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Cartas a Julieta

Tabla de contenidos

Ficha técnica

Director: Gary Winick
Año: 2010
Título original: Letters to Juliet
Nacionalidad: EE.UU.
Duración: 105 minutos
Guión: José Rivera, Tim Sullivan


Ficha artística

Amanda Seyfreid (Sofia)
Gael García Bernal (Victor)
Paolo Arvedi (Sr. Ricci)
Vanessa Redgrave (Claire)
Cristopher Egan (Charlie)
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 2.8 fancines 

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Ya no existen historias de amor como la de esta película… Una película de “amor y lujo”, de esas en las que todos predecimos el final, un final que calificamos de “pastel”, que no es otra cosa que lo que a uno le gustaría vivir en sus carnes en la vida real: el amor perfecto con un final perfecto.


Sofía, periodista que no puede ejercer puesto que está en prácticas y estas se le terminan a la vuelta de la esquina. Periodista deseosa de escribir sus propias historias para realizarse como persona a través de lo profesional. Y sin embargo, la vida le dará una oportunidad, la del amor, oportunidad y reto que hará que logre esa realización, pero al revés, llegara a la profesional, a través de la personal, cosas de la vida.

“Ya no existen historias de amor como la de esta película”, decía al comenzar la entrada, y me reafirmo, pues cuesta creer que teniendo uno la vida encauzada, se te pueda poner patas arriba, por casualidad y conocer a una persona que no colme, sino desborde tus expectativas emocionales y de la vuelta a tu vida como si de un calcetín se tratara.

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Pero no hay tienda sin trastienda. Pues para llegar a la parte interesante de la película, la parte más romántica en la que el espectador desearía empujar a los protagonistas para precipitar un desenlace cantado, que todos vemos menos los que viven la acción en primera persona… Para llegar a este punto, que como las buenas relaciones, se hace esperar, las de antaño, las del paseo por la Plaza Mayor, los hombres a un lado y las mujeres al otro, sin la inmediatez de nuestros días, en los que más que noviazgos se recrean castings con candidatos cibernéticos y frenéticos… Decía que para llegar a este punto, el del amor, primero, (es el Padre nuestro de una película romántica): ha de existir el desamor.


Un desamor en lo cotidiano, un hastío en lo que tenemos a mano, que para colmo, ni aprecia ni comprende a la pareja de la que supuestamente está enamorado. Y es que los amores que se basan en cumplir con todos los supuestos establecidos por la vida, esos amores, no son amores, son relaciones convencionales. De ahí que toda buena película, (y por eso me cuesta creer que estas cosas pasen en realidad), es aquella que trastoca los valores, desencaja a los personajes, (en la vida real: personas), los rescata de su anestesia emocional, rompen moldes y los lanza al amor prohibido, el que revoluciona la sangre y trastorna los sentidos, el que se ve pasar y uno no se atreve a abrazar por miedo al qué dirán, maldito “qué dirán”, pues supedita la felicidad de los cobardes al criterio de los envidiosos, los que opinan más que hacen, temerosos y fracasados emocionalmente.

Y digo “cobardes” porque esos no protagonizan las historias de amor, destinadas a los valientes, a “Romeos y Julietas”, que matan, mueren, aciertan y se equivocan por amor.

“Romeos y Julietas”, y lo digo con razón, pues la película se llama “Cartas a Julieta”, al transcurrir en Verona, donde se desarrolla la obra de William Shakespeare, (tantas veces recreada y destrozada: en mi opinión, la más desafortunada de las adaptaciones no es otra que West Side Story), y Julieta es la protagonista, nuestra Sofía, quien por caprichos del azar, termina respondiendo a una carta de amor de hace cincuenta años, y uniéndose al grupo de “Julietas” que día a día recogen las cartas de las enamoradas del muro de la casa de los Capuleto, bajo el balcón. Tema que usa como eje central de su primer trabajo publicado en el Newyorker, pues no olvidemos el deseo de realizarse como peridista de la protagonista.

Un rubito y una rubita, enamorados hasta las trancas y viviendo una historia de amor… El muchacho, al principio frio y carente de sentimientos, ajeno al romanticismo… Y ella, prototipo del amor ideal, rubita, ojazos, tez blanca, como el resto de su piel y determinada cuando se lo propone. Que no digo que no sea posible, que quizás, pero tanta belleza, tanto romanticismo, al empezar la película, parecía tan difícil, tan difícil… Tanto amor contenido, tanta pasión en el ambiente, tanto deseo de ida y vuelta…

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