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El guerrero americano - American Ninja - Guerra fría - Comunismo en el cine - el fancine - Blog de cine - Alvaro Garcia - AlvaroGP SEO - SEO en Madrid

El guerrero americano 🇺🇸🥷🏻

Tabla de contenidos

Ficha técnica de El guerrero americano

Título: El guerrero americano
Título original: American ninja
Director: Sam Firstenberg
Nacionalidad: USA
Año: 1985
Duración: 95′
Guión: 
Fotografía: Hanania Baer
Música: Michael Linn
Producción: Yoram Globus y Menahem Golan
Productora: Cannon Group y Golan-Globus Productions
Distribuidora: Metro Goldwyn Mayer

Ficha artística

Michael Dudikoff – Sargento Joe Armstrong
Steve James – Sargento Curtis Jackson
Judie Aronson – Patricia
Mike Stone – Tojo Ken
John Fujioka – Shinyuki

Cualquier parecido con el ninjutsu es mera coincidencia

Llevo unas cuanta pelis de kilates cinematográfico en las últimas semanas.
Para que os hagáis una idea, hablo de:

El ascenso de Skywalker; Le Mans ’66; El crack ceroJOKER; y la dupla Midway + la clásica La batalla de Midway por mi incorporación y debut como colaborador en el podcast Antena Historia como «el fancine de Antena Historia«.

Por eso hoy me apetecía carnaza ochentera: una de ninjas 🥷🏻

Sobre todo porque el pasado viernes fui a ver 1917 y mucho me temo que retrasaré la publicación de mi comentario hasta que hagamos un podcast sobre el cine bélico en la Primera Guerra Mundial, y sobre la propia 1917 en Antena Historia. Por eso… y por ese deseo de carnaza ochentera… me he decidido, por fin, a comentar El guerrero americano.

Una de esas pelis que amabas u odiabas. Y una peli que yo consumí a golpe de videoclub (del Videoclub Prado) en Madrid. Y lo hice porque en aquellos días di el salto del Taekwondo al Ninjutsu, precisamente y me enamoré de la filosofía intrínseca del Ninjutsu.


Me enamoré de la filosofía del ninjutsu y de sus diferentes disciplinas

Al principio lo practicaba en el mismo colegio, en Madrid, pero mi sensei era vecino mío en Navacerrada. Entonces yo vivía a caballo entre ese pueblecito de la sierra madrileña y el propio Madrid. Así pues, durante la semana iba al dojo en nuestro colegio y las verdaderas lecciones las aprendía en el dojo de su garaje, los fines de semana. Allí tenía el mejor sitio para filosofar y para entrenar tanto el cuerpo como la mente.
Y entre medias, apareció éste ninja americano.

Se trata de una peli que solía ver con Fran Calvo y con José Sanz, dos amigos de la infancia. La veíamos entre risas. No os exagero nada. Ni disimulo. Era una peli para partirte de risa con las bravuconadas. Y si encima eras practicante de Ninjutsu, para enfadarte con cada gesto ninja, cada ruidito ninja y cada silbido que hacían los ropajes, los movimientos y las armas ninjas, SSSSSSh, kiaaaaaaaaa, SSSSSSh… cosas inauditas en un arte cuya primera premisa es pasar desapercibido y para ello, lo primero es no hacer el más mínimo ruido.

Pelis ochenteras de acción

Hablamos de unos años en los que las pelis de acción estaban de moda. Y menuda acción. Lo más light fue, precisamente, Karate Kid. Y que conste que me fascinaba.
Pelis en las que la testosterona flotaba en el ambiente y las bofetadas salían de la pantalla. Siempre con héroes espectaculares, cuadrados como armarios empotrados (menos Daniel Larusso… claro). Tipos que se afeitaban con un machete Jungle King I y agua fría en un río… y hacían gárgaras con gasolina. Eran los tiempos en los que lo políticamente correcto era empezar una carrera al grito de «maricón el último» o te pasabas el patio jugando al churro intentando reventar la espalda al equipo contrario.

Ya os comenté cómo era el uso del lenguaje en los 80’s al comentar Bohemian Rhapsody, sobre todo en lo referente a la homosexualidad. Si veis otro clásico ochentero, Evasión o Victoria, veréis que hasta el mismísimo capitán Robert Hatch (Stallone) llamará «maricas» a los europeos por jugar al fútbol sin permitir que se repartan bofetadas.
Es normal… Antes veíamos Terminator (la 1 y la 2, las buenas); Depredador; Alien y pelis con héroes (y heroínas) duros de pelar. Excalibur, algunos western clásicos… y así salíamos del cole rebosando testosterona. Nada que ver con los Brokeback Mountain, Crepúsculo, Los juegos del hambre, Divergente o Destino de caballero… que infestan (e infectan) el cine actual. Al final el cine refleja, como Arte que es, la Sociedad de su tiempo.
Entonces también teníamos carnaza.

Pero aquéllas pelis, en vez de disputarse el puesto para al película empalagosa del año, se peleaban por mostrarnos todas las maneras en las que un héroe podía triunfar reventándose los nudillos. O reventando la cara del malo con sus nudillos. El caso era reventar algo.

Y entonces llegó «El guerrero americano» de Sam Firstenberg

Vaya por delante que buena parte de la información relacionada con el director de la peli la he sacado de una entrevista que le hacen sobre el rodaje de la misma. La encontraréis en Youtube.

El israelí Sam Firstenberg confesó en su día que su sueño fue siempre irse a los Estados Unidos para hacer cine. Solía ir todos los martes por la tarde a ver una película al cine que tenía cerca en su barrio de Jerusalén. Esa tradición; la magia de la sala de cine, del proyector… y lo que veía en el celuloide le enamoraron del cine.
Por eso fue al colegio. Después hizo la mili, como buen israelí, (y la mili en Israel es harina de otro costal…). Una mili obligatoria, por cierto, para hombres y mujeres, que allí la igualdad se demuestra compartiendo rancho, sudando en las guardias y protegiéndose mutuamente la vida. Superada su etapa miliciana, terminó volando hasta California para estudiar en una escuela de cine.
Tuvo la suerte de ser invitado a una fiesta en la que coincidió con el director de cine israelí más famoso del momento: Menahem Golam.
Como compatriotas se sintieron a gusto hablando entre ellos y, el director le dijo al estudiante que estaba produciendo una película en los Estados Unidos con Tony Curtis. Lepke, el biopic de un mafioso americano responsable de cientos de asesinatos.

Era 1975 y Firstenberg pidió a Menahem Golam un papel en la peli

Y lo consiguió. Golam le preguntó cuánto quería cobrar y Firstenberg dijo que lo haría gratis y así salió de la fiesta con la promesa de un papel en la película.
Este sería el comienzo de una relación que daría un segundo paso cuando Firstenberg hiciera una película de ficción en su escuela de cine en 1983. La llamó One more chance y, tras verla, Golam financió la post producción.
Un poco antes, en 1981, Golam había comprado Cannon Films, con su socio Yora Globus. Una puerta abierta para filmar películas de acción, preferiblemente de artes marciales. En concreto de algo que les apasionaba y pensaban que podría tener tirón: los ninjas.

Como primer bocado al pastel ninja produjeron Enter the ninja (o La justicia del ninja, en español). Bueno, Golam la produjo y la dirigió y superaron todas sus expecttivas para la recaudación, lo que les hizo pensar en volver al mundo ninja con otra película. Pero no tenían tiempo para dirigirla, y ahí entrará nuestro director, en 1983. Tras la producción de su película le ofrecieron dirigir una peli de acción llamada La venganza del ninja protagonizada por Sho Kosugi. Israelí y japonés hicieron buenas migas y el segundo terminó enseñando al primero todo lo que éste pudo aprender sobre la forma de rodar películas de artes marciales al estilo oriental. Sobre todo de Hong Kong, entonces una colonia británica.

Subgénero de pelis de acción y artes marciales

Poco a poco se fue especializando en este subsubgénero de las películas de acción. Su película cosechó otro éxito por lo que en seguida se pusieron a rodar Ninja III. Sin embargo, para esta tercera entrega quisieron innovar y acercarse al público femenino y cambiaron al protagonista por una mujer y se la pegaron con todo el equipo. Un fracaso estrepitoso. La productora tuvo que elegir entre volver a hacer otra peli sobre el tema para no perder su prestigio y recuperarse o retirarse de ese mercado de pelis de ninjas.

Así que optaron por la primera opción, arriesgarlo todo le hicieron el encargo de la peli a Firstenberg.

Pero hicieron una pausa para reflexionar sobre la necesidad de seguir haciendo pelis sobre ninjas. Decidieron que sí, pues seguía habiendo demanda, pero comprendieron que necesitaban aportar algo que las diferenciara de las demás. Necesitaban dar un giro que hiciera que su pelicula fuera más atractiva al espectador americano y occidental.

Querían un héroe americano y así nació American ninja, nuestro guerrero americano

De Chuck Norris a Michael Dudikoff

El primer candidato en quien pensaron para encarnar al sargento Joe Armstrong fue Chuck Norris. Pero Norris declinó la oferta porque se negaba a interpretar a un personaje en cuyas escenas de acción (pelea) se tuviera que cubrir el rostro. Y ahí apareció Michael Dudikoff, El perfecto ninja americano.

¿Cómo se podían inventar un guerrero americano, y ninja, dos israelíes?

Para empezar poniéndole el apellido Armstrong, como Neil Armstrong, El primer hombre en poner su pie en la luna.
Haciendo que el sargento Joe Armstrong encarnara todos los valores con los que un americano medio de los 80’s se podría identificar. Incluso en los valores que podría desear en un líder nacional: un soldado de su ejército. En este caso tenemos a un muchacho que recibe una segunda oportunidad en su vida y, tras un juicio, tiene que elegir entre una pena y alistarse. Él se alistará y descubriremos en él a un tipo honrado, educado, guapo y atlético (por deportista, no del «alieti»); íntegro y capaz de enfrentarse a todo y a todos cuando entienda que sus valores o sus principios lo necesiten.
Ese sería el sargento Joe Armstrong y nadie lo podría encarnar mejor que Michael Dudikoff.
Se metió en el bolsillo al resto del reparto, producción y a todos los filipinos con quienes convivieron mientras rodaron la película. La peli la rodaron en Filipinas. Allí entrenó, ensayó, comió y enfermó de malaria… toda una experiencia.


Como veréis, el rodaje de El guerrero americano fue toda una experiencia vital. Y ahí no termina la historia.

La guerra fría…

Como buena peli de los 80’s, la guerra fría está de fondo si arañas en la superficie. Por eso los estadounidenses tenían bases militares repartidas a lo largo y ancho del globo, para frenar a la Unión Soviética. Y entre todas esas bases… también estaban las Filipinas. De hecho había muchas bases americanas en Filipinas y la peli transcurrirá en la mayor de ellas.


Los americanos llegaron a Filipinas tras echar a los españoles, allá por 1898. De ahí lo de Los últimos de Filipinas y el sitio de Baler (y su nefasta película 1898: Los últimos de Filipinas) y la estatua que justo hoy ayer se inauguró en Madrid. En memoria de nuestros héroes.

Por aquel entonces Filipinas vivía bajo las amenazas islamistas y comunistas y entonces surgió la figura del presidente Marcos… quizás una tercera amenaza aunque apareciera para contrarrestar a las otras dos.

La peli se filma en Filipinas

Supo entretejer buenas relaciones con los Estados Unidos y eso hizo que medrara considerablemente. Su nivel de corrupción le podría haber dado un cargo en «la psoe» en Andalucía. Lo llaman con el artículo femenino «la» en vez del masculino «el» porque lejos de comportarse como un partido político es casi una empresa de colocación de amigos, algo familiar.

En ese contexto filmaron la película.

No había problemas por la calle ni agitación, pero se estaba gestando.

Los miembros del equipo de la película se mantuvieron ajenos a la situación política, pero sin embargo tomaron la idea de los insurgentes, para el guión. Precisamente de los focos islamistas y comunistas.

Como no quería tener ningún tipo de problemas con ninguna de las tres facciones en liza, decidió que el guión hablara de un corrupto americano. De hecho, será el general al frente de la base estadounidense el que trafique con armas a favor de los insurgentes. No dice a favor de cuáles, pero sí deja claro, en una conversación con uno de sus colegas corruptos, que si se echa para atrás y deja de traficar con armas al grupo que se las pasa, los comunistas se harían con el país. En cualquier caso nos presentan a un americano que se aprovecha de su posición para sacarse una fortuna extra para su jubilación.

El héroe americano puro e íntegro destacaría más en un contexto de violencia contenida, corrupción generalizada y traidores a su bandera.

Michael Dudikoff enfermó de malaria

ero no lo supo hasta unos cuantos días después de grabar escenas de combate vestido de ninja. Él pensaba que la tela y su color negro eran el origen del sudor… pero no, fue la malaria.

Hay escenas que son un Top Gun cutre… sobre todo cuando el protagonista va en moto.

Iremos conociendo al protagonista con cuentagotas.

Es un tipo silencioso y va a su bola. Desde fuera parece retraído. Huye de meterse en líos y cumple con disciplina todos sus cometidos. Hasta que le toca formar parte de un pelotón que será atacado por una de esas facciones insurgentes.

Aparecen los ninjas

En el convoy llevan dos cargamentos de valor… armas del ejército de los Estados Unidos y la hija del jefe de la base norteamericana. El primer cargamento será útil para armar a los terroristas y el segundo para extorsionar a los militares y diplomáticos para sacar una buena tajada por su rescate. Deciden robar las armas y llevarse a la muchacha.

El ataque será cruel y despiadado y los americanos, cogidos por sorpresa, caerán como moscas.

Pero nadie contaba con la aparición del sargento. Él solito se las arreglará para equilibrar la balanza y diezmar a los insurgentes. Y entonces aparecerán los ninjas.
La verdad es que mola ver su irrupción a modo de osos perezosos escurriéndose por los troncos de las palmeras.
Un ninja que resulta creíble (sigo escribiendo tras recuperar el pulso por un ataque de risas…
Este será el malo, malote, de la película. El que se tomará la afrenta del sargento americano como algo personal.
Se conoce que eran el arma secreta de los malos de la peli. El último recurso por si todo lo demás falla. Todo falló, y por eso aparecen los fatales ninjas (o ninjas fatales) y entonces será cuando el sargento anónimo y solitario se nos descubra como el gran guerrero que es.

La «pala» como arma

Para empezar hará una demostración de sus reflejos para interceptar una flecha con la misma pala que hautilizado como arma para vencer a los insurrectos. Observaréis cierta ironía en muchos pasajes de la peli, pero no en el de la pala.
De hecho, tanto en la Primera Guerra Mundial como en la Segunda, la pala militar (algo más pequeña) se reveló como el arma más eficaz para combatir en las trincheras. Podía seccionar un miembro como si fuera un hacha y, clavada de frente, en el esternón del enemigo, podías abrirlo en dos si presionabas el arma improvisada con el peso de tu propio cuerpo.
Volvamos a los ninja y a la peli. Eso sí, sin olvidar tampoco que, en Ninjutsu, amén de tener una panoplia extensa de armas (luego veremos un ejemplo) se inculca que el arma más letal son las manos del propio ninja y que todo lo que le rodea puede ser utilizado como arma.
Para empezar salvará la vida a la hija del comandante en jefe de la base americana.
Una vez hecho esto se revelará, todavía parcialmente, como un luchador capaz de medirse con el ninja que lidera a una tropa de ninjas un pelín patéticos cuya aparición, a modo de coreografía casposa inspira más lástima que miedo, para qué mentiros.
Verlos a todos en fila con los cadáveres americanos de fondo… Menudo contraste. Uno no sabe si sentir piedad por los muertos o por los que van a morir.
No necesito deciros, ni podréis pensar en spoiler, que el sargento saldrá airoso de este primer combate y logrará salvar a la chica y llevarla a la base sana y salva.
Una vez entre americanos habrá dos vías para interpretar su gesta.
Por un lado se le supone un héroe porque ha sobrevivido al ataque y ha salvado a la muchacha. Pero el padre de la muchacha, el oficial al mando, teme que se termine descubriendo todo el pastel por la tontería que ha hecho el protagonista. Por eso, lejos de agradecer su valentía como habría merecido, por un lado lo desprestigiará, haciendo correr el rumor de que se trata de un cobarde que huyó de la escena del combate y por otro lado intentará quitárselo del medio.

Entra en escena el Sargento Curtis Jackson

De hecho veremos la clásica escena en la que el nuevo, o el insociable, se gana el respeto de los demás peleando contra el líder de los tipos guays del lugar. Esto pasa así en esta peli, pero si nos lo llevamos a un high school pasaría lo mismo con el chaval que recibe el bullying y se sobrepone enfrentándose a los malotes de su curso.
Aquí le funciona. Echará mano de una manguera y derrotará al fortachón. Pero como son americanos y son super guays, el sargento Curtis reconocerá su derrota y, estrechando su mano, hará que el protagonista reciba el reconocimiento público que merece. Y a partir de aquí serán como carne y uña.

Poco a poco iremos conociendo al protagonista. Casi al mismo tiempo que él se irá conociendo a si mismo, pues padece cierta dosis de amnesia que hace que sólo recuerde algunas aventuras pendencieras liderando una pandilla de rateros o algo parecido por sus artes marciales.

La trama se enredará un poco a partir de aquí.

El guión hace un verdadero (y esperado) encaje de bolillos para hacer que la hija del coronel, que pierde los vientos por el soldado organice una cita con él para «conocerlo mejor».

La orden de la Estrella negra

Pero la cita se complicará cuando terminen, por casualidad, descubriendo la trama que hay detrás de algunos oficiales de alta graduación, corruptos hasta el tuétano que escamotean armas del ejército para subastarlas entre mafias. Lo que comenté arriba pero ahora ya con el protagonista empezando a atar cabos.

Habrá persecución y habrá muertos. Y como lo que no hay son testigos que puedan defender la inocencia de Armstrong, es conducido a un calabozo militar y es custodiado por la Policía Militar.

Llegados a este punto el jefe de la orden de la Estrella negra dará la orden, o ejecutará una orden dada, de eliminar al pesado que está metiendo las narices en los negocios turbios de los militares corruptos.

El asalto al calabozo, dentro del cuartel, se saldará con dos policías militares asesinados y un Armstrong sano y salvo.
Por mucho que él hable de ninjas y de un intento de asesinato, la falta de testigos y las conveniencias partidistas de sus carceleros harán que su futuro se plantee, cuando menos, incierto. Al ser acusado de ser el responsable de dichos asesinatos.
Sólo la hija del coronel y su amigo, el sargento Curtis Jackson creerán su versión. Y entre medias, el ninja malo, el jefe de la Estrella Negra decide dar un paso al frente y tomar a la hija del coronel para llevársela secuestrada.
Esta será la gota que colme el vaso. Por un lado el coronel responsabilizará a Armstrong del asesinato de los dos policías militares que lo custodiaban. Por otro lado empezará a temer una traición de alguno de los mafiosos a los que vendía las armas del ejército.
El sargento Curtis comprenderá que este problema, el secuestro de Patricia tendrá que ser resuelto por cauces no convencionales. Es decir, dejando escapar a Armstrong y dejando que sea él quien se enfrente a la Estrella Negra.
Entre medias descubriremos que el padrastro de Armstrong, el japonés que se hizo cargo de él tras la muerte de sus padres, a quien creía muerto, está vivo y su vuelta hará que Armstrong recupere la memoria y comprenda, por fin, quién es y cuál es su papel en la vida.

Shinyuki le reabrirá los ojos a su verdadero ser: Armstrong es un ninja y es de los buenos

Le dará una masterclass, a modo de recordatorio y, a partir de este instante, nuestro guerrero americano tendrá bien claro su objetivo: rescatar a Patricia y cargarse al ninja que lidera la Estrella Negra.

Pero va a necesitar un poco de ayuda. Por lo menos en cuanto a recibir apoyo y cobertura por parte de su nuevo amigo, Curtis.

Y allá que se va él solito a ajustar las cuentas al malo de la película. El tramo final de la peli será todo un despropósito.

Creo que el director Firstenberg quiso demostrar lo bien que rodaba las escenas de lucha. De lucha mediante ninjutsu. No deja de tener cierta lógica porque, en definitiva, era el tipo de cine en el que se estaba especializando. Y va y nos regala una hemorragia de artes marciales que hacen, eso sí, que termines la película partiéndote de risa. Las apariciones, las peleas, las coreografías, los trajes y las muertes serán desternillantes. No hay por dónde cogerla.

El nivel interpretativo me recuerda al de Buckaroo Banzai

Es decir… sin desperdicio.

Nos metemos en una espiral de órdagos. Me imagino al equipo de producción diciendo, «y aquí ponemos 3 ninjas. No 13, ¡50 ninjas!» y cosas por el estilo.

Aunque no sé qué será peor, si los ninjas o los super mercenarios que contratan los mafiosos para que les protejan… De verdad… ¿no tenían presupuesto para poner a tipos que intimidaran por lo menos un poquito? Con que hubieran sabido coger el fusil habría sido más que suficiente.

¿Y el 7º de caballería?

No temáis, porque llegará. Y cuando lo haga será ya activando la Velocidad Absurda de Space balls. Curtis aparecerá de la nada en formato guerrillero en Vietnam al estilo ochentero subido en un JEEP y pegando tiros a cascoporro. Ya no hay marcha atrás. Es como entrar en barrena. O lo aceptas y te partes de risa o apagas la peli y la devuelves al videoclub sin ni siquiera rebobinarla, por haberte encasquetado semejante truño. Pero os confieso que yo seguía adelante.

Superaba este repecho y, llegados a la cima, me dejaba llevar por la inercia y descendía a todo trapo por una carretera llena de curvas. Porque Curtis tendrá una segunda entrada en acción…

¡Sí!

Después de su llegada en JEEP lo veremos entrar en combate dando una voltereta. ¿A cuento de qué? ¿Qué aporta la voltereta? ¿A quién se le ocurrió? Creo que sería al propio Steve James. Estoy seguro de que dijo algo como, «yo sé hacer volteretas» (en artes marciales son rodamientos) y allí va el campeón luciendo palmito y revolcándose por los suelos. Qué cosa tan mala…

Los d-efectos especiales

Pero ojo… es cierto que esta película es muy mala, pero lo suficientemente buena para que su director aguante las críticas de todos los maestros en artes marciales que le han insultado y despreciado por el trato que hace de los ninjas y de las artes marciales en general en sus películas.

Pero si hay algo que demuestra cuán artesanal fue esta película y el daño que le ha hecho el DVD a este tipo de cine, es la escena del helicóptero. Para empezar el ninja que se cuelga de él es el uno de los responsables técnicos de la peli. No sé si se trata del responsable de los combates de la peli, o de los extras, seguramente de los efectos especiales, o de todo ello junto, es quien, por no tener dinero para pagar a un extra, se enfunda un traje de ninja y se encarama al helicóptero.

Pues bien… a lo que voy: ese helicóptero será disparado y tras ver al sargento Curtis Jackson (Steve James) bajar su arma humeante vemos una maqueta hecha con cartones que sustituye al helicóptero. No recuerdo si me percaté del detalle en su día, pero visto en nuestros días me ha hecho ponerme la escena en bucle para verla, verla, verla, verla, verla… y no parar de verla para ver lo cutre que era (y sigue siendo) una de las escenas de mayor acción de toda la peli.

De verdad… merece la pena ver esta escena, aunque solo sea para echarse unas risas y disfrutar pensando en lo básica que es la peli pero cuánto me hizo disfrutar en aquellos días viendo ninjas con hombreras (no puede ser más ochentero) y peleas tan gratuitas como ridículas como la que ilustro con la imagen de abajo.

Con razón os decía lo que confesaba su director sobre los senseis de medio mundo con los que se cruzó después de hacer esta película. Ya lo apuntaba al principio pero bien merece que lo recuerde para rematar el comentario de esta peli. Él confiesa que cada vez que tuvo la oportunidad de hablar con algún experto en artes marciales le echaron en cara un millón de veces lo mal que reflejaba a las artes marciales en general y la escabechina que había hecho con el Ninjutsu en particular.
No creo, o sí… que pretendiera reivindicar ni rescatar la figura del ninja con esta obra de arte.
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