Ficha técnica de El clan del oso cavernario
Director: Michael Chapman
Duración: 98′
Ficha artística
James Remar – Creb
Thomas G. Wates – Broud
John Doolittle – Brun
Curtis Armstrong – Goov
Martin Doyle – Grod
Tony Montanaro – Zoug
Karen Austin – Aba
«El oso Bart» – Oso cavernario
Hace un mes que publiqué mi artículo sobre los Yacimientos arqueológicos de la Sierra de Atapuerca en mi otro blog, «el troblogdita«.
En él volvía a confesar mi pasión por el Paleolítico. Pasión de aficionado que, conjugada con el cine, se torna en locura. Aunque una locura dosificada con cuentagotas porque son bien pocas las películas que han arriesgado a tratar sobre este tema. Y de las pocas, buenas, solo dos: En busca del fuego y, en menor medida, ésta.
Esta película me recuerda a Navacerrada
Pueblo de la sierra madrileña en el que viví unos cuantos años, a caballo con Madrid. Es más, la primera vez que la vi, para que os hagáis una idea, fue allí, en el chalet, un viernes, ya casi sábado, de madrugada. Ese mismo día había vuelto de Inglaterra, de mi estancia en Huntingdon. Los viernes acostumbraba a ver los partidos de la NBA con un vecino estadounidense. Pero como empezaban bastante tarde, solía leer o ver una peli haciendo tiempo. Así descubrí esta peli y aquella noche quedé fascinado.
Años después me hice con la colección de libros de Jean M. Auel en la que nos cuenta todas las aventuras de Ayla, su protagonista. Dicho sea de paso, ésta es la mejor entrega, según avanzas en las novelas creo que va decayendo, pero eso es subjetivo.
Ayla es la protagonista de esta peli
Y creo que en ella se inspirarán años más tarde para el personaje de Keda en Alpha, en 2018.
Una niña cromañón que pierde a su familia al comienzo de la película. Más que cromañón podríamos llamarla «todo terreno». ¿Cuántos años tenía entonces? 4, 5… Pierde a su familia en un terremoto. Se pierde ella. Sobrevive al ataque de un león cavernario, sobrevive a sus heridas y sobrevive al hambre, el miedo y el dolor hasta caer rendida y abandonada en medio de la nada, en lo que ahora conoceríamos como Ucrania. Sobrevive a todo.
Ojo… a lo largo de sus novelas Ayla viajará y viajará hasta llegar casi a los Pirineos… Ya os digo que nos encontramos ante una heroína de armas tomar.
El caso es que abandonada a su suerte es encontrada por un clan de neandertales que vagaba por la zona en busca de refugio. La verán y pasarán de largo por ser «de los otros». Todos menos Iza, la mujer-medicina del clan. Ella hará todo lo humanamente posible (no es casualidad que me refiera a su acto como «humanamente») para salvar a la criatura. No puedo evitar recordar el final de la película La carretera. Ésta última no es apta para todos los públicos. Te deja un nudo en el estómago…
Dos especies compitiendo por el mismo territorio
La vida de Ayla no será fácil
Todavía quedan algunos patrones sociales que recluyen a la mujer al ámbito del hogar y las consideran ciudadanos de segunda categoría. Modelos que, para colmo, se imponen en un Occidente que parecía haber superado esas cotas de sometimiento femeninas.
Ayla como símbolo femenino
Esta película (y saga literaria) nos habla de la vida de Ayla. Pero ha habido muchas «Aylas» a lo largo de nuestra prehistoria. Y si la cosa no cambia, volveremos a necesitarlas.
La mujer ha luchado por equipararse al hombre en una pugna centenaria por su dignidad. Seguro que milenaria. El sufragio fue una lucha enconada por la que se batieron el cobre las mujeres occidentales, desde Europa hasta Estados Unidos. Y lo alcanzaron. El derecho a viajar, a su sexualidad, el derecho a decidir su propia vida.
Todo esto lo vemos en Ayla, pero nos ha acompañado hasta nuestros días. Mujeres que han luchado por salir a la calle y ver la luz del sol. Lamentablemente ese sol se está volviendo a poner. De la igualdad lógica y necesaria ha dado paso a tres corrientes incompatibles entre si:
- La feminista (las llamadas feminazis) que propone humillar al hombre y escupirle en la cara por los pecados de sus antepasados
- La que volvería a someter a las hembras de nuestra especie a la sumisión al macho lapidario, imponiéndolas un velo de silencio
- Una última que propone rescatar la dignidad femenina por su valía personal y no por su género
Lo paradójico es que las que defienden la opción 1 defienden también (o silencian el peligro) la opción 2.
Dos extremos incompatibles e incomprensibles que van de la mano. Lo que no comprenden, siendo extremistas, es que recortar las libertades de unos u otros significa cercenar la libertad de todos.
La igualdad es incompatible con la discriminación
La evolución del ser humano
En la antigüedad hubo espiritualidad
Lo vimos en el artículo sobre los Yacimientos arqueológicos de Atapuerca. Tuvo que haber un punto de inflexión en el desarrollo de nuestra mente para que se convirtiera en «mente simbólica«. Con capacidad para el pensamiento abstracto. Con capacidad para elucubrar y plasmar en la roca de la caverna las piezas que se ha cobrado o se quiere cobrar. Quizás preñados de simbolismo en un estadio que apuntaba a la religiosidad.
Pinturas rupestres, arte megalítico…
En algunos de estos casos reflejando claramente la importancia capital de la mujer, como sucede con las damas de Venus. Como dadora de vida. Reflejando la fecundidad de la Naturaleza y posicionando a la mujer en el panteón de los diosas, paganas, pero diosas.
Esto lo vemos también en otra película. Una joya que fue denostada en su momento: Altamira, de Antonio Banderas. No me digáis que no sería maravilloso poder viajar en el tiempo para aparecer en un rincón oscuro de una de esas cuevas y ser testigo de ese momento que cambió al ser humano en el que un ancestro nuestro untó sus dedos en pigmentos naturales y dio vida a la roca convirtiéndola en bisonte.
No quiero ni imaginar el esfuerzo mental y simbólico que supuso para ese primer ser humano deducir, (quizás con cierta casualidad, pero seguro que con total causalidad), contornos y rellenos con materiales que encontraba en la naturaleza. Pigmentos naturales (ocre, manganeso…); orgánicos (carbón) o aglutinantes (grasas y resinas…), junto con agua, con y/o sin herramientas.
No alcanzo a imaginar la emoción que tuvo que embargar al primer «artista» que se atreviera a fotografiar su pensamiento en la pared. Después vendrían los grabados, los relieves y las estatuillas o tallados. Pero ese primer paso. Esa primera deducción. Esos temblores al poder imaginar… cómo expresar sus sentimientos y emociones cuando fuera consciente de que, además, podía comunicarlo…
Todo eso rebosaba y rezumaba espiritualidad
Una espiritualidad intangible, onírica. Invisible pero casi palpable en cada uno de sus gestos y movimientos. Largas serían las temporadas de caza en busca del mamut, del rinoceronte o del bisonte. Pero más largas se me antojan las jornadas interminables encerrados en la cueva en temporada de invierno. Inmersos en grutas que les protegían de la nieve y del frío implacable.
¿Imagináis una hoguera en medio de una caverna?
Un clan arracimado alrededor, el fuego crepitando, los niños jugando o dormitando. Los adultos callando mientras hacen la digestión de una pieza de caballo salvaje y el chamán hablándoles. Sombras reflejadas en las paredes de la gruta, fuego alimentado por la mano humana, la misma que pintó las pinturas rupestres. Sombras en movimiento, como las pinturas. Movimientos provocados por la llama errática de la hoguera. Los bisontes cobran vida, el mamut barrita y los cazadores enarbolan sus venablos para rendir a la bestia atrapada en el cieno…
Todo esto lo vivió Ayla
Pero en clan ajeno. En especie ajena.
Por momentos se sentía en familia.
Otras veces repudiada y odiada.
Odiada por Broud.
Broud… el futuro líder de la manada
Es el hijo del jefe del clan, Brun. El padre es un buen ejemplo de líder. El hijo es un tipo inseguro y envidioso. Sobre todo de Ayla, por la atención que ella despierta, por su manera de resolver los problemas… Broud es fuerza bruta y torpe, cosa que Brun lamenta.
Un día será su sucesor y teme que su mal carácter, menor confianza y poco carisma arruinen al clan. Y mientras tanto el bruto de Broud descarga su ira con Ayla, su ira y lo que no es su ira, porque la toma por la fuerza y la somete físicamente descubriendo un modo de humillarla. Cuando se siente inferior decide tomar por costumbre montarla, hasta que ella logra derrumbarlo no dándole el placer de forzarla y su virilidad se resiente.
Será expulsada por el plazo de un mes, en pleno invierno (ya os dije que en Ucrania). Un mes a la interperie sin saber cazar es una condena de muerte. Pero ella sabe cazar y tiene un refugio. La hija pródiga regresará de entre los espíritus terminado el mes. Esto solo enconará más todavía al sádico de Broud.
Broud engendrará una vida dentro de Ayla. Durc, cuyo futuro totem sería el lobo gris.
Este es el panorama que tiene la muchacha por delante.
Ayla se sabe diferente y fea para los neadertales
Fea a ojos neanderthales, que hablamos de Daryl Hannah (Blade Runner y décadas después rescatada por Tarantino en Kill Bill). Pero para ellos: fea. Se convierte en mujer medicina y ayuda en lo que puede al chamán. Pero esta vida tiene fecha de caducidad porque el mogur tiene los días contados, lo mismo pasa con Iza y cuando ellos desaparezcan del mapa, con un Brun en pleno declive y un Broud deseoso de someterla de nuevo… mal horizonte el suyo.
Mientras tanto, y durante toda su vida, Ayla habrá ido aprendiendo cosas prohibidas para la mujer: sobre todo cazar. Cierto es que caza menor, pero sabe cobrarse piezas como conejos, liebres, incluso algún carnívoro… Eso y además tendrá una cuevecita secreta que usa como refugio cuando las cosas le van mal de verdad. Esta cuevecita la salvará cuando muera en vida desterrada por Broud.
La capacidad intelectual y la mente abstracta
Ayla demuestra una capacidad innata para el aprendizaje desde bien pequeñita.
Uno de los pasajes más interesantes y embriagadores de la película/novela será cuando el Mogur comparta un conocimiento exclusivo con ella. Le muestra tres piedras y la razona, mediante gestos y dedos que suman 3. Esto es todo lo que el clan alcanza a entender. Después pone dos piedras más y muestra cinco dedos para dar a entender el número 5.
Ayla dejará atónito a Creb cuando encierre sendos puñados de cinco piedras en sus manitas y las suelte mostrando diez dedos extendidos, para hacer un 10. El Mogur la pide que no le cuente nada de eso al resto de los miembros del clan por miedo a que descubran su don.
El lenguaje gestual está bastante bien adaptado, tal cual lo describe Jean M. Auel en su novela. Cierto es que me gustó más la solución de En busca del fuego pero ésta es original y no me parece mal recurso.
Reunión de clanes
Uno de mis pasajes favoritos es cuando el clan entero se desplaza para la reunión de clanes.
Es un momento místico en la película. Se dan cita todos los clanes del territorio. De un enorme territorio si tenemos en cuenta la escasa densidad de población. En estos encuentros se hacen intercambios. Culturales, comerciales, personales…
Unos trafican con los productos propios de sus respectivos territorios. Otros, las curanderas y los mogur intercambiarán conocimientos. Los más jóvenes encontrarán pareja para «emparejarse» y procrear.
También habrá competiciones.
Medirán sus destrezas. Sus habilidades… y fuerzas.
Ayla se revelará como la curandera que es, a pesar de no haberla permitido ejercer por ser «de los otros» en un duelo entre humanos y un oso cavernario con malas pulgas.
Ayla no se limita a psar por la vida instintivamente, como el resto de su clan de adopción. Ayla es curiosa. Es inteligente. Tiene capacidad de deducción y tiene ansiedad por aprender y comprender la naturaleza de todo cuanto la rodea.
Esta curiosidad la traerá muchos problemas. No solo por entrometerse en muchos sitios, también por hacerlo en sitios prohibidos como las reuniones de los chamanes, prohibidas no solo a las mujeres, también a todo hombre que no sea mogur.
Pero la curiosidad está en su naturaleza. Lo lleva en los genes
No podrá evitarlo.
Esta es una bella historia. Es una gran novela y una buena adaptación. Algo añeja, pues no ha envejecido del todo bien, pero recomendable.