuperado, o en ese proceso de recuperación, porque realmente nunca se recuperará del todo, es cuando vemos que se le ofrece la posibilidad de jubilarse como inválido, por la fractura vertebral que os dije al principio. Pero él no puede, ni quiere, permanecer en tierra sabiéndose todavía útil para sus camaradas.

Rina Anichini

Su esposa.

Ella insiste para que no se vuelva a embarcar. Es la madre de su hijo y llevará el embrión de una hija en su vientre materno cuando su marido se vuelva a hacer a la mar.

Esta parte de la peli incluirá escenas que supuran sensualidad. Los más sabréis que no soy amigo de intercalar historias de amor en el cine bélico. Pero esta está muy lograda. Y no chirría. Se ciñe a la pasión de la esposa que sabe que su marido parte a la guerra. La esposa que lo ve partir y se despide de él con la congoja de quien sabe, piensa y teme que no lo volverá a ver a su amor con vida.

Escenas de rehabilitación intercaladas con escenas de extrema sensualidad que el marino grabará en su retina y le servirán de refugio emocional cuando las cosas se pongan crudas en altamar. En la recta final de las despedidas también veremos algunas parejas que se separan dejando en tierra a las amadas y a las amantes como únicas almas dispuestas a verlos zarpar.

Zarpamos

Fin de los sentimentalismos.

Empieza la parte grosera de la peli. Y no porque sea eso, grosera, sino por el contraste con el refinamiento que vimos en la vida conyugal. La vida a bordo del submarino es dura y áspera. Es claustrofóbica y tensa. Y por ser eso, un submarino (de esta época) es tensa, y densa.

Iremos conociendo a los diferentes miembros de la tripulación. El cocinero, que me parece una figura entrañable, se conoce todas las recetas italianas y destila esa sensibilidad hacia la comida que tiene todo buen cocinero. Esto contrastará con las «recetas de circunstancias» que tendrá que improvisar racionando y dosificando las vituallas. La parte más dolorosa será ver unos espaguetis con patatas cocidas…

Vemos a los oficiales y conocemos la misión, esa que los destina al Atlántico y supone tener que aventurarse cruzando el Estrecho de Gibraltar.

Campo de minas

Llegamos a mi episodio favorito.

Inmersos (en sentido figurado y literal) en la aventura, el submarino esquiva a los destructores que patrullan el Estrecho y se topan, se enredan y se enmarañan en los cables que sostienen las minas de un campo de minas tras ser testigos de cómo saltaba por los aires un buque mercante. Creo recordar que era mercante… Aunque su procedencia, o su dedicación, poco importan. La clave está en que el submarino ha subido a superficie y los mandos que otean el horizonte desde la vela ven el estallido y comprenden que se están adentrando en un campo de minas.

Esto es lo que más me gustó de la peli, como os adelantaba. Cuando el buceador, pescador de corales retirado da un paso al frente para suplir al segundo de a bordo en una misión mortal. El submarino se ha enganchado a una mina y alguien tiene que salir de él, a unos 20m de profundidad, y soltar el cable.

Una misión extremadamente compleja porque cualquier error implicaría la detonación de la mina y el submarino saltaría por los aires. El segundo se presenta voluntario para consternación del submarinista que comprende varias cosas al mismo tiempo.

  • Por un lado, el mando no debe exponer su vida porque siendo el segundo de a bordo, si falleciera el comandante él tendría que asumir el mando. Y de un correcto mando depende la vida de toda la tripulación: no puede dejar al comandante sin su segundo
  • No es un buceador experimentado
  • Tiene solo 5m para cumplir la misión, pasado este tiempo si sigue sumergido es muy posible que fallezca
  • La temperatura baja puede precipitar la pérdida de noción del tiempo y de movilidad a quien salga del barco
El submarinista

Todo esto lo piensa, y lo sopesa, mientras embadurnan de vaselina al oficial. Vaselina que tiene doble propósito: mantener lo más posible la temperatura corporal y permitir que la escafandra no raspe y rasgue la piel del buzo.

En esos instantes toma la decisión de no permitir que el oficial arriesgue su vida y se presenta voluntario. Se enfunda el traje de buzo. Bueno, esto es un decir, porque si recuerdo bien, sólo se pone la escafandra, va a pecho descubierto y por mucho lucir, luce unos calzones blancos. Creo, estoy hablando de memoria ahora mismo. En cualquier caso, no es que fuera especialmente protegido contra el frío.

Llegamos a la desactivación de la mina. Bueno, no. No es desactivación. Lo que hace es intentar desenredar el cable para liberar al submarino para poder seguir atravesando el campo de minas y huir tanto de ellas como de los destructores de la superficie.

La escena es sobrecogedora.

Verlo aflorar del submarino y avanzar por su estructura hasta el cable. A pelo. Sin más oxígeno que esos cinco minutos. Congelado. Se enfrenta a la mina y, cuando logra liberar al submarino, resbala y se lo traga el mar. Fin de su historia. Se ha sacrificado para salvar a sus camaradas y el resto vivirá gracias a su valor.

Una tragedia.

De la tragedia al drama

Llegamos al meollo.

En otras películas hemos sido testigos de escenas similares. Un barco (sea de superficie o submarino) hunde un buque enemigo (sea militar o civil) y quedan supervivientes que flotan a la deriva y están condenados a perecer por la temperatura del agua, por hambre, sed o agotamiento.

Debate moral

¿Dejamos que se mueran o los auxiliamos?

Parece una tontería de pregunta. Pero es crucial. Apunta a la columna vertebral de cualquier persona: auxiliar o negar el auxilio. Pero para un marino esto es harina de otro costal. Existe una Ley no escrita por la que todo marino se siente comprometido a auxiliar a otro marino que haya naufragado. Y más «si tú lo has naufragado«. Es decir, si tú has hundido su barco.

Hago un alto aquí para recordaros que, al final de comentario, apuntaré una contradicción en unas declaraciones del director que toma, como excusa, precisamente esta máxima no escrita entre marinos. Lo haré al final porque será entonces cuando cobre pleno sentido mi razonamiento coincidiendo, precisamente, con el desenlace de la película.

Sigo con el conflicto moral.

De hecho, con la superposición de conflictos. El bélico y el moral.

El bélico está explicado. Esta acción de guerra tiene lugar en medio de la Batalla del Atlántico. Recordemos que este submarino auxilia a los submarinos alemanes que tienen la orden de no auxiliar a nadie. Eso ya lo vimos en otras pelis del subgénero bélico de submarinos. Una orden que venía de arriba demostrando un rotundo desconocimiento del espíritu marino. Y una orden que terminó siendo de libre albedrío, soto voce, para no quebrar la moral de los muchos marinos mercantes reciclados en marinos de guerra (sobre todo en los submarinos) alemanes.

El buen italiano

Salvatore decide no acatar dicha orden.

Es hombre de mar. No mercante, pero sí de mar. Y comprende que no puede dejar morir a los tripulantes del vapor belga Kabalo. Se produce un intercambio de fuego de superficie, pues el barco mercante estaba armado (como vimos en The Arctic convoy) y se defendieron dentro de la medida de sus posibilidades.

El comandante decide que asumirá toda la responsabilidad por sus actos, pero no abandona a los náufragos. Tira un cabo a la balsa salvavidas en la que hay una veintena de belgas y los remolca. Pero la fuerza de las olas rompe la barquita y la cosa se pone peliaguda porque si los suben a la borda no se podrían sumergir en caso de ataque. Y si no lo hacen son un blanco perfecto.

Doble acto de responsabilidad… Primero los remolca y segundo decide subirlos a bordo. Es decir, dejarlos entrar para poderse sumergir. Su objetivo es llevarlos hasta Cabo Verde. Esto implica que el submarino, angosto de por si y por definición, se convierte en un sitio impracticable y sin espacio.

La tripulación tiene que compartir los escasos metros disponibles para alojar a los náufragos.

Tres tienen que ir de pie en el cuarto de baño. Los más se repartirán por los pocos espacios que hay e, inevitablemente, habrá un grupo que tendrá que navegar en la vela del submarino. Esto mientras no sean atacados. Si se diera tal ataque se sumergirán y los que estén al aire libre, en la vela, morirán. Esto lo advierte el comandante y el capitán belga acepta las condiciones. Para que todos los auxiliados gocen de las mismas posibilidades de salvarse se establecen turnos de 3 horas para que todos roten y todos pasen por la vela.

Sabotaje comunista

Creo que eran comunistas. Dos miembros de la tripulación belga tachan y acusan de fascistas a los italianos y deciden sabotear el buque poniendo en peligro a todos, belgas e italianos. Pasan unos minutos de total caos y todos están al borde de morir intoxicados.

Se detecta a los saboteadores y lejos de tirarlos por la borda, que habría sido lo lógico, el comandante italiano permite que sigan a bordo, pero ellos serán los únicos que irán en la vela sin derecho a rotar. A cambio, abofetea a los comunistas e impone el castigo de ser abofeteados por los miembros de ambas tripulaciones, la italiana y la belga. Tras el comandante italiano el capitán belga toma la iniciativa para dar ejemplo a su propia tripulación y abofetea a los amotinados. Humillación total a los dos comunistas que habían preferido morir matando antes que agradecer la hospitalidad italiana.

Fascistas

Este bloque se lo dedico al propio comandante.

A su irritación cuando los dos comunistas razonan su fanatismo asesino y comunista porque no querían ser salvados por fascistas y querían asesinarlos a todos. Aunque eso conllevara asesinar también a sus compatriotas e inmolarse ellos mismos. Los extremos se tocan. Y más cuando se enfrentan los miembros de una misma familia, como ocurre en este caso entre los hermanos fascistas y comunistas, hijos ambos del socialismo. Igual que los nazis, a la sazón, nacional-socialistas.

Eso ofende a Salvatore Todaro. Que lo llamen fascista. Es el único instante de toda la película en el que lo vemos ofendido, ofuscado y enfadado. Ser italiano no implica obligatoriamente ser fascista.

Lección de vida la que le dio a los dos comunistas.

Patatas fritas

Al margen del cine bélico, esta escena es la mejor de la peli. Ya he destacado la del buzo, la del castigo a los comunistas… y ésta. La escena de las patatas fritas.

Recordad que iban a navegar un mínimo de tres días con el submarino repleto de personal. Tienen que compartir el espacio, el agua, los baños y la comida, que, al multiplicar las bocas a alimentar, mengua hasta escasear. Hasta el punto de solo quedarles patatas, cosa que vuelve loco al cocinero italiano que no tiene ni idea de qué hacer para alimentar a las dos tripulaciones.

Entonces los belgas se sacan de la chistera su receta nacional: las patatas fritas con sebo. El comandante italiano acepta su receta, y pregunta qué delicatessen tienen en Bélgica. Los belgas responden que las patatas fritas. Y así sin aceptar alternativa alguna porque quiere hacer comprender a los italianos, cuya riqueza gastronómica sería la única cercana a la española, que ellos son felices comiendo patatas fritas.

Humanismo y humanidad

La guerra es el fracaso de la política, y de la diplomacia, pero no es sano perpetuar la rivalidad viendo siempre como enemigo al rival.

Debería corresponder a los políticos tender puentes de entendimiento y dejar que las personas de a pie vivan en paz. Reabrir heridas cainitas; Revisionismos históricos y polarizar el discurso político es fruto de políticos mediocres. De políticos de medio pelo que rellenan las lagunas de gestión y de ideas con ideología. Caldo de cultivo para mantener a la sociedad dividida y enfrentada

Nada de eso se explicita en esta escena, pero subyace en esta imagen fraternal en la que todos brindan y saborean las patatas fritas de los belgas. Y lo vemos cuando el cocinero cede un cuchillo romo al belga que le va a enseñar cómo pelar las patatas. Cuando el belga dice que el cuchillo no está afilado y necesita uno con filo. El cocinero italiano duda. Está dando un arma a su enemigo, pero al final el hambre se impone y le otorga el poder sobre sí mismo… le entrega el cuchillo con un atisbo de desconfianza, de miedo… pero gracias a Dios todo sale bien y las dos tripulaciones olvidan la guerra por un instante y comen en comunión.

Me ciño a la escena de las patatas fritas, pero hay otra igual de emotiva.

Cuando no se pueden sumergir, o podrían, a costa de la vida de quienes van en la vela (la torreta) y se enfrentan a una fuerza superior compuesta por varios buques de guerra británicos.

No pueden sobrevivir a un cruce de fuego con todos ellos, pero el comandante toma otra decisión arriesgada. Se comunica con el comandante, creo que se dice «al comodoro británico» (por liderar más de tres barcos de pabellón británico (es una cosa de la Royal Navy)) para hacerle saber que han auxiliado a los náufragos del barco belga y su intención es pedirles paso franco para llevarlos a buen puerto.

El italiano se expone, expone a su tripulación y expone a su barco y somete su integridad física, la de todos, a la buena voluntad del comodoro. Y el comodoro, en otro ejemplo de humanidad, de Humanidad, con mayúsculas, ordena el alto el fuego y deja que el submarino italiano franquee su flotilla y siga su curso.

«Porque somos italianos«

Llegan a puerto. A tierra firme. Y toca despedirse.

El capitán belga saluda al italiano y confiesa que, de haber sido al contrario, si los náufragos hubieran sido los italianos, él los habría abandonado a su suerte y no habría hecho nada por ellos. El italiano mira y refleja comprensión en su gesto y en su mirada. Lo entiende. Es más, eso mismo debería haber hecho él de haber acatado las órdenes que tenía de hacerlo. Y así se lo hace saber al belga, quien también confiesa que había mentido al italiano cuando dijo que iban a un destino al que no iban de verdad. Pues lejos de transportar material civil, como había explicado al italiano, iba cargado de armamento. No recuerdo si era armamento o piezas para aviones o qué era, pero se trataba de material bélico.

Acto seguido, y agradecido por lo que había hecho el italiano consigo y con sus hombres, le pregunta qué le llevó a actuar de ese modo, a lo que el comandante responde, «porque somos italianos«.

De ahí el título que han puesto en la versión española que hace spoiler, quizás sin intención de hacerlo, renombrando la película Comandante como El buen italiano.

¿Los marinos son «ciudadanos del mundo»?

Esta es la contradicción que os dije que comentaría al término de esta película.

He tenido ocasión de leer una entrevista al director, cuya ideología dista muy mucho de ser fascista. Él declara que ha hecho esta película para rescatar la fuerza que imprime la figura del comandante y por sus actos durante la guerra, cosa que le honra.

Habla también de lo difícil que es vivir dentro de una dictadura, cosa en la que coincido con él. Y que Todaro juró lealtad al Rey, no al Duce. Verdad, y eso honra al comandante. Un tipo que interpreta «a su manera» las órdenes y las humaniza conforme a sus propios valores.

Pero quiere dar a entender que esa norma no escrita que mencioné antes, la de socorrer a quien pida auxilio en la mar, se debe a que los marineros se sienten ciudadanos del mundo. Nada más lejos. El marinero, y el marino, son hombres, por lo general, identificados con su bandera y por lo tanto con su Nación. Si no ¿de dónde sale lo de «porque somos italianos«? De hecho, el barco en el que uno navega por aguas internacionales es un trocito de tu Patria. Y así lo entienden los marineros, pero sobre todo los marinos, en su acepción sexta de la RAE, que identifica al marino con las «personas que tienen un grado militar o profesional en la Marina«. Y Todano era marino por convicción.

El ciudadano del mundo lo es cuando reniega de su nacionalidad. Los soviéticos lo eran, porque sus países fueron absorbidos por un ente supranacional que erradicaba la identidad nacional. Una cosa es ser generoso y otra repudiar tu nacionalidad. Sí hubo apátridas en los mares, y sigue habiéndolos, pero fueron, son y serán, por definición: piratas.

Ha quedado claro que Salvatore no era fascista, pero tampoco comunista, que es lo que significa sentirse «ciudadano del mundo«. Como tampoco es lo mismo recoger a quien va a la deriva porque su barco se ha ido a pique que meter personas en un barco, echarse a la mar y, cuando te aproximas a las aguas territoriales de otro país, subirlos a lanchas motoras para hacerlos pasar por náufragos y retorcer la moral del marino para hacerle sentir falsamente deudor de ese principio no escrito.

Fin de la historia, pero sigue la Historia

El tramo final de la película nos explica que Salvatore (es alegórico que su nombre sea «salvador«) no volvería a su casa. Fue la única víctima de un disparo perdido en un ataque aéreo sobre su barco. Y sí es cierto que el capitán belga, al terminar la guerra, acudió a Italia para buscar a la viuda del comandante para presentarle sus respetos y contarla, en primera persona, lo que su marido hizo por él y por su tripulación.

Otro episodio digno de destacar y de recordar que ennoblece al belga y otorga paz de espíritu a la viuda y a sus hijos. Recordad que su mujer estaba embarazada de una niña que no llegó a conocer el padre.

Pero la vida real depara otros episodios antes de la muerte de Salvatore. El Cappellini siguió su curso, y volvió a guerrear. Y fue averiado tras un ataque. El submarino se reparó en las Islas Canarias y logró regresar a puerto, en Burdeos. Esta misión supuso que Salvatore recibiera la Medalla al Valor Militar.

MAS

Por «mas» no me refiero a la conjunción adversativa, pero, ni a sino. Ni a «más» como adverbio, adjetivo ni como pronombre. Hablo del Servicio MAS al que fue destinado después del Cappellini.

Fue destinado, por petición propia, al MAS que son lanchas torpederas italianas. Y sirvió en el Mar Negro y destacó en el asedio a Sebastopol, lo que le valió la Medalla de Plata al Valor Militar.

Después sirvió en la 10ª flotilla del MAS de la Marina regia, en donde volvió a destacar en operaciones especiales saboteando la Operación Antorcha atacando a las flotas aliadas en los puertos franceses del norte de África. El sabotaje era impedir que los británicos y los estadounidenses desembarcaran tropas en África.

Su actuación terminó con esa bala perdida, eso sí es cierto. Y supuso una tercera condecoración, la Medalla de Oro al Valor Militar, ésta con carácter póstumo. Pero todavía lograría algo por su fama, y es que toda una clase de submarinos italianos recibiera su nombre en honor a éste gran marino.


*Si queréis profundizar en las labores marítimas italianas en la Guerra Civil Española lo podréis hacer leyendo mi artículo Italianos en la Guerra Civil Española. Está basado en los resultados de mi propia investigación sobre el tema cuando disfruté una beca de investigación histórica de la Fondazione Maria e Goffredo Bellonci, de Roma.

Investigación que compaginé con mis estudios de 4º y 5º de Filología Italiana y cuyos resultados expuse en el Convegno Internazionale Narrare la Storia, en Mantua. Las actas de dicho congreso fueron publicadas por la Editorial Mondadori bajo el título Narrare la Storia y mi apartado responde al nombre de Amici-Nemici: gli italiani in Spagna: 1936-1939.

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