Ficha técnica
Ficha artística
El submarino siempre estará entre mis 3 películas favoritas
Si tuviera que quedarme con tres películas en mi vida, sin duda alguna El submarino se encontraría entre ellas. Acompañada por El padrino, de Francis Ford Coppola, (la primera), y El séptimo sello de Ingmar Bergman. No sé en qué orden, quizás El padrino… aunque desde el día en que escribí éste comentario y hoy, Tiburón está disputando el tercer puesto… si es que el escualo no ha desbancado ya al cruzado. Si tuviera que meter una quinta peli sería Los siete samuráis.
Hoy la actualizo (4 de junio de 2020) con motivo de mi inminente participación en La cartelera de Antena Historia. Estamos preparando un especial de películas de submarinos en la Batalla del Atlántico durante la Segunda Guerra Mundial.
Así que reabro éste artículo para actualizar las fotos, invitaros a escuchar Antena Historia y limpiar un poquito el polvo por aquí y por allí, que hacía la friolera de 7 años que la comenté.
Según la RAE: un «aparato electroacústico que detecta la presencia y situación de objetos sumergidos mediante ondas producidas por el propio objeto o por la reflexión de las que emite el aparato».
Un ting que te estruja el corazón y te lo retuerce. Porque te sabes vendido al enemigo que te busca, rastrea y persigue hasta la saciedad. Si las cargas de profundidad no te revientan contra las pareces del submarino, el ting te reventará los tímpanos.
Un pitido agudo que taladra los tímpanos, la paciencia, los nervios y la entereza de la tripulación.
Una vez declarada la guerra los alemanes extendieron sus tentáculos haciendo incursiones hasta el Golfo de México y añorando emerger en Nueva York.
Uno de los personajes, el Teniente Buchheim, es corresponsal de guerra, o responsable de propaganda.
Tiene por misión informar de las vivencias de la marinería en los buques de guerra. También debe testificar sobre la moral bélica y la lealtad al Führer.
Hoy en día hablaríamos de un «corresponsal de guerra», pero en esta peli y en aquella época, Buchheim era más un tentáculo del Ministro de Propaganda que un periodista conforme entendemos la profesión del periodismo en nuestros días. Digno papel para ser mencionado haciendo, como casi siempre, alusión a la relación entre Periodismo y Cine en mi blog. Claro está que ésta afirmación la hice en 2013, cómo ha cambiado el panorama en 2020 con la gestión del Coronavirus…
Al principio de la película hay unas líneas que enmarcan la escena, explicando que de los 40.000 marineros que se embarcaron en esta aventura, murieron 30.000.
Empresa funesta y lapidaria donde las haya.
De ahí la primera escena, en una taberna de la Rochelle, en la Francia ocupada. Escena en la que el alcohol rezuma por los poros de aquellos que van a embarcar, destinados a morir, y como mucho a sobrevivir hasta la siguiente misión.
La Rochelle era una de las bases estratégicas construidas por Dönitz. Su objeto era tener acceso directo al Canal de La Mancha desde la propia Francia. Túneles de hormigón armado impenetrables. Literalmente.
A lo largo de la guerra fueron bombardeados, La Rochelle, Brest, Lorient, Keroman I, II, III y IV, Saint Nazaire, La Pallice y Burdeos, y ninguno sufrió si quiera daños estructurales.
En ellos se construían submarinos, se reparaban otros y se acondicionaban todos para surcar los mares en busca de presas aliadas.
La película, por cierto, se grabó en La Rochelle, para dotarla del mayor realismo posible.
El Capitán Heinrich Lehmann-Willenbrock pedirá al Teniente, (corresponsal de Prensa), al principio de la película, que no haga las fotos a la tripulación al inicio del viaje. Porque son unos niños. Le ruega que espere a la vuelta, para que tengan barba. Razona que no quiere vejar a los ingleses mostrándolos el rostro imberbe de unos niños que son los que les traen por la calle de la amargura.
Heinrich Lehmann-Willenbrock existió en la vida real
Su trayectoria se dilataría hasta convertirse en el capitán del único buque nuclear de Alemania. El protagonista de la película, amén de un personaje es pues persona, apodada el viejo por Lothar-Günther Buchheim, autor de la novela homónima en la que se basa ésta película y de sus secuelas La fortaleza y La despedida.
Hasta aquí he comentado dos personajes, y no he empezado el comentario por el protagonista, sino por el corresponsal de guerra u oficial responsable de propaganda, el teniente Buchheim.
Teniente… Buchheim, escritor Buchheim… ¿Hay alguna conexión?
Por supuesto que la hay.
El autor de la novela no es otro que el mismísimo teniente de la película. Y os lo explico.
El teniente Buchheim existió. Y la misión que vemos en la película, exisitó también. Tenía la misión de informar dos cosas. Por un lado, como dije arriba, al Führer, o a Dönitz sobre la moral nazi. Si se mantenía, si decaía, si era traicionada… Eso en cuanto al consumo interno de su información.
De cara a la galería su misión era predicar al gran público las bondades del arma submarina de la Kriegsmarine, la Armada alemana. Su misión fue en 1941, cuando había, todavía, un pulso letal entre nazis y británicos. En la vida real su misión sería hacer un reportaje fotográfico de la vita cotidiana en un sumbarino. Después se publicarían para animar a las juventudes a alistarse en esta rama de la Armada. Más que nada porque caían como piojos y nunca había marineros suficientes, de ahí el comentario que hice antes sobre los niños, las barbas y las fotografías.
Porque el Buchheim de la peli también tendrá por misión hacer ese reportaje, a modo autobiográfico.
La segunda escena te sitúa de lleno en el marco en que se desarrollará la acción.
El Teniente irá recorriendo el submarino, de por si estrecho, precario, en el que le harán saber que el buque dispone de un aseo para cada 50 hombres, comparten las literas por turnos, comen donde duermen, y comparten todo con el objeto de no acumular trastos innecesarios.
Cada espacio libre, cada camarote, cada resquicio en la sala de máquinas, y en la sala de torpedos, y hasta en el puesto de mando veremos fruta, bebida, costillares adobados, embutidos, latas de conservas y panes estibados por doquier. La misma litera del teniente, cuya condición de invitado, le proporcionará litera propia, está abarrotada de panes.
Hablo de cuarentena en un barco (de superficie). La condensación de la humedad puede llegar a ser tal que la transpiración es continua. Uno se humedece hasta el tuétano, no en sudor, que también, sino en humedad, pura y dura.
Un velero, un catamarán, un barco (insisto) de superficie tiene la ventaja del aire. Se puede abrir una escotilla y el aire, por poco que sea, corre, y si no corre, aplaca la condensación y los olores y humedades «casi» se esfuman.
Aunque poco, entra algo de oxígeno.
En un submarino sumergido no existe tal posibilidad.
Las inmersiones, las navegaciones se hacen por lo general bajo el nivel del mar, en “estado de guerra”, y esa condensación tiene que hacerse insufrible.
Obviamente los sistemas de ventilación han ido mejorando con el paso del tiempo. Pero recordemos que hablamos de la Segunda Guerra Mundial, de submarinos prácticos, por versátiles, pero incómodos. Estaban diseñados, no para la comodidad de la tripulación, sino para sacar el máximo rendimiento a las miles de toneladas de hierro hueco cargadas de torpedos y almas humanas.
Sueños apilados en las escotillas y desesperación, cuando no el gran enemigo: la claustrofobia… Una fuga de oxígeno, una vía de agua… todo a favor.
Sumemos cincuenta personas (por baño) que se lavan cuando se lavan, es decir, pocas veces por falta de medios. Las tripulaciones alemanas llegaron a tener que lavarse con aceite de motor, por escasez de agua.
Pensemos en esas cincuenta personas con una actividad frenética esperando a cada instante que una mina les haga reventar, que un torpedo enemigo les parta el buque por la mitad.
O esperando que un barco suelte una carga explosiva que les trepane los tímpanos, que no funcionen los motores y se queden encallados a cien metros de la superficie, que tengan que dosificar el oxígeno y compartir las botellas.
Sumemos el peso de las ideologías languideciendo y minando la moral.
Sumemos el miedo a la presión del agua, capaz de aplastar la masa de hierro como si fuera una lata de refresco, y sumemos una vía de agua sin que la bomba funcione y te cubra hasta las rodillas… Sumemos todo esto y cómo se manifiesta corporalmente en la tripulación, condensando el ambiente, oprimiendo los sentidos y abofeteando las conciencias.
El submarino – Das Boot – Wolfgang Petersen 1981 El fancine – ÁlvaroGP |
Todo esto lo refleja Wolfgang Petersen con la mayor de las maestrías en esta película, todo esto y más, pues nos transmite sentimientos, emociones…
El cobarde quiere salir a superficie, aunque sea a nado y reventándole los tímpanos.
Si alguno se sentía héroe antes de zarpar, ahora se hunde en su impotencia al no poder hacer nada.
El “fantasma” (Johan en la película) Jefe de Máquinas, un lobo de mar, un profesional, imperturbable, presa de un ataque de histeria…
Todo lo lógico en superficie carece de sentido bajo el agua, y todo lo ilógico cobra sentido al responder a la última llamada del ser humano: la desesperación.
El submarino se podría dividir en dos partes: Hasta Vigo y después de Vigo
Digo esto porque se acercarán al puerto de Vigo, aunque España era neutral en la segunda guerra mundial, para compartir mesa y mantel con la tripulación de otro barco. Sólo los oficiales.
España vivió de refilón la Segunda Guerra Mundial. Desde su postura neutral nunca expresó desprecio por los aliados pero sí su odio al comunismo, por la guerra que había provocado en España. De ahí la División Azul enviada al frente del este para luchar contra el ejército rojo. En Silencio en la nieve os explico ésta división y su papel dentro del ejército alemán a diferencia del resto de voluntarios de toda Europa que se integraron en las Waffen-SS. Porque Franco los envió en contra de Stalin, no a favor de Hitler.
Otra cosa era Serrano Súñer, un falangista, éste sí, filonazi, creador de la División Azul, de la Agencia EFE y de la ONCE.
España debía cierto agradecimiento a los alemanes porque contribuyeron a la expulsión del comunismo. De ahí la División y de ahí que mirara para otro lado cuando algunos submarinos atracaban en puertos españoles, gallegos (si operaban en el Atlántico Norte) y canarios si era en el Atlántico Sur).
Esta postura ambigua casi provocó la invasión de las Islas Canarias por parte británica, en la Operación Puma. Ésta operación se planteó ocn dos propósitos: no permitir reparar o repostar a los submarinos (y demás buques) alemanes en el Atlántico Sur… y ser escudo para evitar una invasión de su colonia en Gibraltar por parte nazi, cosa que evitó el propio Franco en Hendaya.
Ahí recibirán el encargo de la verdadera misión, suicida: atravesar el Estrecho de Gibraltar .
Una misión que podría parecer una tontería pero que constituía una de las misiones más arriesgadas.
Los ingleses vigilan el acceso al Mediterráneo dado el emplazamiento estratégico de la colonia de Gibraltar, en manos de Su Graciosa Majestad. 14 km de ancho que se convierten en una ratonera para los submarinos.
Un campo de minas, sin profundidad para sumergirse, sin ancho para poder evadirse, sin esperanza para llegar al destino… una telaraña de buques, fragatas, minas de superficie, focos reflectores, aviones patrullando por el aire, minas y cargas de profundidad.
Hasta ese momento, formaban parte de las misiones «Manada de lobos», operando en el Atlántico Norte, entre los Estados Unidos, Escocia y Noruega
El submarino – Das Boot – Wolfgang Petersen 1981 El fancine – ÁlvaroGP |
Al partir de Vigo veremos nuevamente el barco repleto de alimentos. Entre ellos, vemos estibados docenas de plátanos de Canarias, en tuberías, y donde sea, por ser el bien mas preciado, por escaso, obviando el oxígeno, por supuesto.
Hay una escena con un destructor británico que encoje el corazón y te lo estruja en la oscuridad de la noche en el mar. Hay persecuciones en las que el submarino huirá como un zorro acosado por los lebreles…
Si hay una escena que todo los que hemos visto El submarino la recordamos por igual es la escena en la que el buque toca fondo.
En el sentido más literal posible de la expresión «tocar fondo».
Tras una de esas persecuciones eternas, sufriendo un sinfín de cargas de profundidad detonando encima, debajo, a proa, popa, babor y estribor.
Con el barco (porque un submarino sigue siendo eso, un barco) hecho trizas, los nervios de la tripulación a flore de piel. Haciendo aguas por doquier, con el riesgo de ser envenenados con el gas venenoso.
Ese gas venenoso se producía cuando el agua salada entraba en las baterías del motor eléctrico, que alternaba con el diésel en función de si navegaban en superficie o profundidad.
El realismo de ésta peli es tal que denuncia, cuando menos refleja, una de las violaciones que se repetiría a lo largo de la guerra: el Derecho de presa.
Ojo que ya adelanto que mi propio comentario no es del todo cierto, y me explico. Lo que comentaré ahora debe ser entendido para buques mercantes, las verdaderas «presas» de los submarinos nazis.
En la peli veremos cómo hunden a un destructor y dejan a los supervivientes a su suerte. En la Convención de la Haya de 1907 se estipuló que los barcos mercantes no podían ser objeto de caza marítima, pero en caso de serlo, su tripulación, que rea civil, merecía el Derecho de presa, esto es, 1º ser avisados de que se va a hundir su barco. 2º esperar a que la tripulación abandonara el mismo. 3º hundirlo dejando a la tripulación sana y salva en barcazas o rescatándola.
Por eso el Derecho de presa no es aplicable aquí, pero sí aparece el abandono de marineros a su suerte como metáfora de ese derecho.
Hay dos aspectos técnicos que me fascinan en El submarino: la banda sonora y la fotografía.
La fotografía es sencillamente espectacular.
O mejor debería decir: ES-PEC-TA-CU-LAR.
Petersen, mediante Jost Vacano ha sido capaz de dotar de personalidad al U-96. Los colores, las texturas, brillos, enfoques y planos son sencillamente sublimes y hacen que toda la película gane en credibilidad y realismo.
La banda sonora merece mención a parte.
En si misma es fabulosa y te acompaña de principio a fin como si se tratara de un personaje más, o del narrador de un cuento que nos fuera moldeando las emociones y los sentimientos con su timbre de voz, en éste caso con su melodía.
Con el paso de los años la música tecno arraigó en la Alemania de mediados de los 80’s hasta mediados de los 90’s y la sintonía de ésta película terminó convirtiéndose en todo un clásico de las discotecas berlinesas.
Enigma aparece en la película, como no podía ser menos. Un artefacto ideado para encriptar las comunicaciones y volver locos a los aliados mientras intentaban descifrar los mensajes entre alemanes.
Está comentada en Descifrando Enigma, precisamente con el mismo propósito de hablar de ella, y de las pelis, en La cartelera de Antena Historia.
Su aparición en esta peli es irrelevante, por lo que sólo destacaré un apunte que hice en el comentario de la otra peli: el cuarto rodillo que veis en la parte superior de la máquina.
Lo habitual, hasta la irrupción del arma submarina, es que Enigma tuviera sólo 3 rodillos, y en esos rodillos radicaba buena parte del misterio de su funcionamiento. Tan sólo deciros que la presencia del cuarto rodillo elevaba a trillones de posibilidades erróneas antes de dar con el significado de una frase emitida de una máquina Enigma a otra.
Wolfgang Petersen dirigió ésta película, probablemente la mejor película de toda la historia del cine alemán. Tres años después filmó La historia interminable, que seguro habréis visto la mayoría. Enemigo mío, La tormenta perfecta y Troya serían sus pelis más destacadas.
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