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Deliverance (Defensa)

Tabla de contenidos

Ficha técnica
Título original: Deliverance
Título: Defensa
Director: John Boorman
Nacionalidad: U.S.A.
Año: 1972
Distribuidora: Warner Bros.
Duración: 110’
Guión: Michael James Dickey, John Boorman (Novela: Deliverance – James Dickey)
Fotografía: Vilmos Zsigmond
Música: Fred Karlin
Ficha artística
Burt Reynolds (Lewis Medlock)
Jon Voight (Ed Gentry)
Ned Beatty (Bobby)
Ronny Cox (Drew Ballinger)
James Dickey (Sheriff)
Billy Redden (Niño autista)

Esta película la comentaré a fondo. Si no la has visto (no sé a qué estás esperando porque es una obra de arte) te recomiendo que la veas primero y leas esto después porque te la arruinaría. Tendré que despiezarla y comentarla a fondo para que se entienda mi adjetivación y para que comprendáis la espiral de adrenalina en la que me iré sumergiendo conforme avance con ella.

Georgia. Cuatro amigos, dos canoas y un río interminable, navegable (profundo y caudaloso) atestado de truchas inmerso en un bosque infinito. Propósito: descender el río en canoa, sin prisa alguna, haciendo los altos necesarios para gozar con la naturaleza y pescar a golpe de arco las truchas necesarias para comer. Altos por el camino para nadar, encender una fogata, comer y dormir al raso entre los árboles bajo las estrellas.

No puedes planear unas vacaciones mejores.

Pero no siempre logras que las cosas salgan según las planeas.

Empezaré por el principio (suele ser aconsejable).

Los cuatro amigos: Lewis es un amante de la naturaleza. Su pasión por el bosque, los ríos y la supervivencia han hecho de él un verdadero experto capaz de superar cualquier obstáculo natural midiéndose con la naturaleza, mirándola a los ojos sin dar un paso atrás. Ed también tiene experiencia en el campo. No tanta como Lewis pero disfruta y tiene recursos para sobrevivir y disfrutar en el monte. Bobby y Drew son novatos. Urbanitas por naturaleza, los sacas de la ciudad y se convierten en inútiles. Las truchas son para ellos esas cosas brillantes en la pescadería, con espinas…

Hasta aquí podríamos encontrarnos ante algo parecido a El río de la vida, en el que los protagonistas viven en torno al río y las truchas (por cierto, esta es mi receta favorita para cocinar una trucha).

Pero las verdaderas espinas de esta película se nos atragantarán un poco más adelante… Todavía estamos en el principio.

Los cuatro amigos parten hacia el bosque. Quieren aprovechar la última temporada estival antes de que la construcción de una presa anegue todo el cauce del río y la zona cambie para siempre.

Como aperitivo al resto de la película Boorman (Excalibur) nos deleitará con una de las escenas clásicas de la historia del cine: el “Duelo de banjos” (Dweling banjos) en una gasolinera entrados ya en la zona rural de la América profunda.

Antes del duelo matizaré lo de “la América profunda” porque es clave para entender la evolución de los personajes y de la propia película.

Ya he mencionado el carácter “urbanita” de los protagonistas. De los cuatro, pese al gusto por la naturaleza de dos de ellos. Esta característica hará que se encuentren fuera de su ambiente, de su entorno, incluso el propio Lewis, quien sí comprende el campo pero como aventurero, no como “nativo del lugar”.

Cuando llegan a la gasolinera se entremezclan con los lugareños, cuya caracterización descarnada se ganó la crítica de ambientes rurales americanos. Cuatro empresarios de ciudad sumergidos en un ambiente hostil por desconocido. Las personas resultan grotescas embebidas como están en su desconocimiento del orden social. Personas asilvestradas que tienen los valores trastocados. Esto fue lo que cosechó la crítica despectiva hacia esta película. Ahora bien… Yo he vivido en el Midwest americano, en los alrededores de la ciudad de Minneapolis y solía pasar muchos fines de semana en la naturaleza, acampando, haciendo vivac, recorriendo millas y millas con una moto de tres ruedas y creedme: los personajes que aparecen en la película existen. Pese a quien pese.

Ese entremezclarse hará que oteemos los contrastes entre los unos y los otros, hasta que alcanzamos la escena del duelo musical. Una joya en si misma. Un niño autista tocando su banjo que acepta el reto (tácito) de Drew, guitarra en mano, y nos deja boquiabiertos a todos, a los cuatro urbanitas y a los espectadores por igual.

Un prodigio de dedos subiendo y bajando por las cuerdas del banjo, una risa desmesurada y la ovación de todos los presentes que asisten ojipláticos al concierto improvisado de un muchacho que se abre a Drew hasta el momento mismo en que éste quiere darle la mano felicitándolo por cómo toca el banjo y recibe un desaire del muchacho que borra la sonrisa de su rostro y le retira la mirada.

Un toque dulce rematado con la aspereza del desconcierto que Drew se toma a bien, pagan la gasolina y ponen rumbo al río.

Las escenas en la naturaleza harán las delicias de los espectadores (cuanto más te guste salir de acampada o a hacer vivac más te gustará esta parte de la película). En concreto, mi parte favorita será cuando veamos a los cuatro amigos dejándose llevar por el río, dos en cada canoa (no puedo evitar recordar las escena de La Comunidad del Anillo en el Anduin) con una fotografía ideal, en la que Boorman nos demuestra cómo puede plasmar la naturaleza en su inmensidad (cosa que ya hizo cuando dirigió Excalibur). Este dejarse llevar y, sobre todo, la pesca de truchas con arco y flecha hacen que la sangre se ponga en ebullición dentro de mi cuerpo, deseando trasladarme como quinto miembro de la partida de amigos aventureros.

Hago inciso para mencionar a Burt Reynolds (Lewis) interpretando el papel de su vida dislocando a los espectadores porque, quien mas y quien menos lo recuerda como el eterno gamberro de las pantallas que acostumbraba a arrancarnos sonrisas. Como “pero” en su trayectoria, deciros que rechazó interpretar a Han Solo en La guerra delas galaxias… craso error.

Y al caer la noche…

La película comienza su mutación.

Hasta aquí todo es paz, gloria y armonía. Con el río como metáfora de la transición que viviremos a continuación para meternos en lo que está por llegar.

Entramos en la verdadera película.

Uno de ellos tiene que darse un paseo alrededor del sitio donde acampan porque ha escuchado un ruido que le ha hecho ponerse en guardia.

Cae la noche profunda. Las estrellas infestan el cielo y los cuatro amigos duermen como angelitos.

Al día siguiente siguen el descenso en canoa y se suceden los rápidos, las cervezas en zonas tranquilas, algunas truchas ensartadas en flechas y las dos canoas se separan.

Los dos novatos se han adelantado sin pretenderlo y deciden hacer tiempo esperando a Lewis y Drew.

Ed y Bobby se bajan de la canoa y al cabo de un rato se topan con dos lugareños. Del tipo “desdeñable” que Bobby desprecia en estos tipos salvajes. Eso sí… todo con el mayor de los respetos pues uno de ellos empuña una escopeta.

Giro drástico a la película y todo aquel que se enfrente a ella, como me sucedió a mí, desde el desconocimiento de la trama, y que para colmo estuviera disfrutando con la escapada salvaje de los amigos recibirá una de las mayores bofetadas que el cine te pueda asestar.

Los hechos se precipitan y los lugareños, más brutos de lo que cabe esperar, terminan atando a Ed a un árbol y sometiendo a la mayor de las vejaciones al gordito Bobby: le obligan a desnudarse, arrodillarse y simular que es un cerdo haciendo “oink”. Cuando estamos a punto de derrumbarnos sufriendo en nuestras carnes la vejación de Bobby, uno de los paisanos se encarama encima de él, le retira la ropa interior y lo sodomiza violándolo con una brutalidad que nos revolverá el estómago en frente de la pantalla.

El otro paisano obliga a Ed, a punta de escopeta a presenciar la violación. Todo nos hace pensar que él será el siguiente.

Si esta violación masculina (el cine nos traerá otras en años sucesivos, de entre las cuales destacaré la de American History X, película que merece un fancine a la vuelta del verano) nos ha desgarrado a todos, todavía nos precipitaremos más hacia el abismo de lo insondable en el ser humano cuando comprendamos que Deliverance no es una comedia. Que no es, tampoco, una historia afable de cuatro amigos que se van de acampada…

Deliverance es sed de venganza. Es supervivencia. Es persecución. Es violación, sangre y muerte. Es huir de la Justicia por miedo a su parcialidad. Es la corrupción del hombre y la falta de respeto por sus congéneres.

Todo esto lo entenderemos cuando uno de los lugareños caiga atravesado por una flecha disparada por Lewis.

Es el punto de no retorno para la película y para el espectador.

Hasta aquí los amigos son ingenuos, están felices y comen truchas en vez de perdices. A partir de aquí, por si la violación no fuera suficiente, su fin de semana idílico se convierte en un baño de sangre.

Uno de los lugareños ha muerto y el otro ha huido.

Afloran por segundos los instintos más básicos del ser humano. Veremos cómo gestionan la situación unos y otros y cómo los cazados se convertirán en cazadores.

La solución lógica, la que nos dicta la conciencia, sería subirse a las canoas y regresar al pueblo para denunciar los hechos: violación y muerte del violador en legítima defensa.

Pero surgen las dudas.

¿Cómo denunciar al sheriff del condado la violación de un amigo a manos de un vecino de éste? Sobre todo quedando clara la naturaleza de los vecinos. ¿Cómo someterse a la Justicia “parcial” de un juez que tendrá que juzgar a un amigo y vecino, pasando por alto la muerte de otro?

Estas dudas surgen en menos de dos minutos y en menos de tres tendrán que tener respuesta.

Al final, los amigos deciden que no se pueden poner en manos del sheriff. Comprenden que sería entramparse y meterse en un lío más gordo todavía por el asesinato del violador. Y además, Bobby sigue dolido en su fuero más interno, clama venganza y le abochorna pensar que su violación se haga pública. Hay que hundir este recuerdo con el resto de las pruebas en lo más hondo del bosque.

La solución se la brinda la misma naturaleza. Optan por enterrar el cadáver a sabiendas de que la zona quedará cubierta por el agua de la presa y con el agua se sellarán y pudrirán todas las pruebas.

Esta decisión acarrea la persecución del segundo asaltante, testigo y peligro potencial porque sigue armado y en su terreno.

El drama hará que entren de nuevo en los rápidos y lleguen incluso a perder el control sobre las canoas. En un momento dado Drew cae al agua y se lo lleva la corriente.

Quedan tres amigos y un cuarto en paradero desconocido.

Volveremos a ver otro enfrentamiento entre urbanitas y lugareños. Una escena en la que arco y fusil se medirán y en la que caerá muerto otro paisano y Ed resultará herido por una de sus propias flechas atravesada en un costado.

El líder nato, Lewis, se rompe una pierna y queda inutilizado. Por eso Ed tomará las riendas y en el descenso del río encuentran el cadáver de Drew. Hundirán los dos cadáveres en el río (el del segundo “local” y el del amigo) y volverán al pueblo para hospitalizar a Lewis.

El final, sobre todo en cuanto a Lewis, es incierto pues lo dejan en el pueblo. Ed y Bobby se despiden y ponen rumbo a la ciudad con la única intención de hacer borrón y cuenta nueva a sabiendas de que seguramente su amistad, si llegara a sobrevivir a este fin de semana, nunca volverá a ser la misma.

El cine de los años 70 nos brindará películas como esta (Perros de paja…). La guerra de Vietnam avanza hacia el caos y significa el terror del totalitarismo comunista acechando a la vuelta de la esquina. Los americanos no solo están a punto de perder esta guerra: su población está crispada, hay desorden en las calles con espías infiltrados que lanzan a las masas en contra del gobierno, la amenaza de la tercera guerra mundial está latente en cada acto de la sociedad y todo esto lo canaliza el cine independiente hacia películas como esta en la que el ser humano es radiografiado y nos muestran sus miserias. Las nuestras.

Esta película, como tantas otras, es una metáfora de la corrupción moral del hombre. De cómo el ser civilizado y occidental, democrático y acomodado está rodeado de salvajes (sean fundamentalistas o extremistas políticos…) y se adentra en una selva que le arranca lo peor que llevamos dentro como especie. Este párrafo serviría por igual para Apocalypse Now, y a nadie le llamaría la atención. O para Easy Rider (1969)… hay tantos ejemplos…

Una película de ultraviolencia con cargas psicológicas no aptas para todos los estómagos. Empezarás a verla con gusto y te borrará la sonrisa de la cara a zarpazos de realismo.

A modo de curiosidad, y como cameo, deciros que James Dickey, el autor de la novela en la que está basada Deliverance, ayudó a retocar la adaptación del guión e interpreta al sheriff.

Si has llegado hasta aquí te dejo un pequeño premio: el «Duelo de banjos» (entre banjo y guitarra)

Y de paso, contaros una anécdota breve en torno a esta canción.

La descubrí escuchando Polvo de estrellas en Radio Voz, hace muuuchos años, cuando lo presentaba Carlos Pumares, de madrugada. Allí la escuché en uno de sus especiales sobre bandas sonoras y creedme si os digo que según la escuchaba aquella noche, aquella madrugada, me vino a la cabeza una fogata en una película del oeste, y hasta que vi Deliverance pensé, siempre, que esta melodía tenía lugar en una peli de vaqueros.

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