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El padrino

Tabla de contenidos

Ficha técnica

  • Título: El padrino
    Título original: The Godfather
  • Director: Francis Ford Coppola
  • Nacionalidad: U.S.A.
  • Año: 1972
  • Productor: Albert S. Ruddy
  • Distribuidora: Paramount Pictures
  • Duración: 175’
  • Guión: Mario Puzo, Francis Ford Coppola (Novela: Mario Puzo)
  • Fotografía: Gordon Willis
  • Música: Nino Rota, Carmine Coppola
  • Montaje: Williams Reynolds

 

Ficha artística

  • Marlon Brando (Don Vito Corleone)
  • Al Pacino (Michael Corleone)
  • Robert Duvall (Tom Hagen)
  • James Caan (“Sonny” Corleone)
  • Talia Shire (“Connie” Corleone)
  • Al Martino (Johnny Fontane)
  • Abe Vigoda (Tessio)
  • Simonetta Stefanelli (Apollonia)
  • Richard Castellano (Peter Clemenza)
  • Sterlyn Hayden (Capitán de Policía – Mark McCluskey)
  • Al Lettieri (Sollozzo “el turco”)
  • John Marley (Jack Woltz)
  • Richard Conte (Emilio Barzini)
  • Gianno Russo (Carlo Rizzi)
  • Tony Giorgio (Bruno Tattaglia)
  • Vito Scotti (Panadero)
  • Angelo Infanti (Fabrizio)

 

Oscar a la Mejor Película, al Mejor Guión Adaptado y al Mejor Actor

 

Comentar El Padrino es comentar, sin lugar a dudas, la mejor película de todos los tiempos. La mejor obra que el Cine nos ha regalado y la mejor muestra de que “esto” es Arte.

Otros dirán que “no”. Que la mejor película de todos los tiempos es El padrino II. Como todo queda “en familia” no le daré mayor importancia, aunque siga quedándome con ésta.

Hablar de El padrino supone adentrarnos en el fascinante mundo de la mafia, aunque nunca aparezca esta palabra en diálogo alguno, ni siquiera hablarán de la “Cosa nostra”, si no que todo girará en torno a los negocios de la familia. Nos encontramos ante el mismo caso de “oscurantismo” que comentaba en el troblogdita cuando hablé del Juez Falcone y el libro Cosas de la Cosa Nostra. En este caso llevado al extremo, pues el propio productor, Albert S. Ruddy llegó a comprometerse públicamente con los americanos de origen italiano que ninguno de los dos términos aparecerían en la película: así de fino hilaron el tema, para aplacar las quejas previas al estreno de la película por parte de esta comunidad. Una comunidad dividida en dos, obviamente. Los que repudiaban a la mafia y los que participaban de ella: en cualquier caso, ambos sectores se enfrentaron a la película antes de su estreno.

Fino, muy fino se hiló todo en esta película. Ya hemos visto que el tema abría ciertas heridas y hacía que algunos se sintieran incómodos ante la ambición del proyecto y a pesar del estrepitoso fracaso de otras películas del género que la habían precedido, como Mafia (Martin Ritt – 1968), que hicieron zozobrar el proyecto entero por miedo a que siguiera su estela, haciendo, como poco, que cayera el presupuesto hasta los dos millones de dólares y quedara relegada a tal segundo plano que entraría a formar parte de las películas de bajo presupuesto de la Paramount.

La filmación empezó a andar y se convertiría en un tren que nadie podría parar. La Paramount no estaba convencida con tener a Coppola de “maquinista”, por lo que le tenían preparada una salida honrosa para las primeras de cambio, y estas primeras vendrían como siempre, por el presupuesto. La minuciosidad de Coppola, su trabajo exacerbado y detallista, la presión sobre los actores y el despliegue de medios haría que el presupuesto inicialmente recortado a 2 millones se empezara a inflar hasta llegar a los 6 millones de dólares, nada menos que triplicando el original. La Paramount tenía más que decidido deshacerse de Coppola y esperó al rodaje de la escena en la que Michael aprieta el gatillo para darle el finiquito.

Pero llega tal escena y hete aquí que todos, TODOS en Paramount quedaron maravillados con ella. La pureza de estilo, la fuerza interpretativa que Coppola había extraído de Al Pacino, la elegancia con que lo había filmado y lo impactante de la escena hicieron que Paramount abandonara su intención de darle con las puertas en las narices a Coppola y de pronto confiaran a muerte en él y apostaran por El padrino.

A partir de este instante Coppola se convierte en el líder (criticado) y da rienda suelta a sus deseos para con la película: repetición infinita de tomas; hacerlas desde mil perspectivas diferentes; apretar hasta la extenuación a los actores; dar carta de libertad a Brando para que fuera él mismo a la hora de encarnar a Don Vito Corleone, eso sí, atándolo tan corto como se le pudiera atar sin darle margen para revolverse; duelo a muerte con Gordon Willis (responsable de la fotografía) porque éste último era incapaz de rodar en las condiciones de iluminación que proponía Coppola y billetes de avión para filmar las escenas italianas de la película… en Italia.

Una iluminación que se irá convirtiendo en otro protagonista de la película desde la primera escena. Luego lo veremos.

Coppola estaba haciendo cine americano con corazón europeo, al más puro estilo Visconti. No necesita reflejar la ultraviolencia en la pantalla. Al menos no explícitamente, o en su totalidad. Escenas violentas las habrá, por supuesto. Es algo implícito en la materia que trata la película. Pero la maestría de Coppola será tal que nos permitirá ver esas escenas (en algunos casos) sin recrearnos en ellas: con una crudeza total y un realismo inusitado. Pero las escenas más violentas, las más agresivas y lesivas serán sin duda alguna aquellas que no veamos, las que intuyamos. Aquellas que veremos de perfil o que sin ver el desarrollo de la misma sí contemplaremos su desenlace. Y esas escenas de violencia, ultraviolencia velada nos pondrán los pelos como escarpias y nos descubrirán a un Coppola en su mejor momento.

Violencia, sí; y ultraviolencia también. Pero sutil en muchos casos. Permitidme destacar la que para mi resulta la más agresiva de todas, la violencia verbal. Coppola nos regalará escenas dialécticas con tal carga de violencia implícita que nos sentiremos amenazados mientras vemos la película.

Es cierto que ver explotar un vehículo con una bomba dentro nos deja atónitos por la carga de odio y violencia que lleva implícita. Pero la mentira, negar sin parpadear la autoría de los hechos, negar responsabilidad alguna, negar la rama violenta de la familia a tu propia esposa, sin pestañear, sin que se le dispare el pulso ni se le agite la respiración, negar todo lo que el espectador sabe que no se puede negar, porque es obvio que Michael será el responsable de todo lo que se le acusa, y de lo que no también. Negárselo a su propia mujer y despacharla para proclamarse nuevo padrino… es de una violencia psicológica y verbal tal, que reduce a lo anecdótico a los posibles asesinatos y refriegas que sí veremos en la película, pero ninguna con la fuerza del personaje (que empieza de tapadillo) de Michael.

La familia Corleone. Eje inequívoco de la trama. Hasta tal punto que el propio Coppola no dudará en alquilar un restaurante en Broadway para “retener” a todo el equipo el mayor tiempo posible. Allí desayunaban, comían, cenaban, guisaban, ensayaban, descansaban y hasta él mismo negociaba y discutía con productores, actores y los ejecutivos de la Paramount. Todo con tal de estrechar los lazos y vínculos del equipo para mejor transmitir esa unidad familiar.

Hora es de entrar en la trama de la película.

Todo parece apuntar, desde el principio, que Don Vito será el protagonista de la película, pero nada más lejos. Es la columna vertebral, sí, pero lo será hasta dejar posicionados a los espectadores y se retire sutilmente a un segundo plano para dar paso al verdadero alma de la película (y de toda la trilogía): su hijo Michael. Precisamente aquel que él procura apartar de los negocios familiares y el mismo que él pretendía preparar como salvoconducto para la familia y eslabón con la vida civil digna y limpia de polvo y paja: Michael, un héroe de guerra de la Segunda Guerra Mundial, un italoamericano nacido en Estados Unidos, bastante tímido y poquita cosa en general.

Poquita cosa hasta que se enfrenta a la cámara. Ahí (Al Pacino) saca la bestia que lleva dentro, aflora el animal que es interpretando y sin aspaviento alguno se come al resto del reparto, se come al director, se come a la familia (propia y ajena), se come a la crítica y se come al espectador dejándonos estupefactos sin podernos creer que tan poca persona pueda ser tan gran actor.

Al Pacino encarnará a Michael Corleone: el verdadero protagonista, igualando e incluso superando con creces las dotes interpretativas del propio Brando, quien, por su parte, y como si se tratara de un duelo interpretativo, habrá bordado uno de los mejores papeles de toda su carrera en la figura de Don Vito, (Don Vito es el alma de la familia y Michael es alma de los negocios).

Partiendo de la estructura inicial de la familia Corleone (Don Vito al frente), Sonny y Fredo (Sottocapi), Tom (Consiglieri) y Michael (ausente hasta convertirse en Don), veremos por un lado cómo se van redistribuyendo las responsabilidades de los miembros y por otro el papel secundario de las figuras femeninas que ni opinan en los asuntos de negocios ni se las tendrá en cuenta a la hora de tomar decisiones.

La Familia Corleone, la más poderosa de las cinco familias de Nueva York recibirá la propuesta de Sollozzo, de los Tataglia, para entrar en el narcotráfico, cosa que Don Vito rechaza de plano y le supone no solo la enemistad con la familia rival, si no un intento de asesinato que precipitará esa recomposición de la familia que mencionaba antes.

Con Don Vito convaleciente, Sonny ejercerá de “Don” en su ausencia, dando por supuesto que será su sucesor dado que sus otros dos hermanos no reúnen las condiciones necesarias: Fredo es un pusilánime y Michael prefiere no meter las narices en los negocios de la familia. Una de las primeras acciones de Sonny será ordenar asesinar al guardaespaldas de su padre, quien morirá a manos de Clemenza y Rocco en una de las muertes “más celebradas” del cine (precisamente por la elegancia, el desprecio y la sutileza con que nos la ofrece Coppola que mencionaba un poco más arriba).

Sin embargo, Michael demostrará sus agallas al lograr abortar, él solito, un segundo atentado contra su padre con el propósito de rematarlo antes de que abandone el hospital.

Entre medias se cruzará la figura de Carlo Rizzi, un playboy que logró casarse con Connie Corleone y entre infidelidad e infidelidad, a la sombra de la familia le propina palizas brutales que sacan de quicio a Sonny. Éste se vengará pegando a Carlo una paliza y amenazando su vida si vuelve a tocar a su hermana. Ambiente viciado que propiciará que Carlo venda a Sonny y le tienda una trampa en la que los hombres de Tataglia.

Por aquel entonces la familia está casi desestructurada: el “Don” está convaleciente, Sonny asesinado, Fredo no cuenta, Michael en Sicilia (antes de morir Sonny será el propio Michael quien elimine del mapa al turco Sollozzo (en la famosa escena que le supuso a Coppola ganarse la confianza de los estudios)) exiliado y alejado de todo contacto con la familia, hasta el punto de dejar a su novia Kay (Diane Keaton) para casarse con Apollonia: una belleza de la salvaje Sicilia que no sobrevivirá a su entrada en la familia Corleone. Con este panorama, el hermano adoptivo Tom Hagen (católico irlandés) tomará las riendas (entre el 58 y el 59), aprovechando su experiencia como Conseglieri de Don Vito y de Sonny.

Y entonces regresa Michael.

Su llegada es el anuncio de la muerte, uno de los cuatro jinetes del apocalipsis. No perdamos la perspectiva… La familia Corleone no es la buena de la película. En esta película no hay buenos. Cada cual defenderá los derechos de su propia familia: Corleone, Tattaglia, Cuneo, Stracci y Barzini. Y los defenderá a toda costa, sin prejuicios y sin miramientos.

Podríamos decir que la buena es la policía, pero tampoco. Lo vemos en la figura del capitán McCluskey, vendido a Sollozzo. Podríamos rescatar a los políticos, pero tampoco: metidos hasta las cejas en sobornos y chantajes. La Prensa está comprada, hasta el punto que es uno de los bastiones en los que se sustenta la familia Corleone cuando jueces y políticos le fallan… Las pocas veces que fallan, claro.

Cuando Michael regresa de Italia releva a Tom al frente de la familia y le aparta del cargo de consegliere (cargo que recaerá en Don Vito) y le nombra abogado para la familia, principalmente en Las Vegas.

Michael, el jovencito enclenque que no quiere saber nada de la familia (en cuanto a sus trapicheos). Se convertirá en una de las bestias más fieras del cine. Su mirada, su dominio de la gesticulación, su predeterminación, su frialdad, su estrategia militar y su odio desmedido hacia todo aquel que ose interponerse en el camino de su familia. Cuando todas las familias se frotaban las manos ante la llegada de un advenedizo, Don Vito demostrará cuán sabiamente ha elegido sucesor ante la llegada del ángel exterminador en que se convertirá Michael.

Llegamos a mi escena favorita, no de la película, de la historia del cine: Bautismo de fuego. La escena en la que Michael apadrina al hijo de Conny, en la catedral, renegando del diablo mientras, en paralelo, sus sicarios se disponen a declarar la guerra a todas las demás familias de Nueva York, eliminando de un plumazo a todos sus líderes en una escena que compagina y combina música sacra con una misa, un bautizo y asesinatos a sangre fría mientras cae el agua bendita sobre la coronilla de su ahijado. Un ahijado que quedará huérfano porque a la salida del bautizo, cuando le confirman al nuevo Don que todo ha salido bien, cambia de planes para eliminar también al origen de tantos males para la familia: Carlo.

Al principio comentaba las luchas internas entre Coppola y Gordon por causa de la iluminación. La luz será una constante en la película pues ésta o su ausencia jugarán un papel casi protagonista. Podremos anticiparnos al carácter de la siguiente escena viendo los matices lumínicos de la presente, (igual sucederá con las famosas naranjas que nos avisan de tragedias). Podremos deslumbrarnos en la primera escena, la boda de Carlo y Conny, en la que la alegría se manifiesta con oleadas de luz para acto seguido, dentro de la misma boda, enclaustrarnos en el despacho de Don Vito, sin luz, sin aire fresco, sin brisas, casi con aire estancado y a tientas, recibiendo uno por uno a los invitados a la boda para recibir sus peticiones de justicia por parte de la familia… Y esto se sucederá a lo largo de la trilogía, los saltos de la luz a la oscuridad y el tono de los personajes y la película siempre dependerá de ésta.

Otro detalle a tener en cuenta es la gastronomía.

Siempre latente a lo largo de toda la película. Un detalle que hermana a la familia y que relativiza la trama hasta el punto de hacernos sentir a gusto por momentos viéndoles cocinar, degustar la comida y gozar transmitiendo recetas de unos a otros. Al más puro estilo siciliano, aunque esa transmisión no sea más que un modo de hacer pasar el tiempo entre un crimen y el siguiente. Eso si no mencionamos el mensaje del asesinato de Luca Brasi a modo de pescado envuelto en papel…

Destaco sobre todo la escena en la que Clemenza explica a Michael cómo ha de cocinar su carne en salsa para veinte personas (un tipo de boloñesa que he comentado en el gastrónomo que incluye albóndigas y salchichas con tomate y albahaca) en «estado de guerra, en la cárcel»… cuando sea menester.

Aunque claro… también nos recomiendan en una escena de la película combatir los resfriados con Whisky

Y no he hablado de la mítica escena de la cabeza del caballo, ni de la relación entre Frank Sinatra y Johnny Fontane, ni de la receta de la boloñesa que aprende Michael, ni de “los negocios” de Tessio… Todo esto os lo dejaré para que los más afortunados lo redescubráis viendo la película si no os dejáis atrapar por la música omnipresente de Nino Rota…

Una joya de película. Una obra de arte. Para mi, tal cual anunciara al comenzar el artículo, la mejor película de la historia.

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