Ficha técnica
Título: Lo que el viento se llevó
Título original: Gone with the wind
Director: Victor Fleming, George Cukor, Sam Wood, William Cameron, Reeves Eason
Año: 1939
Nacionalidad: USA
Producción: David O. Selznick
Duración: 224’
Guión: Sidney Howard, (Novela: Margaret Mitchell)
Fotografía: Ernest Haller
Montaje: Ernest Haller
Música: Max Steiner
Escenografía: Edwuard G. Boyle
Vestuario: Walter Plunkett
Ficha artística
Clark Gable (Rhett Butler)
Vivien Leigh (Scarlett O’Hara)
Leslie Howard (Ashley Wilkes)
Olivia de Havilland (Melania Hamilton)
Premios: Oscar a la Mejor Película, Mejor Director, Mejor Actriz, Mejor Actriz de reparto, Mejor Guión Adaptado, Mejor Dirección de Arte, Mejor Fotografía, Mejor Montaje. Premio en Memoria de Irving Thalberg y Oscar Honorífico.
“A Dios pongo por testigo, a Dios pongo por testigo de que no lograrán aplastarme. Viviré por encima de todo esto, y cuando haya terminado, nunca volveré a saber lo que es hambre, no, ni yo ni ninguno de los míos. Aunque tenga que estafar, que ser ladrona o asesinar. A Dios pongo por testigo de que jamás volveré a pasar hambre”.
Scarlett O’Hara, una muchacha acomodada que se ve inmersa en la guerra de secesión de los Estados Unidos, (en la que dos modelos de economía se enfrentaron a muerte), inmersa entre dos amores, el de toda su vida, y el de un apuesto comerciante que se enamora de ella.
Es una muestra de que el buen cine, el Cine con mayúsculas, no envejece. Una película que pude verse una y mil veces sin que resulte repetitiva y tan nueva y magnífica como en el año de su estreno, 1939, total no ha llovido, 70 años han pasado hasta hoy. En España estábamos a tiros mientras en Estados Unidos recreaban su propia guerra civil.
No hay subvención alguna que acredite un éxito como el de esta película. El buen cine se hace a base de ingenio, de esfuerzo, sacrificio, tiempo y dinero, claro está, pero para eso, hay que trabajar, y trabajar duro. Hay que saber buscar el dinero, y no en una ventanilla pública poniendo la gorra a costa del contribuyente, no. Sabiendo buscar apoyos, rascarse el bolsillo y apostar, que solo los que apuestan ganan, y tal es el caso de esta película.
Dos modelos económicos enfrentados, el agrícola y tradicional de los estados del Sur, tradicionales, ricos y conservadores, contra el industrial del Norte, expansivo y que supo usar con maestría el motivo “secundario” de la abolición de la esclavitud para ganarse la opinión internacional.
Que en los estados sureños había esclavitud, pues claro. Pero en los estados del norte, también. No se puede negar, pero no en los años de la guerra civil, sino casi hasta los años 80 del pasado siglo. Era una forma de entender la vida, el latifundio necesitaba abundante mano de obra, y barata, por añadidura. Y los sureños no habían inventado este tipo de economía, pues esclavos los ha habido siempre, desde que el hombre es hombre, el fuerte ha sometido al débil, en cualquiera de las culturas que han existido, salvo en el presente, (por no mencionar regímenes autoritarios de moda en nuestros días, u oxidadas maquinarias de bandera roja que siguen perpetuándose).
Pero el caso es que en la película se refleja el enfrentamiento entre estos dos estilos de vida, dos sentimientos dispares y dos maneras de vivir. No seré yo quien juzgue a una u otra, solo me agarro al sentimiento romántico del sudista que ve cómo se le impone desde fuera una política y una economía, cuando no una sociedad y luchará hasta la muerte por defender la suya, con menos medios y menos almas.
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La segunda lucha, la del corazón, es la que interpretará Scarlett O’Hara debatiéndose entre el amor al que siempre ha querido, con el nuevo y recién aparecido, Rhett Butler, como dijera al principio, un hombre que gusta de jugar fuerte, de principios, “sus principios” firmes, quien gusta de apostar, para ganar, siempre para ganar.
Los cinco directores que participaron en el rodaje, las mil cuatrocientas entrevistas que se hicieron para seleccionar a la actriz que interpretaría a Scarlett, las escenas del incendio de Atlanta, en las que lo que realmente arde es el decorado de King Kong, las dificultades para hacer llorar a Clark Gable delante de una pantalla, los diez Oscar, los premios que ganó en todo el orbe, su paso de puntillas por la censura española de nuestra postguerra, la gran apuesta económica que supuso al invertirse 50.000 dólares de la época, y los 400 millones que recaudó, sin duda son elementos, decenas de ellos que alimentan la leyenda de una de las películas más grandes que jamás se hayan filmado.
Si te gusta la Historia de los Estados Unidos, sobre todo en esta misma época y si eres amante del cine no puedes dejar de leer mi entrada sobre El nacimiento de una nación en el fancine.
Si te gusta la Historia de los Estados Unidos, sobre todo en esta misma época y si eres amante del cine no puedes dejar de leer mi entrada sobre El nacimiento de una nación en el fancine.