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Los duelistas

Tabla de contenidos

Ficha técnica de Los duelistas

Título: Los duelistas
Título original: The duellists
Director: Ridley Scott
Nacionalidad: Reino Unido
Año: 1977
Productora: Village Iron Films
Producción: David Puthman
Distribuidora: MIC Pictures
Duración: 100’
Guión: Gerald Vaughan-Hughes (novela: The duel: Joseph Conrad, 1908)
Fotografía: Frank Tidy
Montaje: Pamela Power
Música: Howard lake

Ficha Artística

Keith Carradine – Armand d’Hubert
Harvey Keitel – Gabriel Feraud
Albert Finney – Joseph Fouché
Edward Fox – Agente bonapartista
Cristina Raines – Adele
Robert Stephens – Brigadier-General Treillard
Tom Conti – Dr. Jacquin

En Los duelistas vemos cómo la suerte, la casualidad, el azar te puede condicionar la existencia de por vida. Cómo el no saber estar de un «necio» te puede condicionar, acompañar y amargar toda tu existencia.

El necio es el teniente Gabriel Feraud, un duelista compulsivo del 7º de Húsares franceses que confunde honor con vanidad y valor con desapego a la vida. Irá dejando una estela de cadáveres a lo largo de su vida y no dudará en retar/batirse en duelo con cualquiera que se le cruce por el camino, unas veces porque su denostada persona se ve acomplejada y tira de sable, espada, pistola o lo que sea para saciar su envidia o su vacío moral, otras porque necesita la dosis de adrenalina que genera el combate a muerte entre do personas.

El desafortunado es el también teniente Armand d’Hubert, del 3º de Húsares franceses. Desafortunado porque mientras el pendenciero Gabriel se bate en duelo con otro desdichado, nuevamente por necedades, Armand está tranquilamente en su cuartel cuando llega su oficial superior hecho un basilisco preguntando si alguno entre los presentes conoce al tal Gabriel. Quiso el destino que Armand respondiera «sí, yo lo conozco, me he cruzado un par de veces con él» para que este pase a formar parte de su vida para siempre. El oficial le explica que debe buscarlo para someterlo a un arresto domiciliario como resultas del último duelo (con el que empieza la película) ha dejado gravemente herido al sobrino del alcalde de Estrasburgo.

Armand busca a Gabriel por toda la ciudad, hasta dar con él. Hace gala de sus mejores modales para comunicarle la mala nueva y Gabriel no lo encaja con decoro ni se somete voluntariamente al castigo impuesto por su superior, muy al contrario, arremete verbalmente contra un Armand que esquivo que no entra al trapo de las provocaciones del bravucón Gabriel, hasta que este le impide partir hacia su cuartel y empieza a faltarle el respeto con insistencia para lograr su objetivo: batirse en duelo con Armand.

Armand aguanta estoicamente hasta que Gabriel recurre a triquiñuelas barriobajeras que distan mucho de los buenos modales supuestos para un caballero. Al final cede y entra al trapo que le está pasando Gabriel por los morros desde hacía un buen rato. Hay duelo y resulta vencedor Armand, cuando desarma a Gabriel y presto para darle una estocada, la novia de Gabriel salta sobre él como una fiera usando dientes y uñas para evitar el daño a su querido. No queda muy claro si el lazo que la une a Gabriel es de amor, sumisión o dependencia por el hecho de ser una mujer de su tiempo. Veremos más ejemplos de mujeres durante la película cuyo empleo es acompañar a los soldados de ciudad en ciudad, de frente en frente para ser, en el mejor de los casos, acogida por uno de ellos para que disponga de ella y la cuide.

Así termina el primer duelo y así se cruzan los destinos de ambos personajes. Armand, como caballero que es, cubrirá el caso con un tupido velo, para que las autoridades no carguen contra Gabriel, y éste, despechado y humillado al saberse perdedor no perdonará a Armand y se autoimpondrá el deber de volverse a atir con Armand para derrotarlo y, si puede, matarlo.

Este es el origen de la trama. Armand será siempre un caballero y Gabriel un pendenciero. Ambos irán ascendiendo en sus respectivas unidades porque en su oficio son muy buenos y Gabriel perseguirá en el tiempo y en el espacio a Armand con esa mete metida entre ceja y ceja.

Ridley Scott debutará con esta maravillosa película cuyo guión adaptará Gerald Vaughan-Hughes a partir de la novela «The duel» de Joseph Conrad, escrita en 1908 y, para colmo, basada en una historia real acaecida entre dos oficiales franceses en la era napoleónica, a la sazón un tal Dupont y un tal Fournier-Sarlovèze.

La película empieza en 1800, en los albores de la época napoleónica. Un Napoleón que supo sacar rédito a la Revolución Francesa. Ésta había derrocado a la monarquía, mediante un golpe de estado y asesinado al Rey y con él a buena parte de la clase dirigente entregando, si no arrojando, los mandos de Francia a la plebe. Napoleón se erigió en tal figura, ganando batalla tras batalla para la República de Francia, que en 1799 (un año antes de cuando empieza la peli) alcanzó la fama y gloria suficientes para proclamarse Emperador. La República se había constituido basada en la sangre y en la mentira y Napoleón la robó el poder con sus propias armas: mentira y sangre.

Para muchos Napoleón era «la encarnación del espíritu del Mal», claro que los únicos que se atrevían a plantar cara al mal eran precisamente los monárquicos, puesto que los republicanos no habían dudado en derramar sangre (real y no real) para hacerse con el poder. Para centrarnos en la película, tanto Armand como Gabriel serán oficiales de los Húsares napoleónicos. Gabriel será un bonapartista convencido y Armand lo será a regañadientes pero fiel, como militar que era. Sería posible compararlo (sin encumbrarlo) a un Rommel napoleónico.

Napoleón pues, se sirvió del caos y la anarquía reinante en la Francia republicana para, demostrando grandes dotes de estratega, deslumbrar a propios y extraños con sus campañas bélicas ganando territorios para Francia y consolidando el aborto de nación que era la República. Tan buen estratega que ganó más fuera del campo de batalla, logrando, como he dicho, erigirse emperador y tirar por el suelo el anhelo «anarquista» de la República. Habían hecho un pan con unas tortas cortando la cabeza al Rey (al que llamaban «traidor») para proclamar un Emperador.

Antes he destacado el silencio de Armand para no delatar a su archienemigo Gabriel, lo mismo que el Alatriste de la película: duro, caballeroso y fiel a un código de honor no escrito pero compartido por todos los caballeros (también visible en mi comentario de la novela El capitán Alatriste). Y veremos, (exactamente igual que sucede en la novela de Alexandre Dumas, El conde de Montecristo, (que se desarrolla también en la Francia napoleónica)) que el bueno (Armand-Edmundo) es traicionado por la mentira (el peor enemigo) y la calumnia del malo (Gabriel-Danglars/Fernando).

A partir del primer duelo mencionado, terminado pero sin resolver (según Gabriel), éste retará a Armand cada vez que se vuelva a cruzar con él a lo largo de su carrera militar y a lo largo del efímero imperio francés.

El primer duelo, ya lo he dicho, fue en Estrasburgo, en 100. Seis meses después volverán a cruzarse y esta vez será Gabriel quien se imponga en un duelo con sables. La poca fortuna de Armand hará que caiga herido, Gabriel quiera seguir el combate para matarlo, Armand no pueda reincorporarse y, en vez de dar el lance por terminado, Gabriel lo emplace a otra ocasión para rematar la faena.

Pasan 5 años y nos trasladamos a la ciudad de Lübeck para que ambos personajes, ascendidos los dos, se vuelvan a encontrar y vuelta a empezar. Esta vez el duelo será a caballo, suerte en la que Armand se sabe inferior a Gabriel y Scott nos los transmite con una escena maravillosa en la que saluda a u oponente y desenvaina el sable sin ser casi capaz de controlar su miedo y su pulso. En contra de toda lógica se impone a Gabriel de un tajo, nunca mejor dicho, en el que le abre la tapa de los sesos sin romper el cráneo. Gabriel perderá tanta sangre que le impedirá ver, por lo que se vuelve a suspender el duelo sin que el derrotado admita tal derrota y pida un nuevo duelo para fechas venideras.

El destino de ambos personajes está estrechamente ligado al devenir imperial y a la marcha de la Francia napoleónica. Gabriel partirá para España y Armand, no queda tan claro, pero parece que se dirige a la zona de Prusia.

Ambos personajes se distanciarán hasta que los españoles se sacudan al moscón gabacho y lo humillen derrotando al invicto ejército imperial napoleónico sin más armas que cuchillos y trabucos. Gabriel y el resto de los franceses (los que quedaron vivos, que fueron pocos) volvieron a París, y de París partieron con el grueso del ejército hacia Rusia. Otro error.

Si en España los derrotó el pueblo levantado en armas, en Rusia los derrotó el clima, el General Invierno, congelándolos hasta el tuétano. Sin tener que luchar. Sin poder luchar. Los rusos se iban replegando hacia elinterior de Rusia y los franceses iban tras ellos en su persecución. Al llegar el invierno cambiaron las tornas. Los rusos estaban acostumbrados a su clima y preparados con alimentos y ropas de invierno. Lo priemro que hicieron fue cortar las líneas de suministros francesas (obvio) y dejar que se fueran muriendo de hambre primero y de frío después.

Los ejércitos franceses viraron y se pusieron rumbo a Paris. Los cosacos acosaban a unos soldados que no tenían fuerzas ni para levantar el fusil. Pero si caían como moscas era por la nieve y el frío.

En estas circunstancias quiere el destino que vuelvan a encontrarse nuestros protagonistas. Armand está sentado con otros caballeros, aunque parezcan todos pordioseros, y escucha la voz de un oficial que pide voluntarios para salir a cazar cosacos. Solo Armand, que para entonces ya habrá reconocido la voz de Gabriel, se pondrá en pie y se apuntará para esta aventura. Parte pues, ambos dos, codo con codo, armados con pistolas a cazar cosacos, y cazan a uno poniendo a la fuga a otros tres. Armand baja la guardia y le ofrece un trago de whisky a Gabriel, pensando que esta hazaña en común podrá poner fin a su viejo enfrentamiento. Gabriel no solo no aceptará el trago de la petaca si no que se marchará y en medio del desprecio reta de nuevo a Armand para que la próxima vez que se batan sea con pistolas. Ambos han tenido un instante las pistolas cebadas cara a cara y ninguno, como caballeros, ha osado usarla en contra del la honorabilidad.

Avanza 1812 y el sueño napoleónico llega a su fin tan deprisa como nació, igual que la república que lo precedió, para dar paso al orden, a la lógica y que la corona vuelva al trono y la Monarquía ponga orden en Francia en la figura de Luis XVIII.

Napoleón es desterrado a Santa Elena y muchos oficiales, bonapartistas recalcitrantes se debatirán entre seguir en el ejército real o abandonar las armas y vender sus servicios. Armand, como monárquico (y un poco oportunista, dicho sea de paso) prosperará en el nuevo ejército, mientras que el pendenciero Gabriel, napoleónico hasta las trancas, logrará volverse abatir en duelo con Armand utilizando la calumnia y la mentira como armas. Tachará (sin falta de razón) de realista a Armand y, para ello, no dudará en tacharlo también de anti napoleónico, poniendo en boca de Armand palabras e insultos a Napoleón que nunca profirió, entre otras cosas porque siempre supo reconocer y agradecer su carrera profesional al ejército napoleónico.

Con todo esto y con una pátina de envidia, Gabriel, enrocado desde hace más de doce años, logrará el duelo con pistolas, a dos disparos con Armand. Armand se juega todo (nueva esposa, posición y miras puestas en la nueva aristocracia con la monarquía reinstaurada) y Gabriel lo ha perdido todo. Ha perdido a su ejército (napoleónico), sus valores (imperiales), camaradas (la mayor parte caídos en combate), y se dedica a merodear de un lado para otro como un perro abandonado.

Este será, por fin, el último duelo. Gabriel disparará a bocajarro sobre Armand, sin acertar, y Armand le perdonará la vida. Se la perdona pero antes aprovecha para echarle en cara a Gabriel que le ha tenido atemorizado durante todos estos años, le echa en cara su mezquindad y su mediocridad y le dice que sin matarlo lo considera muerto. Le hace ver que no aprovechará que está desarmado y su posición ventajosa para hacer lo que sin duda Gabriel sí habría hecho, sacrificarlo. Le pide pues a Gabriel que sea un caballero y acepte, de una vez por todas, su derrota (ya cayó derrotado en el primer duelo) y acepte el regalo de la vida para comprender su error.

Armand vuelve con su familia y Gabriel cierra la película replanteándose su existencia inmerso en la melancolía.

Esta película es una joya, la coja por donde la coja.

Me enamoró cuando la vi por primera vez y no he dejado de darle vueltas hasta que la he visto por segunda vez y me he decidido a comentarla. No pongo ni un pero a toda la película y, sobre todo, me gustará destacar dos aspectos: los bodegones y escenas costumbristas que hacen que esta película discurra con armonía, junto con los vestuarios, los peinados y los maquillajes y, lo que me parece más alucinante de toda la película, su fotografía, una de las mejores que he visto más teniendo en cuenta que la ópera prima de Ridley Scott.

Me gusta también el tratamiento de las diferentes disciplinas (espada, sable, caballo, pistolas…) del arte de la guerra, el tratamiento del imperio francés y el espíritu, que sin llegar a se «de capa y espada» (y desenfadado, como La princesa prometida) sí es más serio que el Cyrano de Bergerac de Rostand, aunque menos sangriento que el descarnado Alatriste.

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