El último duelo me ha gustado al volverla a ver. La primera vez que la vi, ni fu, ni fa. Pero la volví a ver hace un par de semanas y, entonces sí, me cautivó. Me la he vuelto a poner, ahora, y van tres veces esta semana porque, desde que la revisé, supe que terminaría comentándola.
Es curioso pero, en su día, vi en una misma noche esta peli y El rey, de David Michod y protagonizada por Timothée Chamalet, de 2019 (El último duelo es de 2021). Entonces la primera ya os lo he dicho, me dejó frío, y la segunda me pareció más interesante, por aquello de aportar cierta dosis de realismo a una adaptación de Enrique IV y Enrique V de Shakespeare. Vistas de nuevo, las dos, creo que esta peli deja muy pequeña la adaptación del Guillermo inglés.
La Europa feudal
Quien haya leído Los pilares de la tierra verá reflejada en esta pantalla esa etapa pretérita de la Europa feudal. Por la estructura social, por la ambientación fabulosa y, sobre todo, cuando vemos una panorámica de Paris (un pelín descontextualizada en el tiempo) con Nuestra Señora de Notre Dame en construcción.
Las catedrales, como expresión física del cristianismo son esos pilares que forjaron una identidad para todo un continente. Esos mismos pilares arden en nuestros días y son reducidos a cenizas porque los europeos modernos, sus dirigentes, reniegan de dicha identidad y nos venden al enemigo ancestral, que firme en sus convicciones no duda en quemar lo sagrado.
No he podido evitar divagar, pero no estaba de más para que veáis cuán interconectada está la Historia y cómo en una peli vemos la construcción de una catedral que siglos después hemos visto arder, y con ella nuestra Sociedad, y nuestra Libertad.
Vuelvo al feudalismo. En Europa, que no en España, pues para que pueda darse el feudalismo hace falta un estancamiento social que perdure con el paso de los siglos.
Para que haya un señor feudal hacen falta vasallos y el primero se cobra los frutos del esfuerzo de los segundos mientras los segundos son protegidos por su señor. No son esclavos, pero como si lo fueran, pues todas las decisiones pasan por el visto bueno del señor. Incluso algunos matrimonios y licencias para mudarse de burgo o de villa, pues cada persona que va y/o viene altera el número de manos de obra disponibles.
La España cruzada
Eso no pasaba en España, y lo expliqué en El Cid, y hasta en Oro, creo recordar. Pero no está de más recordarlo, por si alguno de vosotros me lee por primera vez. Seré breve.
La Cruzada librada, durante ochocientos años, por los reinos españoles para expulsar a los moros y devolver la península a la cristiandad hizo imposible dicho feudalismo en la Península Ibérica. El constante subir y bajar, atacar y defenderse… y el rapto de cristianos, que eran enviados a África, como esclavos, hizo materialmente imposible que existiera tal vasallaje que necesitaba, como mínimo, una tierra y un pueblo que la trabajara. El feudalismo necesita estabilidad.
Como os decía, la cruzada empujaba a la población hacia el sur de la península, mientras que las rafias y las expansiones la empujaban hacia el norte, cuando no eran embarcados rumbo a África, como os decía. Eso mismo hizo que proliferara la ganadería, la cual hacía posible salir pitando, ora rumbo al sur, conquistando, ora rumbo al norte poniendo pies en polvorosa.
Por eso fueron pocos los nichos feudales en la España de la Reconquista, porque no hubo paz ni sosiego en los ochocientos años que duró la invasión.
División de poderes
Vuelvo a la peli. Que, en este caso, sería lo mismo que decir que retomo el asunto del feudalismo pues lo supura por todos sus poros. Como diría un castizo, el contexto de la peli se zambulle, de hoz y coz, en esa organización social que ya hemos nombrado como feudalismo.
La sociedad estaba profundamente jerarquizada y tenía dos cabezas visibles. Por un lado, el poder terrenal, cuyo máximo exponente era el rey de turno, que delegaba en la nobleza local. Este es el embrión del feudalismo, pues estos nobles velaban por la seguridad de los habitantes de su comarca. Por otro lado estaba el poder divino, en manos de la Iglesia, cuya cabeza estaba en Roma, en el Papa, y de ahí para abajo: cardenales, obispos y el clero en general.
Teniendo en mente el epicentro de cada poder podréis observar dos patrones diametralmente opuestos.
Hagamos dos mapas de influencia…
- Para que podáis visualizar lo que tengo en mente, pensad en un mapa de Europa. Sobre él, pensando en el poder terrenal, imaginad un punto amarillo de 4mm de grosor para localizar físicamente a un rey en la capital de su reino. Ahora imaginad un punto de 3mm para situar, en ese mismo mapa, a su nobleza. Otro punto de 2mm para todos sus mandos intermedios y, al final, un punto de 1mm para los sheriff (alguaciles, recaudadores de impuestos y comisarios locales, la más parecido a la autoridad última y local). Veréis, mejor dicho, visualizaréis un mapa concéntrico, y local, reducido a un pequeño espacio dentro de ese mapa europeo. Ese área rellena de puntos sería el área de influencia del poder terrenal en ese reino concreto
- Ahora pensad en el Papa, en Roma. Ahí colocamos el punto blanco de 4mm del poder divino. Y ampliamos el zoom, para visualizar toda Europa, y colocamos, por ejemplo, sus bisagras (me refiero literalmente, y semánticamente a sus cardenales), en sus respectivas diócesis, con puntitos de 3mm, a razón de uno por reino. Después, con puntitos de 2mm, sus obispos, y con 1mm el clero, en general: curas, monjas…
El resultado de ambos mapas superpuestos nos mostraría 1 punto blanco en Roma y tantos puntos blancos como representantes suyos a lo largo y ancho de Europa junto con tantos puntos blancos como reyes hubiera de tantos reinos como hubiera en el continente. Eso nos daría la posibilidad de comprender cuántos reyes había y todos apoyados/enfrentados a un mismo Papa. Y ahora sacad vosotros mismos las conclusiones.
Los intereses del Estado (terrenales) y de la Iglesia (divinos) estaban ligados, intrincados y, las más veces: enrevesados. Si bien la Iglesia ejercía una autoridad moral sobre una Sociedad profundamente religiosa, los intereses terrenales se entreveraban con los intereses divinos, pues las decisiones que se tomaban condicionaban sobremanera el devenir del vulgo y esto repercutía en los caudillos locales y de ahí para arriba, hasta el rey.
No os quepa la menor duda de que dicho conflicto de intereses terminaba decidiéndose de manera local estableciendo lazos entre los últimos representantes de cada uno de esos dos poderes: obispo/nobleza y se establecía un equilibrio delicado para intentar que cada cual no pisara la parcela de poder del otro y, aquí paz y después Gloria.
Este equilibrio aparece en la película, y será parcialmente el eje de su desarrollo, como veremos en el último tramo de la misma, cuando se promulgue el duelo que desencadena su título: El último duelo.
La Francia de El último duelo
Ya vamos entrando en materia de cine. No está de más esa contextualización histórica y social que sirve para explicar los hechos y el orden en que suceden. Sobre todo en una peli que, como luego veremos, viene fragmentada y desordenada, y tenemos que reconstruirla mentalmente uniendo unos episodios a otros. Hasta los habrá repetidos, pero con matices diferentes… todo esto lo explicaré más tarde, pero es algo que hacen del guion de El último duelo algo apasionante.
Francia está inmersa en la Guerra de los Cien años, cuyo nombre podría parecernos una exageración pero que, en realidad, duró ciento dieciséis años. De 1337 a 1453.
La peli se desarrolla en torno a 1370. Nuestro protagonista, Jean de Carrouges, participó en ella del 1369 al 1389. Eso al principio de la peli, puesto que a lo largo de su metraje iremos viendo distintas etapas del conflicto y la evolución de escudero a caballero del propio Jean.
Los Plantagenet vuelven a «el fancine«
Estamos ante una guerra esencialmente feudal, pues Francia trataba de recuperar el dominio, y la gestión, de territorios que se habían anexionado los ingleses por el ascenso al trono inglés del conde de Anjou, Enrique II Plantagenet, que se llevó consigo sus territorios franceses. No olvidemos que su mujer era Leonor de Aquitania, por lo que también estas posesiones pasarían a formar parte de la corona inglesa, pese a que ella siguió viviendo en Francia.
Ojo, esta no es la primera vez que os hablo de un Plantagenet en el fancine.
Lo hice para comentar al más representativo de todos, el hijo del propio Enrique II, Ricardo I o, mejor conocido como Ricardo corazón de león. A quien llamé «el rey francés» y, ahora, leyendo este comentario lo entenderéis mejor. Os expliqué su figura contextualizando a Robin Hood en podcast para Antena Historia y en Robin de los bosques en el fancine.
Porque sí, estamos en ese mismo período de tiempo. No dejéis de escuchar el podcast para comprender que la imagen idealizada de de Ricardo corazón de león es una falacia. Lo han edulcorado y romantizado al extremo: nadie habla de su antisemitismo y del asesinato masivo de judíos ingleses en su paso por Inglaterra. Efímero, pues no llegó a seis meses. Pero le sobró el tiempo para arrinconarlos en York y exterminarlos a todos. Pues bien, de estos polvos vendrán aquellos lodos, «pero esa es otra historia«, como diría Rudyard Kipling.
El concepto de «duelo«
Según la RAE, en su primera acepción (la que nos concierne), es un «combate o pelea entre dos, a consecuencia de un reto o desafío» y, también «un enfrentamiento entre dos personas o entre dos grupos«. Para esta peli nos quedamos con la primera definición, que se ajusta como un guante a la peli.
A lo largo de la historia se han estilado los duelos singulares entre personas que querían dirimir sus diferencias. Bien por amor, desamor, afrenta personal, calumnia, por un robo, un daño, una traición…
En el cine hemos visto duelos medievales, como el que enfrenta a Lanzarote y a Sir Gawain en Excalibur; he comentado duelos renacentistas, como el de Alatriste y Malatesta, en Alatriste, y Los tres mosqueteros; duelos a la francesa, como los napoleónicos en Los duelistas o El conde de Montecristo… Incluso dando un salto atrás en el tiempo, entre Aquiles y Héctor en Troya, que servía para que dos campeones decidieran una batalla en combate singular, para ahorrar las vidas de los soldados.
Sin embargo me falta nombrar al caballero que nunca, en toda su vida, perdió combate alguno, fuera singular o batallando a campo abierto. Es más, ese que os digo que falta es el único que sí existió y cuya vida fue tan grande que los juglares no tardaron en expandir su fama de guerrero y paladín de la cristiandad: El Cid.
En todos ellos, la Justicia se dirime por la sangre. Bien por primera sangre (el primero en herir al oponente, vence), bien a muerte, que no lo tengo que explicar.
Me centro en el medieval, olvidemos los demás. Y, para hacerlo, tomemos un par de parámetros como referencia. El contexto religioso, o no, es decir, la justicia Divina Vs la Justicia terrenal.
El duelo como juicio religioso
Todo queda sometido a la voluntad de Dios.
El contexto de los duelos me lleva hacer la reflexión de que, en aquella época, la justicia la determinaba uno de estos combates singulares, dando por sobreentendido que, siendo a muerte y, siendo Dios el más justo de los justos, el duelo sólo podía ganarlo quien tuviera razón. Es decir, Dios no podía bendecir la doble injusticia de permitir un agravio, o crimen y, después, permitir que el criminal saliera vitorioso.
Por eso este tipo de duelos, presidido por un noble, en el caso de la peli el mismo rey, tenía una ascendencia mística por la que la mano de Dios guiaría la mano del inocente para sesgar la vida al culpable. Al menos así lo creían y por eso se daba por justo el resultado, fuera cual fuera por lo que, ciñéndonos a la peli, el bueno gana porque ha matado al violador. Pero si la comparamos con Excalibur, en ese otro caso Lanzarote sale victorioso, y limpia el honor de Ginebra, cuando ella estaba borracha de lujuria deseando pecar con su paladín. Todavía no había consumado su pecado, pero no por falta de deseo.
Es decir… el juicio mediante duelo era una manera, como otra cualquiera, de ponerse de perfil para dejar que los dos litigantes se cosieran a espadazos y se diera por buena la versión del ganador, fuera cual fuera. Tremenda injusticia, dicho sea de paso, pues si en El último duelo se hubieran cambiado las tornas, la culpable última habría sido la dama quien, amén de ultrajada habría pagado con su vida porque, al denunciar al violador, si éste hubiera triunfado en el duelo, ella habría sido acusada de difamar a su violador. Tela, ¿verdad?
Del #MeToo a la Ley del Sí es Sí de Irene Montero
En la España del siglo XXI la mujer violada se tiene que resignar a ver cómo el Gobierno protege al violador.
Casi podríamos decir que, con la Ley del Sí es Sí, de Irene Montero y Pedro Sánchez, el violador resulta hasta premiado pues consigue reducciones de pena o, directamente, salir de la cárcel. Y se llaman «feministas«…
Por lo tanto no podemos, tristemente, decir que el paso de los siglos ha mejorado la situación de la mujer. Eso en cuanto a la una Ley española promulgada por un gobierno socialista y una ministra comunista. En el resto de Europa, y no tardará en pasar en España, la situación de la mujer empeora día a día por la implantación de leyes paralelas e importadas de sociedades en las que la mujer tiene el mismo valor, las mismas funciones y los mismos derechos que una lavadora.
Al final, si seguimos como vamos, con las leyes mencionadas, las sancionadas y las por sancionar (sancionar = ratificar, aprobar y/o autorizar) cuando haya mayorías suficientes que las aprueben… vemos que vamos de mal en peor en cuanto a la protección a la mujer. Muchos han calificado esta peli como «feminista«, o como traslación al cine del «#MeToo«. No pueden estar más equivocados. Si han leído lo que he escrito en este bloque lo comprenderán. Puede haber cierto tono de reivindicación femenina, para restaurar su honorabilidad y denunciar el crimen y al criminal. Existe, por suerte.
Pero, si rascas en la superficie, vemos que el juicio al que se somete a la víctima no dista demasiado del que padecen las víctimas de hoy en día. De haber triunfado el violador, a ella la habrían quemado viva, por difamadora. Al final, en nuestros días, como en aquellos, el ciudadano de a pie ganaría más pudiéndose defender personalmente sin tener que recurrir a un tribunal que, por defecto, favorece al agresor. Suena salvaje, que cada cual se tome la Justicia por su mano. Esto no sería necesario si tuviéramos políticos que primaran cuidar y proteger al inocente. No, lo que tenemos son políticos progresistas condescendientes con el agresor, sea terrorista, violador, atracador… Siempre culpan a la sociedad de su mal y buscan la reinserción del criminal y a la víctima que la den por saco.
El duelo desde el prisma mundano
No todos los duelos eran mortales. Ya lo dije antes, podían serlo, pero también podían ser a primera sangre, dando por vencido al primero en caer herido. La naturaleza del duelo evolucionó a la del torneo, en la que los duelos adquirieron un aspecto de competición más que de contienda legal.
De hecho, el concepto «duelo» nos ha acompañado durante siglos. Es verdad que en la época de la peli se habían ilegalizado los duelos. Y que este duelo fue una excepción a la norma. Pero no es menos verdad que, prohibidos, o no, los duelos siguieron produciéndose hasta bien entrado el siglo XIX. Unas veces de curso legal, otras de manera ilegal. Con padrinos casi siempre, representando a las dos facciones y para velar porque las conductas de los caballeros estuvieran a la altura de lo que su condición demandaba.
Se prohibieron y se volvieron a prohibir porque diezmaban la población. Y dentro de esa población, la nobleza se veía forzada a batirse, y a retarse, cada vez que una honra quedaba en entredicho. Y tanto derramamiento de sangre rompía toda planificación familiar y truncaba linajes.
Que un duelo civil (por llamarlo así) sumara sus voluntades al religioso no daba sino una pátina de legitimidad al enfrentamiento pues resultaría legalmente vinculante y se dejaba en las manos de Dios una sentencia que transmitiría a los duelistas agudizando la destreza de tal o cual.
El último duelo

Contextualizada la peli creo que ya va siendo hora de ponerme con ella. Y os advierto que toca hacer espóiler, así que seguid leyéndome bajo vuestra responsabilidad.
Ya anticipé, al principio, que fue en su segundo, y más en el tercer, visionado, cuando empezó a fascinarme y ahora, cada vez que al veo la disfruto de principio a fin.
La peli gira en torno a dos personajes principales y otros dos satélites.
El duelo interpretativo
Los principales son Jean de Carrouges y Jacques Le Gris. El primero lo interpreta Matt Damon y, al segundo, Adam Driver. Ambos están sensacionales en sus respectivos papeles. Bordando la perfección en cuanto a la interpretación.
De verdad, dan vida propia a sus personajes y constituyen un verdadero duelo interpretativo. Siento el juego de palabras, por simple, pero lo tenía a huevo y me sirve para rescatar otro aspecto (semántico) del concepto duelo.
Una perfección a la que se suman Ben Affleck y Jodie Comer. Cuatro actores que suman un póquer de ases con cuatro interpretaciones magistrales. Jodie Comer como Marguerite de Carrouges, esposa de Jean. Benn Afleck como el conde Pierre d’Alençon, el noble del que dependen ambos escuderos.
Y es que, pese a tener dos pasados dispares, ambos protagonistas Jean y Jacques se conocen y se hacen amigos pasando por la camaradería en primera instancia. Pues el campo de batalla une, y más lo hacía cuando las batallas se libraban cuerpo a cuerpo. En la peli vemos un par de estas batallas y vemos que, ambos dos, deben sus respectivas vidas el uno al otro. Y eso hermana.
Jean de Carrouges es el hijo del capitán del conde
Lleva media vida entregado a servir a su padre para sucederle en el cargo y pasar a servir al conde. Y, mientras tanto, se faja en el campo de batalla para acumular méritos que le hagan valedor y merecedor del cargo de capitán. Desde el principio de la peli vemos que es un tipo impulsivo en el fragor de la batalla. Le gusta pelear y siempre lidera los ataques para dar ejemplo a sus soldados.
La escena que más me gusta suya es cuando le veamos combatir en Escocia. Vemos cómo está rodeado por soldados franceses y escoceses y, de pronto, cae sobre ellos una lluvia de flechas. En la peli no lo dicen, pero se da por supuesto que serán los arqueros galeses del ejército inglés, conocidos por su destreza disparando con arcos largos. Los escoceses huyen, los franceses se parapetan y Jean de Carrouges no concibe que teman a las flechas, cuando él mismo está recibiendo sus impactos, y se gira y carga sólo contra el enemigo.
Es un tipo recto, que se viste por lo pies. Mide cada acción en su vida siguiendo el código de caballería. Esto no se menciona tampoco pero se sobreentiende viendo sus gestos, su postura, su apostura y su manera de razonar. Sirve a su señor y, por encima de éste, solo sirve a su rey y al mismo Dios.
Su moral de guerrero primero y, con los años, de caballero, condicionan todos sus actos. Se rigen por un código inflexible que no es otro que el del honor, y esto le resta carisma porque no sabe actuar fuera de los márgenes que dicho código le impone. Por eso es más feliz batallando en Francia, en Escocia y en Jerusalén que metido en casa o relacionándose con colegas en castillos y palacios.
Sin embargo, bien le habría venido haber cultivado un poco las artes de relacionarse con los demás, pues falta le hará en el tramo de su vida que nos narra la película. Es el tipo de persona que nunca consigue las cosas al primer intento. A veces ni llega a conseguirlas. Acostumbra a tener que pelear por cada cosa que quiere comprendiendo que ni así tiene la garantía de conseguirlas. Y sobre las que tiene derechos, los pierde por voluntades superiores que condicionan su suerte, para mal.
Jacques Le Gris: de seminarista a capitán
Jacque es un tipo cultivado, a diferencia de Jean, que no sabe ni leer.
Se formó intelectualmente porque iba a ingresar y engrosar el clero pero no tardó en descubrir que no estaba hecho para el celibato ni para privarse de todos los placeres terrenales de los que se tendría que haber privado si se hubiera enclaustrado.
Esa formación deslumbra al conde, que no se espera que uno de sus escuderos esté formado en latín y hable idiomas, y sepa llevar las cuentas… Pero, y sobre todo, le deslumbra su manera de actuar con las mujeres. Es un sinvergüenza de tomo y lomo que las usa y las desprecia y las abusa sin mostrar el mínimo pudor. Tiene un carácter arrollador y se mete al conde en el bolsillo y se convierte en su compañero de correrías y de golferías.
Es un arribista. Un trepa. No tiene las agallas en combate que sí tiene su amigo. Es conservador en el campo de batalla, manteniéndose en segunda fila y dejando que Jean se quien rompa las líneas enemigas. Eso sí, tampoco dudará en acudir en su auxilio cuando vea que le necesita. No estoy diciendo que sea un cobarde, no. Sólo digo que es conservador y especulador en el campo de batalla.
Sin embargo, cuando se convierte en el recaudador de impuestos del conde sacará a relucir su faceta cruel y despiadada. Por partes: el recaudador sería la figura inglesa del Sheriff, como expliqué en Robin Hood. Lo de cruel lo digo porque no duda en extorsionar, torturar y apalizar a los jefes intermedios, entre los que está el propio Jean, en calidad de señor de uno de los terrenos más grandes del lugar.
El típico sátrapa y vividor que le viene la vida regalada y consigue sin esfuerzo lo que otros no alcanza pese al sacrificio. Deja que su amigo se hunda y, pudiendo echarle una mano se pone de lado y prefiere ignorar su sufrimiento. Su vida es tranquila y relajada, llena de placeres y, encima, se atreve a restregar por la cara sus vicios y sus beneficios a su amigo, y se mofa del deterioro físico que sufre su amigo por los achaques, los combates y el agotamiento de tener que batallar en mil batallas solo para reunir el dinero suficiente para salir a flote un año mas. Y el otro viviendo en una vivienda que, por Ley, no sólo no le corresponde sino que, además debería ser ilegal que llegara a ella mediante artimañas burocráticas.
Jodie Corner y Ben Affleck
Jodie Corner borda el papel de hija y esposa y no desmerece, más bien realza la interpretación de Damon sin achantarse ante él y otorga tal dignidad a su personaje que Marguerite brilla con luz propia en toda la película.
Ben Affleck está sencillamente genial como el conde crápula que es. Lascivo y movido por sus instintos más que por el sentido común. De ahí su amistad con el arribista. Y de ahí que se deje embaucar y arrastrar por su escudero.
Esta es la segunda vez que Affleck y Damon cruzan sus plumas en un guion, esta vez con Nicole Holofcener. Ya lo hicieron en El indomable Will Hunting y la única pregunta que me suscita esta unión es ¿por qué no escriben más guiones juntos?
La capitanía
No niego que los sentimientos de Jacques fueran buenos, y verdaderos, hacia Jean. Es más, creo que entre los dos había una verdadera amistad.
Una amistad que se iría enfriando conforme Jean vaya perdiendo los favores del conde y estos recaigan todos sobre Jacques. No porque Jean tenga celo alguno de su amigo, sino porque su amigo es más listo, y emocionalmente inteligente, y se gana al conde haciéndole la pelota y dorándole la píldora.
El hecho de que Jacques se pase el día en la guerra, batallando y solo vuelva a su castillo en los intervalos de paz hacen que no pueda ejercer esas relaciones públicas que tan bien se le dan a su amigo. Jacques no pisa un campo de batalla. Se dedica en cuerpo y alma a gozar de la vida y en hacérsela gozar al conde, por lo que entre el mensaje tristón y protestón de Jean, (aunque siempre cargado de razón) y las hembras turgentes que Jacques le mete en su cama, es normal que se deslumbre con el segundo y le colme de favores.
Jean se casa con Marguerite porque ésta aporta una buena dote, entre la que destaca una finca fabulosa que el conde le arrebata al padre de la novia antes de hacer efectiva su entrega. Se la arrebata porque se ha endeudado. Pero lo peor no es que expropie ese terreno, lo peor es que se los regala a su nuevo capitán, a la sazón, Jacques Le Gris. Es decir, se lo quita a Jean, que no para de batallar para mayor gloria del conde, y del rey para dárselo a la sabandija que, hasta ese momento, vivía y parasitaba al conde.
No es lo mismo tener que pagar tu propiedad, con el sudor de tu frente a recibirla de regalo sin haberla ni merecido. Esa paz, esa solvencia y ese tiempo libre que implica vivir regalado es lo que lastra al pobre que sí paga sus propiedades religiosamente, tengo o no ingresos. Eso agría el carácter a cualquiera, sobre todo cuando el Jacques Le Gris de turno te restriega sus vanidades y sus vicios mientras el pobre Jean de Courrages tiene que pelear y volver a pelear para, a duras penas, mantener sus posesiones.
El hecho de que Jean se pase media vida, veinte años, esperando heredar la capitanía de su padre y que ésta pase del padre al amigo y le deje con cara de tonto también influye para ir abriendo cierta brecha en la amistad entre ambos.
La violación
Es el punto de no retorno.
Una cosa son los privilegios, las injusticias por comparación con su amigo afortunado. Pero el punto de no retorno es cuando Jacques aprovecha que su amigo Jean está en Escocia, batallando contra el inglés, para presentarse en el castillo de Jean y violar a su mujer Marguerite.
Cuando Jean vuelve de Escocia se entera del suceso. Cuando confirma que no es una invención, sino que Marguerite le está contando la verdad, decide echar toda la carne en el asador para hacer justicia. Justicia para su mujer, por haber sido mancillada, y justicia pasa sí mismo, pues mancillada ella Jacques deshonra a toda la familia.
Por todo esto Jean decide que si ha de haber denuncia y, en el mejor de los casos, ha de haber un juicio, dicho juicio no puede ir por la vía terrenal, pues su juez, el que instruyera la causa, sería el conde Pierre d’Alençon, por lo que se sabe perdido de antemano y, para huir de la mediación del mecenas del ahora enemigo, acude a la iglesia para pedir un juicio divino… para pedir el duelo que da nombre a la peli. Para sorpresa suya, y de todos, la iglesia da por buena la denuncia de violación y concede el derecho al duelo del demandante. Este duelo será el último que se conceda en la Historia de Francia, por lo menos de carácter religioso.
¿De quién depende la fiscalía?
La maniobra de Jean ha sido acertada. Ha puesto la vista del reino entero en Jacques, y en su mecenas, y ha desautorizado al noble que le está ninguneando una y otra vez. Pero sobre todo porque él tenía la certeza de que iba a ser un falso juicio y de que Pierre se habría pronunciado a favor de Jacques aunque éste hubiera confesado la violación.
Han presentado en su contra una terrible acusación. El capitán confiesa su adulterio. Primero ante el cura y después ante su señor que, casualidades de la vida, será quien oriente a Jacques Le Gris. También casualidad, será quien juzgue la causa y asegura, de antemano, que no pesará sobre el violador condena alguna. Esto ocurre cuando la libertad y la justicia, las leyes y su dictado dependen de una única persona que pasa de Señor a dictador y termina siendo un tirano.
De ahí la importancia de la separación de poderes. Porque el señor, en sociedad feudal que se precie no puede, o no debe, ostentar los poderes para nombrar jueces que le van a juzgar y prejuzgar él al mismo tiempo. Eso en época feudal, en la que los nobles, algunos, fingían respetar deberes y derechos de, y para con, la plebe.
Si saltamos de feudalismo a Democracia los poderes deben agudizar su distancia: Legislativo, Ejecutivo y Judicial. Y si el Ejecutivo osa emponzoñar con sus dedos enfangados en la esencia misma de la Justicia, y apartar la venda que ciega a la Justicia, y se jacta de ello, para colmo, y con soberbia, dejando claro que la fiscalía come de su mano, ahí se quebranta esa separación de poderes y el déspota se torna en tirano y campa a sus anchas.
Dicho esto, queda claro que no habrá juicio justo si comprendemos que el señor feudal, erigido en juez, es el amigo del violador, y enemigo del marido ofendido de la esposa ultrajada.
La petite mort
En castellano, la pequeña muerte. Hace referencia al orgasmo, a la ausencia de conciencia post orgasmo. A esa muerte que produce la plenitud de la satisfacción.
Pues bien… aunque nos parezca mentira en el siglo XXI, en el siglo XIV se creía que sólo podía concebir una mujer en el trance de esta pequeña muerte. Esto viene a colación con la película porque la mujer de Jean llevaba años intentando quedar preñada para dar un heredero a su marido, pero no lo conseguía.
Nunca sabremos si Jacques la preñó cuando la violó, no lo parece por los rasgos del futuro niño, pero dicho embarazo será uno de los argumentos que se esgrimirán durante el juicio, previo al duelo, para decir que si Marguerite ha concebido no podía haber habido violación porque en el acto consumado habría tenido un orgasmo, y si lo ha tenido, es porque estaba disfrutando. Es más, llegan a afirmar que una violación, por ciencia y por definición, no puede dejar preñada a una mujer por lo que si el niño que lleva en su vientre fuera de Jacques sería científicamente imposible que hubiera habido violación.
Argumentos ridículos y vergonzosos que, sin embargo, truncaron la vida de muchas mujeres.
Violación desde tres puntos de vista
Una cosa que me vuela la cabeza en esta peli es que veremos una peli y tres al mismo tiempo.
Ya sabemos que Hay dos amigos y uno acusa al otro de haber forzado, violado, a su esposa. Lo más original, y fantástico, de la peli, es que conforme avance el juicio, a partir del minuto 40 más o menos, iremos viendo toda la secuencia de los hechos interpretada desde el punto de vista de cada uno de los tres implicados.
Esto significa que la misma peli se rodó con tres guiones diferentes para darnos a conocer, no tanto a los personajes, sino sus maneras de entender a los demás, y a si mismos, de cada uno de ellos. Me parece un alarde de genialidad y una capacidad magistral para escribir tres guiones distintos. Pero, y sobre todo, un verdadero reto interpretativo pues cada personaje actua de manera diferente en función de si vemos la peli desde su punto de vista o desde el punto de vista de los otros dos protagonistas.
Esto hará que todos tengan claroscuros y ninguno sea perfecto ni imperfecto, salvo el violador, que podrá ser más suave o más violento, pero sigue siendo un hijo de p*** sea cual sea la versión de los hechos. Es más, me atrevo a decir que la peor de las versiones, en la que peor queda él como el despojo humano que es, es precisamente en su versión, visión e interpretación de los hechos.
Afirmo esto porque en la versión de la mujer violada, y en la de su marido, podría haber matices sutiles, pero en la del mismo Jacques hace un esfuerzo vomitivo para justificar sus actos. Llega incluso a corresponsabilizar a sus víctima haciéndola sentir culpable, diciendo «no lo hemos podido evitar» como si ella se hubiera dejado violar y la pide que no se lo diga a su marido porque Jean podría matarla. Lo dicho, un Hijo de p*** le mires por donde le mires que bien habría merecido ser colgado, pero antes de colgado, castrado y desangrado.
El último duelo puro y duro
Quizás sea uno de los mejores duelos medievales vistos en el cine.
Tiene sus taras, pues sino sería perfecto, pero grosso modo se han documentado bastante bien para dotar del mayor realismo posible al episodio. A diferencia de El rey vemos que las armaduras sí parecen estar hechas de verdad, no de plástico rígido. Esto favorece la estética de la película y su credibilidad.
Sin embargo hay tres aspectos que desmerecen dicho duelo. Y, ni si quiera la suma de los tres disminuyen un ápice del valor de la película. Sino del valor, de mi gusto por ella.
El primero: la herida mortal cortando la femoral habría terminado con la vida del guerrero, más pronto que tarde. Que pueda seguir en pie, luchando y, después, cabalgando se me antoja un milagro
Superado este aspecto, el segundo nos lleva a los yelmos abiertos al medio para que veamos el rostro a los actores. No a los personajes, sino al actor. Lo mismo que pasa con todos los super héroes que revientan el clímax de sus películas quitándose las máscaras. Un yelmo abierto al medio habría sido eso: medio yelmo. Y siendo medio, su protección habría sido, también, media, por lo que se trata de una solemne tontería. Más cuando la parte exenta es la del lado que esgrime la lanza (el derecho) y no el escudo (el izquierdo), pues la del escudo recibe doble protección (escudo + yelmo) mientras que la otra queda expuesta del todo a la proyección de la lanza sobre el escudo
El tercer punto son los gestos cuando combaten con espada. Vemos cómo esquivan espadazos inclinándose y amagando con el tronco del cuerpo. Imposible. Con armaduras de verdad eso era imposible. No sólo no se habría podido hacer tal tipo de gesto, por lo inflexible de las armaduras, sino que habrían dado con el guerrero en el suelo. Las dos maneras que tenían para superar un espadazo, a sabiendas de que no morirían con dicho espadazo, era asumir el impacto y seguir luchando o retroceder un paso o dos y avanzar de nuevo. Digo que no iban a morir por la espada porque, salvo que esta rebanara el cuello y la separara del cuerpo, la espada no penetra una placa de acero ni atraviesa, cota de malla. Las heridas mortales se producían en las articulaciones
Así, y con todo, insisto en que el duelo es genial, es fabuloso y deja pequeño cualquier duelo medieval que hayamos visto en el cine con anterioridad. Lo que más me gusta es su recta final, y su desenlace. El modo en que muere Jacques me parece fabuloso, delicioso y glorioso siendo sodomizado en su boca por el acero del marido vengador de una mujer violada. Esto no resta dolor ni sufrimiento a la víctima, pero siempre será mejor ver ensartado al criminal que saberlo respaldado por unas leyes que harán que pague nada y menos por su crimen y esté en la calle al poco tiempo.
Ridley Scott
Ridley Scott es uno de mis directores favoritos. Ha filmado películas que me han acompañado toda la vida. Alien, Legend, Blade Runner… Black Hawk derribado y Los duelistas atestiguan mi pasión por Scott. Una pasión que se impone a los títulos (para mi gusto) mediocres como Napoleón, El reino de los cielos (con más sombras que luces para mi) y Gladiator II.
De hecho es uno de los directores que más veces encontraréis en el fancine: Películas de Ridley Scott en el fancine.
Es curios ver que debutó con Los duelistas y que en esta peli aborda, y trata, el concepto del duelo desde una perspectiva radicalmente diferente a la de su opera prima que, sin embargo, os recomiendo ver porque es una joya cinematográfica.
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