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Star Wars – Episodio III – La venganza de los Sith

Tabla de contenidos

Ficha técnica

Título: La guerra de las galaxias, Episodio III – La venganza de los Sith
Título original: Star Wars (Episode III) – Revenge of the Sith
Director: George Lucas
Nacionalidad: USA
Año: 2005
Productora: Lucasfilm Ltd Production
Distribuidora: 20th Century Fox
Duración: 139’
Guión: George Lucas
Fotografía: David Tatterrsall
Música: John Williams
Efectos especiales: Industrial Light and Magic
Ficha artística
Ewan McGregor – Jedi Obi-Wan Kenobi
Hayden Christensen – Jedi Anakin Skywalker – Darth Vader
James Earl Jones – Voz de Darth Vader
Anthony Daniels – C-3PO
Kenny Baker – R2-D2
Frank Oz – Yoda
Peter Mayhew – Chewbacca
Natalie Portman – Padmé Amidala
Samuel L. Jackson – Jedi Mace Windu
Christopher Lee – Sith Doku / Darth Tyranus



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Star Wars – La guerra de las galaxias, Episodio III – La venganza de los Sith
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En menos de un día habré visto el Episodio VII de La guerra de las galaxias: El despertar de la Fuerza y he de confesar que llevo 48 horas encerrado sin entrar en Twitter, sin ver fotos en Instagram, sin curiosear en Facebook y entrando, por mucho entrar, en mis blogs y viendo de reojo las películas I, II y III de la saga (mañana veré los episodios IV, V y VI antes de irme al cine (después de haber votado, claro está, porque hoy hay elecciones y querrá la casualidad que entre al cine por la noche con un gobierno y salga de El despertar de la Fuerza con otro nuevo)).


Un primer párrafo que bien podría haberme ahorrado… o no… porque he terminado hablando de política y precisamente de eso, «de política» hablaré al comentar La venganza de los Sith. Pues el Episodio III de Star Wars es un tejemaneje constante de hilos políticos, de espionajes, de traiciones, rebeliones, venganzas y manipulaciones…


Además, este episodio es el más destacable de la primera trilogía. A decir verdad, el único. Para mi gusto, claro.


La primera trilogía (en la cronología de Star Wars (I, II y III)) me supuso una enorme decepción con respecto a la segunda. Bajón tras bajón cada vez que salía del cine sin terminar de explicarme qué había sucedido para no me hubiera enganchado ninguna de las tres. Salvo esta tercera, pero solo en comparación con las dos primeras.


Y pasa que Lucas quiso ser omnipotente y omnipresente y, como si habláramos de la mítica THX-1138, Lucas escribió el guión y dirigió la película (cosa que hizo también con Una nueva esperanza pero con otro resultado) y, creo que de tanto quererlo abarcar todo se derrumbó.


De momento dudo que llegue a comentar los dos primeros episodios, La amenaza fantasma (porque me parece que estira el guión como un chicle para contar en dos horas lo que podría haber contado en quince minutos, amén de ser pueril y estar preñada de personajes que sigo intentando olvidar) y El ataque de los clones (porque en algunos momentos entra en «velocidad absurda» (que dirían en Spaceballs) y no hay quien la digiera).


Ojo que La venganza de los Sith, esta película, no se irá de rositas. Hay una cosa que me sienta fatal: que me tomen por tonto. En la vida en general y en el cine en particular. Y esa es la sensación que tengo cada vez que la veo, y eso que tiene escenas que de verdad me gustan. Lucas hace un verdadero encaje de bolillos para dar sentido al todo que es Star Wars, pero no lo hace con naturalidad, no lo hace con dulzura: estruja los personajes y sus guiones hasta reducirlos a lo absurdo dejándonos claro, meridianamente claro el carácter de cada personaje. En esta peli los buenos son muy buenos, extremadamente buenos, e ingenuos. Los malos son torticeramente malos. Retorcidos, perversos, descarnados… Y esto lo sabremos «gracias» a las mil pistas que nos deja Lucas en el guión. Le falta poner un cartel de neón apuntando a la cabeza de Anakin con letras intermitentes diciendo «¡este es el malo!»


Por favor… soy inteligente. Sé que Anakin empieza como empieza y termina como termina, no necesito que el guión me lo deje clarito cada cinco minutos. Pero lo que no soporto son dos cosas: la interpretación de Hayden Christensen, pésima. Esas miradas, esos ojos desorbitados, esas cejas, ese respirar entrecortado, esos silencios, esos discursos llenos de palabras y carentes de lógica… y esa voz. Uf… esa voz me desquicia. Una voz impropia de una película de cine para adultos, por mucha ficción que sea. No puedes obligar a los actores a revelar el carácter de sus personajes hablando de un modo tan exagerado. En español e inglés, pues si los doblajes aquí dejan que desear, en este caso son reflejo de la versión original.


Y por si no he demostrado lo malo que soy, la escena de los niños. Por si tenemos alguna duda.


Todo ha sido llevado al extremo cayendo en lo ridículo. Diálogos rimbombantes llenos de frases obvias y estériles generando unos diálogos impropios de una de las sagas más gloriosas que ha dado el cine y desmereciendo todo lo que había ganado el propio Lucas en Una nueva esperanza; Irvin Kershner (con la mejor dirección de las 6 películas) en El imperio contraataca y Richard Kasdam en El retorno del Jedi.


Y todo para contarnos, y por fin entro en la trama, que los Jedi van a ser erradicados de la galaxia por obra y gracia del malvado Lord Sith Darth Sidious, hasta la fecha Canciller de la República Galáctica, que no tardará en convertirse en Emperador. Para lograrlo hará de un conflicto embrión, una crisis separatista (liderada por el Conde Dooku, otro Jedi pasado al Lado oscuro rebautizado como Darth «Tyranus» (esto último por si teníamos dudas), un motivo para extender la guerra por toda la galaxia con las Guerras Clon. Empezó su carrera diplomática y política como embajador de Naboo y se fue forjando en secreto como Sith y trepando como político hasta convertirse en Canciller Supremo.


Dentro de esta vorágine de éxitos parciales y pequeñas conqiistas diplomáticas, contrapuesta a la política poco operativa y productiva de «los buenos», Darth Sidious acogerá bajo su ala al polluelo Anakin Skywalker a sabiendas de que este se siente discriminado, vejado, maltratado y apartado por el consejo Jedi. En el fondo son pataletas que, bien leídas por Darth Sidious, le hacen caer en su trampa. Dicho sea de paso, los Jedi se limitan a procurarle una formación e intentan evitar que su poder innato se le suba a la cabeza, empezando por tenerlo como aprendiz aun en contra de su propia voluntad.


Lucas se saca aquí una espinita al llevarnos al planeta de los Wookies, cosa que no pudo hacer en El retorno del Jedi por falta de presupuesto dando lugar a los Ewooks, a modo de sucedáneo de los Wookies.


Este ansia de poder, junto con el amor por Padmé, y su temor a perderla (porque incluso Anakin tiene su corazoncito) se le pone la voz más grave, incluso áspera, se le baja la capucha sobre la cara, le salen ojeras, pone cara de malo y se convierte en Sith abrazando el Lado Oscuro.


La película (quizás incluso, toda la trilogía) repunta a partir de la ejecución de la Orden 66 (incluida la banda sonora de John Williams, que vuelve a elevarse desde este punto) y, pese a que es justo en este momento cuando oiremos los discursos más tontos, la acción se encamina hacia un final que esclarecerá, de una vez por todas, el nacimiento de Darth Vader.


Lo dicho. Mañana veré (ya es hoy) El despertar de la Fuerza. Todo lo que he oído de ella hasta la fecha es que «es como regresar a la trilogía original»… que es mucho decir y muy bueno oírlo. Veremos qué es capaz de hacer J.J. Abrams. Espero poder disfrutar la película y escribir, en los próximos días una crítica placentera.

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