Apocalypto

Su independencia no le sale gratis. como sucede con la Libertad. Muchos dirán que la Libertad es una derecho inherente en el hombre: mienten, quien lo diga seguramente sea un tirano que quiere maquillar su despotismo. La Libertad nos la tenemos que ganar. Día a día, a base de defenderla sin bajar la guardia ni un momento. Y eso hace Mel Gibson, defiende su libertad para hacer buen cine, y al mismo tiempo la mía para verlo.

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Y digo «defiende la Libertad», (la suya y la mía) porque cada vez que dirige una película se le echan encima las hordas que intentan silenciarlo. Cuando dirigió Braveheart se le echó encima la propaganda británica porque había puesto a los ingleses como lo que son. Cuando filmó La pasión de Cristo se redoblaron los ataques. Hubo ataques desde la cristiandad ortodoxa, la heterodoxa, la católica y la protestante, y también los judíos lo atacaron. Y si cristianos y judíos eran pocos, también los críticos de cine lo acusaron de hacer una película gore para hablar de la pasión de Cristo.


Mel Gibson hace amigos cada vez que abre la boca. Menos mal que también tiene algún incondicional, como Robert Downey Jr. (sí, el mismísimo Iron Man), que siempre lo apoya.


Y entonces dirigió Apocalypto y volvió a liarla. Una peli de Disney (cierto es que Icon Productions es la productora, pero la distribuidora es Disney) que recibió bofetadas inmerecidas e injustas.


Una película en la que conviven tres historias: una principal (la del protagonista, vinculada a su tribu), que se sumerge en otra historia relacionada con el declive del imperio maya y los últimos coletazos de una civilización a las puertas de ser conquistada y civilizada.

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Civilizada a ojos nuestros, occidentales (europeos y cristianos), porque civilización tenían, a su manera, pero la tenían. Sangrienta, ultraviolenta y salvaje a ojos de los españoles que llegaron a América, pero organizada y avanzada, a su modo.

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Los españoles llegaron a América (como vimos en 1492: La conquista del paraíso) y, con un puñado de hombres sometieron a toda América: desde Alaska hasta Argentina.

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Pero cuando llegaron se toparon con la civilización que vemos en Apocalypto: decadente y depravada, en la que Mel Gibson refleja los sacrificios humanos que le valieron un torrente de críticas. Críticas porque rompía con la política de lo políticamente correcto rompiendo el mito del buen salvaje (con el que curiosamente empieza la película en su primera fase de inocencia e ingenuidad) para abofetearnos con la cruda realidad: una civilización tan avanzada en la astronomía y la arquitectura como atrasada en armamento (casi en la edad de piedra) y pagana, capaz de compaginar dichos avances con el despiadado sacrificio humano.

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Y dicho esto, entro con la película.


Garra de Jaguar es un muchacho joven y prometedor. Pertenece a una tribu de cazadores y recolectores (como si nos remontáramos a En busca del fuego). Comienza la película en medio de la selva, en un episodio de vida cotidiana inmersos en la caza del tapir. Hecha la presa Mel Gibson nos presenta a los protagonistas con maestría, en el reparto de la pieza. En un reparto ritual nos deja claro quién es quién en esta película. El jefe (el padre de Garra de Jaguar), el futuro jefe (Garra de Jaguar), el inseguro, el bromista… todos en menos de un par de minutos.

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Y hecha esta presentación nos demuestra el mundo idílico (el paraíso que pensaban los españoles). Aquí sí, el mito del buen salvaje se lleva hasta el extremo: plena armonía con la naturaleza, equilibrio con la madre que nos alimenta y procura cobijo, la amistad, la lealtad, el placer de la caza…

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Y el miedo.

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Porque cuando Garra de Jaguar y su clan nos han enamorado, Mel Gibson va y nos propina la primera bofetada descubriéndonos el miedo en los ojos del propio Garra de Jaguar. Una tribu desconocida atraviesa la jungla silenciosa y temerosa. Levan el miedo en los ojos y éste resultará contagioso. Vagan en busca de tierras nuevas ne donde poderse asentar, y nuestro protagonista siente cómo se le eriza la piel inmerso en una sensación hasta entonces desconocida: su miedo.


Un miedo que le impregnará los ojos y su padre distinguirá. De hecho le advierte que se cuide del miedo, un amigo invisible que te entorpece y te atenaza hasta consumirte.

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De vuelta con su tribu se acentúa nuestro enamoramiento con esta gran familia de amigos. Se hacen bromas, se quieren y se odian sin censuras, se respetan y, sobre todo, admiran a sus ancianos, a quienes escuchan y veneran.


Y el miedo se hace carne y nos vuelve a abofetear.


El cazador cazado.

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Porque eso es lo que les pasa. Esta tribu de cazadores cae presa de otra tribu de cazadores. Una tribu maya fagocitada por otra más poderosa y avanzada, aunque profundamente supersticiosa.

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Supersticiosa hasta el punto de cazar hombres para sacrificarlos ritualmente a modo de ofrendas a sus dioses. La hambruna, la pobreza, la sequía y el caos se ha apoderado de dicha supercivilización y, lejos de ejercer la auto crítica para comprender que su egoísmo y su falta de respeto hacia la naturaleza y hacia sus semejantes, se escuda en los dioses para denunciar el origen de las hambrunas, de las pestes y de la muerte, tanto de las personas como del conjunto de su civilización (aunque todavía no intuían éste último punto).

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Una civilización perfectamente jerarquizada, en castas: realeza, nobleza, religiosos, guerreros y plebe en la que los primeros no dan en hacer rodar cabezas (literalmente) para acongojar a los últimos, valiéndose de la superstición inculcada por los chamanes y sometiendo a todos por el vigor y la fuerza de unos guerreros de élite salvajes y despiadados que guerrean cuando es menester y cuando no, cazan a sus semejantes para hacer sacrificios humanos.

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Esto es lo que le sucede a la tribu de Garra de Jaguar y esta película no nos hablará de otra cosa que su lucha por la supervivencia, por reunirse con su esposa escondida en medio de la jungla, a punto de parir.

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El único «pero» que le pongo es que en algunos tramos de la peli no puedo evitar recordar El último mohicano y tardo en volver a engancharme en Apocalypto huyendo de las comparaciones (sobre todo entre mitos: Frontera (Cooper) Vs. Buen salvaje de Rousseau)).

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La película es una joya visual que deslumbra desde el minuto 1 hasta el 138. Nos agita hasta remover nuestras conciencias y, cuando crees que ya lo has visto todo, nos sorprende sobreponiendo civilización sobre civilización.