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Cuando todo está perdido

Tabla de contenidos

Ficha técnica

  • Título: Cuando todo está perdido
  • Título original: All is lost
  • Director: JC Chandor
  • Nacionalidad: USA
  • Año: 2013
  • Productor: Justin Nappi, Teddy Schwarzman, Neal Dobson, Anna Gerb
  • Productora: Before the Door Pictures, Washington Square Films
  • Distribuidora: Lionsgate, FilmNatino Entertainment
  • Duración: 105’
  • Guión: JC Chandor
  • Fotografía: Frank G. DeMarco
  • Música: Alex Ebert
  • Montaje: Pete Beaudreau

 

Ficha artística

  • Robert Redford – Navegante anónimo

 

Soltar amarras y hacerse a la mar.Levar anclas, zarpar y difuminarse en un horizonte sin fin sin más compañía que tu sombra.La mar está hecha para los valientes.


Un superpetrolero cargado de combustible hasta las trancas y rebosando tripulación se convierte en un puntito diminuto en la mar océana. Semanas enteras surcando mares, siguiendo corrientes y conjugando personalidades: crisol de culturas encerradas en un cascarón flotante que se bate por igual con calma chicha y tempestad (nada que no os haya contado en la entrada dedicada a Herman Melville con Moby Dick).Esto en un superpetrolero.

Pero los hay todavía más valientes…Los que se suben a una cáscara de nuez y zarpan en solitario.

La mar… frontera natural: autopista virtual. Ha separado mundos para reunirlos después, siempre bajo el mismo rasgo: pundonor del ser humano.Hemos surcado sus aguas para alcanzar riquezas: especias, sedas, minerales e incluso mano de obra barata… Pero muy recientemente, surgidos de los primeros aventureros y por gracia de la aparición del Ocio fruto del capitalismo y la recompensa al esfuerzo personal/profesional a lo largo de tu vida ha surgido esta especie de aventurero que no surca el mar por aventura sino como modo de vida.

Nómadas de finales del S.XX y principios del XXI. Huyendo de la vida en unos casos y gozándola en otros. Nos encontramos con personas que hacen de un velero su hogar y no comprenden la vida de otro modo que sea en la mar.Así empieza la película.Un lobo de mar solitario, entrado en años que gobierna su barco, el Virginia Jean, su sueño vital y su hogar itinerante… y se lanza a la mar.

Me he permitido hacer esta entrada para dar a conocer el aguerrido mundo de los navegantes (que no marineros).Es la aventura vital del protagonista. Su reto vital, su lucha vital.

En el género literario de Literatura de viajes existe la convicción de que todo viaje espontáneo (no tanto por trabajo) responde a una huída hacia delante con el objeto (algunas veces) de volver. Es romper con todo lo que te da tranquilidad y redefinir tu vida para otorgarle un sentido. O bien huir.

Huyes de lo que te rodea. Huyes de las responsabilidades, de las penas, los dolores, las frustraciones y de la impotencia. Pero sobre todo huyes de ti mismo para, y solo en el mejor de los casos, conocerte y reconocerte a ti mismo en la soledad que te proporciona adentrarte en lo desconocido. Todos tenemos algo en nuestro interior. Lo que sucede es que a veces pasamos de puntillas por nuestras propias vidas sin dejar que aflore.

Este bien podría ser el caso del protagonista de esta película. No solo se trata de uno de esos aventureros que mencionaba al principio: echarse a la mar en solitario es suficiente motivo para encomiar su valor. Será la aventura intrínseca la que diseccionará a nuestro hombre, a la sazón  Robert Redford en un alarde de interpretación haciendo de marinero “sin nombre”.

Ya tenemos la película: navegante solitario; velero; mares australes.

Hasta aquí: impone. A partir de aquí: descompone.

Ya en el primer cuarto (incluso quinto) de la película podemos casi palpar la soledad. Magistral interpretación y no menos magistral dirección que nos hace percibir con unas pocas pinceladas lo duro que es navegar en solitario. Sin nadie con quien hablar, sin nada que te distraiga excepto la propia distracción (peligro) de la rutina marítima.

Rutina, soledad, horizontes vastos sin civilización ni naturaleza a la vista, radio esporádica, fauna marina, sol, salitre, agua… y vuelta a empezar… rutina, soledad, horizontes vastos sin civilización ni naturaleza a la vista, radio esporádica, fauna marina, sol, salitre, agua… a esto te enfrentas navegando en solitario.

Rutina eso sí, frenética, porque navegar implica tener todos los sentidos funcionando, abarcar con la mirada todo lo bueno y lo malo del contexto, escuchar jarcias, cabos y la arquitectura de la nave, sentir en los pies las vibraciones del mar y los crujidos del casco… Rutina que hace que patrón y barco sean uno y que los dolores de la embarcación supuren por los poros del capitán que sabe interpretar, al instante, cada sonido, cada olor, cada percepción y cada vaivén.

En el mejor de los casos.

Pero si esta película nos hablara del mejor de los casos no tendríamos caso.
Hasta ahora parece que la rutina puede ser devastadora, que lo es. Pero a veces es lo mejor que puede haber. Y para explicarme me referiré a la dramática casuística que hace que nuestro protagonista abandone la suya.

Barquito en medio del Océano Índico. Rutina. Silencio, solo se escucha el chapoteo marino que llega hasta la cama del protagonista. De verdad… llega hasta su cama. Porque está entrando agua por una vía.

Empieza la cuenta atrás.

El capitán no tarda en localizar la vía, demasiado explícita por basta, que para colmo arrasa con la radio y buena parte del material de navegación al empaparse.

Antes de seguir con la vía permitirme referirme a un término clave y básico para una travesía marítima sea corta o larga, sea golondrina costera o travesía intercontinental: la economía de espacio.

Un barco como el velero de la película no tiene apenas espacio. Eso visto con los ojos de un hombre de tierra adentro. Los ojos de un navegante funcionan de un modo diferente pues extraen huecos vacíos donde el resto solo ve aire. Huecos que sirven para (y llego al término concreto) estibar. Estibar es el arte de exprimir cada centímetro cúbico de espacio para poder acumular objetos de valor: elementos para la navegación (mapas, sextante, compás…) alimentos (perecederos en primera línea para consumo inmediato y duraderos para alargarse en el tiempo en una travesía: fundamental… agua potable), Elementos de higiene (importante para la dignidad personal (y si no os recomiendo leer Si esto es un hombre de Primo Levi para ver cuán importante es el aseo personal para el oficial prusiano que comparte la mala experiencia de estar en un campo de concentración y cómo sobrevive gracias a su dignidad), medios de comunicación (fundamentalmente la radio), elementos de marinería (bichero, cabos…), y todo lo que se pueda acumular para un caso de emergencias (bote y chaleco salvavidas, bengalas, comida racionada, mapas para emergencias…).

Una locura, ¿verdad?Pues todo esto es, no necesario: imprescindible a la hora de zarpar.

Y todo tiene que estar oportunamente colocado en su sitio. Has de ser capaz de valerte sin la vista por dentro de la embarcación para alcanzar lo que buscas. Estibar… aprovechar hasta el último hueco con orden y concierto.

Para tenerlo estibado en el barco primero lo has de estibar en tu mente.

Y volvemos a la cruda realidad de la película. Esta rutina que despreciábamos hace unos párrafos se quebranta para mal. Y toda ruptura genera zozobra, y si estas en altamar, la zozobra no te debe velar la mirada.Nuestro capitán se desenvuelve con aplomo. Observa, estudia y remeda la embarcación que ha sido impactada por un contenedor caído de un buque de carga.La inmensidad de la mar océana y choca contra un contenedor. Si nos remontamos al Titanic comprenderemos que no es tan descabellado.

La cuenta atrás no se detiene. El tiempo que tardes en tapar la vía de agua será tiempo que tendrás que recuperar bombeando agua para achicarla y echarla fuera del barco. Vemos cómo nuestro hombre recurre a su experiencia de navegante para recopilar los materiales que necesita para remediar la situación demostrando nervios de acero.No se agita. No se pone nervioso. Ni siquiera cuando comprende que va agotando recursos y no logra su cometido.Y como todo lo malo es susceptible de empeorar… tormenta a la vista.Se prepara para el envite del mar mezclado con la tormenta. Lucha, se enfrenta a la naturaleza con desdén hacia su propia vida. Se enfrenta a ella, compite por sobrevivir, no da su brazo a torcer… hasta que pierde la batalla y pierde la embarcación.

Un apunte… perder la embarcación para un tipo con este perfil es perderlo todo. Sus recuerdos, su vida, sus sueños, sus anhelos y sus esfuerzos de toda una vida. Pero o la dejas irse a pique o te arrastra consigo y te hundes en el abismo.

Opta por vivir. Por intentarlo, al menos mientras tenga fuerzas.Empieza otra película. La descarnada y desgarradora. A la deriva. Recurriendo a la épica y a diversos kits de supervivencia que se nota no se han abierto desde el día en que se compraron y “estibaron”.

No puedo dejar de comparar esta parte de la película con otra quasi pareja, distante en la materia pero con algunos puntos en común: Náufrago, con Tom Hanks y su interpretación histriónica de un tipo desesperado. Aquí no. El silencio lo embarga todo. Un silencio preñado de sonidos: chapoteos, olitas, peces que saltan pero no se dejan atrapar, escualos inoportunos… silencio abrumador sin dejar de escuchar a la naturaleza… repercutiendo contra nuestros tímpanos hasta el punto de hacerlos pasar desapercibidos… rutina acústica…

La eterna lucha para comer… sin ser comido.

Me encanta cómo se las ingenia para «fabricar agua». Cosa conocida por todo Scout, pero que sorprende cuando se ve en la pantalla y creedme: funciona 😉

Un hombre metido en una tienda de campaña flotante perdido y reencontrado para volverse a perder en medio del Índico.

Robert Redford borda esta película, la interpreta con maestría y nos cautiva de principio a fin con su parsimonia, moral inquebrantable, dignidad y frialdad a la hora de aceptar lo que tiene que aceptar…Me podría haber ahorrado todo este texto resumiendo la película en una única palabra: EXCELENTE.

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