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Un lugar tranquilo

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Ficha técnica de Un lugar tranquilo

Título: Un lugar tranquilo
Título original: A quiet place
Director: John Krasinski
Nacionalidad: USA
Año: 2018
Producción: Michael Bay, Andrew Form y Bradley Fuller
Duración: 90’
Guion: John Krasinski, Bryan Woods y Scott Beck
Fotografía: Charlotte Bruus Christensen
Montaje: Christopher Tellefsen
Música: Marco Beltrami

Ficha artística

John Krasinski – Lee Abbott
Emily Blunt – Evelyn Abbott
Millicent Simmonds – Regan Abbott
Noah Jupe – Marcus Abbott
Cade Woodway – Beau Abbott
Javier Botet – Extraterrestre

Un lugar tranquilo lo tiene todo para pasar una velada comiendo palomitas

 
Arranco 2022 con una de esas pelis que me gusta comparar con una pizza, o con una hamburguesa. De esas grasientas que hacen que te quedes con las ganas de chuparte los dedos.
 
Del tipo La guerra del mañana, o quizás más The faculty. Puro entretenimiento.
 
Tiene todos los ingredientes, aunque os confieso que muchos de ellos parecen que los «han tomado prestados». No digo que no sea original, o que hayan imitado y/o plagiado otras. No voy por ahí, pero sí digo que en algunas escenas me ha evocado otras, sin que me produjera la irreparable sensación de sentirme engañado.
Al revés. Por raro que parezca, cuando me he descubierto pensando en Parque Jurásico no me ha sacado de la peli. Al contrario, la verdad es que me he reído y he disfrutado porque estaba viendo una peli cuyo final preveía, por descontado. No os creáis que voy de guay y que me había anticipado al desenlace de la peli. Todas este tipo de pelis, por lo general, terminan igual.
 
Lo importante de ellas no es la meta sino el camino que nos hace recorrer hasta ella. Sí importa que el remate sea bueno, por supuesto, pero es el trayecto, el desarrollo, la trama, lo que nos tiene que embaucar y entretener. Y esta, que ya os digo que (por muy predecible que sea) termina bien y por todo lo alto.

Todavía SIN spoilers

A partir de ahí, si os ha gustado lo leído y no la habéis visto, dejad de leer porque no quiero arruinaros la peli. Nadie la incluirá entre sus 5 favoritas, ni 50, pero si queréis pasar un rato agradable (pasando miedo) no seré yo quien lo arruine.
Esta es una peli postapocalíptica…
 
Lo vemos desde el primer minuto, con la presentación del pueblecito abandonado. No abandonado… devastado. No sabemos ni cómo ni por qué, pero no es buena señal ver un semáforo tirado en el suelo y las malas hierbas rompiendo el asfalto. Por no hablaros del «yuyu» que da entrar en el ultramarinos (acabo de sonar viejuno con lo de ultramarinos) y verlo todo tirado por el suelo, desvencijado y sólo con restos en las baldas. Algunas medicinas, juguetes y algo de comida. Pero nada de vida.
 
Nada de vida, salvo la familia Abbott.
 
No tenemos ni idea de qué pasa. Pero intuimos que pasa algo chungo.
 
Nada más entrar en la tienda lo vemos. Bueno, lo vemos con el semáforo, pero el comportamiento de los niños nos termina de alertar. Y por el cartel que hay en la entrada del mismo, que se me olvidaba, con mogollón de fotos de gente desaparecida. ¿Os acordáis de Jóvenes ocultos? Esos son los guiños que yo veo en esta.
 
Tras ver a los niños jugando y correteando descalzos por la tienda veremos el susto que se da la hermana mayor, y el padre que aparece por el fondo, cuando el niño pequeño está intentando alcanzar un juguete. Una reproducción del trasbordador espacial Challenger. El mismo que tenía yo (en póster) en mi habitación de Minnesotta tras visitar Cabo Cañaveral.
 
Os decía que intenta cogerlo, pero lo sustancial será que no logre agarrarlo, porque no llega, y se le caiga el juguete que no llega a estamparse con el suelo por los reflejos de la hermana (enseguida deducimos que es la hermana) que salta como un felino para cogerlo al vuelo.
 
Más curioso será cuando aparezca el padre en escena. La madre está buscando medicamentos. Se dirige al niño para retirarle el juguete de las manos y para decirle que no puede quedárselo. No porque no sea suyo, ni porque no lo hayan pagado porque vemos que no hay a quien pagar. Sino porque es es un juguete que hace ruido.
 
El padre retira el juguete de las manos del niño y lo deja en el mostrador sin descuidar las pilas, que las retira y deja el Challenger desmontado, se gira y se marcha.
 
La hermana se apiada del niño, recoge el Challenger y se lo regala. Sale por la puerta detrás del padre y el niño la sigue previo alto en el mostrador para recoger las pilas.
 
Los vemos andar por el bosque, en fila india. El niño cierra la comitiva. Craso error. Yendo dos adultos deberían haber encabezado y cerrado la comitiva. Uno marcando el rumbo y el ritmo y el otro protegiendo el flanco más vulnerable, el trasero. Cosas de Boy Scout, de mi paso por el Kimball 110.
 
Van caminando y los vemos, porque no los oímos, si cabe hasta felices: Padre, madre, hijo mediano, hija mayor y el pequeño el último. Despistado con su nuevo juguete que sí, habrá sacado de debajo del abrigo y, también, le ha puesto las pilas. Lo enciende y, jugando, lo activa.
 
La cara del padre es un poema. La de la hermana, que se siente culpable desde el mismo instante en que la nave espacial hace el primer ruidito, es como abrir un manual de «meteduras de pata» y ver su rostro ahí plasmado.
 
El padre tira el macuto, esprinta hasta el niño pero antes de que lo alcance una cosa rara pero más rápida que un relámpago se lo habrá llevado. Adiós muy buenas.

Vemos la vida cotidiana de la familia 

Los vemos asar la comida en un horno casero hecho en el suelo de la cocina. Juegan al Monopoly con fichas de lana. No hacen un ruido, se comunican con lenguaje de signos. La niña, Regan, lleva un audífono. Esto podría ser una falsa pista porque nos podría haber hecho pensar que la familia, al completo, son sordomudos.
 
El silencio… la dictadura del mutismo para no provocar ruidos será la pauta agobiante que diferencie esta peli de todas las demás. Es más, es por el silencio, por sus silencios, que me he decidido a comentarla porque es lo que más me ha impactado.
Pero entendemos que no es así viendo cómo y cuánto extreman las precauciones para no hacer el mínimo sonido. Ningún ruido.
 
También vemos al padre trabajar sin cesar. La madre se dedica por completo a la casa, pero lo curioso del padre son las cosas raras que hace. Se sube a lo alto de un silo de maíz y hace un fuego. Si esto en si mismo sería algo curioso, el carácter aparentemente cotidiano, lo hace más interesante.
Hace caminitos de arena blanca. Por todas partes. De la casa al silo. De la casa al pueblo. Por las zonas de recreo y por las que va a pescar. Lleva su mochila llena de arena y va marcando un sendero. Y va descalzo. Bueno, todos van descalzos. Entendemos que para no hacer ruido. Siembra de luces (parecen los farolillos de la Feria de abril) los alrededores de la casa… luego sabréis por qué.
 
La niña es todo determinación, como el padre. El niño es un poco flojete y se asusta hasta de su sombra. Por eso su padre se vuelca en él, para curtirlo. Pero al volcarse en el hijo da la espalda a la hija, que cada vez se encierra y se aísla más en su soledad y entra en una espiral de desesperación.

Ahora sí: SPOILERS

Como os decía. Regan se hunde en la desesperación porque piensa que el padre la culpa de la muerte del hermano pequeño. Y ante la duda, ya se culpa ella a si misma.
 
El padre no hace mucho para quitarle esta idea de la cabeza. Seguramente por que piense igual que ella y sí, la responsabilice. No puede expresarlo ni echárselo en cara porque es su hija, pero en el fondo, la culpe o no, ella sabe, la madre sabe, el padre sabe, su hermano sabe y nosotros sabemos que si el niño la pifió fue por culpa de la hermana.
 
Recordemos: el padre le quitó el juguete al niño y retiró las pilas. Ella contravino la decisión del padre y le devolvió el juguete al niño. Las pilas las cogió él solito. Y él solito se las puso y encendió el Challenger que parecía los coches de choque de una feria. Pero ella fue quien propició la situación.
 
Con su mejor intención. Por amor a su hermano. Para hacerle feliz y devolverle la sonrisa que su padre le había borrado cuando le quitó el juguete. Lo lamentará por el resto de sus días.
 
No podemos ni debemos castigarla por querer hacer feliz a su hermano. Al contrario. Pero sí es responsable de desobedecer lo que el padre había ordenado al niño. Y el padre, todos los padres, hacen o deberían hacer cosas que contrarían el capricho de los niños y esa contrariedad sirve para educarlos.
 
En la Tierra de esta peli han cambiado las reglas del juego. Han cambiado las prioridades. Nos parezca mentira, o no, la supervivencia es la meta de toda vida. Sobrevivir un día más, una semana más, un año y alejar la muerte todo cuanto uno pueda. Lo es hoy en día, aunque no nos demos cuenta de ello. No en occidente, cuyo sistema social y económico nos procura alimento y cobijo.
 
En otras zonas de nuestro planeta hay gente que las pasa canutas, gente que tiene que luchar para sobrevivir a diario. Y gente que vive en regímenes opresores que los aplasta como cucarachas.
 
En la Tierra de la peli todos viven al día. Buscando el modo de sobrevivir. No ya los países, cada familia vive en la plena autarquía. Esto es, como Juan Palomo, yo me lo guiso y yo me lo como. De ahí que salgan a pescar, que cultiven su maíz y que vivan y sobrevivan gracias a su propio esfuerzo.
 
La clave para conseguirlo es la adaptación.

Puro darwinismo: te adaptas o desapareces

Lo fue en el Paleolítico. Por eso llegamos a la Luna y en esta peli la evolución parece apuntar hacia una vida silenciosa porque sí…. Una especie alienígena ha llegado a nuestro planeta.
 
Son seres que no ven y entiendo que tampoco tienen olfato. Pero han desarrollado su oído hasta el punto de depender única y exclusivamente de él. Escuchan todo ruido a kilómetros a la redonda. Y cuando lo escuchan, atacan sin piedad a quien haya provocado el ruido. Sea humano o animal: haces ruido, estás muerto. Además en cuestión de segundos. Sólo estás protegido cuando te cubre una buena capa de hormigón, o de cemento o madera (esta menos porque es más porosa) o de agua salvaje, como vemos en la escena en la que el padre se lo explica al hijo pequeño para irle quitando los miedos.
El padre fue a esa pesca de maestro y volvió como alumno. El hijo le hace entender el peso emocional que arrastra su hermana y le echa en cara que sí, que responsabiliza a su hija de la muerte del pequeño. Y que si la quiere se lo diga, que la muestre afecto, que lo necesita.
 
A partir de aquí subidón de adrenalina porque en el camino de vuelta empezarán a pasar cosas. Tanto en el propio camino como en la casa, en la que la madre, por desgracia, no podrá reprimir un chillido y atraerá a uno de esos bichos al hogar familiar. Y la hija, mientras tanto, visitando la cruz que recuerda el sitio en el que murió su hermano.
Padre e hijo pondrán pies en polvorosa cuando vean la luz roja que rodea la casa. Es la señal de alarma. Estos son esos farolillos que mencioné antes. Le dan una atmósfera algo Stranger Things para mi gusto, y muy de mi gusto, por cierto.
 
Padre e hijo se separan. El patriarca acudirá para auxiliar a la madre y a su hija, pues él las hace juntas en la casa y manda al hijo a un «cohete». Si las luces rojas son la alarma, el cohete pretende ser el arma que los auxilie. Si se encienden las luces es porque un alien ha llegado a la casa y se lanzan los cohetes, al otro lado del maizal para generar ruido y captar la atención de los bichos. Un plan perfecto.
 
Pero del dicho al hecho hay un trecho. Nunca esperó quedar en manos de Marcus, quien obviamente no llegará. Se despistará del camino que tiene que seguir atravesando el maizal y, cosa previsible en él, huirá por medio del maíz. Quien haya andado dentro de un maizal sabrá lo duro que es el maíz, y áspero, y ruidoso si avanzas con determinación. Si vas corriendo presa del pánico con un bicho que tiene un oído que es toda la cabeza estás listo para papeles.
 
Será Regan quien encuentre a Marcus y se lo lleve, a salvo, al silo para hacer lo que hacía el padre: encender un fuego para ser visible. Para comunicar su presencia.
 
Regan es el mejor personaje de la peli. Es dura y fría como su padre. Persistente: nunca se rinde. Es inteligente y deductiva. Lleva su penitencia con total dignidad. La muerte del hermano le pesa en el alma y estruja su corazón a diario. Pero sigue adelante. Sigue fuerte y, llegado el momento, sabrá cómo luchar para proteger a su hermano. Ambos se protegerán, a decir verdad. Y se salvarán mutuamente.
 
Los bichos están a camino entre Audrey 2, de La tienda de los horrores y el demogorgon. Mola mucho pero creo que es inevitable acordarse del bicho de Stranger Things.

Ojo que destripo la peli del todo

La hija será quien descubra el punto débil de los extraterrestres, gracias a un acoplamiento de su audífono al estilo simbionte en Spider-Man 3. Y logrará recongraciarse con su padre, quien la dirá que la quiere y que siempre la quiso, cosa que la llenará de amor.
 
Los hijos se reunirán con la madre en el sótano, donde tenían prohibido entrar antes de todo esto. Regan verá que el padre trabajaba todo el tiempo en tres cosas: 1) Encontrar el punto débil de los bichos, 2) Intentar establecer una comunicación mediante radio con el exterior y 3) Reparar audífonos para que Regan no perdiera la audición por completo en caso de que perdiera o se le rompieran los que tenía. Esto la llena de amor al padre.
Un padre interpretado por John Krasinski, guionista y director de la peli. Creo que hace oro papelazo aunque si os parece angustiosa esta peli suya mejor ved 13 horas y sabréis que ya venía entrenado para enfrentarse a todo. La madre Evelyn está encarnada por Emily Blunt, presente en el fancine en otra peli pizza o peli hamburguesa como ésta: Al filo del mañana. También hace un papelón y ella cierra la peli con una escena que nos deja con el corazón en un puño y repletos de adrenalina.
 
Sí me ha gustado la peli. No es de las que te quitará el sueño ni de las que pasarán a la historia. Es una peli sencilla y sin pretensiones que cumple lo que promete: entretenerte. Y son tan pocas las pelis de hoy en día que lo hacen que por eso la he incluido en el fancine. Y lo mejor de todo es que hay Un lugar tranquilo 2 y está igual de bien que ésta.

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