Director: Richard Attenborough
Año: 1987
Título original: Cry Freedom
Producción: Universal Pictures
Duración: 158’
Guión: John Briley (novela: Donald Woods)
Fotografía: Ronnie Taylor
Música: George Fenton
Ficha artística
Denzel Washington (Steve Biko)
Grita Libertad – Periodismo y Cine – el fancine – EPMMF – Manuel Martín Ferrand – CEU |
El Apartheid fue el resultado de la mezcla de dos tendencias europeas dentro y fuera del viejo continente. Por un lado el colonialismo, que para la segunda mitad del siglo XX estaba tocando a su fin, y por otro lado las políticas extremistas con una base ideológica más propias de la primera mitad de siglo y/o finales del XIX.
Esta película se enmarca dentro de los últimos estertores del Apartheid, cuando las revueltas populares se le escapaban de las manos al gobierno de Johannesburgo. Momento en que toma cuerpo el Movimiento de Conciencia Negro, dirigidos entre otros, por el activista Steve Biko, coprotagonista de esta película, y personaje real, quien luchara por la abolición del Apartheid y las diferentes leyes que creían abusivas, como la última y detonante de grandes revueltas, la imposición del Afrikáans como lengua única y obligatoria en Sudáfrica, sin respetar las diferentes procedencias étnicas y lingüísticas de las diferentes tribus africanas.
Biko fue detenido, torturado y murió sin que se condenara a sus torturadores.
La película narra su relación con Donald Woods, un periodista liberal que vivía acomodado y desinteresado, al margen del problema racial, pero que un buen día entrevistara a Biko y empezara a calar en él la idea de que el Apartheid no era un sistema justo. Luchó, defendió y se expuso hasta lo indecible para lograr la libertad de los negros y su derecho a votar, así como a gozar del resto de los privilegios hasta entonces reservados para los blancos.
En este sistema político primaría un concepto sobre todos los demás, la segregación racial, es decir, no permitir a los negros entrar a formar parte de la sociedad que durante la época colonial habían creado los colonos blancos. Blancos y holandeses, calvinistas y protestantes furibundos que entendían que los negros eran animales incapaces de integrarse en una sociedad civilizada. Los Boers, estos holandeses, se habían afincado en el cuerno de África, (y en menor medida, también los británicos), jugando con las leyes que ellos mismos redactaban y amoldándolas a sus necesidades según se les antojaba.
La llegada del Partido Nacionalista al poder, en coalición con el Partido Afrikáans, de un marcado carácter radical, liderado por un pastor protestante dio un vuelco a la sociedad sudafricana radicalizando las diferencias sociales en torno a conceptos puramente raciales. Los negros, trasladados a zonas especialmente habilitadas para ellos no podían pensar en la plena integración social puesto que su ejercicio cotidiano era el de la supervivencia.
Dentro de las revueltas y protestas ciudadanas, contadas con cuentagotas al principio, y masivas al final, hicieron que surgieran líderes políticos de entre la masa, con preparación académica consentida por los blancos, que apiñaron a los suyos en torno a ideas revolucionarias a ojos del Apartheid. Un sistema policial y estricto, que no consentía las revueltas populares. Es decir, un sistema más propio de la Alemania hitleriana o la Unión Soviética de Stalin. En la propia historia de Sudáfrica volverían a sostener un pulso estas dos ideologías opuestas en la teoría, pero cercanas en cuanto a los medios. La URSS y Cuba fomentaron las incursiones del SWAPO, originalmente un partido político de Namibia, pero que por el influjo comunista terminó siendo una banda terrorista, cosa que chocó frontalmente con la ideológicamente opuesta, Sudáfrica generando enfrentamientos militares que terminarían dando lugar a la guerra de Angola.
Los años 80 supusieron grandes cambios en Sudáfrica, se eliminaron las barreras raciales y otorgaron los mismos derechos al 80% de la población, es decir, se reintegró a los negros en la sociedad.
Las primeras expresiones en este sentido venían de los años 60, con Nelson Mandela al frente, y en algunos casos, estaban igualmente salpicadas por matices racistas y violentos, esta vez en contra de la población minoritaria blanca. No obstante, el propio Mandela daría con sus huesos en la cárcel, momento a partir del cual, Sudáfrica recibiría presiones y constantes sanciones por parte la ONU.