Ficha técnica
- Título original: Match point
- Director: Woody Allen
- Año: 2005
- Nacionalidad: EE.UU.
- Producción: Letty Aronson, Gareth Wiley, Lucy Darwin
- Duración: 123 minutos
- Guión: Woody Allen
- Fotografía: Remi Adefarasin
- Montaje: Alisa Lepselter
- Diseño de producción: Jim Clay
- Vestuario: Jill Taylor
Ficha artística
- Jonathan Rhys Meyers (Chris Wilton)
- Scarlett Johanson (Nola Rice)
- Emily Mortimer (Chloe)
- Mathew Goode (Tom)
Woody Allen elige el tenis como metáfora de la vida
El “Match point”, o punto de partido se decide en milésimas de segundo, y esta decisión podría condicionar el resto de la vida de un profesional. Si la pelota entra en el campo contrario: la gloria: contratos multimillonarios y primeras páginas de los periódicos durante al menos una década, eso haría pensar al deportista que su vida está solucionada gracias a los contratos de publicidad y los suculentos dividendos amasados en apenas una década. Por el contrario, si la pelota no entra y después de dar en la red vuelve sobre tu campo: el segundo puesto, a veces detonante de carreras fracasadas.
Match point narra la vida de uno de esos tenistas, deportista de humilde cuna que saborea las mieles del éxito y la opulencia, pero que, por avatares del destino se retira del circuito internacional y decide tirar la toalla relegándose a un “marginal” tercero o cuarto plano dedicándose a dar clases de tenis. Esos sí, en los mejores clubes privados de Europa, pasando por Marbella y terminando en Londres, cuna de éste deporte y cuna de las grandes aristocracias contemporáneas.
Esta es la historia de Chris Wilton, nuestro tenista retirado que cae por cosas del destino en ese club de Londres, he dicho cae, aunque lo hace de pie, es decir, con suerte, y cae en gracia, pues conquista con su carisma de niño tímido a todos los que le rodean, hasta el punto de lograr entroncar con una de las casas y familias más ricas de todo el Reino Unido, pues rinde a sus pies a la hija y heredera de una de éstas familias, mediante la presentación por parte de su hermano, quien al recibir sus clases se siente atraído y complacido al recibir lecciones de un “casi” profesional.
Hasta aquí todo normal, de no ser porque Tom, el alumno, hermano de Chloe y amigo de Chris tiene una novia americana, de rompe y rasga, de familia y condición todavía más humildes que las del propio Chris, inadaptada por naturaleza, pero agresiva en el cuerpo a cuerpo y fuerte como una fiera que lo tiene enamorado. Y será cuando Chris y Nola se conozcan que empezará una historia a tres bandas (la tercera es Chloe, la hermana de Tom, enamorada del tenista).
Pero no son sólo los personajes y la trama. La fotografía, el guión, la ambientación de Match Point son todos ingredientes de una película redonda por perfecta que es. Podríamos estar hablando de una obra de arte dirigida por Woody Allen, un genio enrocado en si mismo que a fuerza de estar enamorado de su Nueva York se había impedido a sí mismo, a pesar de su cine “independiente”. Director idolatrado en Europa y reconocido, aunque sin exageraciones en los Estados Unidos.
Fue precisamente, según mi parecer, salir de Nueva York lo que ha hecho que Allen madure (si cabe un poquito más) y dé una vuelta de tuerca a la historia del cine (su cine) rindiendo a la crítica y al espectador a sus pies.
Los diálogos, las metáforas, la fotografía, el estilo, la clase, la elocuencia y el saber mirar a los personajes a sus ojos y una vez de frente, atravesar esos ojos y meterse de lleno en lo más profundo de sus conciencias, de sus mentes (frías y calientes) y sus corazones.
Esta película nos hará reflexionar sobre un tópico ya esgrimido y debatido desde siempre, tópico usado por el propio Maquiavelo al escribir El príncipe: me refiero al clásico debate sobre si el fin justifica los medios, o dicho en otras palabras, ¿vale cualquier cosa con tal de lograr lo que uno desea? Aunque suponga arriesgarte a perderlo todo. Incluso cuando de la nada logras convertirte en un alto directivo, por los favores de un suegro agradecido que quiere elevarte al estrellato en su propia empresa, como sucede con Chris… Chófer, crédito ilimitado, coche de empresa… De lo cual presume cuando se cruza con su antiguo amigo y compañero de los circuitos de tenis, quien no puede creer lo que ve con sus propios ojos.
Woody Allen retiene al espectador, se mantiene fiel a su peculiar estilo de hacer cine y si cabe lo mejora y potencia in extremis hasta dar como resultado difícilmente superable con MATCH POINT.
Una película de amor y odio, de lujo y miseria, de alegría y tristeza aderezadas con un toque de cine negro y una relación tórrida entre sus dos protagonistas que a más de uno hará sudar al ritmo de los lances amorosos de esta pareja desdichada.
Desdichada porque ambos vienen de la nada, ambos son afortunados porque la vida les brinda una oportunidad, pero sea el celo, la incapacidad para contenerse, el anhelo de lo prohibido o el morbo del secretismo, son incapaces de ser felices con lo que tienen.
Personajes tristes que arrastran sus almas en pena por un Londres que les ha abierto sus puertas y ellos insisten en no agradecer lo que les regala la vida y tirarlo todo por la ventana dejándose llevar por sus impulsos más «bajunos».
Woody Allen ha sido capaz de combinar una arquitectura elegante con la moral de los bajos fondos, una iluminación, sonido y fotografía espectaculares, que incitan a la alegría que se convierte en el escenario de un drama, cuando no tragedia por esa tristeza que mencionaba de unos personajes que se sienten todo el tiempo fuera de lugar.
Londres no es Paris, hasta ahí llegamos todos. La genialidad de Woody Allen radica pues en su capacidad para exprimir hasta el último haz de luz londinense, hasta el último matiz de color e iluminación para arrancarle un explendor inusitado a una urbe que siempre hemos visto plasmada en el cine sumida en la niebla y la penumbra.