Ficha técnica
- Título: Matar a un ruiseñor
- Título original: To kill a mockingbird
- Director: Robert Mulligan
- Año: 1962
- Nacionalidad: USA
- Producción: Universal
- Duración: 129’
- Guion: Horton Foote (Novela homónima de Harper Lee)
- Fotografía: Russel Harlan (ByN)
- Música: Elmer Bernstein
Ficha artística
- Gregory Peck (Attikus Finch)
- Mary Badham (Scout)
- Brock Peters (Jem)
- Robert Duvall (Boo Radley)
Premios: Oscar al Mejor Actor (Gregory Peck), Oscar al Mejor Guión Adaptado y Oscar a la Mejor Dirección Artística.
Attikus Finch, abogado y padre viudo de dos niños encarna el ideal de persona recta y comprometida con la sociedad con la que convive.
Nos encontramos en la América “sureña” y profunda en medio de la depresión de los años 30 del siglo pasado, contexto en el que nos enmarcará Robert Mulligan en tan solo unos minutos nada más empezar la película. Veremos cómo los integrantes de una reducida comunidad aislada de las grandes urbes tienen que recurrir al intercambio de bienes para saldar deudas económicas a las que de otro modo jamás podrían hacer frente.
Tratándose de la América “sureña”, a la depresión económica hay que sumarle, sin lugar a dudas, el factor racial, pues aquella era una sociedad profundamente racista en la que muchos juicios no se llevaban a término en función de las pruebas sino del color de la piel.
La película es lineal en el tiempo, es decir, no hay saltos al pasado ni al futuro, todo transcurre cronológicamente y nos guiará una voz femenina, de una narradora omnisciente (que cuando empieza a contar el suceso sabe cómo ha terminado aunque nunca lo desvela), la voz de Scout, la hija pequeña de Attikus, la rebelde de la familia y fuente inagotable de preguntas y dudas sobre la conducta de su padre.
Attikus, modelo de ciudadano civilizado, trabaja como abogado de la pequeña localidad. No dudará a la hora de defender a un negro acusado de violación aún a sabiendas de que le costará más de un disgusto, alguna amistad y batirse contra una pared irreductible. Pero aún así, su compromiso con la Justicia será tal, que nada impedirá que haga su trabajo y defienda al acusado contra viento y marea.
La injusticia racial, justicia tuerta, que no ciega, y un mundo de adultos injustos serán los tópicos en torno a los que se desarrolle una trama merecedora (y ganadora del Oscar al Mejor Guión Adaptado desarrollado a partir de la novela homónima que dos años antes de la grabación del largometraje ya había ganado el Premio Pullizer).
No serán pocas las películas que versan en la Justicia que comente en el blog, es decir, de cómo se ha reflejado la Justicia y en concreto los procesos judiciales en la gran pantalla. Predominarán aplastantemente los juicios enmarcados en el mundo anglosajón, es decir, Estado Unidos o el Reino Unido. Los motivos son bien sencillos, el protocolo judicial anglosajón, que incorpora al Jurado desde sus inicios da mucho juego en la pantalla al incorporar a un grupo de personas semejantes a los enjuiciados que se encargarán de enjuiciarlos.
Y aquí reside el morbo. Si te juzga un juez no queda otra que acatar su superioridad en la materia y su capacidad para discernir quién es culpable y quién inocente. El jurado está compuesta por vecinos de carne y hueso cuyos conocimientos legales no tienen que ser superiores a los de la media, y el debate intelectual que se establece entre los abogados y fiscales tiene como objeto ganarse la simpatía del jurado para decantar la balanza de la justicia hacia su lado.
Matar a un ruiseñor es un canto a la sociedad y a los valores que se supone tendrían que subyacer bajo sus cimientos.