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El pacto

Tabla de contenidos

El pacto se ganó un comentario en el fancine por un par de líneas del guion.

-John Kinley: No te pases de la raya Ahmed, has venido a traducir.

-Ahmed: En realidad he venido a interpretar.

Lo dije en Twitter, en @elfancine. Nada más escuchar ese diálogo, breve pero contundente cogí el móvil, abrí la App y dije que comentaría la peli. Iba por el minuto 21, no estaba sino empezando a verla. Podría haber ido a mejor, y podría haber ido a peor. Pero ese intercambio dialéctico, pero sobre todo semántico, entre los dos protagonistas, me ganó. Se metió en el bolsillo al filólogo que llevo dentro.

Dejadme que contextualice lo que os estoy explicando para, cuando profundice en el aspecto semántico de la réplica que hace Ahmed, comprendáis, en su plenitud, el sentido de su respuesta.

Ya os advierto que ambos dos tienen razón y expresan sendas verdades. Pero en un mundo como el que refleja la peli, la panoplia de matices que arroja la interpretación que defiende Ahmed trufa de sentido este artículo. Esto me llevará, en breve, a disertar sobre la traducción y la interpretación, pero como os decía en el párrafo anterior, vamos con el texto (el guion/la peli) para comprender el contexto en el que estas frasecitas me rindieron a Guy Ritchie por segunda vez. La primera fue cuando le descubrí, viendo Snatch: Cerdos y diamantes.

Película que, sencillamente me parece una genialidad. Hasta El pacto, que es la que estoy comentando hoy, me había vuelto a gustar en The gentlemen: Los señores de la mafia, pero aun así me pareció un nuevo acercamiento a Snatch, un paso por encima, eso sí, de Lock, Stock & Two smoking barrels y de RocknRolla. De su Rey Arturo prefiero no hablar… Luego volveré también con Guy Ritchie.

Estamos en Afganistán, en 2018, tres años antes de que Biden rematara un acuerdo infame firmado por Trump en 2019: la retirada de las tropas estadounidenses, y con ellas las de la OTAN, de Afganistán en virtud del Acuerdo de Doha.

Dicho acuerdo lo firmaron los Estados Unidos y los talibanes con el beneplácito de la ONU, de Rusia, Pakistán y China. Una rendición en toda regla. Una huida o una traición al pueblo afgano. Para que esas tres naciones, y la ONU, bendigan un acuerdo ese acuerdo no puede ser trigo limpio.

El acuerdo de Doha no puede, no podía y no lo hizo, favorecer la reconstrucción de Afganistán. A cambio, los talibanes se comprometían a contener a Al-Qaeda en sus territorios cuya extensión multiplicaron cuando los militares occidentales abandonaron a las tropas gubernamentales a su suerte. No hace falta decir que fueron barridos del mapa y que los talibanes impusieron su manera de hacer política en la Nación.

Acuerdo de Doha

Urdido en 2019 y consumado en 2021.

Atrás quedan gestas como la de los caballeros legionarios españoles, como vemos en la peli española Zona hostil cuya acción transcurre en 2012 y mucho más atrás, a años luz del contexto de 12 valientes, o la punta de lanza estadounidense en Afganistán tras los atentados del 11S en diciembre de 2001.

Siento decirlo pero lo de Doha es una rendición en toda regla. Una huida masiva, en estampida. Para descrédito de un Occidente que se retira con vergüenza, humillado y con deshonor. Es la viva imagen de nuestra Legión sacada de Irak por Zapatero. Son pequeñas, o grandes, rendiciones que debilitan la fuerza moral y cuestionan su fuerza militar.

Y las víctimas se quedan atrás. Ahora es cuando entro en el meollo de esta película. Cuando los americanos y las fuerzas de la OTAN se piraron de Afganistán dejaron vendido al pueblo afgano, que no tardó en sufrir las consecuencias de la retirada: pérdida de derechos, de vida, de expectativas… Pérdida total.

Eso en cuanto al pueblo, a la población en general, pero hubo un colectivo que quedó marcado y condenado a muerte: los intérpretes. Esos valientes que se prestaron para auxiliar, traducir, socorrer verbalmente a los soldados americanos. Los intérpretes se jugaron sus vidas y las vidas de sus familias, para ayudar a los soldados sobre el terreno. Para traducir e interpretar diálogos con los nativos del lugar, para evitar confusiones y derramamientos de sangre inútiles.

Lo hacían por amor a su nación, destruida hasta los cimientos. Para reconstruirla con sus miras puestas en la Libertad. Pero la Libertad huyó y los dejó vendidos a su suerte y a la muerte.

Como decía antes: traducían, sí, pero sobre todo interpretaban. Y en esa interpretación radicaba el mérito y el valor de su misión. Porque todo el que conozca una lengua y otra las puede traducir en un sentido y en el otro. Pero no todos la saben interpretar. Cuando el lenguaje oral se mezcla con el gestual, con las pausas valorativas, con la presión del contexto, con ambigüedades y dobles, o triples sentidos… entonces no vale con traducir literalmente algo, hay que interpretarlo, hay que contextualizarlo para comprender lo que un lugareño ha querido decir, a veces hasta sin llegarlo a decir.

Es decir, saber entresacar lo que se ha querido decir a partir de lo realmente dicho. No es lo que ha dicho sino lo que ha querido decir con lo dicho.

Para ello tienes que estar empapado en la cultura del idioma que traduces. Empapado, imbuido, más que familiarizado has de estar sumergido en ese idioma, en la tradición oral y/o escrita de ese pueblo… Para poder trasladar el mensaje en clave que te da un pastor en una montaña remota a un soldado occidental que ha llegado para imponer la Democracia al mismo Afganistán que rechazó la dictadura comunista en tiempos de la URSS y que supo deshacerse del imperialismo británico en el breve período de hegemonía británica.

El pueblo afgano es fuerte, aguerrido, curtido en mil batallas y en cien guerras con una naturaleza no menos árida y hostil. Un pueblo de combatientes con razón orgullosos que no saben lo que es hincar la rodilla.

Y en medio de ese Afganistán están nuestros protagonistas. Ultimando y rematando sus misiones en fechas próximas a su vuelta a los Estados Unidos. En esas encontramos al Sargento Mayot John Kinley (ya se pasó por el fancine como Mysterio en Spider-Man: Lejos de casa). Está en una misión rutinaria en la que tiene que inspeccionar vehículos para evitar atentados. Y en esta escena, de buenas a primeras, el intérprete será asesinado por la bomba que escondía un talibán en su camión.

Empieza pues la peli con un atentado, la pérdida de uno de estos héroes locales y el proceso de selección para reemplazarle por un nuevo traductor. Y aquí aparece Ahmed. Un tipo rudo y duro que habla poco y ríe menos. Pero que parece diestro traduciendo. Al final se hace con el puesto y al cabo de poco Kinley sabrá que el tal Ahmed es un talibán arrepentido.

Su historia es breve, que no sencilla: era un talibán pero desertó de sus filas cuando sus compañeros, talibanes, asesinaron a su hijo. Lo importante ahora no es su pasado, sino su presente… y este presente, por el momento, le liga a Kinley y a toda su unidad. Es más, tendrá la vida de todos ellos en sus manos, y Kinley lo sabe y teme por las consecuencias, pero ese temor se disipará cuando el traductor logre salvar a los americanos de una trampa hacia la que les llevaba otro afgano.

Sabe hacerse escuchar y no tiembla a la hora de aseverar que se dirigen a una trampa.

Aquí se da ese diálogo que os decía al inicio del comentario. Por lo que vamos más o menos por el minuto 21 de película.

Para ello Ahmed pide permiso para hablar, y cuando lo tiene le pide al sargento que pare el vehículo y que sopese la posibilidad de estar yendo directos a la boca del lobo porque son víctimas de una trampa. El traductor y el sargento tendrán sus mas y sus menos, y discutirán, y el americano querrá zanjar la discusión diciendo al afgano que está ahí para traducir, a lo que el otro responde que no, que realmente está para interpretar.

Esa respuesta descoloca al americano, que comprende cuánta razón tiene el afgano. Y esa interpretación de los hechos y de lo dicho, salvará la vida a su equipo. Así se gana la confianza del sargento. La confianza y el respeto.

Este es el valor de su pasado como talibán. Por haber militado con anterioridad en las filas enemigas: ahí adquirió conocimientos valiosísimos de cómo piensan, cómo actúan y cómo se mueven sus ahora enemigos. Y tenia meridianamente claro que su compatriota les había vendido a los talibanes y se encaminaban hacia su propia destrucción. Discute con el sargento, no sin rifirrafe para pulsar su lealtad y medir su firmeza en su postura. Pero al final era verdad, había trampa y su intuición y conocimiento del enemigo salvaron el pellejo de los americanos.

Es ahí, antes de salvar el pellejo a los americanos, cuando tiene lugar ese diálogo (breve) que me encandiló hasta el punto de estar ahora aquí, comentando la peli. Lo vuelvo a transcribir (es por lo que empecé arriba del todo) para los más despistados:

-John Kinley: No te pases de la raya Ahmed, has venido a traducir.

-Ahmed: En realidad he venido a interpretar.

Es tan buena esa réplica. Tan contundente. Tan exacta y tan académica, que aquí me tenéis.

El pacto: Traducir Vs Interpretar

En verdad, traducción e interpretación van de la mano. De hecho si os tomáis la molestia de buscar sus respectivos significados en la RAE, veréis que la 3ª acepción de traducir va en ese sentido de «explicar e interpretar». Es más, si después de buscar el significado de traducir os tomaseis la molestia de hacer lo propio con interpretar veréis, en su 2ª acepción, que es «traducir algo de una lengua a otra, sobre todo cuando se hace oralmente».

Lo dice la RAE, no lo digo yo. Lo que sí os digo es que, y lo comento desde el más sentido de los respetos hacia la Academia Española, en este caso, sobre todo en el significado de Interpretar, se han quedado un pelín cortos, exiguos, en su definición. Exiguos, ambiguos y creo que han dejado pasar una buena oportunidad para establecer, sí, el paralelismo necesario entre ambas disciplinas, pero también para lo contrario: agregar el matiz que hace que los sentidos y significados de traducir e interpretar diverjan.

Ya lo hago yo por ellos. Y de paso os expongo cómo habría definido yo ambos términos…

  • Traducción: trasladar un mensaje original a otro idioma sin atender a interpretaciones del texto original y limitándonos a cambiar, una por una, las palabras del primero a la correspondiente en el idioma segundo. Respetando el continente sin preocuparnos por el contenido
  • Interpretación: Una traducción no literal sino adaptada al mensaje (o intención del mismo) que se quiere comunicar con el texto origina. Esto hace que se preste más atención al contenido que al continente

Por lo que la interpretación llevaría incluida, o tomaría como punto de partida, la traducción, e iría un poco más allá buscando los distintos sentidos que se podrían interpretar a partir del mensaje original.

En el caso de la película es crucial el matiz que aporta Ahmed, porque los intérpretes de guerra no se pueden ceñir al texto o conversación traducida de un modo literal sino que tienen que trasladar, en este caso al inglés, los diversos matices y/o múltiples sentidos y/o significados de lo dicho, contextualizado desde varios prismas, como el dialectal, sociológico, religioso y político, para procurar deducir y entrever el sentido real y figurado del texto traducido.

Vuelvo con The covenant: A partir de aquí haré SPOILER

De nuevo en acción. Kinley tiene que inspeccionar una mina (creo recordar que era una mina) porque Inteligencia militar intuye que se trata de un zulo en el que se esconde todo tipo de armamento.

Se desplaza con su unidad hasta la mina, a unos 100km de distancia de su propia base. Una vez en la mina comprenderán que está infestada de armas: tanto de asalto, combate como explosivos y los talibanes que hay en ella ofrecen resistencia y piden refuerzos.

Somos testigos de una caída en picado viendo cómo caen los americanos uno detrás de otro hasta quedar vivos solo nuestros protagonistas. Los vehículos americanos han quedado inutilizados y tras subirse a una pick up de los talibanes, y tras una persecución interminable el coche se avería y tomarán la decisión más compleja: regresar andando hasta la base. Más de 100km a campo abierto cruzando un Afganistán inhóspito que resulta ser Alicante, pues la peli se filmó en España y las montañas y la orografía que vemos, y que da el pego por completo, son montes alicantinos.

Allá que van los dos huyendo del enfrentamiento con algunos talibanes que se cruzan, para evitar llamar la atención o que estos den la alarma y sepan donde están. Se cargan a alguno por el camino, y logran esconderlos, hasta que se produce un enfrentamiento a cara de perro en la que los protagonistas agotarán su munición y terminan siendo reducidos en el cuerpo a cuerpo. Bueno, lo es Kinley, porque Ahmed logra escabullirse.

Kinley queda fuera de combate después de una agresión brutal. Y entonces reaparece Ahmed, quien mata a los talibanes y recupera a Kinley. Pero el americano está tan fuera de combate que no se tiene en pie y no puede ni abrir los ojos. De hecho está inconsciente y Ahemd, consciente del peligro al que se enfrenta en caso de ser apresado por los talibanes toma una decisión drástica.

Improvisa unas parihuelas y se lo lleva a rastras.

Lealtad, fortaleza física y mental, valentía… Podría calificar su acto de mil maneras y todas serían justas pero insuficientes. Ahmed luchará con los talibanes, contra el clima y subirá y bajará montañas cargando con su jefe. De vez en cuando se cruzará con algún afgano simpatizante con los americanos. Estos temerosos de los talibanes, auxiliarán a Ahmed y le irán dando cobijo, agua y alimentos. Y hasta logrará comprar un transporte que le facilite el traslado de Kinley. Por llevar hasta llevará al estadounidense en la parte trasera de una camioneta, envuelto entre alfombras y recogerá a un puñado de talibanes que irán sentado sobre Kinley un trecho del camino.

Hasta que termine empujando un carro de dos ruedas en un esfuerzo sobrehumano para subir y bajar una montaña, ya con la base aérea americana al alcance de la vista, en el horizonte. Se producirá un último enfrentamiento con talibanes y saldrá bien parado cuando, in extremis, aparezca un convoy estadounidense y descubran el cuerpo de Kinley en la carreta. Arrestan a Ahmed y se llevan al americano a la base.

Fin del primer tramo, de tres, de la película.

Kinley ha sido repatriado y se encuentra en California con su familia. Está en casa, lejos del conflicto, pero su mente torna y retorna una y otra vez a Afganistán.

Cuando pregunta por la suerte de Ahmed se entera de que se ha convertido en uno de los objetivos de los talibanes. Su historia ha recorrido Afganistán de norte a sur y de este a oeste. Ahora Ahmed es una figura de la resistencia antitalibán, pero está en paradero desconocido y los americanos no han logrado, podido o querido compensarle proporcionándole un visado para huir exiliado a los Estados Unidos.

Kinley debe su vida a Ahmed. Lo sabe bien. Y sabe que Ahmed habrá regresado con su familia, pero una vez reunido con su esposa habrán tenido que huir y tiene que estar escondido en algún lugar de lo más profundo de Afganistán.

Luego sabremos que es eso, precisamente eso lo que está haciendo. Va de un lugar para otro buscando escondite. Algunos lugareños le ayudan, otros le darán la espalda y muchos morirán acribillados por los talibanes que le buscan sin cesar.

Ahmed es ahora un símbolo de la lucha del pueblo afgano por la Libertad

Kinley lo sabe, se entera de ello y le desborda el miedo por la vida de su intérprete. Se sabe responsable de su suerte y de toda su familia. No obstante Ahmed cargó con él más de 100 Km. y le salvó la vida. Le curó, le alimentó, le cortó infecciones, le hidrató, le dio calor por las noches y cargó con él y hasta luchó por él mientras él estaba fuera de combate. Llegó incluso a comprarle opio para que pudiera evadirse de sus dolores poniéndole una pipa en los labios para que inhalara el humo que nublara su mente.

Y ahora está en apuros. Le persiguen cual alimaña. Se esconderá aquí y allá mientras Kinley está en California pero no logra rehacer su vida familiar. Por las noches tiene pesadillas recordando, a fogonazos, la epopeya que vivió de un modo semiinconsciente, cuando no inconsciente del todo. Conforme se recupera de sus lesiones va rellenando las lagunas de su memoria y comprendiendo, más y más, el papel de Ahmed en su salvación.

Es entonces cuando comprende que ha traicionado a su salvador y emprende una lucha legal y burocrática para llevarse consigo a Ahmed a los Estados Unidos.

Esta segunda fase es, quizás, la más sencilla de comprender para el espectador medio. Es cuando se topa con la burocracia y los protocolos de atención al cliente cuando pierde los papeles, desespera y languidece viendo pasar los días y las llamadas sin avanzar ni medio palmo en su gestión. Y cada día que pasa es un salto que acerca a Ahmed a la horca si le llegan a encontrar.

Se estanca y desespera. Agría su carácter y termina acudiendo a dos personas que le ayudarán.

Por un lado el sargento Declan O’Brady, que le confirma la peor de las suposiciones: no hay nada que hacer para traerse al intérprete. No al menos por los cauces ordinarios. Existe un Plan B. Es caro, no es oficial y reside en ponerse en manos de un ejército privado que él conoce y que opera en la zona de Afganistán. Pero aunque este ejército privado tuviera suerte se toparían con un obstáculo infranqueable, seguirán necesitando un visado.

Aquí entra en acción el otro personaje. El teniente coronel Vokes, a quien Kinley salvó años atrás en una misión. Le debe un favor y acude a su despacho para cobrárselo. Le pide los visados para traerse a Ahmed y a su familia en pago por su lealtad. El oficial hará lo que pueda.

De nuevo en Afganistán

La situación se complicará cuando medien los soldados privados. Entiendo que no erraría ni me distanciaría de la realidad si me refiero a ellos como mercenarios. Y yo tengo un amigo que lo fue, en Somalia.

Contratará a «los mejores» bajo el nombre de Ron Key.

El caso es que Kinley tenía contratados sus servicios y ellos harían la misión de buscar, encontrar y arrancar a Ahmed de su escondite para llevárselo a Estados Unidos. Pero cuando llega a la base de los mercenarios se están preparando para hacer una misión de escolta, de última hora, para sacar a no sé qué diplomático o político que se ha metido en un enjambre de talibanes.

El jefe de los mercenarios, o «contratista militar», o paramilitar… Parker, le dice que si espera 72 horas volverá con la misión del intérprete y si hiciera falta lo haría gratis, pero da prioridad al político. Kinley le dice que no tiene ese tiempo, así que Parker le armará hasta los dientes, le dará un vehículo y le pertrechará para que sea él quien vaya en solitario a por Ahmed.

Dicho y hecho.

Primero localiza dónde está escondido. Nada fácil porque tiene que irse cambiando de escondite cada dos por tres. Obtendrá información del mismo hermano de Ahmed, alguien ambiguo que tiene estima a su pariente pero debe su fortuna al comercio con los talibanes. No es que pretenda delatar su paradero, al contrario, le proporcionará ayuda pero es tan práctico y sincero que te pone los pelos como escarpias.

Cambia el 4X4 por una camioneta y le pone un conductor, su propio conductor. Esto me hace dudar cuando lo veo… Pero para sorpresa mía resulta leal y terminan, sin pretenderlo, cargándose a dos talibanes que estaban haciendo un control de carretera para evitar la huida de Ahmed. Habrá un testigo, otro talibán, que en vez de delatarse avisará a los cabecillas y volverá a haber cacería.

Sigue a Kinley y cuando le ve con Ahmed avisa a la manada

Los talibanes le pisan los pies y allá donde va pone en riesgo a todos cuantos le cobijan. De hecho veremos caer a unos cuantos afganos inocentes por el mero hecho de no informar sobre su paradero. Y mucho de esos muertos ni lo sabrían, pero Ahmed se ha convertido en una pieza de caza y los líderes talibanes quieren su cabeza.

Por fin se reencuentran. Han pasado algunas semanas desde que se separaron. La peores de Kinley. Vivo, sano y a salvo en los Estados Unidos le explotaba la cabeza imaginando a Ahmed, y a su familia, muertos o huyendo sin tregua. Todo por cuidar de él y salvar su vida. Se siente en deuda. Una deuda no suya, más bien tendría que ser de la Administración estadounidense, que es la que ha abandonado al intérprete a su suerte. Pero Kinley tiene un estricto código de honor y un sentimiento de lealtad exacerbado.

Al mismo tiempo los mercenarios descubren la verdadera identidad de Ron Key. Es Kinley y descubren que está en el TOP de buscados por los talibanes. Conociendo su verdadero nombre y siendo famoso, sobre todo Ahmed, por su hazaña, deciden movilizarse para extraer al cliente, pero esta vez se lo tomarán como algo personal.

De ahí que rehipoteque su hogar para costear la extracción de Ahmed

La huida no tendrá desperdicio. Ni que deciros que cada kilómetro que avancen, rumbo al punto de extracción, se irá complicando todo más y más. Los talibanes saldrán de debajo de las piedras y los amigos sortean los peligros acompañados por la esposa y un bebé del afgano y el conductor hasta que llegan a una presa, sin vehículo, sin municiones y con talibanes acercándose por ambos lados.

Ya os dije antes que la peli se filmó en Alicante. Lo que no he sido capaz de descubrir es en qué presa se graba el clímax de la peli. Me hace gracia que justo en el año en que el Gobierno de España, por orden de Pedro Sánchez, está derribando, demoliendo, derrumbando y destruyendo presas y pantanos, porque se construyeron en tiempso de Franco, vayan los americanos y filmen una peli en una de las pocas que no le ha dado tiempo a dinamitar. Tiene bemoles.

La verdad es que los mercenarios irrumpirán en el combate como si fueran el 7º de caballería. No el de Cuando éramos soldados sino el de Murieron con las botas puestas.

Entre medias recibe la buena nueva de que ya tiene visados ¡y pasaportes! para la familia entera. El teniente coronel ha saldado su propia deuda para con Kinley y ha cumplido su palabra. Falta llegar a la base para poder despegar y dejar atrás el infierno en el que se ha convertido la vida de su intérprete y, ahora, amigo.

Lo más duro son los datos que leemos en la recta final previa a los títulos de crédito. Cuando leemos que tras la marcha de los Estados Unidos de Afganistán, y tras hacerse con todo el poder los talibanes, han matado a 300 de estos intérpretes junto con sus familias enteras, y que hay miles escondidos todavía.

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